martes, 31 de marzo de 2015

Como el Cinzano



Siempre me pasa lo mismo cuando viajo en bondi. Saco la cabeza del libro en el cual estoy sumergida y no tengo ni la más pálida idea de dónde diablos estoy. Encima, en estos colectivos que trajeron de afuera viajo al revés y me desoriento aún más. Nunca fue mi fuerte el sentido de la orientación geográfica, ni en mi barrio, ni en mi ciudad : debe ser falla de fábrica. Alzo la vista del libro que me tiene subyugada y observo que una señora cincuentona y rechoncha con collar de cuentas de madera está leyendo alguna novelucha de Danielle Steel, a quien aborrezco. El pibe sentado a mi lado tiene las uñas pintadas de verde y está enchufado a un celular enorme y blanco a través de unos enormes auriculares color verde fluo que ocultan su rostro sin rastro alguno de pelos masculinos y de cejas perfectamente depiladas. Me flanquea una morocha veinteañera que calza mini-shorts tajeados en los lugares claves por la cual se le cae la baba a todo macho caliente en el compartimento hirviente. Miro mi falda tubo color caqui, que me llega hasta los tobillos, y me siento definitivamente una vieja invisible a las miradas lascivas de estos machos que, de todos modos, no me calientan en lo más mínimo. El pibe al que me animo a preguntarle dónde estamos es el único que no está alienado y que tampoco me mueve un pelo. Viste una remera Tommy Hilfiger de color azul marino, ¿trucha?, sin mangas, y al levantar el brazo derecho para señalar la dirección en la cual tengo que caminar para ir a la boca del subte cuando descienda de esta catramina recalentada y recalcitrante, noto que tiene la axila más limpia de vello que la mía...

Sobre la marquesina de un supermercado por el cual pasamos en un soplo ruidoso y polvoriento hay colgado un cartel de Cinzano antiguo y medio descolorido que indefectiblemente me retrotrae a mi infancia y a la amena lectura que me hace soportable este viaje con este calor pastoso de principios de otoño porteño en este colectivo sucio y maloliente que no sé ni qué número tiene. Como el Cinzano, los cuentos y relatos del escritor argentino que tuve la fortuna de conocer el sábado pasado en el legendario bar "Los 36 Billares", en plena y bella Avenida de Mayo, Mario Marazzi, se titulan precisamente "Refrescan la boca y apagan la sed". Un escritor a quien no conocía, premiado merecidamente, que logra producir ese efecto en mí, el del Cinzano, tanto a través de sus escritos como del encuentro cara a cara con su persona y el roce con su alma de escritor de ley, alguien que está de vuelta de muchas cosas aunque le brillan los ojos de deseos y esperanzas por alcanzar. 



En la vidriera de la librería que está a unas cuadras nomás de ese bar donde se sentó en la vereda un porteño con chambergo a tomarse un cafecito a la hora del ocaso en pleno siglo XXI, casi frente al Teatro Avenida  que ofrece un ciclo de óperas que no me pienso perder — , figuraban los abominables ejemplares de Florencia Bonelli, John Green, las memorias de André Agassi, que me juego que él no escribió, un libro de historia argentina cuya autoría es la del periodista Ronaldo Hanglin, los ejemplares de los gurúes de los negocios enseñándonos "El toque de Midas", Donald Trump y Kiyosaki, el infaltable y estúpido horóscopo chino 2015 de Ludovica Squirru y las recetas muy poco aplicables a la realidad de las cocinas domésticas argentinas de Narda Lepes: ¡he dicho! Y no tienen ni el precio en exhibición, ni quieras saberlo. Los únicos clásicos eran dos hermosos libracos del maestro Quino, de tapa dura, "Todo Mafalda" y "¡Cuánta bondad!"  incomprables para la mayoría de nosotros por su costo — , "Todos los cuentos de los hermanos Grimm" y "Las mil y una noches", que la gente ahora adquiere por el éxito de una telenovela homónima que emiten en algún canal, no tengo idea de cuál, y que nada tiene que ver con el clásico de la literatura de autor desconocido. Debe quedar el libro sin leer de adorno en todos esos hogares donde el televisor es el amo de casa.

