domingo, 6 de marzo de 2011

¿AMINORAR LA MARCHA?
















  ¡Hoy, domingo, otra alegría: publicaron una carta en "Yo Lector" en La Nación Revista (pág. 4) en la que insisto (porque soy insistente, aviso, aunque no creo que vaya a lograr ver en mi vida algún cambio del sistema educativo ni de las políticas sociales), sobre la mala diagramación del calendario escolar y los problemas que genera, a educandos, educadores y padres, aunque este esquema beneficia a la industria del ocio y del consumo. La autora , Susi Mauer, psiquiatra y autora de libros, critica la vorágine de la vida de los niños modernos: escuela de jornada completa , actividades extra que "exige el mercado" hoy en día, y la consecuente ausencia de "tiempo no apurado" , "tiempo de jugar", "suelto y no enjaulado" como decía la genial María Elena Walsh, a quien ella merecidamente homenajea en su posdata, amén del caos que genera un ritmo de vida tan vertiginoso y vacío de contacto real fundamentalmente entre padres e hijos.


 En esto estamos de acuerdo: pero realmente no todos elegimos vivir apurados. Hay todo un movimiento gestándose y desarrollándose en otras latitudes que ensalza y promueve lo "slow" como lo opuesto al "fast" ( es decir, lo lento y no lo rápido) : "slow food", "slow living", etc. Mi cuestionamiento parte de qué ofrece el afuera para no tener que caer en la trampa de la vorágine ni del consumo para llenar tanto tiempo de ocio concentrado (vacaciones larguísimas, sin actividades de recreación sanas y gratuitas). Hay que pagar para entretener a nuestros hijos y llenar sus veranos, o entregarlos a las manos de la tecnología de la que desconfiamos, o apelar a nuestra creatividad en medio de nuestros quehaceres cotidianos, lo cual no es nada fácil...



 Y luego se larga la carrera del año lectivo, sin pausas, aunque este año empezó con dos feriados interminablemente largos, mal programados a principios de ciclo, cuando todos estamos descansados y con el bolsillo flaco a causa de las vacaciones y los primeros gastos escolares, que no son poca cosa. Por supuesto que todos no incluye a aquellos que siempre pueden viajar, que llenan las agendas de sus hijos y las propias por esnobismo, o por no asumir la responsabilidad de paternar en calidad y cantidad de tiempo, o tal vez por la necesidad de dinero, o quizás por vivir para llenar los agujeros que se forman por no "invertir" en los verdaderos vínculos y el buen vivir, ese que se mide con el alma, tan olvidada y pasada de moda, con la vara del amor y la felicidad, y no con el bolsillo. No todos elegimos vivir para trabajar o para tener más. Muchos trabajamos para vivir y para tener lo que nos hace falta. A toda esa gente, creo que la gran mayoría, este estado de cosas, este calendario escolar, esta falta de planeamiento social y recreativo para nuestros chicos y para nosotros adultos, estas políticas laborales, no nos ayudan en lo más mínimo. Y no elegimos la vorágine del año escolar: somos sus víctimas y la padecemos.




 A modo de ejemplo, en mi barrio hay un parque polideportivo municipal gratuito. Yo tengo el privilegio de tomar clases de gimnasia al aire libre todas las mañanas de 9 a 10 en forma libre y gratuita,con el requisito de presentar un apto físico una vez por año, y bajo la supervisión de una excelente docente de educación física que trabaja allí hace cosa de 20 años. Asistimos más mujeres que hombres, por el horario, claro está, en cantidad. Y cada mañana de verano en la que concurro, veo con tristeza el vacío de las instalaciones del parque a excepción de la cancha de volley que nosotros ocupamos. Y no puedo evitar preguntarme por qué no hay más docentes especializados trabajando para, por ejemplo, los chicos, organizando clases de basket, futbol, o patín, ya que hay canchas y espacio para eso. ¡¿Por qué?!


 Si mis hijos vienen conmigo, no tienen nada ni nadie con quien estar, y nada organizado que hacer: ¡¿por qué?!


 Si los profesores necesitan trabajar, y los chicos necesitan hacer deportes al aire libre supervisados por adultos idóneos, y los adultos padres necesitamos que alguien entretenga a nuestros hijos en tiempos en los que no podemos dejarlos salir a jugar a la calle o ir a las plazas solos.




