domingo, 9 de marzo de 2014

Sombra que asombras



Esta semana recibí un mensaje a través del formulario de contacto que me tuvo conmovida e investigando todos estos días. Se trata de un miembro de mi propia familia que comparte mis mismas inquietudes y búsquedas sobre nuestras raíces, de quien tengo apenas un vago recuerdo, algo así como una especie de primo tercero, argentino de nacimiento, Pablo, el nieto de un hermano de mi abuela paterna, Emilio, a quien tampoco logro recordar con claridad. Me dice que sabe bien sobre los desencuentros inexplicables de nuestra familia oriunda de Vivero, y que él también viajó allí, trece años antes que yo, a indagar en aquellos lugares de los que él había escuchado hablar a nuestras tías abuelas tantas veces, para echar luz sobre esas distancias que se suelen dar en en el seno de tantas familias, pero que parece que se reconcilian cuando por fin se logra dar con esa raíz identitaria que sentimos desenterrar en un puño en el terruño, y que permite que nos entendamos un poco mejor a nosotros mismos.

Buscando información acerca de nuestro bisabuelo vino a parar al jarro, y se encontró con la entrada en la cual nombro a Juan Latorre Capón y rindo un homenaje a la poesía de Rosalía de Castro. Se confiesa un enamorado de esos poemas, ya que  como él mismo explica , siente que esa negra sombra está presente en nosotros también. Y me cuenta que este hombre fue el fundador de las bandas municipales de Vivero y Ribadeo, además de ejercer como maestro de escuela nocturna para los obreros y mineros que no tenían otra chance de educación en aquellos tiempos y de colaborar con la edificación del asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, donde fue a ser atendida durante sus últimos días una de sus hijas. Llegó a ser amigo de grandes personalidades de la época, como es el caso del afamado médico madrileño Gregorio Marañón, quien, según las fuentes, llegó a trascender como endocrinólogo, científico, historiador, escritor y pensador, un académico de cinco de las ocho Reales Academias de España.
Como ya sabía yo, este don Juan Latorre fue un hombre muy afable y apreciado por su exquisito trato con las personas, así como enemigo de todo tipo de violencia verbal y física para con su familia. Ese era su lado luminoso. Su sombra lo convirtió en un "Don Juan Tenorio". Parece ser que tuvo una hija de la que nadie en mi familia sabía a los 23 años, de cuya existencia Pablo se enteró hurgando en los registros electrónicos de la parroquia San Pedro de Lugo. Pablo sabe tan bien como yo que, antes de que naciera una de las hermanas menores de mi abuela, mi bisabuelo tuvo un romance con la cocinera familiar, cuyo fruto fue una hija. Mi bisabuela  quien al decir de Pablo, fue una  mujer difícil , estaba al tanto de todo, a punto tal, que tuvo intención de dejarlo. Esto finalmente le fue prohibido por su propia madre, dado que estamos hablando de una mujer que vivió en el 1900. Si bien la relación entre ellos se deterioró, mi bisabuela llevó luto luego del fallecimiento de su esposo hasta el día de su propia muerte en 1945, ya en la Argentina. Mi papá la recuerda como una abuela tierna y afectuosa, y aún guarda en su memoria el perfume de su piel cuando dormía la siesta en su cama.
Es apasionante ver como las piezas que Pablo me aporta van dando forma a una historia que me acerca aun más a todo lo que mi visita al pueblo me dejó. La versión original del poema "Negra Sombra" de Rosalía de Castro fue musicalizada por vez primera por un tal Juan Montes Capón, tío y tutor de nuestro bisabuelo Juan, y primo segundo de nuestra bisabuela. En su paso por Vivero, Pablo se acercó a una librería a comprar los escritos de Nicomedes Pastor Díaz, príncipe del Romanticismo español, y al dar con un tomo de su biografía, descubrió que había sido escrita por otro pariente nuestro, Enrique Chao Espina, escritor, pintor y nadador amateur en las aguas de la ría y del Landro, quien fue forzado por su familia a hacerse sacerdote, a pesar de estar perdidamente enamorado de mi propia abuela, que solía hablar de aquel pretendiente a quien desairó por mi abuelo Jesús. Una de las mujeres que atendió a Pablo en la librería del pueblo había sido la última alumna de música de nuestro bisabuelo Juan, y se avino a contestar todas sus preguntas al enterarse de su parentesco con aquel hombre que fue significativo en su vida.