En el primer cuento del libro de Mario, que refresca y apaga la sed tal como el Cinzano que tomaba mi abuelo asturiano aporteñado al cerrar su día de almacén y que se bebía en mi casa paterna tanto como ahora se disfruta los días de calor en la mía, figura primero un delicioso y burbujeante relato premiado con Mención de Honor en el Concurso del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en el año 2002, año catastrófico en nuestra historia si los hay. Allí Mario narra magistralmente una historia de ligue entre una divorciada y un gordo exaltado en pleno cacerolazo en protesta por el maldito corralito que nos amargó la vida y nos peló los bolsillos a tantos. Subrayo apenas, para no arruinar una edición de autor autografiada y dedicada, el siguiente párrafo de "Sandokán a la cacerola" :

"En el cruce de la más ancha del mundo, por un momento quedaron aislados, y fue entonces cuando ella le preguntó:
 " A vos te parece que se la van a devolver?", deseando que este desconocido que ya estaba descartado por seco pero que le caía simpatiquísimo le respondiese lo que ella deseaba confirmar. 
"La esperanza, jamás... la guita puede ser" (...)

Lo cierto es que no nos devolvieron ninguna de las dos, y nos quedamos con el perro Sandokán, que no es precisamente "El tigre de la Malasia". Hoy por hoy, se hacen negocios turbios con otros países, o al menos eso dicen las malas lenguas que abundan por estos lares.

Paso al segundo cuento, "Coro con robo", y me encuentro con la siguiente cita:

"No hay caso, la autoridad será todo lo que quieras, pero saben ..."

Es cierto: acá la yuta siempre te bate la justa.



Y en "El Papa es el gladiolo", que leo justo antes de bajar para tomar el subte e ir a cobrar una guita que necesitamos para llegar a fin de mes porque marzo te perfora el bolsillo cuando tenés hijos en edad escolar, me encuentro con lo que más me gusta: consejos caseros para abonar plantas. Ya mi viejo me estuvo hablando del tema cuando lo visité la última vez. Ambos nacimos con dedos verdes y adoramos las plantas. La cita aplica:

"¿Sabe qué me pasa con estas flores...? No sé, es como una fijación de la infancia (...) Sucede que en la casa de mi abuelo, que vive en Florida, allí cerquita de Vicente López, las regaban con Cinzano. Nunca vi azucenas como las de la casa de mi abuelo, créame. Y no es por despreciarle la merca, pero como las de Florida,  jamás."

Y a las rosas rojas, el abuelo de este entrañable personaje, que le toma el pelo a un florista callejero, les sacudía con salsa bolognesa. Dá la casualidad no casual que el mismo día en el que conocí a Mario Marazzi en "Los 36 Billares"  fundado en 1894 e impecablemente preservado, a diferencia de la pobre confitería "El Molino", que da pena — , mi viejo, que nació en 1937, me dijo que no había mejor fertilizante para los rosales que la salsa de tomate. No hay caso, cada día me convenzo más de que nada en este suspiro delirante y apasionante que es la vida, nada, pero nada, sucede por pura casualidad.

La única pobre foto que logré sacar con mi celular para registrar el momento.
¡¡¡Gracias, Mario Marazzi!!!

A boca de jarro

lunes, 30 de marzo de 2015

La leyenda de los cuatro elementos



"Sé tierra - dijo el maestro -. La tierra recibe las deyecciones de hombres y animales, y esto no le molesta. Muy por el contrario, transforma las impurezas en abono y fertiliza el campo."

"Sé agua - dijo el maestro - 
. El agua se limpia a sí misma, y limpia todo aquello que toca. Sé agua en torrente."

"Sé fuego - dijo el maestro -. El fuego hace que la madera se transforme en luz y calor. Sé el fuego que quema y purifica."

"Sé viento- dijo el maestro -. El viento esparce las simientes sobre la tierra, hace que el fuego arda con más vigor, empuja las nubes del cielo para que el agua caiga sobre la tierra y sobre todo cuanto la habita."

"Si tienes la paciencia de la tierra, la pureza del agua, la fuerza del fuego y la justicia del viento, entonces eres un ser libre."

Versión libre de una leyenda popular.

A boca de jarro

domingo, 29 de marzo de 2015

Utopía

"Sin utopía la vida sería un ensayo para la muerte"


"Se echó al monte la utopía 
perseguida por lebreles que se criaron 
en sus rodillas 
y que al no poder seguir su paso, la traicionaron; 
y hoy, funcionarios 
del negociado de sueños dentro de un orden 
son partidarios 
de capar al cochino para que engorde. 

¡Ay! Utopía, 
cabalgadura 
que nos vuelve gigantes en miniatura. 
¡Ay! ¡Ay, Utopía, 
dulce como el pan nuestro 
de cada día! 

(...)


