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miércoles, 4 de mayo de 2011

Hoy Aprendimos III (Y espero ÚLTIMA...) "IMPOSSIBLE IS NOTHING"

                                                                                                                                                                                                                  
  Sé que mi amiga Ale, mi compañera Mariana, y vaya uno a saber quién más, pueden estar esperando la tercera y, espero, última parte de la saga “Hoy Aprendimos...”. Finalmente,  se produjo la charla con la profesora de flauta. No fui en pie de guerra. No soy una mamá problemática en el colegio de mis hijos, eso que para los docentes significa “una pesada insoportable que viene siempre a quejarse”. No, no lo soy. Pero acá había que intervenir, como algunas otras veces, por el bien de todos. Y creo que salió bien.
  Fui llena de empatía, por mi hija y por la docente. Entiendo que mi hija es sensible y vulnerable a comentarios descalificadores, como todo niño, y agregaría, como todo ser humano. Entiendo que educar se trata de mirar la parte llena del vaso, y no la vacía, de dar alas para intentar levantar vuelo cuando los motores estén listos y saber ESPERAR, en lugar de pretender que vuelen dándoles un empujón a destiempo. Y entiendo también que la docente está desbordada, que ese día se le pudo haber deslizado un comentario desagradable porque le dieron dos cursos juntos para cubrir la ausencia de una colega, y sé, por experiencia propia frente al aula, cuán difícil es estar en sus zapatos, medir las reacciones y las palabras, tanto como que se te pueden “volar los patos”; y así se lo hice saber, pero somos adultos educadores, y hay que medir las palabras...
  
  En principio, alegó no recordar haber dicho lo que mi hija relató en casa. Expresé que no creía que mi hija fuera una fabuladora, aunque quizás desde su óptica infantil podía magnificar sus comentarios. Luego, al ver que había empatía y crítica constructiva, cambió su actitud a punto tal que en un momento se le llenaron los ojos de lágrimas. ¡Qué paradoja: alumna y docente llorando las dos por perderse el disfrute del proceso de enseñanza-aprendizaje y autoexigirse  ambas lo imposible, la perfección! ¡Qué desperdicio de energía y potencial de los dos lados!

  Convenimos en que es fabuloso que se aprenda a tocar un instrumento, y en que debería haber más arte y más educación física en la escuela: me pasaron letra Sir Ken Robinson y Eduard Punset. Porque somos cuerpo y alma con cabeza y cerebro antes que cabeza y cerebro con cuerpo y alma: ¿se entiende el orden de prioridades? Entonces, ¿por qué tanta matemática, lengua y ciencia, y tan poco arte, sensibilidad, creatividad  y movimiento? 

  Le hice saber mi parecer sobre la falta de gradualidad en como lleva el curso, y le dije que, habiendo aprendido a tocar flauta en el secundario, me había costado tocar “El Himno de la Alegría” de Beethoven y “Yellow Submarine” de Los Beatles, en un concierto desafinado que tuvimos en casa el domingo a la noche. ¿Cómo no le iba a costar a una nena de ocho años que está desarrollando su motricidad fina, requisito indispensable para digitalizar un instrumento usando las dos manos? ¿Y pretender que lo logre en seis semanas?

  Dijo que nunca nadie le había cuestionado el ritmo al que iba, y que la mayoría de los chicos la seguían y le pedían una nueva melodía cada clase: pues bien, siempre hay alguien que se anima a cuestionar primero y en voz alta. Y si mi hija necesita ir más despacio: ¿qué tiene de malo?... ¿Acaso eso la hace “lenta”?... ¿Cuál es el apuro, a dónde queremos llegar, y para qué?... ¡Ésto no es un conservatorio!  Muy bien: acusó recibo.
  Me encontré, como ya dije otras tantas veces en este mismo espacio de franca reflexión, con otra docente más, y van muchas, desbordada, hastiada, desequilibrada emocionalmente, sin registro de quién tiene en frente, de qué siente y qué le pasa al chico, simple y tristemente porque ella tampoco puede conectar con sus propias emociones, “parar la pelota” y autoevaluar su propia labor, justamente por falta de equilibrio. Un equilibrio que falta por un buen número de razones totalmente atendibles: sobredemanda laboral, escasa remuneración económica, falta de tiempo para desarrollar su tarea correcta y gradualmente (ochenta escasos minutos por semana), sobrepoblación en el aula, necesidad de aprobación por parte de sus superiores, y otras cuestiones personales que noté, pero prefiero reservármelas.
         
