viernes, 14 de octubre de 2011

Una Cenicienta en París... Mi vivencia de "Medianoche en París" de Woody Allen

                        
  Intentaré plasmar mis impresiones sobre esto que me ha pasado, a pesar del sueño que tengo porque estoy despierta desde que sonaron las campanas que marcaron "Medianoche en París". No sé si lo soñé o estaba yo también ahí. Lo cierto es que para quien aprecia el arte, las letras, los locos años 20, la brillante y sufrida generación de los expatriados y la genial movida artística que generó esa ciudad que según el propio Papa Hemingway era una "fiesta móvil", París bajo la lluvia, "cuando la lluvia no era ácida", es una deliciosa e incomparable vista, contada por este genial hombre que da cátedra de sabiduría de vida más allá de toda su cultura y buen gusto.

  A través del personaje pricipal, Gil Pender, es imposible no ver y oír en todo su esplendor y madurez al Woody Allen crítico de su tiempo, del pasado, de la filosofía, el arte, la cultura, la sociedad, la política y la humanidad. Un romántico empedernido que deambula por los bellos rincones de París y vibra al sentir que ese es el lugar donde Monet podía recrear un estanque con nenúfares a sólo treinta minutos de la torre Eiffel. 

Claude Monet

                                   
  El escritor Pender y su idea nostálgica del pasado produce un riquísimo contrapunto con su contrincante, Paul, un experto en todo, un pseudo-intelectual que teoriza acerca de absolutamente todo, pero carece de ilusión, de fantasía y de la humildad que se descubre en la vivencia del arte sin racionalizarlo. Alguien capaz de arruinar el placer estético que produce una obra de arte flotando en las superficies de "la critique", encajándole una etiqueta, perdiéndose en el detalle anecdótico del nombre de quien la inspiró o la circunstancia, un pobre tipo con humos y dinero que no logra simplemente estar presente en la inefable epifanía de exultación de los sentidos y resonancias místicas que el arte genera. Paul peca de sacrílego degustando el sagrado elixir del buen vino, perdiéndose otra vez la embriagadora fiesta penosamente, fiesta a la que se suma un radiante y enloquecido Pender cuando suenan las campanas que lo hacen una "Cenicienta del arte", con los característicos excesos de la nocturnidad que parecen nutrir al artista. Paul es el mal tipo que le hace el gran favor a Pender de desenmascarar a su ácida prometida, Inez, que sólo lo quiere para poder tener "lo que hay tener para ser": un matrimonio con alguien relativamente prominente que promete, una casa en Malibú, y viajes de compras financiados por papi en busca de mobiliario caro de la mano de mami, amén de un affair con alguien que da conferencias en la Sorbonne si se presenta la ocasión. Según el inescrupuloso y remilgado Paul, Pender sufre de "el complejo de la Edad de Oro", y acusa desde su pedestal enclenque:


"La nostalgia es negación. Negación del presente doloroso. (...)  La idea errónea de que un período de tiempo distinto es mejor que el que vivimos. Es una falla de la imaginación romántica de esa gente a la que le cuesta enfrentarse al presente."
                                             
  ¿Y a quién no? La imaginación romántica puede hacer agua por todos los costados, pero es en definitiva la que sustenta a la madurez una vez que se arriba mansamente a ella. Esa imaginación romántica "a colores se despliega como un atlas", como diría Serrat, y ante la mirada azorada y un poco incrédula en principio de Pender y del espectador, que suspende su descreimiento al instante de comenzar la película, bajo el hechizo de las diversas e inspiradoras vistas de la ciudad Luz y la música que el genial director jamás falla en elegir para estremecer, hace que aparezcan uno tras otro artistas que cualquier romántico sueña con conocer: Cole Porter, Scott y Zelda Fitzgerald, Gertrude Stein, Pablo Picasso con una musa inspiradora volcánica, Adriana de Burdeos, quien además ha compartido su pasionalidad con Modiggliani y Braque, y quien despertará la pasión del propio Hemingway y de Pender, claro está. Luego vendrán otros lujos como Salvador Dalí y sus portentosas imágenes de rinocerontes y sus implicancias sexuales. Caricaturas de artistas que hablan como escriben, como pintan, como presentimos que sienten a través de sus obras, que es lo que sus admiradores conocemos y adoramos. Cuando Hemingway habla, hablan sus libros, no habla el personaje biográfico del que hemos leído y oído hasta el hartazgo, sin enriquececernos demasiado si en la mera anécdota biográfica nos hemos quedado. En ésto va otra crítica de Allen acerca de cómo se puede llegar a reducir la grandiosidad del artista al intentar ahondar en la intimidad del ser humano que fue: eso no importa, lo que ha pasado a la inmortalidad y hace nuestra vida mejor no es la vida del hombre, a quién se llevó a la cama, o si bebía vino o whisky, sino la genialidad del artista por siempre viva en su obra. Aquí habla el artista como desde un retrato, y se me viene inevitablemente James Joyce, quien también es nombrado con un toque de admiración cholula, como el que tiene todo buen fan:

"- Gil Pender.
- Hemingway
- ¿Hemingway?
- ¿Le gustó mi libro?
- ¿Gustarme? Me encantó. Todo su trabajo.
- Sí, fue un libro bueno porque fue honesto. Y eso es lo que la guerra hace al hombre. No hay nada bueno y noble en morir en el lodo, a no ser que mueras en paz. Y entonces no es solo noble sino valiente."

