miércoles, 17 de junio de 2015

En cada solitario instante


Holanda, Leiden"Ciudad-Llave"


Llegué a Borges,
 entré,
cerré con llave,
derribé los muros
 - ¡tantos! -,
con las manos desnudas,  
de rodillas, 
 implorando,
 me encontré
- ¡por fin! -,
 a mí
sola,
agonizando
en cada solitario instante,
en ese laberinto del espejo,
harta ya de Arquetipos y Esplendores,
me llené bien la sangre  
de aquel verdor perdido
perfumadito de eucaliptos
y llegué,
- ¡en buena hora! -,
  justo al lugar que la garganta angosta
cuando el sol se pone arrebolado
 de nubes y de sombras en mi boca.
Desenterré aquel sueño no nombrado,
 a paso firme, 
sí, 
- ¡al fin! -
salí....
Detrás de todos los efímeros reflejos
yo  
 sé por fin 
que este Poeta
 para siempre 
me ha salvado.


Borges, Hôtel des Beaux Arts, París, 1969.



El Ápice



No te habrá de salvar lo que dejaron

Escrito aquellos que tu miedo implora;
No eres los otros y te ves ahora
Centro del laberinto que tramaron

Tus pasos. No te salva la agonía
De Jesús o de Sócrates ni el fuerte
Siddharta de oro que aceptó la muerte
En un jardín, al declinar el día.

Polvo también es la palabra escrita
Por tu mano o el verbo pronunciado
Por tu boca. No hay lástima en el Hado

Y la noche de Dios es infinita.
Tu materia es el tiempo, el incesante
Tiempo. Eres cada solitario instante.


Jorge Luis Borges


A boca de jarro

domingo, 14 de junio de 2015

El laberinto y el espejo





Llego a Borges,
le entro,
derrito el miedo: 
 alegremente me pierdo
en ese laberinto del espejo,
me embriago de Arquetipos y Esplendores,
me lleno los pulmones de eucaliptos,
arribo al otro lado del ocaso,
me encuentro con un sueño sepultado,
le entro...
Detrás de los reflejos
presiento que ese Borges
me ha nombrado.



"En cualquier parte del mundo en que me encuentre cuando siento el olor de los eucaliptos, estoy en Adrogué. Adrogué era eso: un largo laberinto tranquilo de calles arboladas, de verjas y de quintas; un laberinto de vastas noches quietas que mis padres gustaban recorrer. Quintas en las que uno adivinaba la vida detrás de las quintas. De algún modo yo siempre estuve aquí, siempre estoy aquí. Los lugares se llevan, los lugares están en uno. Sigo entre los eucaliptos y en el laberinto, el lugar en que uno puede perderse. Supongo que uno también puede perderse en el Paraíso. Estatuas de tan mal gusto y tan cursis que ya resultaban lindas, una falsa ruina, una cancha de tenis. Y luego, en ese mismo hotel "Las Delicias", un gran salón de espejos. Sin duda me miré en aquellos espejos infinitos. Muchos argumentos, muchas escenas, muchos poemas que he imaginado, nacieron en Adrogué o se sitúan en ella. Siempre que hablo de jardines, siempre que hablo de árboles, estoy en Adrogué; he pensado en esta ciudad, no es necesario que la nombre."

Jorge Luis Borges, 1981



A boca de jarro

viernes, 12 de junio de 2015

Aún tengo la vida

Para vos que la encontraste y la seguiste hasta mí a través del árbol de la Vida...
Fotografía de Robert Capa


EL HERIDO

Para el muro de un hospital de sangre


Por los campos luchados se extienden los heridos.
Y de aquella extensión de cuerpos luchadores
salta un trigal de chorros calientes, extendidos
en roncos surtidores.

La sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo.
Y las heridas suenan, igual que caracolas,
cuando hay en las heridas celeridad de vuelo,
esencia de las olas.

La sangre huele a mar, sabe a mar y a bodega.
La bodega del mar, del vino bravo, estalla
allí donde el herido palpitante se anega,
y florece, y se halla.

Herido estoy, miradme: necesito más vidas.
La que contengo es poca para el gran cometido
de sangre que quisiera perder por las heridas.
Decid quién no fue herido.

Mi vida es una herida de juventud dichosa.
¡Ay de quien no esté herido, de quien jamás se siente
herido por la vida, ni en la vida reposa
herido alegremente!

Si hasta a los hospitales se va con alegría,
se convierten en huertos de heridas entreabiertas,
de adelfos florecidos ante la cirugía
de ensangrentadas puertas.



II

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.

                                                                       Miguel Hernández




SERRAT - PARA LA LIBERTAD - Madrid 1987

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