martes, 29 de octubre de 2013

Boutiques de libros




Anduve visitando librerías estos últimos días, buscando libros para enviarles a mis sobrinos patagónicos y averiguando sobre los de Alice Munro para adquirir algún ejemplar para mí. Me resulta inevitable, antes de ingresar a estas boutiques de libros porteñas, pararme frente a la vidriera para echar un vistazo a lo que allí se exhibe y, sobre todo, a los precios, que cada día espantan más por acá. Ha sido una experiencia muy interesante ya que me ha llevado a descubrir personajes muy dignos de conocer y a aprender de ellos.

La primera vez fui de corrida a una librería que abrió no hace mucho en mi barrio. Buscaba libros para colorear y clásicos de la literatura infantil. Encontré lo que buscaba rápidamente y a un precio razonable, tomando en cuenta que para un niño un libro es un juguete más que un objeto de culto, como lo es para mí. Mis sobrinos, como lo hicieron mis hijos, harán sus dibujos sobre los ilustraciones impresas, su madre les leerá el breve texto a pie de página, y terminarán destrozados, libro y madre, porque los dibujos llegarán a las paredes y los libros perecerán todos pisoteados sobre el piso, indefectiblemente.

Al cerrar la operación en caja, no puedo evitar entablar conversación con el librero. Tiene un ejemplar de Alejandro Casona sobre el mostrador, junto a su atado de cigarrillos y su encendedor plástico. Estaba marcado con un señalador vistoso, y aún parada de frente y viendo el título al revés, reconocí el ejemplar que leí en mi adolescencia: Prohibido suicidarse en primavera, una pieza de teatro de la que guardo el recuerdo de los versos de Santa Teresa que la encabezan:

"Ven, Muerte, tan escondida 
que no te sienta venir 
porque el placer de morir 
no me vuelva a dar la vida". 

Cualquier lector que esté leyendo semejante clásico de la literatura española en plena primavera porteña merece conversación. Nos ponemos a intercambiar opiniones, le pregunto el precio del ejemplar de Casona y luego no puedo con la indignación que me brota. Todos los libros expuestos en la vidriera salen por lo menos el doble, y ninguno de sus autores le llega ni a los talones a Casona. Pero así es la industria del libro, aquí y en todo el mundo. Coincidimos en que algunos de los libros más vendidos deben ser escritos por escritores fantasmas. Somos así de desconfiados los porteños para estas cosas: defecto de bicho orillero. Extiende el brazo a un estante más alto, saca a relucir un bello y breve libro de su autoría y me deja sin habla, porque caigo en la cuenta de que estoy hablando con un escritor. Le confieso mi afición por escribir y nos entendemos. Pero me voy descorazonada del local. Es una pena que tanto escritor aficionado e ignoto, aunque talentoso, no logre traspasar la barrera de los cien ejemplares que paga por publicar y que termina repartiendo entre amigos y familiares.

Días más tarde, voy a la calle Corrientes por trabajo. Reincido en varias librerías, ahora en franca cacería de algún ejemplar de Alice Munro. No hay caso: todo agotado. Ya sobre la hora de ir a hacer lo que tenía que hacer, entro a un local que sólo tiene buenos autores en la vidriera, como suele suceder en las vinerías, donde se exhiben los buenos vinos y licores para enganchar al cliente. Sin tiempo que perder, me mando directo al señor librero. Lo mismo: no queda ninguno, entrarán con la próxima tanda de importación. Pregunto para orientarme, y nuevamente me sorprende la respuesta del experto en la materia:

- "Yo leí ocho títulos de Munro. Es una narradora excelente. Pero se los llevaron todos cuando le dieron el Nobel."

Es por lo menos interesante analizar el efecto post Nobel en el boom de ventas de un buen autor, en este caso una escritora prolífica definida como "la maestra del relato breve contemporáneo" y "la Chéjov canadiense". Pero a mí Alice Munro me interesa, más que por ser buena escritora y Nobel, por el hecho de que se trata de una ama de casa que se dedicaba a escribir tanto como a limpiar, cocinar y maternar, y aún así llegó a trascender en su aventura en las letras.

