Días arduos cuando azota la enfermedad paterna... Mucho maternaje sutil que hacer con los propios padres fragilizados, además de seguir maternando a los hijos, al trabajo, a los demás vínculos... Un tironeo importante. ¿Dónde queda el "yo"?
Los iluminados, los Santos, saben que el camino de la felicidad, de la plenificación de la existencia, del verdadero sentido existencial que tanto parece que hemos perdido en este mundo postmoderno que nos toca protagonizar, está en sacar al "yo" del camino: esa es la puerta de acceso a lo que Jesús llama "el Reino de los Cielos". Como me lo explicó alguna vez un cura amigo, el Padre Hernán, un iluminado, y como yo lo entendí, el Reino de los Cielos está acá, empieza en en la tierra. Es vivible desde nuestra humana mortalidad.
La Madre Teresa de Calcuta lo decribe así:
"Señor, cuando tenga hambre,
dame a alguien que necesite comida;
cuando tenga sed,
mándame a alguien que necesite agua;
cuando tenga frío,
mándame a alguien que necesite calor;
cuando tenga un disgusto,
preséntame a alguien que necesite un consuelo;
cuando mi cruz se haga pesada,
hazme compartir la cruz de otro;
cuando esté pobre,
ponme cerca de alguien necesitado;
cuando me falte tiempo,
dame a alguien que necesite unos minutos míos;
cuando sufra una humillación,
dame ocasión de alabar a alguien;
cuando esté desanimado,
mándame a alguien a quien tenga que dar ánimos;
cuando sienta ansiedad de la comprensión de los demás,
mándame a alguien que necesite la mía;
cuando sienta necesidad de que me cuiden,
mándame a alguien a quien tenga que cuidar;
cuando piense en mí mismo,
atrae mi atención hacia otra persona.
Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos que
viven y mueren pobres y hambrientos en este mundo de hoy.
Dales a través de nuestras manos, el pan de cada día,
y dales, gracias a nuestro amor comprensivo, paz y alegría.
Me llamó la atención descubrir en La Nación del domingo 7 de agosto, que esto mismo que predica la Madre Teresa es lo que propone The New York Times con su línea editorial del pasado 2 de agosto ante el la noticia del acuerdo en el Congreso Norteamericano para aprobar la ley que evitaría el riesgo del temido default, y que causó furor en todos los demás periódicos y medios periodísticos de ese país y del mundo.
Dice La Nación del domingo, Sección Enfoques, página 2:
"The New York Times sabiamente elije publicar en primera plana la foto de un niño somalí, desnudo y desnutrido, sobre una mesa, en un hospital. Esta imagen de absoluta crudeza generó un impacto muy fuerte en los lectores y tuvo miles de reacciones en Internet. La foto es terrible y es difícil mantener la vista sobre ella durante mucho tiempo. Produce un desgarro profundo a cualquiera que la mire. Este niño desnutrido, que tapa su rostro como si quisiera protegerse de las calamadidades que lo acosan, es sólo un caso de una tragedia de proporciones bíblicas. Según Unicef, hay 2,3 millones de niños con malnutrición aguda en la región del "Cuerno de África" (Somalía, Yibuti, Eritrea y Etiopía) y más de 500 mil moribundos si no reciben ayuda en las próximas semanas. La situación es catastrófica y exige ayuda internacional urgente."
Y el artículo sigue, sin mostrar la foto en cuestión, cosa que celebro, reflexionando acerca de la fuerza de la imagen por sobre las palabras, y la necesidad que tenemos los habitantes de este convulsionado mundo del siglo XXI de sacar la mirada de la pelusa del ombligo propio para lograr "ver" ...
"... la existencia de nuestros congéneres que, en algún lado, se están muriendo masivamente de hambre (...) Las problemáticas del Tea Party colocadas al lado de un niño malnutrido le dieron a esta edición una repercusión de otro orden. Y lo inesperado de la publicación, lejos de eclipsar la noticia, la realzó fuertemente."
Quiero creer que no se trató simplemente de una forma de causar impacto editorial. Quiero creer que fue un poner en práctica los principios éticos que predicaba y practicaba la Madre Teresa, los que emanan de todo Libro Sagrado y Vida Consagrada a la Vida. Quiero creer que este diario nos dio a todos una buena lección, no sólo por los niños africanos en necesidad de ayuda urgente, sino por nosotros mismos, por nuestro propio bien, nosotros urgidos de necesidad de ayudarnos unos a otros, de dejar de mirar nuestro propio ombligo para comenzar a "ver". Y así, nuestro modo de encarar la vida toma otra perspectiva, la medida, la equilibrada, la justa. Quiero creer que encontré ... "La Biblia junto al calefón".
A boca de Jarro