 

  ¿Y en qué queda la imaginación romántica? En un viaje que como todo viaje conduce al crecimiento personal,  el rito de pasaje del joven al hombre adulto, al hallazgo de la médula identitaria que todos buscamos, al encuentro de esa misión para la que hemos nacido y que adivinamos, pero que en un determinado momento, se hace real  y visible colándose en algún sueño. Gertrude Stein se lo dice a Pender con absoluta claridad desde su maduro rol de "matrona del arte" en París:

Gertrude Stein
                                               
"Todos tememos la muerte y nos cuestionamos nuestro lugar en el universo. El trabajo del artista no es sucumbir a la desesperación, sino encontrar un antídoto para el vacío de la existencia. Tienes una voz clara y viva, no seas tan depresivo."
 

  Al llegar al final de su viaje real e imaginario, Pender comprende, y el presente se hace carne:


"...si te quedas aquí y esto se convierte en tu presente, pronto imaginarás que otro tiempo es realmente la Edad de Oro. Y eso no es el presente, es poco gratificante porque la vida así es insatisfactoria."

"No, el pasado no está muerto, de hecho no es pasado. ¿Sabes quién lo dijo? Faulkner, tenía razón. También lo conocí, lo vi en una cena."

                           

  Por un momento Pender me recordó a mi profesora de Literatura Inglesa Contemporánea, que era amante de James Joyce, y se llevaba al Ulysses a la cama en ciertas noches... Para los amantes del arte, de la vida, de las bellas ciudades y los bellos tiempos, para quienes, como los niños, son capaces de volar con su imaginación a los locos años 20 o la Bellle Epoque,  tomarse un vino con Papa o deleitarse en una ronda de tragos con los más grandes artistas plásticos de todos los tiempos, y para todos nosotros, recomiendo el disfrute de esta bella película montada en el esquema o patrón del cuento de Cenicienta ("The Cindirella pattern"), idea que jamás defrauda cuando es bien empleada, y agradezco el haber soñado ser una Cenicienta en París gracias a la magia del buen cine y sin necesidad de un Valium...

George Braque












A boca de jarro                                        

miércoles, 12 de octubre de 2011

Un canto a la diversidad

Paul Gauguin, Paisaje Tahitiano.
  Hoy se festeja el día del Respeto a la Diversidad de las Culturas en esta región del mundo bendecida por la naturaleza, por la belleza, por el don de la bonhomía, del alegre colorido, de paisajes soberbios, inigualables sabores, melodías alegres y cadenciosas, danzas festivas y sensuales, texturas increíbles, exóticos aromas, variadas formas ondulantes y calientes olores de sus gentes. Soy nieta de inmigrantes españoles, y siento orgullo por mis raíces hispanas, y también siento orgullo de ser una mujer Latina. Me parece que juzgar hechos históricos extemporáneamente no hace más que generar resentimientos y oscurecer en lugar de aclarar las cosas. 
 Cuando era chica, en el acto escolar que se celebraba en mi colegio un día como hoy, eran infaltables personajes como la Reina Isabel la Católica, Cristóbal Colón, las tres carabelas y el huevo... Hoy, mi hija, mezcla de sangres, se vistió radiante de felicidad pura y danzó como representante de República Dominicana, y en esa danza estaban representadas todas las naciones de América Latina. Y no faltó mención a Cristóbal Colón en el festejo como tampoco faltaron los indios, en un festejo que algunos dicen que no deberíamos festejar. Creo en que para evolucionar como raza debemos sumar, no restar, debemos entender las circunstancias históricas dentro del contexto en el que se llevaron a cabo. Y pensar que es nuestro deber mirar hacia adelante tomando la historia para aprender de los errores cometidos, que siempre cometimos como raza y seguirán siendo cometidos. Quizá entender y aceptar este hecho sería celebrar el Día de la Raza, como lo llamábamos en mis tiempos de escolar. Para los de mi generación,  el  cuento era que el 12 de octubre de 1492 el marinero Rodrigo de Triana divisó Tierra  y ésto cambió la concepción que se tenía del mundo provocando algo que ni siquiera Colón había imaginado: la unión de dos mundos. La historia humana es la suma de historias individuales. Y la imperfección es parte de nuestra condición y nuestra biografía: es un gran motor de crecimiento y fuente de integridad identitaria e integración colectiva.
                 
  Ayer leía un texto interesante acerca de lo que le estamos haciendo al planeta en términos de lisa y llana destrucción de esa tierra que divisó el marinero Rodrigo desde un barquito y lo llenó de entusiasmo: seremos juzgados duramente por nuestra barbarie, que algunos aún justifican en aras de lo que otros tantos consideran progreso. Y además pagamos y seguiremos pagando el precio de esta depredación, no sin altas cuotas de dolor e irremediables pérdidas. El texto me llevó mentalmente al 12 de octubre de 1492:

"Las cosas que hacen posible la vida son apenas visibles. Los experimentos de laboratorio basados en pequeños mundos artificiales siguen demostrando que la diversidad de la vida es la apuesta más fuerte. El reciclaje del aire y el agua y los nutrientes vegetales es el trabajo de diminutas criaturas que nunca jamás notamos. El alimento que ingerimos, los remedios que tomamos y las herramientas que empleamos han sido diseñados para nosotros por 500 millones de años de evolución. Sin embargo, sabemos practicamente nada sobre la mayoría de ellos. Toda la evidencia dice que la raza humana está haciendo que desaparezcan otras formas de vida en una escala de proporciones épicas."