  Logramos ponernos en los zapatos del otro, por un rato aunque sea: ella en los de mi hija, yo, en los de ella, ella en los míos… Y nos entendimos, aunque por momentos se hizo difícil la escucha: un arte que requiere de mucha más afinación que la flauta.
  ¡Qué bueno sería que todos los conflictos y disonancias, desacuerdos y guerras del mundo se resolvieran así: charlando, escuchando y poniéndose en los zapatos del otro por un rato, para sentir cuanto aprietan, tanto como los propios! Lo digo porque, justo antes de ir al colegio esa mañana, me enteré del asesinato de Bin Laden, que no pone fin a esta espantosa guerra, sino que posiblemente la empeore. 


  Esperemos este sea el fin de la saga “Hoy aprendimos…”, que jamás fue ni será una guerra , ya que pateamos para el mismo arco en este partido... o eso espero. Y aunque mi hija no llegue a ser Mozart porque no nació Mozart, deseo que disfrute de sus clases de música tanto como su maestra. Esa es la clase de escuela que quiero para mis hijos y para sus maestras y profesores, y creo que no es muy difícil de lograr:
  Sólo se trata de poner el corazón y de afinar bien.

   Y te lo digo y se lo dije todo así: a boca de jarro afinado.

*Nota: También le dedico esta entrada a Marta Fiorina, dándole la bienvenida al blog, y apostando a su calidad humana, docente y a toda la tiza bajo sus uñas para enriquecer este espacio con sus aportes: ¡cuando gustes, Martita! Y ahora también a vos, que sé que la estás terminando de leer, Mariela...

                    

sábado, 30 de abril de 2011

EPIFANÍA I : UNA REFLEXIÓN DE SIR KEN ROBINSON

Pablo Picasso: "Meninas"



 Repensando y elaborando el enojo de ayer, experimenté una epifanía reconfortante. Recordé una conferencia que dio Sir Ken Robinson en California en el 2006, que escuché por primera vez en un sitio maravilloso que frecuento y recomiendo:  http://www.ted.com/talks

                      
 En esa charla, que formó parte de una serie de conferencias sobre educación, Sir Robinson plantea la necesidad de un cambio en nuestro sistema educativo con mucha inteligencia, gran sentido del humor y anécdotas enriquecedoras y reales. 


  Hay dos conceptos básicos que me vinieron a la memoria y reverberan sobre mi experiencia de ayer, y que Sir Robinson desarrolla magistralmente. Uno está basado en un dicho de Picasso:


     "TODOS LOS NIÑOS NACEN ARTISTAS"

  El problema es seguir siendo un artista mientras crecemos y pasamos por la escuela. Él, como yo, cree apasionadamente que al crecer no incrementamos nuestra creatividad innata, sino que la perdemos lastimosamente, porque somos educados a través de un sistema de evaluación que premia la repuesta correcta, no la respuesta creativa, original y viable. Pasamos por una escuela que ignora que la inteligencia es diversa, dinámica y única en términos de individualidad, y que estandariza y evalúa en masa, ignorando y hasta a veces reprimiendo o estigmatizando la unicidad de cada ser cuando no encaja en el patrón. 
  
 Y el otro concepto que me vuela la cabeza es lo que Robinson describe como nuestra única esperanza frente a este desalentador paradigma: la necesidad de adoptar una nueva concepción de ecología humana, mediante la cual comencemos a reconstruir nuestra concepción de la riqueza de las capacidades humanas en términos educativos. Nuestro sistema educativo ha socavado nuestras mentes del mismo modo en que nosotros hemos dañado a nuestro planeta. Y por lo tanto, en el futuro, a menos que las cosas cambien, ni nuestras mentes ni nuestro planeta serán viables. Escucharlo realmente vale la pena, porque este es un tema que nos incumbe a TODOS. 

  ES UN MODELO DEL EDUCADOR QUE CREO DEBERÍA ABUNDAR EN LAS ESCUELAS

 Sir Ken Robinson : Las escuelas matan la creatividad , TED 2006


"Ver nuestras capacidades creativas como las riquezas que son, y  ver a nuestros hijos (y yo agrego, alumnos, auqnue se me hace casi lo mismo ya), como la esperanza que constituyen. Nuestro deber es educar al ser humano integralmente para que pueda encarar el futuro, aunque nosotros no estemos aquí para verlo..."

Y te lo dice así: ¡A boca de jarro!

viernes, 29 de abril de 2011

Hoy aprendimos II: ¡AY, LA FLAUTA!