La Revista Ñ publicó varias notas sobre esta escritora canadiense y extraigo algunos datos que me resultan inspiradores: 

"En una entrevista que concedió al New Yorker, la escritora canadiense Alice Munro dijo: “Durante años y años pensé que mis relatos sólo eran tentativas para escribir la Gran Novela, pero descubrí que lo mío eran las narraciones breves”. La circunstancia doméstica que la llevó a ajustar la extensión de sus escritos a la duración de las siestas de sus hijas no le impidió convertirse en una de las más grandes escritoras en lengua inglesa –autora de doce colecciones de cuentos y una novela–, varias veces candidata al Nobel."

En mayo de este año, Alice Munro anunció que dejaba de escribir para dejar de sufrir con las siguientes palabras, que tomo de la misma fuente en otra de sus entregas:

“Me siento un poco cansada, pero agradablemente. Tengo una sensación agradable de ser como cualquier otra persona”, le dijo a The New York Times. Agregó, sin embargo: “También significa que me he quedado sin la cosa más importante en mi vida. No la cosa más importante. La cosa más importante era mi marido, y ahora se han ido los dos. 
(...)
Sobre su computadora, en su departamento en Nueva York pegó un Post-It que decía: “La lucha con escribir se ha terminado.” En una entrevista, también con The New York Times, dijo: “Miro ese apunte toda las mañanas y me da una gran fortaleza.”

Es un éxito escribir y llevar una vida normal paralela, es un éxito sentirse como cualquier otra persona siendo premiada y alabada a nivel mundial, el no terminar en la hoguera de las vanidades del escaparatismo y del cholulismo de los medios que indagan sobre los detalles íntimos de la vida de un escritor para convertirlo en un producto masivo, y es un gran éxito no terminar publicando sólo para satisfacer las demandas del mercado. Por algo Salinger pasó a la historia con una sola novela.

Le confieso a este librero, fanático de la Munro, tanto como yo lo soy de Salinger, que la quiero leer porque soy una ama de casa con el sueño de escribir, sueño que me quita horas de sueño, y que deseo aprender de su técnica. Circunspecto, categórico y contundente, como todo buen porteño, el librero me mira por encima de sus anteojos y declara:

-"La técnica no se aprende. Eso se trae de fábrica."

Los otros días me encontré con una frase hecha, de esas que circulan por todos lados en las redes, de autor desconocido y sacada de todo contexto, que hacía referencia al "éxito" y a la envidia y la crítica que despierta en los demás por "haber llegado a algo". Y cuestiono estas frases hechas, porque las he oído mil veces en boca de seres que deberían alentar los sueños y los proyectos personales de quienes aman, ya que el éxito no reside en llegar a ningún lado ni en despertar la envidia de nadie. El éxito pasa por concretar esos sueños más allá de lo que suceda, más allá de ser criticado o alabado, recompensado por la sociedad de consumo o totalmente ignorado por ella. El éxito no pasa por figurar en las vidrieras de las boutiques de libros: pasa por hacer realidad un anhelo personal en medio del cuestionamiento del valor de ese hecho en pos de su trascendencia para uno mismo y el crecimiento personal que conlleva, desde las trincheras de una cocina doméstica, entre ollas y cucharas, en medio de la limpieza cotidiana - tal como escribo esta reflexión poco exitosa para lo que el mundo considera "éxito"-, ajustándose a los tiempos de lo que resulta prioritario para cada ser humano en particular, como lo ha hecho Alice Munro y tantos otros cuyos nombres jamás figurarán en los escaparates de las boutiques de libros.

A boca de jarro

martes, 22 de octubre de 2013

De dones y anatemas



Poema de los dones, Jorge Luis Borges, 1960.


 (Fragmento)




Nadie rebaje a lágrima o reproche 

esta declaración de la maestría 

de Dios, que con magnífica ironía 

me dio a la vez los libros y la noche. 




De esta ciudad de libros hizo dueños 

a unos ojos sin luz, que sólo pueden 

leer en las bibliotecas de los sueños 

los insensatos párrafos que ceden 




las albas a su afán. En vano el día 

les prodiga sus libros infinitos, 

arduos como los arduos manuscritos 

que perecieron en Alejandría. 



(...)



Algo, que ciertamente no se nombra 
con la palabra azar, rige estas cosas; 
otro ya recibió en otras borrosas 
tardes los muchos libros y la sombra. 

¿Cuál de los dos escribe este poema 
de un yo plural y de una sola sombra? 
¿Qué importa la palabra que me nombra 
si es indiviso y uno el anatema? 

Groussac o Borges, miro este querido 
mundo que se deforma y que se apaga 
en una pálida ceniza vaga 
que se parece al sueño y al olvido.