 Extracto de un texto en inglés titulado "Biodiversity: Tearing up the map of creation" tomado de New Proficiency Gold Coursebook, Pearson Longman, pág. 98, (mi traducción) y originalmente escrito por Tim Radford publicado en The Guardian, el 11 de agosto de 1998.

 Seguimos cometiendo los mismos errores que juzgamos tan duramente en nuestros antepasados, aunque ahora el blanco es nuestro propio planeta y la naturaleza que nos sustenta. Seguimos intentando avanzar sin notar lo más pequeño pero altamente significativo en tanto esencial...
Paul Gauguin, ¿De dónde venimos?, ¿Quiénes somos?, ¿Adónde vamos?, 1897
A boca de jarro.

martes, 11 de octubre de 2011

"Cositas simples que te hacen feliz", de Ángela Botero López

                  

  Yo agregaría algunas cositas y quitaría otras: definitivamente quito la montaña rusa, perdón por ser aguafiestas... y me quedo con lo de quitarme los zapatos cuando llego a casa y dormir y dormir, ahora que se fue el insomnio... Y agrego el "¡Mamiiiii!", que me recibe cuando vuelvo a casa como si me hubiese ido a la China, por ejemplo.  Me encantaría saber qué cosas hacen feliz a la gente. Se podría tomar como una especie de "trabajo de campo", para no quedarme sólo en la lectura acerca de la felicidad, que enriquece mucho y me hace feliz, por cierto: leer me hace feliz.


A boca de jarro.

lunes, 10 de octubre de 2011

Travesías existenciales con rumbo a la felicidad

La traición de las imágenes (Esto no es una pipa) 1928/29. Los Angeles, County Museum.
               René Magritte, La traición de las imágenes (Esto no es una pipa) 1928/29. Los Angeles, County Museum. 

  Según Sergio Sinay, la felicidad... "sólo puede vislumbrarse luego de algunas travesías existenciales que no se transitan sobre un lecho de rosas."  Sinay se nutre de los aportes para él fundamentales de pensadores como Victor Frankl, en primer lugar, como él mismo señala, Carl Jung, Erich Fromm, Martín Buber, los pensadores exitencialistas Emmanuel Kant, Sam Keen, Norberto Levy y lo que cosechó por su paso por la Gestalt de AGBA (Asociación Gestálticade Buenos Aires); además de otros aportes de sus compañeros de ruta a quienes nombra en su libro o elige dar por sentados. Iluminado en su lúcida reflexión acerca de la perenne búsqueda de este estado de gracia que tanto nos es esquivo a tantos, posiblemente por las fantasías que tenemos con respecto a lo que en realidad es, no titubea en denunciar la conspiración de la que somos víctimas en contra de la felicidad misma.

  El libro, titulado "La felicidad como elección", La dicha posible más allá de las falsas ilusiones, Editorial Paidós, 2011, abre así:


"Hay una conspiración contra la felicidad y en este libro me propongo denunciarla. Es una maquinanción peligrosa, porque usa el nombre de la felicidad para vaciarla y desvirtuarla y lo hace con fines de lucro, de poder y de manipulación de conciencias. Las siguientes páginas nacen de la indignación que, en lo personal, me provoca esta perversa conjura. Una indignación que surge de advertir cómo los conspiradores ganan terreno y cómo, mientras lo hacen, crean condiciones para la verdadera infelicidad, la de una vida sin sentido. Esta conspiración no es inocente, y por eso ponerla en evidencia resulta, para mí, una cuestión de principios."

(...)

"El problema con estas lucrativas estafas es que no sólo afectan a los estafados. Vivimos en el mundo, somos parte de un todo y no tenemos razón de ser fuera de esa totalidad. Cuando es afectada, nos afecta. El pez que nada en aguas contaminadas no puede beberlas, no respirar su oxígeno, no enfermar y, acaso, no morir. De nada sirve proponerse ser feliz en un mundo en el que la felicidad es deshonrada cada día. Es inútil aislarse a recitar mantras,  irse a meditar a la punta de una montaña, pretender que el humor de los otros no nos afecte o ser inmunes a la infelicidad reinante. Todo es energía, y las vibraciones de la desdicha nos llegan sí o sí. Con los estafadores de la felicidad tengo una cuestión personal, porque no sólo engañan a quienes pescan. Hacen que el mundo sea peor todos los días."

  Aquí muchos lectores podrían dejar de leer  un libro que resulta  hiperrealista, pero en la línea siguiente aclara, aunque no engaña, afortunadamente:

"A pesar de ellos, la felicidad es posible, su registro es una experiencia humana suprema y trascendente, y ella es una realidad en la vida de muchas personas."
René Magritte, La condición humana.

   Existe, según Sinay,  "un dogma de la felicidad", una idea autoritaria por la cuál deberíamos pensar que fallamos nosotros si no logramos dar con ella una mañana de un día cualquiera, luego de haber "comprado" el método más indoloro y rápido para encontrarla.  Pero en verdad, ser feliz es un trabajo que requiere confrontarse con el sentido de nuestra existencia y hacernos preguntas de difícil respuesta.

