martes, 9 de marzo de 2021

Klimt : el pintor de la femineidad al desnudo







   "A cada tiempo su arte, y a cada arte su libertad
("Der Zeit ihre Kunst, der Kunst ihre Freiheit")

A finales del siglo XIX se desarrolla en algunos países europeos un estilo de arte al que llamamos modernismo. Se produce en el marco de la revolución industrial, en las ciudades y al amparo de las clases altas. Es un arte decorativista que utiliza los nuevos materiales y pretende dar belleza a los objetos y los espacios urbanos. Se inspira en la naturaleza, aprecia las curvas y abusa de los ornamentos. En arquitectura se destaca, sobre todos, Antoni Gaudí; en pintura, Gustav Klimt. Por lo tanto, no es casual que se elija a Klimt para decorar ambientes, aunque hay mucho más en su pintura que lo meramente decorativo.

Madre, imágenes enmarcadas y detalles tomadas de http://www.gustavklimtcollection.com/

Al ahondar en su vida y su época, intentando explicarme lo que me subyuga de su obra, me encuentro con ciertos datos reveladores dentro de una maraña de chismes sobre su intimidad que no hacen más que iluminar su genialidad: no se puede ser genial sin cargar con una historia familiar densa y superarla, sin romper moldes para tallarse a uno mismo, sin abrirse espacio entre los ignorantes y los consagrados de otrora, sin encontrar oposición. William Blake, un siglo antes de Klimt, lo resumió sabiamente:

"Without contraries is no progression"   
( "Sin contrarios no hay progreso.") 
                El matrimonio del cielo y el infierno, El alegato, 1790-1793.


Gustav Klimt fue el más famoso de los artistas austríacos de su tiempo y el primer presidente de un movimiento de rebelión artística conocido como la Secesión vienesa, la figura más representativa del modernismo pictórico (Jugendstil) en el mundo de habla alemana, en un momento de transición en el que la capital cultural del mundo dejaría de ser Viena, su ciudad natal, para convertirse en París. Su arte no se habría visto envuelto en los escándalos y el rechazo academicista y crítico con el que se enfrentó si Klimt lo hubiese desplegado en una París que, a partir del fin de la Primera Guerra, fue el refugio de todos los grandes del arte en sus diversas expresiones y nacionalidades. Pero Klimt no sería el artista que es de no ser por la actitud con la que enfrentó a esa oposición que inevitablemente le dió mayor fuerza a su expresividad. De la vista de la película acerca de su vida, "Klimt", dirigida por Raoul Ruiz y protagonizada por John Malkovich, poco queda claro sobre su vida más allá de que los críticos y los académicos con sus repetidos "no" le importaban un bledo, y que en la esfera íntima  fue desprolijo, como la inmensa mayoría de los grandes artistas de todos los tiempos: sus lazos familiares fueron tormentosos, fue promiscuo y enfermó de sífilis por serlo, dejó un tendal de hijos no reconocidos, y se trataba de una personalidad compleja, provocativa, díscola, que no transó con la hipocresía, ni la ignorancia, ni el miedo a ser auténtico a lo que envisionaba como arte y belleza.

Podría haber optado por una vida más cómoda. Nació en cuna de oro, ya que su padre, Ernst Klimt, era un orfebre que orientó fuertemente a sus tres hijos varones hacia su mismo camino profesional. Es el oro y la rebeldía para con el mandato paterno y social de su tiempo lo que descolla en sus trabajos y lo que le da un toque único, personalísimo y magistral a toda su descomunal obra:

Higiea, fragmento de "Medicina", 1907.
Detalles de láminas de oro en "El beso", 1908.

Los exponentes vieneses de la Secesión querían dar a su arte una expresión despojada de tapujos y lograr algo propio, sin caer en la imitación de lo foráneo, pero siendo fuente de inspiración y análisis en una Viena en la que la Academia de Arte decidía qué era aceptable y que era rechazado de plano: una actitud poco artística si las hay. Desde muy joven, Klimt trabajó por encargo para casas de renombre en el apogeo del imperio Austrohúngaro y ganó el respeto y la admiración de la exigente y entendida sociedad vienesa: se convirtió en "el elegido de los elegidos". Hasta que se le encomendaron trabajos para la Universidad de Viena, y allí comenzaron las rupturas y los escándalos. Se mantuvo firme en abandonar la norma y se empecinó en plasmar la desnudez erótica, que se convirtió en su motivo supratemporal por excelencia. Al negarse a seguir la línea que se intentó imponerle, y aún habiéndole dedicado diez fecundos años de trabajo, atravesados por críticas antisemitas acerca de su supuesta "desfachatez judía" e histerias nacionalistas, se abrió del proyecto devolviendo todos los honorarios cobrados y decidiendo presentarlo al público bajo el lema: "A mis críticos".
Peces de Oro, 1902.