Enrique Chao Espina y parte de su obra

Todo esto no hace más que confirmar que el trazado del árbol familiar es una tarea que despierta interés en muchos, ya que al descubrir esos secretos acerca de nuestros ancestros ganamos conocimiento sobre quienes somos en esencia y sobre el devenir de la historia personal de los frutos de nuestro árbol genealógico. Son hallazgos que nos conducen a la médula de nuestro ser esencial, y no hacen más que confirmar que la negra sombra que a todos nos envuelve guarda luz que siempre asombra en su inefable sustancia.

A boca de jarro

viernes, 28 de febrero de 2014

"Philomena": El poder del perdón

Protagonistas: Judi Dench como Philomena y Steve Coogan como Martin


"Philomena" es una película que ilustra el poder del perdón, basada en el libro escrito por el periodista y presentador mediático británico Martin Sixsmith The Lost Child of Philomena Lee, (El hijo perdido de Philomena Lee). Su director, Stephen Frears, se encarga de narrar el drama de una mujer irlandesa que, tras quedar embaraza siendo una adolescente, es enviada a vivir a un orfanato en Roscrea, Irlanda, regenteado por monjas Católicas. Allí da a luz a su hijo, Anthony, en un parto de nalgas traumático y desgarrador, sin la administración de ningún tipo de anestésico, asistida rudimentaria y cruelmente por las hermanas, que determinan que en adelante la chica sólo verá a su hijo una hora diaria, y durante el resto del día se dedicará a pagar por "el pecado cometido" en la lavandería del convento, mientras ellas, a cambio, se ocuparán de alimentar y cuidar de su hijo. Finalmente, como era costumbre del lugar, las monjas venden en adopción a Anthony a una pareja norteamericana, hecho que Philomena no logra superar nunca, y al cual se había visto forzada a aceptar firmando unos papeles que ceden sus derechos maternos sobre el niño de apenas tres años de edad. Lo único que se le otorga a escondidas es una fotografía del chico tomada por una monja piadosa durante su estadía en la guardería.

Cincuenta años más tarde, y habiéndole confesado a su hija que no pasa un día sin recordar a su perdido hijo varón, el destino cruza las vidas de Philomena y Martin, devenido en ex corresponsal extranjero de la BBC y antiguo director de comunicaciones del gobierno de Tony Blair, quien acaba de ser desairado como asesor por el partido Laborista. Sin demasiado interés en ahondar en una historia humanitaria, Martin hace uso de su tiempo libre e intenta combatir su depresión embarcándose en un viaje junto a Philomena que arranca en Irlanda, sin demasiada suerte, y culmina en los Estados Unidos, para indagar y eventualmente dar con el paradero de Anthony.

Allí se llega a desenterrar la verdad. Anthony había sido tomado en adoptación por el matrimonio Hess, quien lo rebautizó como Michael Hess, y luego de haber llegado a encumbrarse como figura política de la administración Reagan, muere de Sida en 1995.  Es allí donde también la madre logra reunir diversos testimonios de personas significativas del entorno de Anthony, tener acceso a imágenes de su vida, así como a descubrir que su hijo pidió como última voluntad ser enterrado en su tierra natal por el deseo de unirse a su madre, a quien había vuelto a buscar como adulto agonizante.

Es entonces cuando se destapa la mentira y el encubrimiento de información por parte de las monjas del convento, tanto para con la madre como para con su hijo. Philomena regresa a Roscrea a cerrar su periplo frente a la tumba de su hijo y a encontrar la paz que buscó a lo largo de sus días. En esta historia de viaje circular, Philomena es quien logra perdonar a quien le ha infligido un mal, mientras que la monja que había tomado las riendas del asunto no logra arrepentirse de lo que ha hecho. 

La historia pone sobre el tapete un tema candente y de actualidad, simplemente contraponiendo los hechos: el accionar de distintos actores de la Iglesia Católica. Por un lado, la doble moral de estas monjas y de las instituciones sociales de adopción, y, por el otro, la actitud de no juzgar y perdonar de una simple mujer de fe, víctima de la mentira y la maldad. Son precisamente cuestiones tan cruciales como esta las que está revisando la cabeza visible de la Iglesia por estos días. La actitud dogmática y fundamentalista de muchos enfrentada al ejercicio del verdadero Cristianismo, cuya premisa básica es el amor y la misericordia. Philomena alcanza eventualmente el liberador poder del perdón que le permite aceptar su historia y seguir adelante, habiendo logrado cerrar las heridas de un pasado lleno de interrogantes al cual ya no quedará anclada.