"La gente feliz aprecia lo que tiene, honra lo que logra por mérito propio, vive en estado de conciencia, explora respuestas a la pregunta por el sentido de su vida y se hace cargo de las consecuencias de cada respuesta, no evita los dolores que son parte del camino, convierte los tropiezos en lecciones, crea vínculos sólidos y los sostiene en la honestidad y el compromiso emocional, no busca culpables para sus decepciones o imposibilidades, invierte tiempo, atención y afecto en el otro, prioriza lo que es por sobre lo que hace o lo que tiene, comprende a través de la experiencia que como es adentro es afuera y no al revés."

  No hay fórmulas mágicas: seguir haciéndose preguntas de difícil respuesta es la brújula que orienta las travesías existenciales con rumbo a la felicidad...


René Magritte, Los campos.


  A boca de jarro.

domingo, 9 de octubre de 2011

Etimolgía de la dignidad


  Del diario Clarín del domingo 2 de octubre, sección Sociedad, página 48, "Vanidades y convulsiones de una semana que da que pensar" (y me sigue haciendo pensar, porque el miedo, que no es tonto, se dispara y tiene la característica de perdurar ...), "Disparador", por Marcelo A. Moreno, escribe:

"Me bochás y la ligás" (...)

"Según ciertas etimilogías, la palabra "dignidad" comparte la raíz "dek", de la cual derivan tres verbos latinos: "decet" (apropiado, decente), "docere" (enseñar) y "disco" (discípulo y disciplina). Lástima grande que todo esto no funcione mucho por acá. Marco Aurelio también escribió: "Los hombres no han nacido los unos para los otros. Instrúyelos o sopórtalos." Por estos barrios, mejor pensarlo."

  Ésta es la etimología de mi dignidad. Gracias, hermana, por subrayarlo en tu diario del domingo pasado y pasármelo anotadito con una flecha que dice "Fer". Me conmoviste, como tantas otras veces. Gracias por el apoyo, aunque tal vez ni siquiera me comprendas. Yo lo agradezco, y entiendo. Toda mi familia se preocupa por mí, me advierten de los peligros que se corren siendo a veces demasiado honesta, o políticamente incorrecta. Es tal vez esperar demasiada madurez de nuestra sociedad. Hace más de una semana que estoy limpiando mi computadora de ataques de virus diarios, y me sale una leyenda de "Programa espía" cada dos por tres: ¿pero quién soy yo para que me espíen, por favor? Si se animan, háganme la gauchada de contarme cómo se ve el jarro desde sus computadoras y sus navegadores: se los voy a agradecer, como todo, como siempre. Tal vez haya que vaciar este jarro uno de estos días. Me daría mucha pena tener que resignarme a no poder expresarme más "a boca de jarro", pero estoy un poco asustada, ¿saben?... Como bien dice este periodista: "Por estos barrios, mejor pensarlo."

  La publicidad es muy linda, las intenciones, muy nobles: en cierto punto las comparto... Lástima que haya gente que malgaste su tiempo tratando de destrozar lo que uno intenta humildemente construir...

A boca de jarro.

viernes, 7 de octubre de 2011

De sabios, viejos, desierto y mar


   Este año es un año duro. Hubo despido, con el consiguiente duelo para quien lo vivencia y quienes lo rodeamos; hubo enfermedad con internaciones relativamente prolongadas de los dos abuelos, y el tema no ha terminado de resolverse aún; hay cansancio por el estrés que todas estas experiencias generan, y seguimos sin subsanar el tema de la subocupación en casa, mientras notamos con preocupación que los precios aumentan semana a semana y que al salir de compras, cien pesos se esfuman en unos pocos productos más o menos necesarios. Soy absolutamente consciente de que estas situaciones resultan cotidianas para muchísimas personas, y también sé perfectamente que lo que nos sucede no es nada comparado con la realidad de millones. Pero uno sufre sus propias experiencias: la experiencia es intransferible. De todos modos, creo que este año me sirve leer y escribir sobre personas cuyos problemas han resultado ser fuente de resiliencia, optimismo, ganas de seguir apostando por el trabajo, por el aprendizaje constante, por sus sueños, siempre confiados en el curso de la historia, tanto la personal como la del mundo, y de abordar la realidad que les toca vivir de manera creativa. Una de estas personas es Eduard Punset, un estudioso catalán que ha irrumpido en la cultura popular a través del buen uso de los medios. Ha sido galardonado con el premio Telva a las Artes y Ciencias.




En una entrevista que hace poco le han hecho, el periodista de la revista Telva abre el artículo diciendo:

"Uno conversa con Eduard Punset y tiene cierta sensación de desorientación, de que quizá no ha planteado las preguntas adecuadas. Donde uno inquiere por la economía, él habla de emociones; donde se menciona la palabra crisis, afirma que no hay razones para el pesimismo, sino todo lo contrario; donde se habla de política, él responde sobre educación. Pero, no, no está en absoluto alejado de lo cotidiano. Al contrario. De lo que está lejos es de los lugares comunes del debate público."

  Admiro y me identifico con las personas que eligen estar alejadas de los lugares comunes si sienten que ésto los empobrece. A mí también me pasa que me parecen más importantes las emociones que los números de la economía, aunque éstos pesen en mi cabeza y repercutan sobre mis emociones, ¿para qué negarlo? Y me pasa que ante la política, me disparo con la educación, porque ¿qué mejor política que la que empieza por educar al soberano? Sin embargo, debo admitir que no me resulta sencillo ser tan optimista como Punset: tal vez debería leer y aprender más, como él hace.