 Después nos quejamos de que se quedan hasta tarde mirando T.V. o jugando con la playstation, o chateando y demás yerbas en internet. Y otra vez me pregunto: ¿qué les ofrecemos nosotros, los adultos responsables, como opción? ¿Colonias dónde parecen fideos en la sopa de una pileta repleta, con un clima que no siempre favorece ese tipo de recreación, expuestos a las otitis, los hongos, la insolación y los resfríos? Y otra vez una vorágine de horarios y rutinas como durante el año...¿Por qué no ofrecer un par de horas de deportes que les permita interactuar con chicos de sus edad a una hora razonable, como es la mañana, y cerca de casa, mientras mamá también puede hacer ejercicio, porque lo necesita igual que ellos?



 Creo tener un par de respuestas a estas preguntas retóricas, pero prefiero no explayarme demasiado... Ya avisé que no soy optimista con respecto a un cambio de paradigma en lo inmediato.


A boca de jarro

viernes, 4 de marzo de 2011

Para vos que estás transitando el puerperio


 ¡Me alegró muchísimo saber que a una madre le había servido mi comentario sobre el dormir de los hijos en el que incluí una cita de Laura Gutman, experta en crianza! Gracias a Dios, en quien creo absolutamente, conozco a una maravillosa persona que me ayudó a mí a rumbear mi vida cuando parecía que había perdido el sentido. Ella es la autora de dos de mis libros favoritos, pero creo que merece un posteo aparte que prometo escribir. Esta generosa mujer, quien me ayudo no sólo a través de sus libros sino también entrando en contacto directo conmigo a través de su blog, que sigo, y por mails, y que me abrió las puertas de su corazón enorme con total gratuidad de par en par, hasta orando por mí en momentos difíciles, tiene una hija que está maternando a un bebé de pocos meses. Es a ella a quien su mamá le comentó mi reflexión inspirada por Laura Gutman. Son mujeres así, que desde ya no tienen tiempo ni fuerzas para leer ni el diario, a quienes La maternidad y el encuentro con la propia sombra de Gutman les sería útil. Y a ella le escribo a modo de resumen y como madre más experimentada, sin ninguna vanidad y desde mis vivencias y mi apreciación de ese aporte a mi vida.

 Sentí la necesidad de ojear el libro, y así encontrarme otra vez con esta férrea jungiana que me enseñó que todos tenemos "una sombra", una faceta de nuestra personalidad que no deseamos que salga a luz o que no asumimos como propia (al menos esta es mi rudimentaria interpretación de un concepto técnico que manejan los psicólogos y que esta abuela conoce bien). Al nacer un hijo, según enseña Gutman, salen a flote emociones inmensamente placenteras y regocijantes, pero también -aunque muy pocas mujeres se animen a admitirlo públicamente- se ponen de manifiesto otras emociones y facetas nuestras que son "poco presentables en sociedad", y que tienen que ver con cuestiones no resueltas que preferiríamos dejar allí donde estaban antes de convertirnos en madres- me encanta el "devenir madres" de Gutman, y esta Maestra mía, devenida abuela, lo escribiría "de-venir" madre, es decir, dejarnos congeladas en el freezer de la sombra, de lo no aceptado, de lo que preferimos ocultar y ocultarnos a nosotras mismas acerca de quienes somos en verdad.

 El bebé es el gran maestro, sigue Gutman, "que logra manifestar todas nuestras emociones, sobre todo las que nos ocultamos a nosotras mismas." Y el maternar es el puente a través del cual, si nos embarcamos en el camino del autoconocimiento, del "despertar y crecer", como diría esta abuela entrañable, finalmente llegamos a conocernos en nuestra totalidad: en las luces y las sombras, en lo grato y lo horrible, en lo que nos dio felicidad y los que nos hizo sufrir. Todo esto irrumpe como una erupción volcánica en el puerperio, cuando creemos haber enloquecido, nuestros sentidos se agudizan cual si fuéramos lobas, brotan las lágrimas a cada rato sin saber por qué: lo que duele "se cuela" a través de la sombra que nos mira a la cara en el momento en el que ingenuamente esperábamos que todo fuera color de rosa. Amén de las hormonas en ebullición, que también juegan su parte. Y nos dicen: -"¡Pero si tenés que estar contenta!" Nos hacemos bebés de algún modo: yo me recuerdo tomando tazones de leche con dulce de leche, cuando jamás bebí ni bebo leche pura... Me recuerdo mirándome al espejo y viéndome rasgos de mis propios bebés. Sentirme loca, vulnerable pero fuerte al mismo tiempo, despierta y cantando mejor que nunca en plena madrugada mientras alimentaba y el mundo dormía.

