En el diario de hoy, en versión impresa y digital, me encuentro con resonancias de mis últimas reflexiones sobre lo que está sucediendo en nuestro mundo en crisis, que no es otra cosa que cambio. Otra vez la simple lectura del periódico me hace sentir que no estoy tan loca al intentar encontrar explicación a los síntomas de la enfermedad del mundo de hoy con los escasos argumentos de los que dispongo (lo mío es más que nada el sentido común), como simple espectadora y partícipe, y por eso me informo y me animo a escribir y a pensar en voz alta. Lo mío no es la política, es SER Y VIVIR con una actitud reflexiva y crítica para construir. Eso es lo que yo entiendo como "hacer política". Tal vez por eso no me siento identificada con la política que practican la mayoría de los políticos, porque muchas veces, no digo siempre, esa política parece no construir lo que más hace falta construir.
Me interesa el curso que ha de tomar este mundo tan convulsionado. Se me vienen al alma las palabras de Jesús, no sólo porque soy Cristiana, sino por lo que Jesús causó en sus tiempos y sigue causando con su Palabra como partícipe crítico de la realidad que le tocó vivir como hombre de paz. Y a Jesús lo crucificaron por incomprendido. Igual que Jesús, me nutren las palabras de la Madre Teresa de Calcuta, una luchadora pacífica y gestora de cambio a través de su ejemplo de vida. Se me viene Juan Pablo II, con su valentía, bonhomía y participación "proactiva" (palabra posmoderna si las hay...), en los conflictos que atravesó el mundo mientras fue Papa por un largo tiempo; me viene Nelson Mandela, quien fue encarcelado por proponer paz, unión y equidad. Se me viene Gandhi, con sus huelgas de hambre, luchando así también, sin armas, para cambiar al mundo. Se me viene John Lennon, un cuestionado pacifista, autor de maravillosas canciones que suenan utópicas, asesinado por un fanático loco que creía que Lennon estaría mejor en otro lado: "Imagine!". Y parece que no estoy tan sola en mis asociaciones:
Viernes 12 de agosto de
2011 | 00:34
Jesús, el primer indignado
Los indignados,
este fenómeno que se ha iniciado en Madrid y se ha extendido a muchas ciudades
de Europa, ocupan la primera plana de diarios, revistas y telediarios en todo
el mundo.
A partir de una vivencia muy cercana, reflexioné sobre la suerte
de algunos jóvenes de hoy. Éste a quien me refiero -como tantos, tiene dos
carreras, posgrados, cuatro idiomas- sufre un paro cardíaco en Londres.
Situación dramática con final feliz, ya que la alta calidad de
la prestación de seguro de salud, la pronta asistencia, la salud general del
muchacho, en resumen, la conjugación de todos estos elementos, permitieron que
atravesara esta situación crítica y la superara.
Conversando con sociólogos, médicos y psiquiatras, me
notificaron que son cada vez mayores los episodios y cuadros cardíacos, la
frecuencia de accidentes, aneurismas cerebrales, muertes súbitas y problemas
con el alcoholismo y las drogas que sufre este grupo etáreo. Contradiciendo a
Rubén Darío, no están en la época de "juventud divino tesoro" sino
que están atravesando momentos muy difíciles, de enorme desconcierto y mayor
tristeza. La promesa del progreso se ha alejado y está siendo interrogada.
"Contradiciendo a Rubén Darío, no están
en la época de "juventud divino tesoro" sino que están atravesando
momentos muy difíciles, de enorme desconcierto y mayor tristeza"
El enorme esfuerzo por capacitarse y cualificarse no encuentra
recompensa en el plano de la inserción laboral y su respectiva remuneración.
Hablo de chicas y muchachos capacitados, con estudios superiores, formados en
centros de calidad. Por mencionar solamente los cinco millones de desocupados
en España, las decenas de miles en toda Europa de indignados y de cifras con
muchos ceros para nombrar a los desilusionados del mundo.
La mayoría de los indignados que tomaron hace poco tiempo plazas
y calles no son solo albañiles sudamericanos u obreros sin oficio claro: hay
muchos graduados valiosos, con varias carreras y especializaciones que cuando
se presentan para un trabajo les recomiendan que vayan con menos curriculum,
con menos antecedentes porque no van a poder conseguir una plaza.
¡Como para no indignarse!
