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lunes, 16 de julio de 2012

Auscultando mi historia vital



"Cuando estás enfermo llevan un control de tu vida, un historial médico. 
Cuando estás viviendo, deberías tener otro. Un historial vital."

                         El mundo amarillo de Albert Espinosa, "Sexto descubrimiento".

El sábado por la noche, primer sábado del receso invernal, aún sintiéndome mal y con una temperatura de apenas cuatro o cinco grados (lo que al estar algo débil se registraba como mucho frío), decidí salir con mi familia de todos modos. Eran las fiestas patronales de una iglesia del barrio que siempre celebra de manera amena, quiero decir, más allá de la consabida misa. Se trataba de la presentación de un coro que, según el simpático cura párroco, brindaría un repertorio muy variado con una calidad vocal e instrumental excelente. Dudé antes de tomar la decisión de ducharme y vestirme para salir ya de noche en lugar de ponerme el pijama y quedarme en el calor del hogar mirando alguna serie o película. Pero sentí que valía la pena tomar fuerzas e ir junto a mi familia a escuchar música en vivo porque creo fervientemente en que todo aquello que le hace bien al alma ayuda a sanar cualquier dolencia física.

La presentación se llevó a cabo dentro del precioso templo que estaba helado. ¡Cuánta más gente acudiría a la iglesia si tan sólo no fuese tan fría y lúgubre en invierno y tan calurosa y sofocante en verano! ¡Y cuánta más gente llenaría los templos como este, que estaba repleto una noche gélida de sábado, si allí pudiéramos ir a reír, cantar, bailar y pasarla bien y no nada más que a cumplir o a llorar! Tal como el cura había profetizado, el coro nos deleitó y nos hizo entrar en calor con un repertorio delicioso que nos llevó por lo sacro, la lírica, lo popular y un popurrí sinfónico de Queen y Los Beatles que no nos esperábamos y salvó la noche para mis dos hijos. Hubo hasta tangos y tuvimos la oportunidad de silenciar a las privilegiadas voces y convertirnos en protagonistas por un rato, ya que el director le dio la espalda a su propio elenco y digitó nuestra entusiasta interpretación de "El día que me quieras".

De repente, cantando, cosa que adoro hacer, caí en la cuenta de cuánto tiempo hacía que no cantaba. Cuando era más joven y había menos al don pirulero a que jugar, solía cantar muy frecuentemente: tocaba la guitarra para acompañarme, me compré un micrófono que conectaba a mi equipo de audio en el cuarto de estudios donde pasaba mis horas y hacía playback a pesar de los vecinos, cantaba bajo la ducha, que solía ser mucho más que el trámite cotidiano en el que se ha ido convirtiendo con el paso del tiempo, cantaba...

Por un rato se esfumó de mi cabeza mi historia clínica y se abrió ante los ojos de mi mente mi historia vital, y ausculté con total claridad un grave síntoma del mal que me aqueja y cuyo diagnóstico no termina de cerrar: esa "yo" que ahora se siente enferma ya no canta como la "yo" que vibraba de salud solía hacerlo. Y recordé a mi abuela paterna, de quien heredé la veleidad musical, que cantaba mucho, incluso mientras limpiaba la casa y cocinaba, incluso a pesar de que la vida le arrebató a su primogénito y a su esposo tempranamente.

Albert Espinosa, un Sobreviviente de la Enfermedad, ambas con mayúsculas, habita lo que él ha dado en llamar "el mundo amarillo": " una forma de vivir, de ver la vida, de nutrirse de las lecciones que se aprenden de los momentos malos y de los buenos.". Y dice en este capítulo que cito al comienzo:

"Lo bueno de escribir las cosas es que te das cuenta de que esta vida es cíclica: todo vuelve y vuelve. El problema es que nuestra memoria es reducida y muy olvidadiza. Realmente te fascinará ver cómo tus males o tus alegrías vitales se repiten y en tu historial vital encuentras las soluciones a todo."

Nunca tan sentido como en esta epifanía que me embargó el sábado por la noche y que hizo que me entonara, que redescubriera el poder del canto, una fabulosa medicina natural que tenía olvidada.

"Por qué cantamos" de Mario Benedetti y Antonio Favero, Fragmento.

"Cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la Vida
y porque no podemos, ni queremos
dejar que la canción se haga cenizas.
Cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto, ni la bronca.
Cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota.
Cantamos porque el Sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo, en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta..."

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