 El puerperio es un tiempo intenso y sin reloj, aunque intentemos meterlo dentro de algún tipo de rutina. Es mejor no reglamentar, hundirse en las profundidades de la dupla que configuran la mamá y el bebé ("mamábebé", dice Gutman) y entregarse al remolino de sensaciones y emociones encontradas que nos confunden y desorientan, pero que nos refieren a lo primordial: lo desconocido de nuestra propia alma. En la medida en que tengamos la valentía de aceptar todo lo que salga a la superficie, llegaremos a relacionarnos armoniosamente con nosotras mismas, niñas "de-venidas" madres, con nuestras propias madres- acá ayudaría Bert Hellinger- y con nuestros bebés. Formaremos exitósamente "la constelación familiar". ¡Mirá todo lo que me enseñó tu mamá!

 Ahora bien. Gutman nos advierte que para que este trabajo de autoconocimiento y fusión con el bebé sea posible, es necesario tener una red de sostén, es decir personas que nos contengan amorosamente, sin juzgar ni opinar ni intervenir de manera directa, sin interferir en el idilio madre-hijo. Y es aquí donde yo empiezo a hacer notas en mi libro, escribiendo preguntas a Laura Gutman que nunca me contestará. ¿Qué pasa si no logramos formar esa red, lo cual es lo más habitual entre madres urbanas? ¿Qué pasa cuando la pareja se va de nuestro lado? ¿O se va al mundo exterior por horas interminables a traer el pan, y nadie viene a auxiliarnos? ¿Qué pasa si hay necesidad de retomar el trabajo? Gutman recomienda el servicio de una doula, una asistente de puérperas especialmente entrenada para asistir a la madre en este período. Esto, que es la versión moderna de la comadre, la vecina de al lado, o la tía, o la tribu, CUESTA DINERO. Y no todas las puérperas podemos pagarlo. Además, aún pudiendo, no creo que a mí me hubiera gustado la presencia de una extraña en ese momento de absoluta privacidad y manifestación de mi "yo ancestral". En este aspecto no coincido con Gutman.

 También disiento cuando adopta una postura radical sobre el amamantamiento, porque hay muchas madres que por varias razones NO PUEDEN AMAMANTAR, y no por eso dejan de ser las mejores mamás que pueden ser.Casos concretos que me tocaron a mí: tener que elegir entre tomar una medicación para estar bien, o estar mal, enfermarme y amantar. Tener que dar complemento por bajo peso.¿Qué elegí? Estar bien, que el bebé lo esté, y dar mamadera y amor. Si yo no estaba bien, mi bebé no podría estarlo. Pero Gutman parece sugerir que amamantar es la mejor forma de amar. Y otra vez discrepo. No es la teta que alimenta, sino la leche. El contacto físico, las caricias, el estar presente, el maternar "sin la esclavitud de la teta" son más importantes que el mero acto físico de amamantar.
Es más, muchas veces he visto madres amamantando sin estar presentes, simplemente poniendo sus tetas en la boca de sus bebés mientras charlaban con una amiga en la plaza , hablaban por teléfono o fumaban un cigarrillo... Mi mamá me tuvo en una época en la que los pediatras recomendaban la leche de fórmula, y no por eso fue menos mamá. Seguramente la psicóloga Gutman me diría que algo de mi madre interna falta, pero no estoy a favor de cargar las tintas sobre las culpas maternas: las mujeres ya somos bastante culposas de por sí como para que nos agreguen el no haber amamantado hasta que el niño pierda el interés en la teta...

 En fin, no lo quiero hacer más largo porque sé lo poco que estarás durmiendo. Sabé que dormir con tu bebé es una necesidad para los dos, y no hay nada de malo en eso; al contrario, disfrutalo. Tal vez Gutman me diría que mi hija de siete se despierta por las noches reclamando la presencia de una mamá de la que no obtuvo lo suficiente. Estoy segura de que no fui ni soy perfecta, pero le dí y le doy lo mejor,como seguramente estás haciendo vos.Y esa es la convicción y la intención que valen.

 Te deseo lo mejor, y ojalá pronto tengas tiempo y ganas de leer el libro - que tu mamá debería regalarte y leer también para rememorar ( : ) -, y de ser tan receptiva y crítica - ¿por qué no?- como yo.

A boca de jarro

P.D. Naranja como el texto es el color de mis puerperios. ¿De qué color es el tuyo?

miércoles, 2 de marzo de 2011

Linda letra...



