miércoles, 6 de abril de 2011

Nuestros hombres.



Hoy quiero reflexionar sobre los hombres. Mi hombre, y el de mi hermana. Creo que merecen esta reflexión, porque son maravillosos ejemplos de resiliencia, de fortaleza ante las vicisitudes que les han tocados atravesar, que no han tomado como adversidades, sino como oportunidades para crecer y hacerse HOMBRES, ya que no los han dejado deprimidos, sino que, muy por el contrario, los han llevado a seguir buscando el camino que a veces sus mujeres sentimos que hemos perdido, inmersas en el paradigma “hogar vs. trabajo” que tanto nos afecta.

Ellos también se mueven en “los dos mundos”, y lo hacen bien y sin tanta queja ni reflexión. Se desempeñan en sus trabajos, los pierden justo antes de un fin de año, impiadosamente, sin decir agua va, injusta y lastimosamente debido a los ajustes económicos de las empresas por donde pasan y la economía global, e igualmente siguen adelante, buscando. 


Vuelven a casa, cambian pañales, preparan comida para los chicos, aprendiendo a amasar rica pizza o a hacer asado para ahorrar en delivery y para que los chicos coman mejor, los bañan, los traen y los llevan, los ayudan con la tarea, median en sus peleas, ceden su tiempo de ocio para salir a pasear en familia o ver programas o películas en lugar de fútbol, van al banco, van al súper a hacer las compras el día del descuento, vienen a nuestro rescate cuando nos quedamos con el auto, y vuelven a casa… a ponerle el oído a nuestros lamentos por todo lo que hemos hecho en el día. Se bancan estoicamente nuestros vaivenes hormonales que no comprenden, y nos aman igual tanto como las novias arregladas y perfumadas que supimos ser como la amas de casa devenidas madres, desaliñadas y ojerosas, oliendo a comida recién cocinada que solemos ser. 


 Pacientemente nos escuchan y nos contienen cuando protestamos por las condiciones laborales en las que nos movemos, y ellos mismos también padecen, y tal vez callen su opinión, en parte justificada, de que sus trabajos han sido desfavorecidos en cantidad de oportunidades y retribución económica  por la competencia que las mujeres les hemos generado: no hay tanto trabajo jerarquizado de cuello blanco para repartir entre tantos… 



 Son fabulosos padres, excelentes compañeros de sus mujeres, buenos hijos y hermanos, tíos amorosos, buenos amigos de sus amigos y compañeros de sus compañeros, profesionales responsables e idóneos, que aún habiendo sido maltratados no se llenan de resentimiento y apuestan por un futuro mejor aunque incierto. SON BUENAS PERSONAS. Son un verdadero ejemplo para todos, especialmente para los más pequeños, que se enfrentan a un mundo complejo. Y para nosotras, que tenemos la dicha de estar a su lado “en las buenas y en las malas”, como alguna vez dijimos ante el altar, sin saber a ciencia cierta de qué se trataba.

¡GRACIAS HOMBRES NUESTROS POR MANTENERSE      
SIEMPRE 
ERGUIDOS A PESAR DE LOS VIENTOS!



    
                                                             
Y te lo digo así: a boca de jarro.

domingo, 3 de abril de 2011

¿Juego de niñas?

   Mi hija juega mucho con su prima. Se juntan en casa e inventan historias con sus muñecas. En el juego los niños recrean  la vida adulta, que  idealizan, lógicamente. Son las dos muy maternales y amantes de la naturaleza.
Una tarde las llevamos a un hermoso vivero que está cerca y quedaron encantadas con lo que vieron allí. A partir de entonces, decidieron que iban a tener una casa en común, donde iban a vivir con sus respectivos esposos e hijos, todos juntos, y que esa casa tendría un hermoso jardín que cuidarían juntas, donde sus hijos (que ya tienen nombre y todo) podrían jugar.
Pero lo que más me sorprendió de esta maravillosa idea es que hicieron hincapié en que cuidarían de los chicos juntas, de que se ayudarían y se turnarían “para poder ser buenas mamás, hacer todo las tareas del hogar y salir a trabajar”.
   Me maravilla la sabiduría ancestral que hay en este proyecto de vida creado por sus mentes sabias e infantiles. Si hay algo que ellas seguramente perciben  en sus mamás es el enorme stress que genera el trabajo que implica hacer malabares con todo: los hijos, la pareja, la casa, el trabajo afuera, la familia extendida, el ocio nuestro y de ellos, etc.
Es evidente que por más que le pongamos garra, se nos nota muchas veces desbordadas, porque no se puede tanto y todo bien. Este es el paradigma que nos tocó vivir a nosotras, porque creo que cuando elegimos  una carrera y formar una familia, no teníamos idea de lo arduo que iba a resultar manejarlo equilibrada y armoniosamente, sin de tanto en tanto creer enloquecer en el intento cotidiano de poner en su lugar las piezas de este rompecabezas de horarios, quehaceres, idas y venidas .
   Las mujeres urbanas de clase media de mi generación que hemos estudiado y nos hemos formado para salir al mundo “masculino”  del trabajo pero que también soñamos crear nuestro mundo “femenino” con una familia y “crianza comprometida”, estamos  y nos sentimos generalmente muy solas, muy aisladas en la crianza de nuestros hijos , con poca ayuda del afuera más que la  de nuestras parejas , atestados de trabajo para bancar económicamente lo que gestamos, o la de una abuela o algún otro adulto amoroso nos pueda dispensar. 
    Y estas nenas idean un paradigma que nos remonta a la aldea de la que  alguna vez formamos parte, al barrio de la generación de mis abuelos y de mis padres, no tan atrás en el tiempo, donde cualquier matrona o vecina o hermana o tía estaba cerca y dispuesta para echarle un vistazo a los chicos. Estas niñas, que están más conectadas con la naturaleza que los adultos a su alrededor, se saben “mamíferos”, y piensan en términos de “cría y manada”, como diría Laura Gutman. Es una muy buena idea que ojalá logren realizar esto de “tejer una red de mujeres” que se cubran las espaldas para recuperar un poco más de la calma y el sosiego que añoramos las  adultas contemporáneas, tan fundamental para el bienestar de todos.

