martes, 21 de julio de 2015

Compasión

"El descendimiento", Roger van der Weyden



συν πάσχω συμπάσχω


De acuerdo a su origen en latín, cumpassio, que significa "calco semántico", y según la traducción del vocablo griego συμπάθεια (sympathia), palabra compuesta derivada de la conjunción de los vocablos συν πάσχω y συμπάσχω, la palabra "compasión" significa literalmente "sufrir juntos". Me gusta la interpretación que dice que significa "moverse con la pasión del otro". Más intensa que su hermana, la empatía, la compasión es la percepción y comprensión del sufrimiento del otro y el deseo de aliviar, reducir o eliminar por completo tal sufrimiento. A veces puede llegar a ser tan intensa que se desea estar en los zapatos del ser sufriente para redimirlo a él de su pena, se desea sufrir uno mismo para salvar al otro de ese sufrimiento, como me pasa cuando se lastiman, física o espiritualmente, o cuando caen enfermos mis hijos.


El budismo ha hecho de este sentimiento su actitud espiritual propia. Todo ser vivo merece esta piedad cuidadosa, esta solidaridad en su finitud. Los monoteístas de origen semita han dado mucho valor a la compasión divina o misericordia. Para el sufí murciano Ibn 'Arabî (m. 1240 d. C), el nombre real de Dios es ra.hmân, el Misericordioso. Pablo de Tarso, el apóstol Pablo para el cristianismo, afirmaba que la compasión es «reír con los que ríen y llorar con los que lloran». 

Tal vez erróneamente se asume que el sentimiento de compasión va asociado a un sentimiento pasivo de lástima o pena ante la desgracia que nos produce el dolor de otro. De acuerdo a la psicología, la solidaridad, como actitud positiva y proactiva de generosidad y cuidado de los demás, resulta incomprensible sin el motivo de la compasión.

Lo cierto es que la compasión puede asociarse a sentimientos de poder. Esto nos permite comprender que en el Occidente actual este tipo de piedad sea vista como ofensiva. «No me compadezcas, no quiero tu lástima.» —se responde a menudo. Fue Aristóteles quien apuntó que los humanos sienten compasión por «los que sufren sin merecerlo", pero me van a permitir sembrar dudas sobre tamaña afirmación aunque proceda del genial filósofo griego. 



Está también la variante de la "autocompasión", tan denostada por aquellos que se creen fuertes y omnipotentes, irreductibles ante el dolor, y que distinguen entre el dolor propiamente y el sufrir, al cual estigmatizan como si no formara parte de la experiencia vital, como una actitud mental débil que se puede controlar a voluntad y a fuerza de fuerza de voluntad, que por cierto no se vende en ninguna farmacia, en definitiva, una actitud pusilánime que hasta podría suprimirse mediante la adopción de lo que muchos consideran"una correcta filosofía de vida" que nos venden "los iluminados" de ayer y de hoy en el kiosco de revistas a un módico precio, siempre más alto que el de los grandes clásicos de la literatura universal, en forma de prácticas y digeribles recetas para aprender a vivir. 

Asociada al autoconsuelo o a la autoindulgencia, con muy mala prensa pero con un importante papel en las relaciones humanas, la autocompasión, según explican los psicólogos,  puede abarcar desde un comportamiento breve, ocasional y transitorio hasta lo que ellos prolijamente se han encargado de incluir en su manual de "cositas para tratar en terapia" como un trastorno de personalidad que se expresa a consecuencia de percepciones distorsionadas de la realidad, provocando sufrimiento a uno mismo y a quienes nos rodean. Según esta visión, el individuo autoindulgente cree ser víctima de una situación negativa y, por tanto, merecer condolencia. La autoindulgencia es generalmente vista como un sentimiento negativo, un rol que se encarna desde el histrionismo del neurótico, (ya decía Jung que neuróticos somos todos...), y que no sirve de ayuda para lidiar con situaciones adversas; sin embargo, en un contexto social y bien encauzada, puede dar lugar al despertar de la acción solidaria, la filantropía, el altruismo, la simpatía o simplemente el brindar escucha, contención, compañía o un buen consejo, que no es poco si va gratis en estos tiempos. Esa expresión de este humano y poderoso sentimiento sí resulta conveniente para nuestra sociedad, sobre todo para los poderosos, quienes quedan suplantados y cómodamente cubiertos en sus responsabilidades, y entonces es considerada "normal" y "saludable" en la medida en la que lleve a la aceptación o a la férrea determinación de cambiar la situación adversa.

A boca de jarro

4 comentarios:

  1. Me ha llamado muchísimo la atención que la compasión se asocie a sentimientos de poder. Jamás usé esa expresión en esos términos. Para mí, es por decirlo de alguna manera, empatizar con el sufrimiento de los demás e intentar aliviarlo. No creo que eso sea negativo, no?
    Buen post Fer.
    Un abrazo.

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    1. No, tampoco creo que lo sea, Marybel, muy por el contrario. Sería bueno que los poderosos del mundo se compadecieran de quienes no lo somos de vez en tanto...
      El compadecerse de otro ser sufriente hace que quien se compadece se "baje" de su lugar más cómodo y más "alto" y se ponga en el lugar más "bajo" de quien padece. Esa era la idea, pero tal vez no ha quedado bien expresada. Gracias por el apunte y por tu atenta lectura.

      Un beso grande!

      Fer

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  2. ¿ Quienes pueden demostrar este tipo de comportamientos tan añorados por casi todas las PERSONAS ?
    Encontrar de una vez por todas, una sociedad grande en la que estos principios estuvieran arraigados, sería casi como descubrir un paraíso terrenal. Quizás exista en la simpleza de una vida pueblerina, pero con tanta, tanta filosofía humana.
    Gracias por esta tematica, Fer, me atrae más que el mundo de la pooesía, Borges, etc... Un cordial saludo.

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    1. Me alegro que te atraiga. Un cordial saludo, Jesús.

      Fer

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