  Al ser interrogado acerca de qué le aconsejaría a quien queda sin trabajo, Punset responde:
—Sé lo que no se le puede decir. Para empezar, que la manada está dividida entre derechas e izquierdas y que no puede contar más que con la mitad: eso ya es una aberración. O que los fármacos son la única salida para combatir la soledad o la tristeza.

  Pautas claras, sencillas y pacíficas para encarar al mundo y la vida propia de manera exitosa, de acuerdo a lo que muchos entendemos como "éxito", que poco tiene que ver con la idea del éxito material o puramente sensual que se trata de imponernos. El "diccionario Punset" de las emociones contiene las siguientes definiciones:

La inmortalidad: “Siempre he pensado que lo que te hace vivir las cosas intensamente es su caducidad, es que se van a disgregar”.


La soledad: “No forma parte de la depresión, tiene vida propia y hay 
que gestionarla específicamente”.


La tristeza: “Estar un poco triste es bueno, porque te ayuda a estar alerta, a protegerte”.

La ansiedad: “A los niños nadie se les enseña a distinguir entre ansiedad y miedo. La ansiedad te pone en estado de alerta delante de un examen, un viaje, un entierro. El miedo paraliza”.


   Y ante la pregunta acerca de si es una persona feliz, Punset responde "a boca de jarro":

Es muy difícil que pueda serlo más. No tiene sentido que una persona esté cuarenta años jubilada y a los treinta no tenga tiempo ni para respirar.

   Cuánta verdad se nos revela ante situaciones conflictivas como un despido, una enfermedad, como la ha transitado Punset, un duelo producido por algún cambio profundo del que tal vez no haya otro camino más que re-crear la propia existencia para seguir adelante... Punset mismo confiesa que si bien su vida trascurre de libro en libro a horas sentado frente a su ordenador en un ambiente que mira el mar en la playa de Pineda, Barcelona, desde donde escribe y aprende todos los días arrancando su día a las 6 de la mañana, su mayor aprendizaje proviene de la gente:

— (…) quien más me enseñó (…) fue la manada. Ese gregarismo y esa solidaridad son impresionantes.

—¿Sirve para algo el sufrimiento?

Lo que de verdad enseña es el contacto con los demás.




El título de este artículo, que pueden descargar y leer en su totalidad aquí, reza: "El sabio y el mar", y es inevitable evocar la bella y breve novela de Ernest Hemingway "The Old Man and the Sea" o "El viejo y el mar" con la que ganó el Premio Pulitzer, y recibió el Nobel de Literatura en 1953. Hemingway no esquiva la palabra "viejo", aunque temía la vejez y amaba su potencia física tanto como su juventud. Sin embargo, creó un personaje viejo y sabio por viejo, que si bien flaquea por sus debilidades, enfrenta en su última gran batalla en el mar, símbolo tan majestuoso como imponente y temible de la existencia humana, a un soberbio y enorme pez marlín, al que finalmente arrastra hasta la orilla, vencido ya por los abatares de la prolongada lucha contra los tiburones hambrientos, tan vencido como el mismo viejo, para el asombro de todos los sencillos habitantes de la isla cubana donde se desarrolla la inigualable historia. Una isla de pescadores donde el viejo vivía en absoluta soledad, acompañado tan sólo por recuerdos de un pasado ya ido y por un niño, Manolín, que comparte su pobreza pero "alimenta" y cuida del viejo desde la amorosidad y empatía de su niñez. Es entonces cuando el viejo demuestra que la mayor fortaleza está en el arte de conocerse a uno mismo, de conocer los propios límites de nuestra frágil humanidad, en la paciencia, "un árbol de raíces amargas pero de frutos muy dulces".




"Era un viejo que pescaba solo en un bote en la corriente del Golfo, y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez. En los primeros cuarenta días había tenido consigo a un muchacho. Pero después de cuarenta días sin haber pescado los padres del muchacho le habían dicho que el viejo estaba definitiva y rematadamente salado, lo cual era la peor forma de la mala suerte, y por orden de sus padres el muchacho había salido en otro bote que sacó tres buenos peces la primera semana.

Entristecía al muchacho ver al viejo regresar todos los días con su bote vacío, y siempre bajaba a ayudarle a cargar los rollos de sedal o el bichero y el arpón y la vela arrollada al mástil. La vela estaba remendada con sacos de harina y, arrollada, parecía una bandera en permanente derrota.

El viejo era flaco y desgarbado, con arrugas profundas en la parte posterior del cuello. Las pardas manchas del benigno cáncer de piel que el sol produce con sus reflejos en el mar tropical estaban en sus mejillas. Esas pecas corrían por los lados de su cara hasta bastante abajo y sus manos tenían las hondas cicatrices que causa la manipulación de las cuerdas cuando sujetan los grandes peces.

Pero ninguna de estas cicatrices era reciente. Eran tan viejas como las erosiones de un árido desierto.

Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y estos tenían el color mismo del mar, y eran alegres e invictos
..."


  Fragmento de "El viejo y el mar" de Ernest Hemingway.



