sábado, 27 de julio de 2013

A Francisco: "Se necesitan hombres"


Palabras en español del Papa Francisco a jóvenes argentinos

A Francisco ("Franco sismo")

Se necesitan hombres que se la jueguen
en compromiso con la Verdad,
que anden las calles de pueblos pobres
con zapatos gastados de tanto andar.

Se necesitan hombres que sean grandes
desde la pequeñez del que se hace servidor de los demás,
que escapen todo lo predecible, que rompan normas
y vuelvan locos a los de seguridad.

Se necesitan hombres que hablen simple,
que hagan bromas para tomar en serio la realidad
y que practiquen lo que predican
negando al trono y al oro para optar simplemente por la austeridad.

Se necesitan hombres que nos insten a hacer lío
a salir a la calle a comunicar y a dar,
que desairen las galas a las que los convidan
y que se metan en el la masa oliente de un carnaval tropical.

Se necesitan hombres que nos recuerden
lo que nunca deberíamos olvidar:
que a los ancianos sabios hay que cuidar y escuchar
y que a los jóvenes ya es hora de darles su oportunidad.

Se necesitan hombres que nos arenguen, nos pastoreen,
con mansa ternura y en complicidad,
que nos animen a ser alegres
aún enfrentados a una peliaguda realidad.

Se necesitan hombres que sean Cristos,
sonrisa amplia, serenidad,
mirada ardiente, mano estrechada
siempre abierta y dispuesta a dar.

Se necesitan hombres que sean líderes positivos
que nos eduquen con su ejemplo de humildad y libertad,
de compromiso con la Palabra
y de respeto por la diversidad.


Necesitamos hombres como Francisco
que nos conduzcan al cambio humano que buscamos
generalmente en los lugares equivocados
y que nos marquen el camino hacia el Amor, el gran motor de todo cambio.



A boca de jarro

miércoles, 24 de julio de 2013

Mujeres de treinta siglos y del siglo XXI




 Admiro a Arturo Perez Reverte por ser un gran narrador de historias con color y con sabor, con la tinta teñida de la sangre de Cervantes de la mano de su masculina e hispana pluma como arma fulgurante, con cabeza y corazón. Pero más lo admiro ahora que ha dado en el clavo de mi sentir en la honda reflexión que siento que me regala como escrita para mí en su última entrega a La Nación Revista, desde su habitual y siempre jugosa columna, no en vano titulada "Patente de corso". En esta oportunidad, en "Mujeres de treinta siglos" nos habla por igual a mujeres y hombres del siglo XXI sobre una realidad que me resulta harto familiar. Ha escrito un texto que siento hecho a mi medida, que no se eleva a más de un metro y cincuenta y seis centímetros del piso que transito con paso tambaleante tantas horas de las 24 de mis días de años de 365 días que siempre se me hacen más largos. Soy mujer del siglo XXI, un siglo líquido en palabras del hondo pensador polaco Zygmunt Bauman, sobre quien tanto he escrito. Un siglo en cuyas aguas sentimos que navegamos a la deriva muchos hombres y mujeres sensibles y pensantes en busca de anclajes que se nos hagan sólidos.

  Soy una mujer de esas que se asume de treinta siglos aunque con los pies plantados en pleno siglo XXI, alguien que aún busca conjugar armónicamente libertad con responsabilidad, divididas a partes iguales por compromiso con mi verdad y el amor que profeso por mi misma, por los míos y por la humanidad. Una mujer con dones para dar, dentro y fuera de su hogar, difícil empresa de manejar.

  Una mujer que aún sueña con regalar sus dones artísticos al mundo, aunque jamás del todo aprobados por su entorno familiar y negados a sí misma por creerlos secundarios. Esto ha traído graves "daños colaterales", tanto para los míos como para mí, que Perez Reverte destaca en la apertura de su reflexión dominical. Sigo buscando caminos para expresar la más auténtica esencia identitaria de mi SER, que va más allá de mi sexo, mi parentesco, mis roles diversos y mi elección adulta y responsable de ser "nido-útero-corazón".