   Y te lo digo así : a boca de jarro y con "linda letra".

viernes, 1 de abril de 2011

Las manos que guían


  Mi hija parece haber dejado atrás su stress escolar, y se la nota contenta e inspirada. Ayer decoró toda la superficie de nuestra terraza con rayuelas y muñecas gigantes pintadas con tizas de colores, lo que hoy los artistas llamarían “gigantografías”. A ella le encantó esa nueva palabra, que inmediatamente añadió a su ya rico  y vasto universo lexical.
Yo, que siempre quiero ir un poco más allá de lo que noto, y que en este caso también me tiene a mí más contenta e inspirada, trato de analizar las causas de este cambio positivo en su estado de ánimo. Y siempre llego a la misma causa primordial:

Las manos que guían.

¡Sí! La mayoría de sus maestras este año la estimulan y no corroen su autoestima ni la intimidan. La idea de jugar a la rayuela, y de dibujarla con tizas, la trajo del instituto donde aprende inglés, donde aprende también jugando.  Obviamente, mi hija ADORA a su “Miss Flower” y sus clases de inglés, y esto la transporta e inspira, porque el disfrute genera justamente esas ganas sanas de explorar y “re-crear”.

Aprender es siempre ir un poco más allá.

Su maestra de plástica trata a sus trabajos como “obras de arte”, ya que entiende que todo niño es en gran medida un artista. No mira los “trabajitos” con los ojos del adulto que ve el lado vacío del vaso, sino que logra ver la riqueza, el potencial, la creatividad espontánea, la libertad de ser único y original que todo niño despliega.
Su maestra de grado no la persigue con evaluaciones constantes, y “no se enoja” si le queda algo de lo mucho que da para hacer en clase como tarea para el hogar.
Para mí era impensable esto de que la maestra “se enojara” con un chico de primer ciclo porque no hizo a tiempo a terminar una seguidilla de ejercicios mecanicistas y aburridos  (“cuentitas”, “problemitas”, “silabeo” “recortar  y pegar palabritas” etc. en pleno siglo XXI…).
Comprendo, como docente y madre que soy, que uno a veces se enoje, especialmente si nota que no hay voluntad, que no hay esfuerzo. Pero en este caso hay cansancio lógico, hay tedio…  Es una pena no saber ver, no saber autoevaluarse como docente. La consecuencia es lastimosa.

Cuando no hay disfrute no se aprende.

Es así que yo encuentro tantos adolescentes más tarde en su escolaridad sintiéndose anulados para las matemáticas, un cero a la izquierda para lengua, y demás. Es que nadie los convocó a averiguar “el para qué” del aprender, no hubo disfrute, no se fue más allá de lo mecánico, que es un escalón para acceder a otros niveles del saber. Con esto no quiero decir que el aprendizaje siempre tiene que ser una fiesta, un juego.
Hay momentos más monótonos, aunque necesarios y productivos. El tema es no quedarse allí, darle la mano al alumno para que de ahí ascienda un peldaño más, para que con esto que costó y cansó haga algo a lo que le encuentre sentido y aplicación relevantes: ahí está el goce.

Se aprende cuando se incorpora algo nuevo que sirve para la vida. Y al descubrir que me sirve, disfruto.

Y este proceso de descubrimiento lo logran las manos que saben guiar.

A boca de jarro

P.D. Excluímos a la maestra de flauta…

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