Me la vendieron como una comedia inglesa y al ver los rostros de los actores que más me conmueven en el mundo y con el recuerdo fresco de Kenneth Branagh recitando unas líneas de La tempestad de Shakespeare en la Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos, no lo dudé. Con perdón de todos los aficionados al deporte olímpico, no cambio ni un minuto de buen cine inglés por todas las prodigiosas hazañas de estos atletas que siempre intentan y a menudo logran batir su propia marca.
Estos siete soberbios veteranos de la tradición actoral inglesa tienen dos particularidades que, en mi modesto entender, jamás defraudan: por sus venas corre la sangre del Bardo, exudan talento, tablas y la tradición del oficio, y lucen naturales llevando con orgullo sus años, mostrando sus arrugas, sus canas y sus panzas con dignidad, y eso, en estos tiempos de errada búsqueda de la juventud eterna a fuerza de inyecciones y quirófanos que paralizan y momifican todo atisbo de expresividad, resulta admirable. Es así como ellos también, igual que los atletas olímpicos, rompen récords en sus propios logros actorales.
La película es un colorido canto a la vida tanto como un fiel reflejo de la cara más oscura de la realidad del mundo en que vivimos esa vida que, a pesar de todo, merece ser honrada. Estos otrora acomodados ciudadanos británicos cuya adultez ha transcurrido en la afluencia y en compañía, ahora descubren desde su soledad y su condición de ancianos jubilados que su sociedad no sólo no les ofrece el confort en el que han vivido siempre sino que además los desecha y los coloca en listas de espera cuando de su salud se trata. Asimismo, descubren que ellos mismos no han hecho todo tan bien como creían, o que han quedado cuentas pendientes que deben saldar antes de que sea demasiado tarde. Se les presenta como opción de retiro barata y a la vez idealizadamente exótica un hotel en Bangalore, que les pintan como magnífico, aunque se cae a pedazos, como sus propias vidas, ya que no les brinda la comodidad que esperan, pero les abre la puerta a un mundo de colores, olores, sabores, ritmos, sonidos y experiencias que los acercan a lo esencial: la sensación de que siguen vivos y de que sus vidas cobran sentido y así se adaptan, se encaminan, se enfrentan con la verdad, se cierran historias que han resultado heridas abiertas o que se han marchitado hace años.
"El exótico Hotel Marigold" ("The best exotic Marigold Hotel") ostenta el lujo de un reparto que incluye a Judi Dench, Maggie Smith, Tom Wilkinson, Bill Nighy, Penelope Wilton, Celia Imrie, Ronald Pickup y Dev Patel. La película está dirigida por John Madden, director de "Shakespeare apasionado" ("Shakespeare in Love"), y claramente transmite esa pasión por la grandeza de las buenas letras y la dramaturgia británica de pura cepa a partir de un sólido y jugoso guión escrito por Ol Parker, basado en la novela These Foolish Things de Deborah Moggach.
Maggie Smith, única... |
La acción, que desemboca en un final algo rosa, pero en el que se percibe una evolución en los personajes y se hacen notar las ausencias que el paso del tiempo se cobra, reivindica el valor de la ancianidad por todo su potencial vital y por lo que las personas mayores pueden y deben transmitir en sabiduría a los más jóvenes insertados ambos en un mismo mundo como partícipes activos y agentes de cambio. El joven hindú Sonny Kappoor, encarnado por el mismo muchacho de "Slumdog millionaire", Dev Patel, es quien introduce el hilo conductor y eje temático que finalmente deja la historia como mensaje:
- En la India tenemos un dicho: "Al final, todo irá bien". Por lo tanto, si no va todo bien, es que todavía no es el final.
Como explicara uno de sus productores, la novela les atrajo porque: "... precisamente cuando estos personajes podrían entrar en el período más gris de su vida, ante ellos se abre un capítulo vital absolutamente nuevo, con una explosión de brillo y color, literalmente, y la oportunidad de reinventarse".
Esto define el buen cine para mí: aquel que te deja pensando mucho después del rato de gozo y placer estético que te regala, el que resulta una deliciosa combinación de buen libro con excelentes actuaciones, una atractiva puesta en escena que enseña mucho sobre una realidad que no conocemos bien, tanto sea la de la India como la de la vejez misma, que nos llegará a los que lleguemos a ella, y el que es capaz de mostrar la realidad más cruda sin golpes bajos. Pero por sobre todo, el efecto del buen cine es el de despertar nuestra adormilada certeza de que el viaje de la vida siempre nos depara algún destino que nos brinda una oportunidad de reinventarnos.
A boca de jarro