Como una alumna adulta de Literatura me voy a adentrar en este fragmento de este poema de Borges, pero sin profesora, manual ni interpretación de crítico literario alguna. Así me enseñaron a hacerlo, así lo hago. Sólo desde el sentimiento y con alguna herramienta a mano. 

Me conmueve Borges cuando se niega a que se rebajen sus inagotables dotes de poeta y su amor infinito por los libros al reproche de su ceguera, eco del de John Milton, a quien admira. Es una declaración de maestría en el arte de las letras que le ha sido dada por Dios, ya que él mismo admite que de Dios procede toda maestría. Y sin embargo confiesa que le resulta irónico que el mismo Dios que le dio los libros, el afán de aventurarse hasta el alba para leerlos y de escribirlos tan bellamente, le dio también la noche, la oscuridad de no poder leer aquello que lo alimenta y lo que da como alimento a los demás. A pesar de su incapacidad de ver, se hace dueño de los libros con sus ojos sin luz. Admite lo ardua que le resulta esta empresa pero sale triunfal del buen combate. Reconoce que es aquello que no se nombra y que atribuimos al azar lo que rige estas cosas, eso que hoy llamamos destino: se refiere a su enfermedad. Y cuando habla de un otro, tiene en mente a Groussac, a quien nombra en el poema, por haber sido, igual que él, severo y duro en su crítica de la sociedad de la cual formó parte, carente del don de la sonrisa complaciente y políticamente correcta y no vidente. Luego de una vida prolífica y una labor en las letras sobresaliente, Groussac es operado de un glaucoma en 1926, queda totalmente ciego y finalmente muere a los 81 años.

La pregunta retórica acerca de la autoría del poema es contundente en la respuesta: es el don el que escribe desde las sombras, sea Borges o Groussac. No importa el nombre: "es indiviso y uno el anatema". No es sencillo abordar las implicancias del significado de la palabra anatema: creo que Borges, tal como lo hace Shakespeare en su obra, abarca todas sus connotaciones, que conoce bien gracias a su insaciable sed de saber. Anatema según Wikipedia era para los griegos una ofrenda a los dioses, aunque con el correr del tiempo devino en una maldición a la exclusión, a la amputación de un miembro, al destierro, al exilio, a la ignominia. 

Salvando todas las distancias con estos grandes de la cultura de todos los tiempos, todos y cada uno de nosotros recibe ciertos dones y ciertas limitaciones. Lo importante no es lo que se recibe como don o limitación, sino qué se hace con eso que nos es dado y cómo se usa y se da como fruto para lograr elevarse por sobre este mundo gris "que se deforma y que se apaga en una pálida ceniza vaga que se parece al sueño y al olvido."

Días pasados me encontré por casualidad con un alma afín: Javier Bellina, autor del blog Memorias de Orfeo. Me cautivó primero con una reflexión personal de apertura que hace sobre el oficio de escribir en una entrada sobre el Nobel de Literatura 2012, Mo Yan, un escritor chino a quien desconocía y que según Javier Bellina se destaca por su sencillez, es decir, por qué dice, de qué temas habla y cómo lo hace. Es eso, según Bellina y en mi modesto entender, lo que nos atrapa de un escritor, sea chino, inglés, francés, español, peruano o argentino. Bellina dice:


"Mo Yan escribe sobre lo que todo el mundo ve y vive, la vida cotidiana, lo que ha visto y sentido cuando vio y vivió. Este ser humano de ojos rasgados y piel amarilla conoce la condición humana, escapa a los estereotipos.

(...)


La sencillez se trabaja, necesitas saber con precisión de nanómetro qué quieres decir y con qué palabras, giros,  frases, signos de puntuación, tiempos y modos verbales, actitudes y emociones. Hay ciertas precisiones e intenciones en lo que quieres decir, y no digo que lo sepas con puntos y comas sino que poseas el estado de ánimo que te permita estar conectado con el momento en que estás conectado..."



Desde esa conexión leo este poema de Borges, a quien el Nobel le fue negado por cuestiones que no vienen al caso. Borges escribe aquí sobre lo que todo el mundo ve y vive: las grandes pasiones y los amores de su vida, los dones que como tesoros recibimos, la enfermedad, los demonios internos que intentamos exorcisar, nuestras luces y sombras, la muerte, el sentido de la trascendencia de la vida humana, el uno y el otro, el yo plural, la autoría de la maestría, lo irónico que resulta que se nos den ciertos dones y que otros se nos nieguen, las batallas vitales para superar esa enfermedad que a todos nos toca en algún tramo del camino o que nos acompaña de por vida, como fue su caso, y sobre cómo se vive con esa ironía que encarnamos sin terminar de entender y que "ciertamente no se nombra con la palabra azar".