Quieren prender a la aurora 
porque llena la cabeza de pajaritos; 
embaucadora 
que encandila a los ilusos y a los benditos; 
por hechicera 
que hace que el ciego vea y el mudo hable; 
por subversiva 
de lo que está mandado, mande quien mande."



Joan Manuel Serrat


Entre mis libros favoritos se encuentran las distopías: "1984" y "Rebelión en la granja" de George Orwell, "Un mundo feliz" de Aldous Huxley y "La guerra de las salamandras" de Karel Capel, quien acuñó a palabra "robot" en este humano mundo robotizado. Sin embargo, me atrae, como a todos, la utopía. La única versión de "Utopía" que conocía hasta hoy es la del Nano Serrat pero esta mañana radiante de domingo de Ramos descubrí ésta, y es un deber, diría hasta una obligación, compartirla y difundirla, porque lo bueno ha de ser compartido. La utopía me sabe a eso, ¿saben? Me sabe a pan compartido:

 "Comparto y parto el pan para el alma 
que, con alegría y esperanza,
 comparto humildemente hoy contigo. 
Bendito sea el pan partido,
bendito el pan compartido,
bendita sea la utopía
que sabe a pan compartido."

Fernopoeta



La Utopía por Eduardo Galeano


¿Qué tal si deliramos por un ratito,
qué tal si clavamos los ojos más allá de la infamia
para  adivinar otro mundo posible?

El aire estará limpio de todo veneno que no provenga
de los miedos humanos y de las humanas pasiones.

En las calles los automóviles serán aplastados por los perros,
la gente no sera manejada por el automóvil,
ni será programada por el ordenador,
ni será comprada por el supermercado,
ni será tampoco mirada por el televisor.

El televisor dejará de ser el miembro 
más importante de la familia
y será tratado como la plancha o el lavarropas.

Se incorporará a los códigos penales 
el delito de estupidez
que cometen quienes viven por tener o por ganar
en vez de vivir por vivir no más,
como canta el pájaro sin saber que canta
y como juega el niño sin saber que juega.

En ningún país irán presos los muchachos
que se nieguen a cumplir el servicio militar,
sino los que quieran cumplirlo.
Nadie vivirá para trabajar
pero todos trabajaremos para vivir.

Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo,
ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas.
Los cocineros no creerán que a las langostas 
les encanta que las hiervan vivas.
Los historiadores no creerán que a los países 
les encanta ser invadidos.
Los políticos no creerán que a los pobres 
les encanta comer promesas...

La solemnidad se dejará de creer que es una virtud,
y nadie, nadie
tomará en serio a nadie
que no sea capaz
de tomarse el pelo.

La muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes,
y, ni por defunción ni por fortuna,
se convertirá el canalla en virtuoso caballero.

La comida no será una mercancía,
ni la comunicación un negocio,
porque la comida y la comunicación son derechos humanos.

Nadie morirá de hambre
porque nadie morirá de indigestión.

Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura
porque no habrá niños de la calle.
Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero
porque no habrá niños ricos.
La educación no será el privilegio 
de quienes puedan pagarla
y la policía no será la maldición 
de quienes no puedan comprarla.

La justicia y la libertad, hermanas siamesas 
condenadas a vivir separadas,
volverán a juntarse bien pegaditas 
espalda contra espalda.

En Argentina las locas de Plaza de Mayo 
serán un ejemplo de salud mental
porque ellas se negaron a olvidar 
en los tiempos de la amnesia obligatoria.

La santa madre iglesia 
corregirá algunas erratas 
de las tablas de Moisés
y el 6to mandamiento 
ordenará festejar el cuerpo.

La iglesia dictará tambien otro mandamiento 
que se le había olvidado a Dios:
"Amarás a la naturaleza de la que formas parte".

Serán reforestados los desiertos del mundo
y los desiertos del alma.
Los desesperados serán esperados
y los perdidos serán encontrados
porque ellos se desesperaron de tanto esperar
y ellos se perdieron por tanto buscar.

Seremos compatriotas y contemporáneos 
de todos los que tengan
voluntad de belleza y voluntad de justicia,
hayan nacido cuando hayan nacido
y hayan vivido donde hayan vivido,
sin que importen ni un poquito 
las fronteras del mapa ni del tiempo.

Seremos imperfectos
porque la perfección seguirá siendo
el aburrido privilegio de los dioses
pero en este mundo,
en este mundo chambón y jodido,
seremos capaces de vivir cada día
como si fuera el primero
y cada noche
como si fuera la última.




Utopía por Eduardo Galeano

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