                                                                 
  A mi hija menor le hicieron escribir en la primer hoja de su carpeta (ahora como ya es GRANDE no usa más cuaderno, ¡justo cuando se había acostumbrado!), las cosas a las que se comprometía a hacer en su tercer grado. Y por supuesto, la seño no pudo con su genio y sugirió como ejemplo:


            Me comprometo a hacer linda letra.




  El tema de la "linda" letra cursiva, ya que es la que se maneja al menos en primario en los colegios privados por los que he pasado como alumna, docente y madre, es todo un tema. Recuerdo haber leído hace algún tiempo geniales reflexiones al respecto de Umberto Eco y Arturo Perez-Reverte que me resultaron muy interesantes, por los puntos de coincidencia o disidencia con mi humilde parecer. Aprender a escribir en cursiva es una habilidad que requiere, primero, madurez neurológica en cuanto atañe al desarrollo de la motricidad fina, cosa que no se puede imponer ni acelerar desde afuera. La ignorancia todavía inunda muchas aulas en donde se sigue pensando y practicando el lema de "La letra con sangre entra".

  Por otra parte, es de conocimiento general y no ya exclusivo de los profesionales de la salud mental, que la letra de cada individuo refleja rasgos de su personalidad, que en el caso de los niños, aún no se ha desarrollado; por lo tanto, es de esperar que sea cambiante. Y además, la letra sale "mejor o peor" de acuerdo a cuan cansados estemos, o, como debería saber todo docente, sobre todo a nivel primario, de acuerdo al foco de la actividad escrita. Es decir, si estoy escribiendo una tarjeta de cumpleaños con texto breve, es probable que me esmere por hacer "buena letra", porque se trata de agradar y agasajar al receptor del mensaje. Pero si estoy escribiendo una lista de compras, es más probable que mi letra sea "fea", aunque deberá ser "clara", al menos para quien va a hacer las compras de los items de la lista. Y lamentablemente, la mayoría de las actividades escritas que se proponen en las aulas carecen de un propósito comunicacional real o creíble, son mecanisistas y poco atractivas, por no decir aburridas. Niño aburrido: letra "fea".

  Ahora bien, existe otra cuestión por la cual cada vez me rasco más la cabeza cuando a la generación de mis hijos, la generación de la era digital, se les demanda "buena letra", y radica simplemente en el hecho de que esta generación y las futuras difícilmente continúen usando letra cursiva, y ,lo que es peor, o no..., difícilmente continúen escribiendo sino es a través del uso de teclados, ya sea en sus computadoras, celulares, y vaya a saber que otro gadget que estará por crearse o en proceso de...

  Como profesora de lengua inglesa, enseño a mis alumnos a escribir distintos tipos de textos con el fin de adquirir esta habilidad y para rendir y aprobar exámenes internacionales que así lo requieren. Tengo la fuerte sospecha de que esto último, y el certificado que obtienen gracias a ese esfuerzo para sus currículos, es lo que más le importa a la gran mayoría. Y en cuánto al criterio de los correctores de escritos, que son seriamente entrenados y están muy bien pagos por su labor en el exterior, lo que importa es que la letra sea CLARA Y LEGIBLE: jamás me encontré con la demanda de que tuvieran "linda letra" para poder aprobar. Imaginen cuántos profesionales médicos, excelentes en lo suyo, fracasarían en sus carreras si de tener linda letra se tratara. Y cuántos perderían su matrícula si su letra debiera ser clara, al menos para el farmacéutico que tiene que decodificar las recetas prescritas, ni hablar del pobre paciente...

  Personalmente, como docente, insisto en que la letra como medio de comunicación, al igual que la palabra hablada, sea clara. El criterio de "linda" y "fea" es subjetivo, al igual que lo es aplicado para tantas otras cuestiones. En inglés hay un dicho que viene al caso :"Beauty is in the eye of the beholder", algo así como "La belleza depende del ojo de quien mira" (disculpas, ¡no soy traductora!).

  Pero muchos docentes son como los adultos de El Principito, incapaces de ver en el dibujo de un niño la belleza de lo que el niño intentó plasmar, que sobrepasa ampliamente la rigidez absurda de sus limitaciones adultas.


                                                       


Y te lo digo así: a boca de jarro... 
pero con linda letra, ¿eh?

P.D. : Necesitaría tener a mis hijos cerca para preguntarles como diablos se hace para escribir en cursiva en este blog. ¡Seguro que eso sí les sale "lindo"!

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