  Todos pasamos nuestros cuarenta días en el desierto Bíblico de tanto en tanto, como el viejo de la obra de Hemingway. Los críticos se han empeñado en debatir si se trata de un cuento o una novela, como si eso importara. Creo que el genial Hemingway nos ha querido legar la lección de que no importa cuán larga sea la extensión de nuestra obra: lo que importa es el habernos confrontado con las grandes erosiones de nuestros propios desiertos vitales, esas que dejan una cicatriz indeleble, que arrugan la piel, pero que en el caso de algunos, los sabios, no acaban con el fulgurante brillo de la mirada que mira al mundo y se mira a uno mismo. Son las erosiones que sufre todo ser que transita la vida en el capa de abajo del mero subsistir, las profundidades del ser, como Punset, un pensador vivo y valioso, como Hemingway, una amante sediento de la vida, la aventura y el idealismo, como Steve Jobs, que se fue hace unos días de esta vida, pero que también nos dejó algunas perlas aparte de las fabulosas creaciones que nos conectan y nos permiten aprender y desde allí arremeter con nuestro destino:


“Tienen que encontrar eso que aman. (…) Recordar que van a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienen algo que perder. Ya están desnudos. No hay ninguna razón para no seguir a su corazón.
(…) la Muerte es muy probable que sea la mejor invención de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Elimina lo viejo para dejar paso a lo nuevo. (…)
Permanezcan hambrientos. Permanezcan descabellados. ”



   La única brújula que nos ha orientado como familia toda este año fue el seguir aprendiendo en el mar de la vida, tomados de la mano entre nosotros y nutriéndonos de los sabios de los libros y los del mundo real, que no abundan, pero que los hay, los hay. A todos ellos, gracias por SER Y ESTAR.





A boca de jarro.

miércoles, 5 de octubre de 2011

El valor del presente.


    Me encantan los juegos de palabras: es un recurso literario muy usado en la literatura anglosajona que estudié, y aprendí a descubrirlos sin la ayudita de una profesora de literatura que me guíe, como las buenas profesoras que supe tener en mi paso por la escuela y el profesorado. Un buen profesor es quien te enseña algo que incorporás para el resto de tu vida, y podés manejarte con eso que te enseñó de manera independiente, autónoma. En el caso de la literatura, ya podés prescindir de un crítico literario que te haga ver la riqueza de un texto: salta a la vista, porque te enseñaron a leer más allá de lo que está escrito. Me siento agradecida y afortunada, una privilegiada,  por haber tenido tan buenas profesoras de literatura. Ellas me enseñaron a aprender a elegir qué leer, gracias a lo cual, entro en una librería sólo por curiosear, y sé exactamente qué libro me interesa leer.  Amo los libros: su olor, su textura, su unicidad, la invitación que me hacen a zambullirme de cabeza en un océano siempre nuevo, siempre fresco. Amo leer. Amo aprender. Me falta tiempo nada más: ese maldito tirano que me despierta todos los días dos horas antes de lo que mi biología querría despertarse, y me empuja el resto de las horas del día de una tarea que no me convoca a otra, hasta que se da la bendición de que llega la hora de enseñar, de aprender, que más o menos son la misma cosa: eso sí lo disfruto. Creo, ahora que lo pienso, que el buen profesor es quien, ante todo, ama aprender, y quien sabe que ésto de aprender es una historia sin fin que nos mantiene vivos, siempre sedientos, siempre anhelando tener más tiempo para poder aprender más... Pero la vida es ya, es ahora, es un presente... ahí está: ¡un juego de palabras!

   Para los que disfrutamos de las  palabras y el arte de enlazarlas graciosamente para producir una resonancia, para quienes disfrutamos de los juegos de palabras, como los niños, para quienes, aunque parezca siempre escaso, intentamos cada día aprender a vivir disfrutando del ahora, de la vida que es "presente"... estas palabras escritas y cantadas.                    

 El presente de tu vida.

"Presente es una palabra rica en los dos sentidos en los que te invito a pensar en ella: significa "regalo" y también "ahora". Esto también se refiere a nuestra vida: es un regalo y está ocurriendo ahora.
Mientras lees estas palabras, estás viviendo tu vida y esta vida no es algo que va a ocurrir una vez que uno haya ensayado las palabras correctas, o haya ahorrado el dinero suficiente, o haya encontrado al hombre adecuado o a la mujer adecuada o el trabajo perfecto, o haya dado a luz a un hijo.
Tu vida está ocurriendo en cada momento: uno no puede escaparse o posponerla.
Lo que tú estás haciendo ahora es usar una porción de tu vida."
                         Sonya Friedman.



"Una canción dice: "La vida se hace siempre de momentos, de cosas que no sueles valorar y luego cuando piensas, cuando al fin te diste cuenta, el tiempo no te deja regresar."

"Vive ahora, disfruta este presente... La vida es hoy."

 Decía John Lennon:

   "La vida es eso que pasa mientras pensamos en otra cosa."

Tomado de "A quien corresponda", Editorial Santa María, 2010.


          "De vez en cuando la vida" - Joan Manuel Serrat

A boca de jarro.

martes, 4 de octubre de 2011

La indignación: ¿un virus contagioso?

