viernes, 23 de diciembre de 2011

Paz a los hombres

"Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.
(Lucas 2, 14).


La paz en la tierra es el deseo primordial de la Navidad y el tema central de los sermones y la liturgia navideña. Va por extensión impresa en todas las tarjetas y mensajes saludatorios que recibimos y ofrendamos en estos días. Pasa con este texto bíblico, como con casi todos los grandes textos, que su traducción, luego de haber pasado por el griego y el latín, es muy controvertida. Eso que la traducción oficial llama la buena voluntad, en el texto original griego se denomina  eudokía
Luego de haber andado hurgando un poco en la etimología del vocablo,  aparentemente el mensaje de "buena voluntad" que ha llegado a nosotros no se refiere a algo asequible para los seres humanos, no depende de nuestra buena voluntad alcanzar esta paz que nos deseamos unos a otros, sino que es la buena mirada, el buen parecer, entendimiento, opinión, en definitiva, la complacencia de la divinidad con nuestra imperfecta humanidad la que nos brinda paz. La cita quedaría traducida como "... paz... a los hombres en los que se complace el Señor ", que en verdad somos todos, independientemente de nuestra voluntad. Parece que la buena voluntad es cosa divina, es a Dios a quien le caemos bien a pesar de todo, y es ese el mensaje que se nos transmite y que, por ende, compartimos con alegría: el ser aceptados tal cual somos. En definitiva, es lo mismo que esperamos de pequeños de quienes nos rodean, sobre todo, de nuestros padres: amor incondicional.
 

La paz en la tierra entendida como ausencia de conflicto, de guerras, es seguramente una utopía, aunque todos los iluminados y los textos sagrados de todos los credos pregonan la paz. ¿Cuál es entonces la paz que se nos desea o se nos augura? Pues justamente, la que emana de la aceptación profunda de nuestro propio ser sin cuestionamientos de ninguna índole. Es la paz que proviene de ponerle fin a las batallas que se dirimen en nuestro interior: nada fácil, por cierto.
   


"Mira en tu interior y siéntete en paz;
libre de temores y ataduras
conoce el dulce gozo del camino..."
BUDA

Creo que la paz así entendida es difícil de conquistar, aunque primordial, y, de ser alcanzable, traería como consecuencia natural la paz del mundo como los idealistas la han envisionado. Por eso creo que es la más compleja de todos los tipos de paz, tan compleja como nosotros mismos, y depende de nuestra propia aceptación de quienes somos en esencia. Se trata de estar en paz con nosotros mismos, ni más ni menos.

Estamos lejos de eso en general. Andamos buscando recetas, fórmulas, técnicas, terapias, gurúes, filosofías e inclusive lugares que conduzcan al hallazgo de la paz interior, pero me temo que todo intento por conseguir lograr la paz interna desde afuera no nos dará ninguna paz. Al contrario, entraremos en una lucha fútil y desesperanzadora por alcanzar un estado que no proviene de quienes somos en espíritu y en verdad. Condicionamos una experiencia que debería emanar de las profundidades de nuestro ser en su eje a un número de rituales que nos imponemos. Inclusive, hay teorías genetistas tan radicales que sostienen que hasta lo que entendemos por espiritualidad, armonía vital y felicidad, lo que entendemos por "paz" estaría determinado por nuestros genes. De ser así, esta paz que nos deseamos sin pensar ni profundizar demasiado dependería de lo que nos ha sido dado o negado por la naturaleza, y no hay Dios que valga entonces.


Sin llegar a tal extremo determinista, la aceptación de nosotros mismos sería lo que generaría paz en nuestro interior y, por extensión, paz con los demás, con la vida y con el mundo. Aceptarse a uno mismo lo entiendo como una actitud frente a la vida que implica estar atentos a lo que sucede en nuestro fuero interno, hacernos cargo de nosotros mismos y de nuestra biografía intentando ser singulares y encontrando un propósito a nuestra vida cotidiana que no tiene por qué ser grandilocuente. Es una búsqueda constante de significado trascendente, una autoindagación permanente que da como resultado una transformación de nuestro ser en persona.

Siempre se nos insta a dominar la mente y a nuestra emocionalidad primaria para entrar en contacto con nuestro núcleo. Y en el esfuerzo por dominar, por reprimir lo más primitivo en nosotros, lo que es considerado culturalmente como tóxico o indeseable, o religiosamente como pecaminoso o vergonzante, entramos en guerra con nuestra naturaleza y no logramos aceptarnos.
                                                     
La guerra, la discordia y la agitación en el exterior son productos de todos esos estados en nuestro interior. Lo destructivo del afuera es una ampliación de nuestra realidad individual. El primer paso hacia la aceptación que trae la paz es una mirada honesta sobre nuestras luces y sombras, una mirada integradora y amorosa, complaciente, como la que se nos anuncia desde el Evangelio en este tiempo de parte de un Dios que es pura misericordia. Una mirada que se amigue con esas zonas que nos resultan un tanto oscuras. La observación que proponen muchos maestros espirituales me parece un buen modo de empezar a andar un camino que llevará seguramente toda una vida, y que tendrá muchos altibajos.


Parafraseamos al aforismo "Conócete a ti mismo", inscripto en la puerta del Oráculo de Delfos, recinto sagrado dedicado principalmente a Apolo, dios de la luz y la profecía, y nos nutrimos de la sabiduría de los griegos que allí acudían a consultar a sus dioses sobre cuestiones inquietantes, a ser sanados o inspirados, y a donde los gobernantes se acercaban para conocer los planes que el futuro había tramado para la humanidad, si decimos, en palabras de Krishnamurti:

"Si no se conocen a ustedes mismos, no habrá paz."

"Para poner fin a la guerra externa, deben empezar por poner fin a la guerra con ustedes mismos."



