sábado, 11 de julio de 2015

Ronca de bronca



"Bronca cuando a plena luz del día
Sacan a pasear su hipocresía.
Bronca de la brava, de la mía,
Bronca que se puede recitar...

Para los que toman lo que es nuestro 
con el guante de disimular...
Para el que maneja los piolines 
de la marioneta universal.
Para el que ha marcado las barajas 
y recibe siempre la mejor,
Con el as de espadas nos domina 
y con el de bastos entra a dar y dar y dar 

¡Marcha! 
Un, dos... 
No puedo ver 
tanta mentira organizada 
sin responder, con voz ronca, 
mi bronca,
mi bronca. "

Es una nueva. Ahora que irremediablemente voy para los cincuenta, resulta que me pica la guita. Nunca pensé que me podía pasar a mí, tan espiritual, tan literaria, tan filantrópica, tan maternal y abnegada, tan boluda para tantas cosas, digamoslo. Pero así está la cosa: voy caminando por la calle y miro, sin poder dejar de ver, lo mal que se visten hoy en día los adultos de mi edad, incluida yo misma, y me saltan las lágrimas de la bronca. Y quiero guita para enmendarlo ya. Comprarme ese par de zapatos de una luca sin pensar en cómo carajo voy a hacer para llegar a fin de mes. Y no perdonársela a esa cartera de cuero en la tierra del campo... Hay una urgencia rara en mí, y siento que el tiempo se me diluye y se me va. Ya no aguanto más, no puedo esperar más. No puedo ni quiero esperar una época de vacas gordas, de bonanza equivocada, de esa que después se paga cara con una década perdida y pérfida como esta que no se acaba más. Decididamente no puedo esperar la demagogia de algún gobernante de turno que por fin se apiade de la clase media formada a la cual pertenezco sin orgullo y con pesar. Y lo peor de todo es que no se me mueve ni un pelo al admitirlo. Me pica la guita y estoy ronca de bronca.











A boca de jarro

5 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. La humanidad funcionaría mejor si no actuasen con tanta descarada impunidad los paraísos fiscales, los bancos y los chanchullos offshore. Aquí. en España, más de lo mismo.
    Un abrazo Fer

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    1. Sin dudas, aunque creo que no está en nuestra naturaleza funcionar mejor si se puede meter la pata dos veces en el mismo agujero ;)! Lo he hecho miles de veces y lo seguiré haciendo, pero se intenta no hacerlo a la hora de poner votos: para arruinarlo todo, están ellos, los que manejan los piolines de la marioneta universal.

      Un fuerte abrazo, Marybel!

      Fer

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  3. Dicen que la escasez agudiza el ingenio, al menos eso decía la generación de nuestros padres y nuestros abuelos que solían vivir con dignidad pero sin demasiados dispendios. Pero nosotros estamos formados en otra escuela y deseamos cosas, cosas que muchas veces están fuera de nuestro alcance y hemos de resignarnos y no gastar mucha guita porque no la tenemos. Este año tengo, además media jornada, con lo que cobro menos de la mitad. El curso que viene trabajaré jornada completa e iré algo más holgado. Yo no miro ropa ni calzado, pero sí novedades tecnológicas que son las que me subyugan. Es mi mujer la que mira para mí, para mi ella y para mis hijas. Yo seguiría vistiendo lo de hace diez temporadas y no me daría cuenta ni me importaría. En eso funcionamos diferente en general hombres y mujeres. A mis hijas les encanta ir de tiendas, pero para mí es una actividad que no comprendo.

    Mala cosa que nos estimulen el deseo y a la vez que reconozcamos la imposibilidad de realizarlo. Así nos vamos haciendo esclavos.

    Besos, Fer.

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    1. Hablando de novedades tecnológicas, te cuento que acá salieron los relojes smart. A mí siempre me han gustado mucho los relojes pulsera (en un tiempo los coleccionaba...), pero los precios dan para pensárselo mucho, porque por el valor de un reloj de esos en la muñeca te matan a plena luz del día, y no es chiste, es real. Por lo demás, te digo que no deseo tener automóvil para mí ni tablet ni esos celulares que hasta te hacen café. Sí me gustaría una buena cámara fotográfica, pero como no viajo ni paseo demasiado por lo prohibitivo que se ha vuelto, no la extraño demasiado. Las buenas pilchas me tiran, sí: en eso somos diferentes, y te entiendo porque mi marido funciona igual que vos. Hasta medias y calzones le renuevo... Este finde que pasó casi le tengo que poner una pistola en la cabeza para que se comprara un par de zapatos nuevos que necesitaba para ir a trabajar y que costaron mil pesos. El último calzado que compré yo, y que comparto con mi hija menor por estar de moda, me salió trescientos mangos nomás, y es más duro y más malo que pegarle a la madre, pero es lo que hay. Tenía unas preciosas botas negras de cuero argento a las que les hice cambiar el taco dos veces ya, y en la zapatería de remiendos te la dan por la cabeza también. El otro día me quedé con una suela en la mano, y noté que el interior se estaba deshaciendo de lo mal que están forradas, así es que fueron a parar al contenedor de la mitad de cuadra. Cuando pasé por el Corte Inglés madrileño hace dos años, no compré más que un par de adornos para traerme como souvenir. Tuve que pasar de largo todo el sector de indumentaria femenina con mucho pero mucho dolor... Me habría comprado algún que otro abrigo de paño bueno, porque aquí hasta llevar a la tintorería los que guardas por muchas temporadas se ha puesto salado. Así está la cosa, Joselu, qué se la va hacer. La comida es ahora muy cara acá, todo es caro acá, y hay que estar atento al presupuesto. Hacer una fabada asturiana para tuta la familia el 9 de julio me costó quinientos pesos, con pan, que está por las nubes, vino y gaseosas para los chicos. Para darte una idea cabal de cómo está la cuestión, fijate que en mi más reciente empleo me pagaban mil quinientos pesos por dos horas intensivas de inglés semanales a un grupete de borregos que me sacaban canas verdes, y estaba empleada en negro. La primera vez que cobré, compré en el camino de vuelta a casa pijamas y pantuflas de invierno para toda la familia, que hacían falta (o tal vez no, tal vez se pueda prescindir de ellos, pero no sé vivir así), y no me alcanzó con el sueldo para pagarlos en efectivo. Planté bandera otra vez y me puse a mirar avisos clasificados en otros rubros, pero el tope de edad es de 35 o 40 hasta para vender pan. Mi marido hace años que desea trabajar un poco menos, pero cada vez hace falta trabajar más porque nos devoran los impuestos y la inflación.
      Yo no sé si soy esclava del consumo, no creo: sólo deseo verme bien y sentirme distendida en los gastos normales de cualquier vida. Hasta de comprar libros me tengo que privar en pos de zapatillas para mis hijos. Veo a la presi y cómo empilcha, las carteras que saca a relucir, los modelitos exclusivos, las joyas, todo a costa nuestra, y se me sube toda la mostaza, qué querés que te diga.

      Besos, Joselu.

      Fer

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