  

  La indignación ha tomado las calles de las principales urbes norteamericanas. Los indignados de Wall Street protestan contra "la codicia y la corrupción" del sistema financiero mundial y redoblan presión sobre la Bolsa neoyorquina acampando a los alrededores, en lo que parece ser sólo el comienzo de una protesta que se esparce por ciudades importantes como Washington, Boston, Chicago, Los Angeles, San Francisco,  así como también focos menos notorios pero enormes y populosos como Seattle, Carolina del Norte y Minneápolis. 
                                                       
  El germen madre son los M15, los indignados españoles que han inspirado a jóvenes, adultos y ancianos por igual en diversos lugares del planeta. En Estados Unidos llama la atención la cantidad de juventud en pie de protesta, poniéndole el cuerpo a ésto que parece un despertar del sueño americano que termino por convertirse en pesadilla desde la caída financiera del 2009.


                              
  Este año le he dedicado atención y varias entradas a este movimiento. Como dije en otras oportunidades, no soy analista política ni entendida en política internacional. Pero en ésto veo un movimiento netamente humano, un hartazgo con la indignación ante el abuso y lo espurio que comparto y celebro. Es un decir "BASTA" de manera civilizada y contundente. Y lo celebro. Y lo observo y lo sigo con interés, porque me gustaría ver a esta la indignación convertirse en el motor de un cambio hacia un mundo más equitativo que creo que nos merecemos como humanidad, más allá de todos los errores que hemos cometido. Además, me llama poderosamente la atención que la protesta se encienda en lugares dispares y remotos, de etnias e historias tan distintas, todos marchando y acampando al son del mismo sentimiento de indignación. 

                                              ¿Será acaso un virus contagioso?

 Y cada vez que me informo sobre este creciente fenómeno, se me viene el genial Quino a mi corazón "mafaldesco", hoy más vigente que nunca:

"NADA"  por Norma Morandini, periodista, escritora, senadora por la Provincia de Córdoba.

“La primera noche, ellos se acercan y toman una flor de nuestro jardín.
No decimos nada. La segunda noche ya no se esconden, pisan las flores,
matan a nuestro perro y no decimos nada. Hasta que un día, el más frágil de ellos,
entra solo a nuestra casa, nos roba la luna, y conociendo nuestro miedo,

nos arranca la voz de la garganta. Y porque no dijimos nada,
ya no podemos decir nada”.


*Y de yapa, por alegórico,  comparto algo que me pasó mi hijo mayor para compartir en el blog:

Este video que estás a punto de ver está hecho sólo de voces humanas, y de nada más. Ningún efecto de sonido ni ningún instrumento.
                                                            Puras Voces; "PURE VOCA"
                                                            http://youtu.be/XTyrDhM8V24

A boca de jarro.

lunes, 3 de octubre de 2011

Crianza: "¿gratificar o frustar?"


  En el diario La Nación de ayer domingo, sale una nota en portada que dice:

"No a "su majestad", el bebé"
"Expertos en psicología infantil sostienen que los chicos necesitan límites. Salud/pág 28."

  Y en la página 28 , me encuentro con lo siguiente (incluyo citas de la versión digital del artículo de lanacion.com)

Congreso Latinoamericano de Primera Infancia

"Su majestad, el bebe": un modelo de crianza a desterrar

Expertos coinciden en la necesidad de que los padres pongan límites claros a los chicos
Por Tesy De Biase | Para LA NACION




¿Gratificar o frustrar? He ahí una controvertida cuestión que atraviesa a sucesivas generaciones de padres. "Un buen padre es capaz de gratificar y frustrar", dictamina Miri Keren, psiquiatra infantil de la Universidad de Tel Aviv, Israel, en su visita a la ciudad de Buenos Aires para participar del Congreso Latinoamericano de Primera Infancia. Pero admite que la vertiente de la frustración es la más fallida.
"Durante años en Israel se sostuvo la tendencia a gratificar a los niños, sin decirles que no para evitar el llanto. Y hoy vemos que cuando cumplen dos años o dos y medio los padres quieren instalar el no, pero los niños se rebelan, como diciendo ¿por qué prohibir lo que antes estaba permitido?"