Hay ojos a los que la visión les es negada pero que son capaces de ver más allá, de romper todos los moldes y que, desde sus iluminadas sombras, echan luz sobre las grandes verdades atemporales que a todos nos ocupan. En esa mirada que se eleva por sobre sus propios límites y que es capaz de hacer ver a otros ojos videntes pero carentes del don de mirar más allá de donde los ojos pueden ver reside el valor eterno de estos nombres grandes de la Literatura de hoy y de todos los tiempos.

Habrá más sobre Javier Mellina y sus Memorias de Orfeo porque es mucho lo que siento que tenemos en común. En esta ocasión le agradezco la inspiración, cierro con la cita que me atrapó inicialmente de esta entrega en particular y se las dejo para pensar y, si les apetece, comentar:

"Si un autor ha ganado el Premio Nobel de Literatura es que es importante. El universo de lo escrito con ansiedad literaria es amplio, abarca a todos esos autodefinidos escritores y a sus demonios internos. Hay ganancia secundaria si aparte del acto de la creación, del orgasmo interior, de la sensación de integridad y plenitud, además te ganas los frejoles con eso. En la práctica escribir es lo que haces cuando no trabajas, y la chamba el precio a pagar por ser humano: Se trabaja, después se escribe, la vida es justamente transar con esas cosas."

¡GRACIAS, JAVIER BELLINA!


A boca de jarro

jueves, 17 de octubre de 2013

A mis alumnos




  Hoy, a esta hora precisa, es la segunda vez que se encuentran con que no estoy al frente de nuestra clase de los jueves. Ya no volveré al instituto ni tampoco a la enseñanza, al menos en lo inmediato. Las razones son de índole personal. Algunas las conocen y otras las irán conociendo a medida que vayan creciendo y se enfrenten con las realidades del mundo laboral que nadie puede ni debe enseñarles.

 Quiero que sepan que mi vida este año ha dado un giro trascendental. Sobre algo de esto ya les he hablado. Soy y seré docente hasta la muerte, y agradezco todos estos años de enseñanza, porque la que más aprendió de ellos fui yo. Créanlo, por favor, no es una frase hecha ni un cumplido. Me conocen y saben que soy sincera y que no la voy de amiga de mis alumnos. Es la pura verdad.

  Saben también que me lancé a la aventura de la escritura y que voy detrás de un sueño incierto. También estoy dando mis primeros pasos en un trabajo voluntario de acompañamiento de los enfermos desde la absoluta gratuidad que me hace muy feliz y para el cual me voy a capacitar con profesionales diversos el año próximo. Esto me plenifica tanto como lo ha hecho la docencia durante más de veinte años. Y para llevarlo adelante hace falta hacer espacio y tiempo, hay que trabajar duro, aprender mucho, leer y tener el alma abierta, serena y dispuesta: vuelvo a hacer una alumna como Ustedes, y eso me entusiasma.

  Dicen los que estudian el devenir de la vida de las mujeres contemporáneas que muchas de nosotras a la mitad de la vida cambiamos radicalmente de rumbo para retomar sueños truncos o para embarcarnos en aquellos que no nos animamos a concretar a la edad en la que se toma la decisión de una profesión, la que hoy tienen Ustedes. También sucede que a esta edad se puede descubrir una nueva vocación: algo de eso me pasó. Ojalá todo este cambio me encuentre en la mitad de mi vida, porque en esto no hay garantías, y hubo golpes en estos años pasados que me lo hicieron ver muy claro.


 Yo he intentado en cada uno de nuestros encuentros enseñarles algo más que inglés. Espero que les sea de utilidad en la vida. Como alumna he tenido la enorme fortuna de tener profesoras que me marcaron a fuego. Es mi más profundo deseo haber sido para Ustedes algo de lo que esas Maestras a quienes les estaré eternamente agradecida fueron para mí.