  Es una batalla ardua, pero se puede y se debe librarla, sin ningún "ismo" más que el realismo por arma en esta Troya, porque, como él mismo apunta, como hombre sensible y pensante, tal como quien me acompaña en mi camino desde hace ya veinte años, mi compañero de vida, que me ha regalado una cómoda e importante silla para que escriba textos como este,  sin que mi espalda se quiebre:

 "...las mujeres son el sujeto más interesante, el que mayores sorpresas aportará a este siglo XXI en el que aún nos encontramos, prácticamente, desayunando."

 Y gracias a las promesas nupciales con las que inicié este viaje frente a un altar ante el cual me arrodillo, ahora más que nunca con genuino orgullo, el viaje más trascendental de mi vida, hoy prometo serme fiel a mí misma también, y he de aportar sorpresas. Prometo dejar fluir mi vocación artística negada y relegada a mi sombra, para mi tristeza y la de quienes me quieren bien, esa que ejerzo con alegría conectada con la luna desde una forzada nocturnidad artística que me permite seguir siendo la mujer que quiero ser en mis diversos, elegidos y asumidos roles diurnos que me colman de alegría también. He de hacer cambios internos y externos, enmendar rumbos, dejar truncos ciertos proyectos en los que llevo embarcada décadas buscando Itaca para embarcarme en nuevas e inciertas travesías. No dejaré de explorar para llegar al sitio y verlo como por vez primera: he de des-cubrirme por fin a mí misma, en mi eje, en mi centro y en mi esencia. 

 Bajo esta nueva luz, sin ningún flash ni retoque, se verán cambios naturalmente también aquí en el jarro. Quien quiera seguirme el rumbo, está invitado, y quien no, que siga de largo: ya no me importa más nada que acatar el grito sagrado que procede de mi "Yo" por fin encontrado, revisitado y aceptado. He de ser esa que siempre he soñado ser, para mí y para el mundo: toda esa conjugada con la madre amorosa y presente, la esposa amante y compañera, el alma de su hogar-nido-vientreabultado-úterocosido-corazón, la hija, hermana, tía, nuera, cuñada, amiga, vecina y ciudadana argentina, presente y atenta, pero ahora desde la luz de su identidad des-cubierta. No sé cómo se logrará sin quebrarse en mil pedazos en el intento, pero lo intentaré: hoy y aquí me lo prometo.

  Y honrada estaría de que sobre mi tumba se escribiese algo bien diferente a lo que, según narra Perez Reverte en su luminosa y triste columna procede de un hallazgo femenino, como no podía ser de otra manera, una columna llena de incólume verdad de-velada que me des-vela en esta helada noche porteña, se encontró en en el epitafio de una mujer romana del siglo II: 

"Nunca pensó en sí misma, nunca se consideró libre". 


¡Gracias Perez Reverte por tan honda y certera reflexión!

¡Y gracias Javier que me la orejeaste para que me la des-cubriera!


A boca de jarro

viernes, 19 de julio de 2013

La importancia de un nombre

"Lectora en la ventana", Johannes Vermeer.
Para María Isabel

 Voy a tirar una teoría a boca de jarro, como es costumbre de la casa, sin ningún respaldo empírico que la avale, y si vale, vale, ¿vale? Y me arriesgo a ir en contra del mismo William Shakespeare, "el único "sacude-escenario" ("shake-scene") del país", según su coetáneo y compatriota Robert Greene, "green with envy", and rotting in it, poor rotten Robert, (verde de la envidia), aunque el rojo le va mejor en español, pero de colores hablamos otro día. La cita de Skakespeare ("Shake the spear"), a la cual contradigo en esta oportunidad, engalana a este jarro con una cita en su rosa, tomada del Acto II, Escena II, siendo una de las más conocidas de su tragedia más popular, Romeo y Julieta, declamada desde el cuestionado balcón, cuando los jóvenes amantes, impedidos de cosumar su amor como desean, con la debida aprobación de sus familias, acérrimas enemigas (he ahí la raíz de su tragedia), cuestionan a su vez la validez de un nombre en el siguiente diálogo:



  JULIETA: Mi único enemigo es tu nombre. Tú eres tú, aunque seas un Montesco. ¿Qué es «Montesco»? Ni mano, ni pie, ni brazo, ni cara, ni parte del cuerpo. ¡Ah, ponte otro nombre! ¿Qué tiene un nombre? Lo que llamamos rosa sería tan fragante con cualquier otro nombre. Si Romeo no se llamase Romeo, conservaría su propia perfección sin ese nombre. Romeo, quítate el nombre y, a cambio de él, que es parte de ti, ¡tómame entera!
ROMEO: Te tomo la palabra. Llámame « amor » y volveré a bautizarme: desde hoy nunca más seré Romeo.
JULIETA: ¿Quién eres tú, que te ocultas en la noche e irrumpes en mis pensamientos?
ROMEO: Con un nombre no sé decirte quién soy. Mi nombre, santa mía, me es odioso porque es tu enemigo. Si estuviera escrito, rompería el papel.
JULIETA: Mis oídos apenas han sorbido cien palabras de tu boca y ya te conozco por la voz. ¿No eres Romeo, y además Montesco?
ROMEO: No, bella mía, si uno u otro te disgusta.


  Tres siglos más tarde llegó al mundo Oscar Wilde, (Wide and Wise...), otro grande de las letras y la dramaturgia anglosajona, y nos legó una pieza, entre muchas inmemorables obras, titulada La importancia de llamarse Ernesto. No voy a entrar en detalles sobre la obra en sí. Sólo me detengo un momento en el juego de palabras que propone desde el nombre, que en español se pierde lastimosamente. The Importance of Being Earnest contiene lo que en inglés se denomina un "pun", o juego de palabras, centralizado en el nombre "Earnest", que refiere al nombre propiamente, "Earnest", cuya traducción es "Ernesto", pero además alude al adjetivo calificativo "earnest" que significa "honesto". Llamarse "Earnest" en este contexto es portar un nombre cuya importancia es la de ser "honesto", y de esto Wilde sabía tanto que con su libertad y su vida pagó el precio de ser "earnest".
 La teoría que hoy formulo es que el nombre que los seres luminosos llevan porque les ha sido dado por aquellos que los han engendrado desde el deseo y el amor dice algo de la esencia y de la luz de quienes los portan. Son el nombre de la rosa. Y esta rosa sobre la cual baso mi teoría trasnochada dejó perfumada mi casa y la regó entera de pétalos con su fugaz paso por ella.

  El miércoles vino Isabel de visita a casa. Isabel es como una prima grande, sin hijos, que ha estado doliente por largo tiempo por haber quedado huérfana y aún lo sufre e intenta superarlo hoy, a sus 63. Hija única de padres amados que fueron su mundo, junto al que le abrió su vocación docente, por largo tiempo también, aunque ahora se cerró con su jubilación, que es puro júbilo en ella. Padres idos que la acompañan desde donde los nombra, a pesar de que también quizás la encadenaron en vida un poco y le cortaron las alas que ahora ha descubierto que lleva sobre sus menudas aunque fuertes espaldas y que, para su asombro cuasi infantil, le permiten levantar vuelo ya desde su orfandad y llegar en un vuelo hasta mi casa a hacerme a mí, María, de prima. Hacía tiempo que la visita estaba pendiente, pero, por una cosa o por otra, las vueltas de la vida de María y de la de Isabel, vidas que se empeñan en enredarse para después desenredarse, como toda vida, se iba posponiendo. El 17 del 7 fue el día en que tenía que ser la visita de Isabel, y no pasó desapercibida, ni para Isabel ni para esta María, quien la recibió con genuina alegría en medio de la concepción de un sueño con nombre propio que la tiene a la vez turbada y encendida, ya que racionalmente la confunde, mientras que su corazón dice "¡Si!" a Él, desde la irracionalidad pura de su fe, la fe de que le permite ver a Fer en sueño proyectada, ya sin dudarlo ni esconderlo más ante un mundo que apedrea cuando no entiende de nombres, de llamados anunciados en sueños o en plena vigilia diurna y nocturna, de luces y de cruces que nos son dadas por El Nombre.



