lunes, 1 de agosto de 2016

Sueño de café

   


   Debe ser que, por defecto, yo no nací con el gen de la territorialidad que hace tan fuerte el ser porteño para, pongamosle, un tachero porteño, porque acá en Rosario me siento tan en casa como allá. Rosario se me hace igualita a Buenos Aires en los detalles que gratis se me abren en esta noche fría de invierno: en el viejo con su bastón, enojado con la vida por tener que apoyarse en el bastón, que va abriéndose camino por la vereda sucia pegándole bastonazos a las botellas vacías de Coca Cola sembradas a su paso por la barra de pibes de la esquina, que fuman porro y usan gorrita; en el señor a quien pasea su perro - porque es el perro quien pasea a su amo en este caso - que lo hace mear a medio metro de donde estoy sentada lo más tranquila, como delimitando territorio, y si no te gusta el perro, agua y ajo, porque en la urbe ante todo están los perros, y su mierda es el patrón de la vereda; y en las palomas, dueñas de los techos, y a estas alturas también de las veredas. 

A mí se me hace que Rosario y Buenos Aires empatan en la ausencia de Dios, en el cielo y más allá de las palomas, y en su carestía crónica de policías. Es posible que Dios se haya cansado de que acá no se le diera pelota, y entonces rajó para otros puertos a patear penales, como Messi.

Rosario se me hace igualita a Buenos Aires también en la hijoputez de sus colectiveros: pasa uno a toda máquina por calle Sarmiento y levanta una nube blanca y tóxica que saca a la vereda a los curiosos, como si una niebla londinense hubiese decidido cruzar el océano y cubrir la calle. Sale el metre del Savoy, se encoge de hombros, se rasca la cabeza de pocos pelos y me pregunta extrañado por la niebla. Ni bien le explico que fue un colectivero, se sonríe de costado, y entonces todo queda más que claro.

Despacito me voy en pos de un sueño, un sueño chiquitito y sencillito, como todo sueño de café. Suena el carillón del Palacio Fuentes, y siento que ya es hora de cumplirlo. Camino hasta Santa Fé y Sarmiento y, allí, lo veo, el mítico portón que da entrada valerosa al punto de reunión de intelectuales, locos, cuerdos, filósofos, políticos, quinieleros y estudiantes trasnochados de psicología. El Bar El Cairo. Tengo una cita a las ocho con el Negro, y me siento en su mesa de galanes a esperarlo. Ordeno mi cortado en jarrito, y el Negro me saluda tras el vidrio. Temblor de piernas, taquicardia y cholulismo... ¿Ahora qué hago, qué le digo, después de tanto tiempo soñando este momento...? Lo miro fijo, lo encaro y le largo : "Me cagué de risa con tus cuentos." Y Fontanarrosa, como es más un buen tipo que otra cosa, se da por bien pagado.






Un poco de historia....

Bar El Cairo


 "Inaugurado en 1943 en la planta baja de una casona, famoso por sus reuniones de artistas e intelectuales locales, nacionales e internacionales. Inmortalizado por el escritor rosarino Roberto Fontanarrosa en su libro "La mesa de los galanes" abrió su esquina en Sarmiento y Santa Fe, luego de que un voraz incendio hiciera peligrar el proyecto de reconstrucción allá por Mayo del 2004. Leyenda urbana por donde se lo mire, comenzó como un típico café, con mesas de billar, donde los hombres de la ciudad se juntaban para hablar de fútbol, política y mujeres. En la década del 70, tras ser remodelado, se convierte en un lugar donde un público de jóvenes intelectuales hacían del bar un punto de encuentro fundamental.


Fontanarrosa lo recordaba como "...un club, donde uno iba encontrarse con gente amiga. Muchos de los motivos de mis cuentos y muchos de los personajes ficticios que aparecen en mis libros están inspirados en las charlas que se daban con los muchachos en la mesa del bar". Una de las visitas más recordadas del lugar fue la de Joan Manuel Serrat, quien fuera acompañado una tarde por el negro Fontanarrosa."






El Negro Fontanarrosa



"De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: «Me cagué de risa con tu libro»"


Roberto Fontanarrosa




A boca de jarro

viernes, 29 de julio de 2016

Tres días, tres citas (III)

  


   Este poema brilla con luz propia, interpolado como fuera por el mismo Benedetti en su novela Gracias por el fuego, y da debida cuenta de uno de los grandes fuegos de este autor emblemático de las letras rioplatenses: el amor.



Les comparto lo que a mí modo de ver es la mejor forma de disfrutar de la poesía, la versión cantada, ya que, en palabras de Borges, "... el verso exige la pronunciación. El verso siempre recuerda que fue un arte oral antes de ser un arte escrito, recuerda que fue un canto". Así doy por concluida mi participación en este reto agradeciendo vuestra compañía en la lectura.






A boca de jarro

miércoles, 27 de julio de 2016

Tres días, tres citas (II)

  

   Tomo esta segunda cita, que participa en este reto literario del que gustosa formo parte junto a otros blogs, de una novela ciertamente ardiente y luminosa. Como agua para chocolatede la mexicana Laura Esquivel, es un libro tan suculento como el chocolate, y como suele suceder cuando comemos una barra del buen chocolate, da pena llegar a terminarlo. Se trata, en mi entender, de uno de los mejores exponentes del realismo mágico de las letras hispanas y latinoamericanas. A través de una entretenida y bien tejida trama, se le echa una mirada profunda y muy real a los dramas de la mujer que se debate entre su propio y legítimo deseo de arder con luz propia y el sagrado fuego que recibe por parte de la tradición familiar y cultural, un fuego que hasta el día de hoy la recluye irremediablemente a la cocina.

Ambientada en la primera mitad del siglo XX y en plena ebullición de la Revolución Mexicana, esta novela - cuyo hilo conductor es jalonado por una serie mensual de sabrosas recetas de cocina en un rancho represor y matriarcal - apela al fuego como símbolo de la pasión que les está vedada a sus mujeres para encumbrarlo como fuerza de vida, tal como queda demostrado por esta candorosa cita. El poder de sus llamas ilumina el recorrido del lector hasta el mismo desenlace de la historia en la hoguera del amor de sus protagonistas, el cual a su vez marca el fulgurante ocaso de sus vidas.

Con una sensibilidad y sensualidad chispeantes, Esquivel logra hacer arder las llamas de la pasión en los fogones de una vieja cocina mexicana y resplandecen los detalles costumbristas así como los ancestrales secretos culinarios que hacen a la cocina de la vida misma, narrados con un dejo de ingenuidad que los convierte en leyenda de fuego literario.


Esta vez le paso la posta de este reto de citas a la compañera Ana María Pedraza, quien lo ha pedido especialmente.




A boca de jarro

Buscar este blog

A boca de jarro

A boca de jarro
Escritura terapéutica por alma en reparación.

Vasija de barro

Vasija de barro

Archivo del Blog

Archivos del blog por mes de publicación


¡Abriéndole las ventanas a la realidad!

"La verdad espera que los ojos
no estén nublados por el anhelo."

Global site tag

Powered By Blogger