A boca de jarro

martes, 20 de diciembre de 2011

Sin palabras...



Esta foto la tomé del muro de Facebook de un querido amigo, Xavier. En Facebook circula acompañada de una breve reflexión firmada. Ignoro su origen. Las palabras están de más... Puede resultar un golpe bajo, aunque quizás como sociedad estemos necesitando un sacudón por estos días, en los que no le damos respiro a la billetera y la tarjeta de crédito.


No hay que irse hasta África para definir la necesidad. Si nos detenemos a mirar cerquita, bien cerquita nuestro, en la puerta del shopping, o de casa sin ir más lejos, encontraremos muchos seres que definen la necesidad todos los días.

Recuerdo que el New York Times causó conmoción con una imagen de tapa en un momento de este año. Se tomó la decisión editorial de mostrar una fotografía de extrema crudeza, a la que no se le podía sostener la mirada, para poner en evidencia la existencia de nuestros congéneres que, en algún lado, se están muriendo masivamente de hambre, con lo cual, las problemáticas del Tea Party por aquel entonces quedaban totalmente opacadas colocadas al lado de la foto de un niño somalí malnutrido. 

La imagen le dio a esta edición del periódico una repercusión extraordinaria. Generó un impacto muy fuerte en los lectores y tuvo miles de reacciones en Internet. Y lo inesperado de la publicación fue que, lejos de eclipsar la noticia de un posible derrumbe económico más en Estados Unidos, la realzó fuertemente. Dijo entonces La Nación sobre la imagen en cuestión, que no publicó: 

"Produce un desgarro profundo a cualquiera que la mire. Este niño desnutrido, que tapa su rostro como si quisiera protegerse de las calamidades que lo acosan, es sólo un caso de una tragedia de proporciones bíblicas. Según UNICEF, hay 2,3 millones de niños con malnutrición aguda en la región del "Cuerno de África" (Somalía, Yibuti, Eritrea y Etiopía) y más de 500 mil moribundos si no reciben ayuda en las próximas semanas. La situación es catastrófica y exige ayuda internacional urgente."
 


Ayer, deambulando por el shopping en el intento de ampararme del calor en alza de la ciudad y hacer tiempo para retirar a mi hija de una ostentosa fiesta de cumpleaños cerca de allí, tuve una "Epifanía", es decir, un instante indescriptible en el cual algo que trasciende los sentidos nos es develado. "Una revelación, la comprensión instantánea y no intelectual de una verdad profunda, perenne." Así se la define en un buen artículo que leí recientemente. Sentí una sensación de no encajar en mi entorno, y por ende, en mi mundo, en la sociedad en la que me toca vivir e interactuar con los demás, de no lograr entender lo que sucede alrededor mío. Es una vivencia de rareza, de extrañarme de mí misma por no conseguir entrar en la misma sintonía que los demás, por no contentarme con lo mismo que los otros, por no ocuparme de las mismas cosas. Y no se trata de un sentimiento que me haga bien, ni mejor, ni superior: simplemente me siento diferente y rara.

Me forcé entonces a entrar a la obligada juguetería llena de cuerpos abalanzándose sobre juguetes obscenamente costosos, para simplemente mirar las góndolas abarrotadas de clones de objetos de los que sobran entre las pertenencias de mis amados hijos y sobrinos, quienes de hecho esperan un regalo mío. Y pensé otra vez, como lo hice el día del niño, que hay muchas infancias. Entonces se me vino la imagen, la fuerza de la imagen por sobre las palabras. Son días de imágenes. Son días en los que me quedo sin palabras.

A boca de jarro

domingo, 18 de diciembre de 2011

El niño interno



¿Dónde está? 
¿Dónde lo hemos perdido? 
¿Cuándo fue la última vez que verdaderamente lo escuchamos, le prestamos algo de atención, le hicimos caso, nos reímos con él, nos metimos en la trama de sus sueños?

Dice Anselm Grün en "Mi pequeño libro de Navidad", en el capítulo que lleva por nombre el título de esta entrada:

"La psicología habla hoy del niño interno que todos llevamos dentro de sí; todos fuimos lastimados de niños o sufrimos decepciones, por las expectativas que teníamos de recibir un amor incondicional. Como adultos, tenemos que entrar en contacto con el niño lastimado y asumir la responsabilidad por él, cuidándolo y vendando sus heridas. Pero no podemos detenernos en el niño lastimado, sino que debemos dejarnos guiar por él hacia el divino niño que también está dentro de cada uno de nosotros. El divino niño es una imagen que representa el verdadero yo, y que sabe exactamente lo que es correcto para nosotros, pues ya en la niñez nos mostró caminos y nos hizo encontrar un lugar seguro, en medio de lo desconocido, del desamor y de la incomprensión. La navidad nos hace recordar al divino niño que hay en nosotros, quien se aferra, en medio de la frialdad y la soledad, a mi singularidad y confía en que hay algo divino que sólo podrá ser expresado por mí. Éste es el mensaje de navidad: en el fondo de tu corazón llevas un divino niño, y cuando escuchas tu corazón, percibes con exactitud qué es bueno para ti y qué cosas cargas solamente porque otros te las han dicho. Únicamente cuando entres en contacto con el divino niño que hay en ti, tu vida se tornará auténtica y recibirá algo de la liviandad que caracteriza a los niños."


A boca de jarro

Buscar este blog

A boca de jarro

A boca de jarro
Escritura terapéutica por alma en reparación.

Vasija de barro

Vasija de barro

Archivo del Blog

Archivos del blog por mes de publicación


¡Abriéndole las ventanas a la realidad!

"La verdad espera que los ojos
no estén nublados por el anhelo."

Global site tag

Powered By Blogger