                                                                       
 
                                         
                                                    


   Ya hablé de la maestra de música de mi hija, bueno, “maestra” alguien nace y se hace, pero ella, no lo se… Pasaron menos de dos meses del comienzo de clases, y luego de haberles hecho creer que en su primera clase habían “aprendido a tocar la flauta”, cosa que queda registrada en la primer foto, la mala praxis lamentable e inexorablemente continúa, “aprendiendo” una nota y una canción nueva por clase …como también se ve en la foto de ayer.
   Sí, disculpen mi enojo de hoy, enojo por ser madre y por ser educadora. Llamemos a las cosas por su nombre: esto es mala praxis, y debería tratarse seriamente, tal como se hace en el caso de la salud. Porque la mala praxis educativa empobrece al alma, corroe la autoestima, y enferma la psiquis de un niño, a veces de modo irreversible. En casa puede haber apoyo, estímulo y paciencia para con los tiempos lógicos y naturales que conlleva cualquier proceso de aprendizaje. Pero si nada menos que la docente a cargo de guiar ese aprendizaje derriba lo que afanosamente viene construyendo la chica paso a paso de un puntapié, con un comentario desafortunado e inapropiado, una rótulo negativo, o a veces tan sólo un gesto o una calificación que no valora el esfuerzo, el punto de arranque y el logro en el tiempo,entonces las consecuencias pueden ser nefastas. Es muy posible que la niña crea en ese juicio y lo asuma como "la verdad" sobre sus habilidades o falta de ellas, y así deje de esforzarse e intentar: 
“¡Total para qué, si ya me dijo la que sabe que no soy buena, que no sirvo para esto!”

   El mensaje siempre debe ser: “¡SE PUEDE!” 

   Por supuesto, sin engañar, sin estafar: eso también constituiría mala praxis. No le hacemos creer a quien no tiene buen oído musical, y este no es el caso, que puede llegar al conservatorio. Pero si decimos:

“Sos una mala alumna”, “Vas muy lento”, no le doy ni chance de que llegue a tocar  “Yellow Submarine” con gusto, aunque no llegue a ser Mozart, ya que Mozart, como Einstein o Shakespeare, se  nace, no se hace en la escuela: ¿se entiende?

   Bueno, esto pasó ayer. Esto le pasó a mi hija de 8 años que practica flauta dos o tres veces por semana en casa y le enseña a su papá, que tiene, como decimos aquí, “un toscano en la oreja”, y justamente por eso, se puso a aprender con ella: para demostrarle que se puede si se quiere, aunque no lleguemos a ser el flautista de Hammelin ni mucho menos en un mes y medio…
    Estoy enojada. Hirieron los sentimientos de una hija sensible, responsable y aplicada, quien, como todos, necesita aprobación y estímulo. E hirieron el más noble valor de la profesión que ejerzo y desarrollo con convicción y pasión, aunque no soy justamente recompensada por hacerlo en varios sentidos, como tal vez le suceda a esta maestra de música, quien posiblemente cargue con su propia mochila de malos aprendizajes propios, hastío y frustración . Pero eso da para otra reflexión. De todos modos, si en esto elegimos estar como adultos, debemos cumplir con nuestra promesa de educar:

Educar es dirigir el proceso de aprendizaje y desarrollo de las facultades intelectuales, físicas, morales, etc. de una persona. Es formar, instruir, aleccionar, ilustrar. Es ejercitar, afinar, perfeccionar.

Lo opuesto es lo que se da en este y en tantos otros casos:

Maleducar, malcriar. Incapacitar. Atrofiar.

   Esto es lo que dice mi Diccionario Esencial de Lengua Castellana. Y el mío personal como madre, educadora y persona. 

Mi lema para este nuevo año de enseñanza del inglés en mi vida, y ya van más de 20, es:

                      IMPOSSIBLE IS NOTHING”
         (“Nada es imposible” aunque el hipérbaton lo
            potencia: “IMPOSIBLE ES NADA”)        
                                     
 Se lo pedí prestado a Adidas. Veremos qué dice esta señora con quien quiero tener una charla por las lágrimas que le causó ayer a mi hija. Veremos… IMPOSIBLE ES NADA.