 Lamento haber dejado el curso a tan pocas semanas de su culminación, pero estoy segura de que todo lo que hemos trabajado juntos dará buenos frutos y de que lograrán alcanzar la meta que se han propuesto con éxito. Les dejo algunas frases inspiradoras de regalo que me enseñó un joven, Javier García, de quien me hice seguidora en Google+, y que me acompañó con sus frases haciéndome de maestro durante todos estos largos días de trance entre una vida que dejo y otra a la que me lanzo sin divisar ningún puerto seguro. La vida es eso, queridos alumnos: navegar las aguas a pura intuición y siguiendo el llamado del corazón, que cambia como la marea de acuerdo a la fuerza de la luna.

 Mi viejo tiene ya 76 años y lo visito menos de lo que quisiera por falta de tiempo. El otro día, en medio de la confusión, la angustia y el insomnio que me produjo tomar esta determinación, mi papá, un cardíaco caminante, me envió un mensaje de texto a mi celu, parafraseando la letra de una canción que canta alguien que quizás Ustedes no conozcan: Joan Manuel Serrat. En esta canción, Serrat se inspira en un poema del gran poeta español Antonio Machado, y dice:

"Caminante no hay camino
se hace camino al andar."

 Su mensaje decía algo que me gusta aún más que la bella y honda frase de este inigualable poeta, tal vez porque viene de mi padre:

Caminante no hay camino
se hace vida al andar...


 Como también escribió Machado en otro poema que hace ruido en esta primavera, A un olmo seco (una obra), les digo:
   
"Mi corazón espera
también hacia la luz y hacia la vida
Otro milagro de la primavera."

 Sigamos esperando hacia la luz y haciendo posible nosotros mismos otro milagro de primavera. Los guardaré en el recuerdo y en el corazón mientras haga mi propia vida al andar. Les deseo lo mejor y les comparto las frases de mi joven maestro, autor del blog Entre Llamas


¡Gracias, maestro Javi!



  A boca de jarro: Fer

martes, 8 de octubre de 2013

Incertidumbre






"Viajar no es tan sólo moverse en el espacio. Es acomodar el 

espíritu, predisponer el alma y aprender de nuevo."

                                                                          José Ortega Y Gasset


 Iba a escribir la historia que desenterré en Asturias, la de mis abuelos maternos, pero en estas últimas madrugadas empezaron a soplar vientos de incertidumbre sobre mi tierra que me mantienen en vela. Me fui de viaje para encontrarme con mis raíces y así lo hice, pero también me sirvió para darme cuenta de dónde vengo, dónde vivo y cómo vivimos los argentinos.

 Todo viaje conlleva un movimiento del alma, parafraseando la cita que abre esta reflexión incierta. Mi alma se salió de su eje al viajar, y al volver ya nada se ve desde el mismo ángulo, aunque hay líneas convergentes que se plasman en mi historia y en la de aquellos que me precedieron en mi árbol genealógico. Mis abuelos asturianos se aporteñaron mucho más que mis abuelos gallegos. Venían del trabajo y se instalaron en una Argentina que les ofreció más trabajo. No dejaron riquezas en sus pueblos. Dejaron parientes que fueron acribillados frente a sus ojos por ser anti y no pro. Y acá les pasó parecido: se encontraron con el paradigma que aún nos gobierna, y que siempre ha planteado la misma antinomia: anti o pro. Lo sigue haciendo hasta hoy.

  Mi viejo siempre dice que el general le permitió hacerse médico en una universidad pública y de excelencia, y sin él al poder sus padres inmigrantes jamás podrían haber estado orgullosos de su hijo, el doctor. Pero también dice que estamos enfermos de un cáncer social que nos divide hace décadas, y que lo que se viene ahora es la metástasis, y ya va por los 76. Mi abuelo asturiano sufrió agravios y ataques por hablar mal del general en su almacén, y se lo dieron vuelta los muchachos bravos de entonces una noche que mi mamá aún recuerda con terror, el mismo que siento yo hoy cada vez que salgo a la calle o cuando se va mi hijo mayor solo y de noche a estudiar, calzado con unas zapatillas de marca, ninguna extravagancia, las que le compramos a fuerza de trabajo, y un celular en la mochila para que esté comunicado con nosotros, ya que todos sabemos que sólo por sacarte cosas como estas en cualquier calle de mi ciudad te matan, y los delincuentes, que entran en la espiral de pobreza, violencia y criminiladidad porque tienen pocas opciones viables y dignas de supervivencia, entran por una puerta y a los pocos días salen por la otra. Cuando se acude a la policía por estos casos que se repiten a diario, ellos mismos admiten que poco pueden hacer al respecto: están peor armados para enfrentar al delito que los propios criminales. Si los identifican y los van a buscar a sus guaridas, por todos bien conocidas, quedan marcados ellos y pierden ellos la vida por el magro sueldo que se les paga cuando, al ser excarcelados estos extraviados, se cobran la revancha. Hoy por hoy, a la nieta de ese noble y digno asturiano de férreos principios, que mandaba unos dineros que no le sobraban a España para ayudar a los que se quedaron allá penando, le pasa algo similar: se la juega cuando se anima a escribir de estas cosas desde un blog porque se lo pueden dar vuelta, un blog que es el equivalente actual al mostrador del almacén de mi abuelo en la década del 50. En términos de libertad de expresión, estamos empatados, él y yo.