  Esto me recuerda a una escena que presencié hace un par de semanas cuando llevé a mi hija a una consulta cardiológica, un control de rutina. El turno se atrasó, como es también rutina, y en tanto esperábamos, llegaron una madre con su comitiva de tres cachorros humanos pequeños. Dos de ellos se apoltronaron frente al plasma de la sala de espera, donde se mostraban dibujos animados pero en inglés. Allí quedaron de todas formas adheridos a la pantalla, y la madre, muy arreglada por cierto, cargada ella con bolsos y petates, peló su blackberry y se puso a hablar en plena sala de espera de un hosital para niños, y a viva voz. Por estos fenómenos de la comunicación moderna, no pude evitar escuchar y ser partícipe de la conversación entre esta joven mamá de look ejecutivo y su empleada doméstica. Le llevó unos largos diez minutos darle las instrucciones de lo que debía comprar y preparar para la cena familiar. Yo miraba mi reloj y deseaba que de una buena vez nos hicieran pasar a la consulta, ya que no sólo estaba un tanto ansiosa por el resultado del control de mi hija, sino además por todas las cosas que había dejado en casa: mi hijo mayor, la pila del planchado sin planchar, y sobre todo, la cena sin hacer,  que esta mujer estaba resolviendo con un simple llamado telefónico: bueno, no tan simple. Había en su discurso un sinfín de indicaciones, porque lo que comía X no debía comerlo Y, y lo que se preparaba al horno para Y debía simplemente hervirse para X. El tercer hijo, el mayor, entretanto, no se quedó sentadito pegado a la pantalla arrullado por un inglés que resultaba incomprensible hasta para oídos entrenados, sino que comenzó a rondar a su mamá, a medirla y sopesarla cual si fuese su presa, y luego comenzó un ataque de histeria a los gritos que cautivó la atención de todos los que nos encontrábamos allí sin demasiado que hacer más que observar la escena. Exigía una bebida bien fría y un alfaljor del kiosco de enfrente. Su mamá comenzó a interrumpir la prolongada conversación con su doméstica hasta que finalmente dicidió ponerle fin, para sentenciar a viva voz y meneando el dedo índice:
-"Mamá ya te dijo que no quiere que la interrumpas cuando está hablando por teléfono."
-"Pero vos siempre estás hablando por teléfonooo y tengo hambreeee."
-"Bueno, pero a ver, ahora no podemos cruzar al kiosco porque nos va a llamar la doctora. Tenés que esperar. Mamá ya te dijo que a veces hay que esperar."
-"¡Sí, pero yo tengo hambreeeee! (Llanto)
- "No llores. A ver, ésto ya lo conversamos otras veces. Siempre que querés algo, lo querés "ya". Y ahora hay que esperar. Y si no te ponés a llorar. Mamá ya te dijo que no tenés que llorar por pavadas."
  Mi hija observaba en silencio. Afortunadamente, se abrió la puerta del consultorio y nos hicieron pasar. Pero esas escenas son frecuentes entre madres urbanas e hijos pequeños. Me pregunto por qué la madre no tenía a mano un juguito y algo para darle de comer a los nenes en alguna de todas sus carteras, si todas sabemos de memoria que ésto es lo que sucede. ¿Por qué se les insiste a los chicos con lo de "Mamá ya te dijo"?  Pues hay que decir y hacer muchas veces, no basta con consensuar. A veces siento que tanto padres como maestros tratan a los chicos como si fueran adultos pequeños. No saben que está en la naturaleza del niño insistir hasta el hartazgo para ver hasta dónde lo dejamos llegar. Y ese deliberado show de paciencia y diálogo en medio de una sala de espera llena no se lo creo. Es normal y creo que hasta deseable que la mamá diga "¡Basta!". No creo que eso implique años de terapia para superar el trauma cuando el niño se convierta en adulto. ¡Al contrario! Al decir basta, al poner el límite que superó la barrera de lo racional, estamos EDUCANDO al chico para la VIDA REAL, porque todo siempre tiene un límite. Hasta los animales tironean de sus crías para marcarles el paso. Y no hablo de violencia física. Pero un "No" contundente y una fuerte mirada puede más que mil palabras cuando se detenta autoridad.
  El tema es creer que ejercer la autoridad materna y paterna es un bien intrínseco. Es no asociar autoridad con autoritarismo o maltrato. Si los padres estudiáramos para ser padres, sabríamos que el raciocinio tarda años en desarrollarse, por ende es irracional pedirle a un chico que sea razonable. La rabieta, el berrinche y el capricho son lo normal y lo esperable. Entonces es menester intervenir con la razón y el sentido común por su bien: eso se llama EDUCAR. ¿Por qué tanta vuelta?


  El artículo también habla sobre "el arte del equilibrio", equilibrio que parece muchas veces perdido, y que no es nada fácil de lograr. Los chicos ponen a prueba nuestra paciencia y nuestro propio límite todo el tiempo. Es esperable desequilibrarse de tanto en tanto. Pero, bueno, no somos perfectos. También se menciona en el artículo un modelo de crianza perfeccionista, y estoy de acuerdo. Creo que no les hacemos un favor a nuestros hijos al pretender ser perfectos, porque seguramente esperaremos lo mismo de ellos, y pasados los primeros tiernos e idílicos años, el vínculo sufrirá, porque nadie es perfecto: nuestros hijos tampoco.
  Lo importante, me parece, es no desbordarse. Entiendo como desequilibrio algo temporario que se revierte en un rato. Se vuelve a la "homeostasis" con bastante "ommmm", y ya. Bueno, en verdad muchas veces me encuentro pidiéndoles perdón a mis hijos por haberme desequilibrado, y  siempre me sorprenden, porque me piden perdón ellos a mí. Ellos saben que yo soy de carne y hueso, y que ellos también se las mandan: eso es lo que yo llamo "equilibrio".

El artículo parece avalarme en ést0:
"Ambos profesionales comparten la imposibilidad de sostener un modelo de paternidad perfeccionista y ajeno a las múltiples e inevitables equivocaciones. "Ser un buen padre no significa no cometer errores o no tener momentos de falla de la empatía con el hijo. El punto principal es tener la capacidad de reparar", dice Mirr.
Y Guedeney refuerza: "Es importante desarrollar la sensibilidad suficiente como para ver la respuesta del niño a un error y cambiar lo que sea necesario cambiar. No necesitás ser extremadamente inteligente ni excepcional para ser una buena madre, basta con ofrecer protección y amor. Porque el bebe, el bebe normal, promedio, hace el resto del trabajo".

  Y el niño también, señores, porque la crianza no se termina a los dos años y medio: continúa por un rato mucho mas laaargo.

  Conclusión:

                          CRIAR= EDUCAR=GRATIFICAR Y FRUSTRAR-LOS/-SE
                          con criterio y con amor por uno mismo y por sus hijos.

  
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