domingo, 2 de septiembre de 2012

El poder de la palabra



"Escúchenme todos y entiéndalo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que hace impuro al hombre es aquello que sale del hombre".

Jesús según Marcos, tomado del Evangelio leído y comentado en la Misa de hoy.

Hacía mucho que no me sucedía. Son esos momentos de epifanía, de depuración, de revelación. Primero la aleccionadora lectura de esta Palabra en la que Jesús se harta de los rituales vacíos, carentes de implicancias espirituales verdaderas y profundas pero limpios y correctos, y luego toma la palabra enérgicamente, lo imagino con los ojos encendidos y las manos en alto, clavándole la mirada límpida y ardiente a los fariseos y diciéndoles a viva voz: "¡Hipócritas!" La palabra taladró hoy mi corazón y me sentí una hipócrita que estaba allí de igual modo que aquellos fariseos que se lavaban las manos antes de comer y consideraban a otros impuros por no hacerlo.

Luego Guillermo lo explicó con absoluta claridad: lo único que es necesario tener limpio para no sentirse un hipócrita es el corazón. Así de simple y así de difícil. Abrir el corazón limpio sin que medie ritual alguno y tantas veces como sea necesario, escuchar que late fuerte y aprender, creciendo, a calmarlo, porque la aceleración de su palpitar viene del egoísmo infantil que sigue quemando por poner mi yo, mi ego, por encima de la necesidad del momento o del mandato de lo único que da sentido y trascendencia a mi existencia: el Amor.


No es la única epifanía que me embargó por estos días. Han sido días soleados y templados, anticipo de primavera. Una primavera que traerá a los gurúes de la espiritualidad posmoderna a la Argentina, a enseñarnos su sabiduría milenaria para enfrentar los desafíos cotidianos a través de la relajación, el yoga y la meditación. Yo me relajo caminando y yendo a donde mis pasos parecen guiarme, dejando pendientes las pilas de tareas que siempre se acumulan: todo un logro. Y me encontré en el lugar al que necesitaba llegar y con la autora a la que necesitaba leer, Elisabeth Lukas, discípula de Viktor Frankl, y su Psicología espiritual,  quien me regaló por menos de la mitad de lo que cuesta cualquier bestseller pasatista o novela en voga en una librería con buena facha este Decálogo que me impulsa al yoga del alma y la meditación que me moviliza y me cuestiona en todo mi accionar, sentir y cavilar cotidianos, igual que la palabra con la que me increpa hoy este Jesús, que no tiene tan buena prensa en mi sociedad como Sri Sri Ravi Shankar y toda la comitiva que se espera y promociona para este mes:

El Decálogo en versión logoterapéutica:

1° Mandamiento: Mantendrás el vínculo con la trascendencia.
2° Mandamiento: Mantendrás tu receptividad para con los valores.
3° Mandamiento: Periódicamente harás una pausa para dialogar con tu conciencia.
4° Mandamiento: Perdonarás a tus padres los errores que cometieron contigo.
5° Mandamiento: Afirmarás incondicionalmente el sentido de la vida.
6° Mandamiento: Consentirás que tu propia satisfacción constituya el efecto secundario de un acto de Amor.
7° Mandamiento: No cargarás sobre tus espaldas ni tomarás posesión de lo que no está destinado a ti.
8° Mandamiento: No acrecentarás el sufrimiento entre las personas.
9° Mandamiento: Respetarás y mantendrás la unidad de la familia.
10° Mandamiento: No aspirarás a tener, sino a ser.

Y para terminar el domingo, la despedida de un amigo a quien egoístamente no quiero dejar ir. Mucho para trabajar con conciencia plena por un corazón limpio en los días que se vienen. Mucho por crecer, madurar y seguir sanando, sin recetas mágicas, simplemente transitando los arduos senderos del Amor.


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