 La delicada situación de salud de nuestra mandataria, enfrascada ahora en un hermético silencio, no hace más que generar la misma incertidumbre que sintieron mis abuelos cuando se embarcaron para venir a hacer la América y tuvieron que vivir en un país escindido. La señora se pegó un golpe en la cabeza en agosto, un golpe del cual no estábamos bien informados, como tampoco se nos informa con claridad y veracidad sobre los índices de pobreza e inflación o sobre qué va a pasar si ella no puede seguir al timón de este barco que perdió el rumbo hace rato. El golpe que se pegó es la metáfora más acertada para ilustrar cuán enajenada estaba en su burbuja de ambición, corrupción, impunidad y poder. Se dio de cabeza contra la realidad que ella misma se niega a aceptar. Su mayor mal, estimo, es haberse mentido a sí misma, es el no poder aceptar una posible derrota, aunque la enfermedad, tal como la viudez, ayuda a ablandar corazones. Yo deseo que la enfermedad le sirva como una lección de humildad y que se reponga prontamente, ya que nos hemos quedado acéfalos.

 La señora se dio de cabeza con la realidad que todos vivimos y padecemos a diario: la de la destrucción sistemática de la clase media, la de la alarmante inseguridad a la que nadie pone coto, la de la devaluación lastimosa de nuestra moneda, la de la falta de inversión y recursos para hacerle frente a lo que le queda por delante, la realidad del autismo de un gabinete que ni siquiera se reúne, que hace fotos para la campaña basadas en el montaje, ya que ni para la foto se juntan, y la realidad innegable del hartazgo de un pueblo que hasta se cansó de cacerolear porque era ninguneado además de desoído en su justo reclamo.

 El genral murió y nos dejó a Isabel. La señora se somete a una delicada operación y nos deja en manos de un  hombre bajo graves sospechas de corrupción, que está dando claras muestras de ineptitud para ocupar el cargo que ella misma le ha asignado. Como en la época del general, no hay oposición fuerte que proponga una coalición que nos saque de este brete. Por suerte no quedan ya militares que vayan a dar un golpe. Sólo tenemos incertidumbre, ayer como hoy, a caras de una elección a fines octubre.

 Hoy Clarín dice que la cirugía que se le practicará es "de rutina y de bajo riesgo", de acuerdo con la opinión de todos los especialistas que salieron a hablar en los medios. Pero ella nos ha dicho un millón de veces que Clarín miente... ¿A quién le creemos los argentinos hoy? 

 Yo les doy las gracias a mis abuelos asturianos y gallegos que me enseñaron a pensar sobre la política a base de información y opinión, a trabajar decentemente para mantener a mi familia y para aportar mi granito de arena para construir una nación digna, a no robar, a hacer buen uso de mis libertades como ciudadana y a acostumbrarme a vivir con la incertidumbre, apoyándome en la fe en el Dios al que encomiendo mi destino y el del mundo. La incertidumbre es la única certeza con la que parecen contar nuestros pueblos. 





"De pronto recordé que había soñado con eso: Un laberinto asfixiante en el que por más que caminara siempre estaba en el mismo lugar. Algo me atrajo, quizá la incertidumbre o mi propio miedo, y me largué a correr hacia cualquier parte."
           
Osvaldo Soriano, escritor y periodista argentino y marplatense, (1943-1997), autor de notables obras tales como Triste, solitario y final (1973), No habrá más penas ni olvido (1978), Cuarteles de invierno (1980), A sus plantas rendido un león (1986), Una sombra ya pronto serás (1990), El ojo de la Patria (1992) y La hora sin sombra (1995).


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