  María se pasó el día haciendo de la casa un nido cálido y acogedor. Colgó artesanías por todos lados, mandó a los chicos a comprar macetas para emebellecer las plantas de su sagrado jardín urbano, y le pidió a su amado esposo, cuyo nombre empieza con J, que hiciera de carpintero y creara un sencillo altar junto a la ventana, a través de la cual María se la pasa mirando al mundo sin lograr terminar de entenderlo. 



  Isabel llegó puntual a la hora del encuentro, a cara lavada y resplandeciente, con una sonrisa de oreja a oreja, simple, pura, transparente y elocuente. Pulcra y discretamente colorida en su atuendo, con un bello corte de pelo nuevo que dignifica su estampa y hace honor a su nombre en su ubicada blancura encanecida, con las marcas de anillos y pulseras que la hacen una mujer en esencia. No traía perfume, pero su presencia deja la estela de un aroma único y singular, que hace que algo se sacuda y salte en el alma y en el vientre cuando entra tambaleante por la puerta grande de la casa de María. Y llegó portando regalos especialmente escogidos para cada uno de los integrantes de esta familia, que con los brazos y el corazón abierto por fin la ha recibido.

 A María le trajo prendas de su paso por Tierra Santa, de esas que Isabel sabe que María necesita en tiempos de oscuras quebradas. Y trajo también unas toallas blancas, finísimas, todo un detalle para quienes vivimos trabajando a diario, procurando siempre conservar las manos limpias. A los chicos, cuyos nombres dicen mucho de su esencia, e Isabel lo sabe bien, les trajo remeras del color y diseño indicado. No se le escapó ni un detalle: cosas que sabe y hace saber Isabel, por ser y llamarse Isabel...

  Por esas cosas que para nada me resultan azarosas porque mi nombre es María, ayer tuve un intercambio en un exitoso y sencillo hangout con mi maestra del alma, quien se asomó a la ventana de Google+ por primera vez, y la felicité. A continuación transcribo parcialmente algunas de sus respuestas a mis comentarios, porque resultan muy reveladoras, y valen como corolario a mi teoría sobre los nombres. De paso le dejo a Isabel, que es también María antes de ser Isabel, como regalo que sé que le va a interesar, un link a la entrada de ayer de María Guadalupe para que se nutra de él: "Volvernos adultos y despedirnos de nuestros padres no es tan sencillo": tocás acá y volás hasta allá, María Isabel.


jueves, 18 de julio de 2013 - 13:41
María Guadalupe Buttera
jajajajajaj 
es q no sabía como funciona esto... 
demasiado ja! hago lo q puedo jajajajja  13:42
GRACIAS!! cariños FER!!! seguimos conectadas =) 
 Dios detrás de todo y todos cariños!! 

Yo la llamo : "Maestra del alma mía",
y ella responde con la humildad de una grande cuyo nombre es Guadalupe:


maestra no, es mucho..... compañera nomás.... 
compañero = COM PAN EROS 
(compartir el pan con amor ) 

MAría GuadaluPE Butter
(detrás de los nombres se esconden mensjajes =) 
lo aprendi de Jodorowsky 
ja! y tu apellido FER!!! 
vaya si dice!!! 
ANDA PAZ... 
DA PAZ 
Wuauuuuuu !!!
Seguí descubriendo los mensajes en tu nombre!!! beso! 
María FernanDA PAZ 
Hasta pronto!! 

(Las negritas son propias)



¡Gracias María Isabel! 
¡Y gracias María Guadalupe!


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