                                        

Y se lo diré así: a boca de jarro.

jueves, 14 de abril de 2011

Una educación apropiada

                                                                                          
                                                           
Hoy tengo clase con un grupo muy avanzado de inglés, y vamos a discutir un texto escrito por Charles Handy sobre lo que en su opinión sería una “educación apropiada”. En este grupo, de un nivel espectacular, una muy buena alumna, ya universitaria, tuvo dificultades para hacer una breve y simple exposición oral clases pasadas por las emociones negativas que la embargan a la hora de hablar en inglés frente a un docente.

Justo hoy, mi hija menor se desveló por el stress que le genera el hecho de tener tres pruebas en una misma semana, más un trabajo práctico hecho en casa, por supuesto, ya que como dije varias veces, apenas está cursando tercer grado del primario…
Mi hija es una alumna capaz y responsable, temerosa del error e insegura. Esas son sus marcas personales, pero convengamos en que las escuelas a las que ha asistido no han hecho demasiado por hacerla sentirse segura de sí misma ni confiada del hecho de que del error se aprende y que es inevitable equivocarse.


Su maestra este año dice trabajar respetando enfoques pedagógicos que emplean al error como fuente de aprendizaje, y estima que mi niña va a superar su inseguridad; no obstante, se ve forzada por el sistema a tomar evaluaciones en lugar de hacer evaluación continua, por ejemplo, porque la nota de la prueba escrita es “para el boletín de calificaciones”. Todos los que enseñamos sabemos que generalmente el alumno no da lo mejor de sí en un examen, porque teme las consecuencias del error que ya conoce y así , atemorizado, es más propenso a cometerlo. Cuantos más errores, menor calificación. Aquí está la gran contradicción: ¿cómo podemos luego pregonar que del error se aprende, si el chico se ve “castigado” al cometerlo? ¿Cómo no temer al error? ¿Por qué la evaluación finalista pesa más a la hora de calificar que la evaluación continua, la del día a día? ¿Por qué no ponderar los aciertos?


Charles Handy, un respetado escritor, columnista y comentador inglés, autor de varios best sellers sobre el mundo de los negocios y el trabajo corporativo, además de haberse desempeñado como profesor en el London School of Business y ser miembro de la Royal Society of Arts, habla en el texto que analizaremos hoy con mis alumnos ya grandes sobre cómo la educación que recibió tanto en su paso por la escuela como por la universidad lo hizo un “discapacitado” para el mundo del trabajo con el que se encontró al graduarse. Dice haber terminado sus estudios con su cabeza llena de conocimientos que le permitieron aprobar todos los exámenes que le pusieron en el camino, y que a pesar de sentirse un hombre bien educado, se encontró mal equipado para responder a la necesidad de ganarse la vida y de tomar las decisiones correctas que le surgieron tanto en lo personal como en lo laboral. Descubrió que había sido instruido para resolver “problemas cerrados”, es decir, de una sola respuesta: la correcta o la errónea; mientras que en su empleo debió hacerle frente a “problemas abiertos” que requerían un número de posibles respuestas. Lo que Edward De Bono llamaría “pensamiento lateral”. Además, había sido educado en una cultura individualista: sus notas eran suyas, y sus compañeros de clase eran sus “competidores”; mientras que en su trabajo debía trabajar cooperativamente con sus colegas para obtener buenos resultados para todos, y si bien sabía de las bondades del trabajo en equipo, ese concepto estaba en el compartimento de “diversión” en su mente, ya que la idea de equipo tenía que ver con el deporte más que con sus estudios.


El texto es extenso y muy rico, y deja entrever una mente brillante, que logró aprender a pesar de su escolaridad. Concluye diciendo que su educación resultó “incapacitante” (“disabling”), ya que ,en rigor, le enseñaron actitudes y comportamientos que eran justamente lo opuesto a lo que se necesita en la vida real, en el mundo concreto del trabajo.


Él, como yo, desea ver un cambio de paradigma. Mientras tanto sigo tratando de ayudar a mis hijos y a mis alumnos a que sobrevivan en este sistema que tan poco tiene que ver con la forma en que deberíamos aprender, vivir y trabajar en un mundo mejor.


Y te lo digo así: a boca de jarro.                                       

*Nota 1 : El texto al que hago alusión es un fragmento de “A Quest For Purpose In The Modern World”, en el que Charles Handy cuestiona los valores modernos.
*Nota 2: Esta entrada está dedicada a mis alumnos de CPE1, que tal vez espíen mi blog… espero que le guste, y se enteren de que intentaré enseñarles sin generarles tensiones y estimulándolos a que desarrollen sus potencialidades y disfruten el hecho de aprender, a pesar de que les tengo que poner notas... 

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