Fueron los pechos y las nalgas de esas bellas mujeres desnudas de cabellos largos y ondulantes, con su mirada firme y tierna dirigida al espectador, lo que escandalizó a toda una aristocracia intelectual hipócritamente sobria y pacata, a los poderosos que frecuentaban los mismos burdeles en los que se lo pescaba a Klimt in fraganti y que luego le bajaban el pulgar a la hora de reconocer su talento. De esa ruptura con lo que se esperaba de él surge su etapa dorada y la aceptación del público. En sus pintura se despliega su pasión por los mosaicos bizantinos, la influencia del japonismo, tanto en la indumentaria como en las formas, los colores vívidos y la luminosidad, la enormidad de sus cuadros, y su ansia por convertir cada obra en una alegoría poética en sintonía con otras manisfestaciones artístcas geniales, como la Novena Sinfonía de Beethoven que plasmó en el Friso de Beethoven, un cuadro de 34 metros de longitud y 2 de altura, que refleja en tres paneles el sufrimiento de la humanidad, las pasiones consideradas pecaminosas, las fuerzas destructivas y hostiles que se oponen al genio y al arte, a la sensualidad y a la desmesura, y el hallazgo de la felicidad consumado en la poesía.


El abrazo entre el hombre y la mujer se convirtió también en un motivo recurrente en su obra, y se catapultó a la gloria en El beso, "una oda a la humanidad", combinación perfecta entre oro, plástica y expresividad, una obra monumental de carácter simbólico que representa la unión mística, lírica y carnal del hombre y la mujer.


Sus retratos reflejan todas sus aventuras amorosas con mujeres prohibidas y capturan la esencia de una femineidad que empezaba a asomar, igual que un nuevo mundo: la nueva clase de mujer desafiante, extrovertida, sensual y tentadora no solo por su cuerpo sino por su elegancia, su gusto por los adornos y su conexión profunda con un mundo líquido, subterráneo, etéreo y erótico que tan bien supo plasmar en sus retratos  femeninos vestidos o al desnudo.

Adele Bloch-Bauer I, 1907 , detalle

Pero sin dudas lo que más me asombra de este genial exponente de la pintura contemporánea es su penetrante visión del mundo femenino que también materna, como quizás él se haya sentido maternado por tantas mujeres que pasaron por su vida fugazmente. Es la imagen a la vez sensual y tierna de una mujer que conoce los ciclos de la naturaleza desde su estado embrional y que precisa de una red humana de contención en el acto de dar y cuidar vida: no hay nada como la serie de pinturas que ilustran lo que las mujeres descubrimos para nuestro asombro entre el rito iniciático del amor carnal y el sagrado instante en el que devenimos madres acerca de los secretos de las puertas de la vida que se nos abren al parir y nos conectan con ciertas visiones que entrelazan mundos concretos, de formas, color, piel, olor, fluídos y memorias latentes, con mundos sutiles de sensaciones ancestrales, emociones intensas, visiones místicas, presagios oníricos y certezas etéreas que transmutan la percepción sensorial y potencian nuestro erotismo.

Serpientes acuáticas II, (Las Amigas), 1904.
Las tres edades de la vida, 1905.
Muerte y vida, 1916.
Mujeres al desnudo, en una desnudez que no ofende, que no perturba, sino que devela y entroniza el arquetipo del dorado, apasionado y tierno poder de la fuerza sexual femenina, que, en definitiva, materna vida que se hace arte desde su desnudez.




A boca de jarro

lunes, 8 de marzo de 2021

Double-think...Think twice...




“Big Brother is Watching You.”― George Orwell, 1984





“Sanity is not statistical.”― George Orwell, 1984

Miguel de Unamuno: "El talento no está sujeto a comicio."


“Nothing was your own except the few cubic centimetres inside your skull. ”
― George Orwell, 1984




“We shall meet in the place where there is no darkness.”― George Orwell, 1984




“But if thought corrupts language, language can also corrupt thought.”
― George Orwell, 1984




"How can I help it? How can I help but see what is in front of my eyes? Two and two are four."
"Sometimes, Winston. Sometimes they are five. Sometimes they are three. Sometimes they are all of them at once. You must try harder. It is not easy to become sane.”
― George Orwell, 1984






“Reality exists in the human mind, and nowhere else.”
― George Orwell, 1984








“Doublethink means the power of holding two contradictory beliefs in one's mind simultaneously, and accepting both of them.”
― George Orwell, 1984

sábado, 6 de marzo de 2021

Yo soy





Yo soy.

Comienzo los días

de una vida que, a ratos, se me hace vacía

intentando no identificarme

con aquello que el mundo

dice que yo soy,

con lo que lleva sello en mi documento,

en todos mis diplomas,

en mi libreta roja de casamiento,

en mi negro registro de conductora

de un vehículo que yo ni siquiera conduzco, 

que yo ya no tengo,

y que no deseo poseer para probar que soy.




Yo soy.

Puedo enumerar una larga lista

de habilidades, de capacidades y de derroteros:

lenguas, palabras, alhajas,

empleos,

nombres, lugares, pinturas,

sabores, olores, colores,

árboles, poemas, todas las canciones

que me subyugaron,

que me prometieron

muchísimo más de lo que me dieron,

y esta soy yo: yo soy la que escribe su definición.



Yo soy.


Yo no soy aquello que decido ser.

Yo no soy aquello que adoro hacer.


Yo no soy quien otros creen que yo debo ser.

Y sé muy bien quien soy,

aunque yo no tenga una definición.



Soy un núcleo líquido en el que navego

cuando la marea de esta vida adulta

por fin se sosiega, por fin se me aquieta,

cuando el flujo cede en honda sintonía con mis propias lunas,

y puedo gozar en mis aguas mansas,

y puedo ser yo en mis playas blancas, desnuda.




Entonces me paro frente a mis espejos

y me veo en todo lo que ahora descreo:

esa imagen vana, que es sólo un reflejo,

y todas las premisas que se me han dispuesto

para ser quien soy,



simplemente eso: yo.




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