A sus ochenta años, la verdadera Philomena Lee llegó hasta el propio Papa Francisco acompañada de su hija y de Steve Coogan, coprotagonista, coguionista y productor de la película nominada a cuatro premios Oscar. El grupo viajó hasta Roma en representación del proyecto que la misma mujer fundó: The Philomena Project.  Se trata de una campaña que insta al gobierno irlandés a promulgar una ley que abra los archivos de adopción que a ella misma le fueron ocultados y que posibilite la reunión de aquellas madres a quienes se les arrancaron sus hijos a través de adopciones forzadas.

Es destacable la actuación de la inigualable Judi Dench, la dirección de Frears ("Dangerous Liaisons", "The Queen", entre otras), así como el guión, especialmente adaptado por Steeve Coogan y Jeff Pope a esta historia llena de reverberencias humanas y basada en hechos reales.

A boca de jarro

viernes, 21 de febrero de 2014

Sopor olímpico

Curling en Sochi
La busqué por todas partes esta semana. Me distraje un poco cuando me puse a revolver los placares de los chicos para hacerles probar los uniformes escolares. Resulta que, en apenas tres meses, toda la ropa les queda chica. Hubo que salir de compras para renovar toda la vestimenta que necesitan para el nuevo año escolar que se nos viene encima. Entre días nublados y chaparrones aislados, fuimos de aquí para allá, comprando los pantalones, las remeras, las camperas deportivas, los zapatos y las zapatillas que se probaron a desgano. Las madres nos apoyábamos sobre mostradores abarrotados, mientras los chicos hacían fila para meterse en los probadores, y  casi con temor, consultábamos los nuevos precios de toda la mercadería. 

Una mujer preguntó el valor de un pantalón de gabardina gris para su hijo varón. Cuando la vendedora se lo sopló bajito, la buena señora se llevó las manos a los ojos, se los cubrió, luego los abrió y se encontró con mi mirada, tan desconcertada y resignada como la suya. Estamos gastando más que el doble que hace un año en nada más que la indumentaria que los chicos necesitan para comenzar el año escolar, y ya nos entendemos con apenas una mirada de desolación, aunque todavía no hemos siquiera pasado por las librerías.


Así fueron pasando los días. Volvíamos a casa con hambre y cansados de tanto andar, un poco fastidiados por la humedad y los mosquitos, que no nos dan tregua por estos días. Me ponía a hacer las gratas tareas de la casa y la comida, y caía rendida sobre el sofá ya hacia el fin de la jornada. Encendía el televisor para distraerme un poco de tanta realidad, y me encontraba con las noticias de todos los días, que sin duda no ayudan en lo más mínimo a encontrar eso que andaba buscando desde el principio de la semana.


En los noticieros locales, además de las noticias de rutina y el pronóstico meteorológico, estuvieron pasando un bloque diario de imágenes de los Juegos Olímpicos de Invierno 2014, que se llevan a cabo en la ciudad rusa de Sochi. El favorito localmente parece ser una disciplina a la cual de deporte le veo bastante poco, aunque 
 según todos los expertos que salen a opinar por televisión , se trata de una actividad muy arraigada en lugares como Escocia, Canadá y los países nórdicos. Le llaman curling, y consiste en empilcharse de primera para deslizar una especie de pava pesada sobre el hielo, mientras otros dos participantes, que asisten al lanzador, barren la superficie sobre la cual se desliza la bola de veinte kilos para que llegue más lejos que las que arrojan sus competidores. Es como una versión del tejo que los jubilados juegan en las plazas, los clubes y las playas argentinas, siempre que pueden irse de vacaciones, y en musculosa y alpargatas.

Ver este tipo de actividad por televisión me producía un sopor olímpico tal que ya no pude lograr encontrar aquello que había empezado a buscar a principio de la semana. Dicen que el deporte favorito de los argentinos es la queja, y es muy posible que tengan razón, a pesar de que motivos no nos faltan. Finalmente, entendí por qué tantos rusos se han dedicado a visitar mi blog durante esta última semana. El curling debe aburrirlos tanto como le aburre a esta argentina quejosa que no logró encontrar la inspiración que estuvo buscando toda la semana para escribir otra entrada mas que esta. Esperemos que regrese pronto por el bien de todos.


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