Qué paradoja, qué contradicción, cuántos cambios desde aquel
sueño de principios de siglo XX de "mi hijo el doctor", el esfuerzo
programado para el ascenso social, tanto apremio para estudiar cuando a veces
se proviene de familias sin instrucción que se esfuerzan para acompañar ese
salto necesario para superar a la generación anterior y crecer. pero que hoy
desmiente todo ese ritual del empeño, que termina coronado con mujeres y
hombres que no pueden alcanzar sus objetivos, que solo reciben incomprensión
social.
"Hoy desmiente todo el ritual del empeño,
que termina coronado con mujeres y hombres que no pueden alcanzar sus
objetivos, que solo reciben incomprensión social"
En los últimos años en Europa y en España en particular, no
figuraba como prioridad el tema del empleo, el primer trabajo, la construcción
de opciones laborales, se hablaba en forma recurrente de casamiento homosexual,
el tema del aborto y un fuerte énfasis en el tema de la igualdad y llamativamente
estos temas de respetuosa consideración ocupaban la casi totalidad de la
pantalla, mientras que los temas vinculados al pan y al trabajo aparecían
lateralizados, omitidos, fuera de escena. Una obscenidad, etimológicamente:
obsceno, fuera de escena.
Por eso cobró tanta notoriedad Indígnense, el libro del
pensador francés Stéphane Hessel, de 93 años, un viejo miembro de la
resistencia francesa contra los nazis que luego fue designado embajador y
participó en la redacción de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, que invita a los jóvenes a indignarse ante el estado
actual del mundo, a rebelarse ante el poder de los mercados financieros, las
desigualdades, las injusticias.
Frente a este cuadro de situación, vino a mi mente una imagen
conocida y es cuando Jesús echa a los mercaderes del templo. Sucedió en
Jerusalén al ver que una multitud de devotos se acercaba a ofrendar en las
grandes celebraciones religiosas en Israel y traían consigo distintos bienes,
los cuales eran permutados por monedas como gratitud y honra a Jehová.
Jesús percibe que este ritual honrado, virtuoso, de llevar al
templo las mejores mercancías, se había desvirtuado, profanado, adulterado.
Jesús nunca se enojó con los comerciantes de los mercados de
Samaria, de Galilea, de Judea, jamás. Jesús valoraba a quien trabajaba -su
propio padre era carpintero-, respetaba el fruto obtenido con el esfuerzo, el
fruto de la labor diaria. Pero se indignó con los mercaderes abusivos que se
aprovechaban de la unción de los feligreses para obtener cuantiosas ganancias.
¿Cuál es el paralelismo con lo que sucede en 2011 en Occidente?
Pues en la actitud de Jesús cuando expulsa a los mercaderes del templo irrumpe
el Primer Indignado.
En San Juan 2 (Jesús purifica el templo, Mt. 21.12-13; Mr.
11.15-18; Lc. 19.45-46) leemos:
Estaba cerca la pascua de los judíos;
y subió Jesús a Jerusalén,
y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas,
y a los cambistas allí sentados.
Y haciendo un azote de cuerdas,
echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes;
y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas;
y dijo a los que vendían palomas:
Quitad de aquí esto, y no hagáis
de la casa de mi Padre casa de mercado.
Semejante lo expresa San Lucas 19, Purificación del templo, Mt.
21.12-17; Mr. 11.15-19; Jn. 2.13-22):
Y entrando en el templo, comenzó a echar
fuera a todos los que vendían y compraban en él,
diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa
de oración; mas vosotros la habéis hecho
cueva de ladrones.
Estas son democracias de mercado, sociedad de mercados donde lo
que prima es el precio. Cómo no indignarse y sumar su voz a la de Jesús
indignado: "No hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado, cueva de
ladrones."
Hoy está más vigente que nunca, como decían los mayores en la
época de Jesús en un tradicional refrán del Medio Oriente: "El ojo nunca
se sacia". Hay que maximizar las ganancias es el credo de las principales
universidades económicas del mundo. Hay que ganar más y más y más sin respetar
la ecología, sin respetar las leyes de la naturaleza, sin respetar la salud de
las personas.
Cuando EE.UU. vive la catástrofe económica del 2008 tan grave en
la cual se evaporaron 800 mil millones de dólares y el estado sale a rescatar a
estas instituciones financieras, un error de Wall Street termina
repercutiendo en las familias comunes y trabajadoras de cualquier punto del
planeta.
No solamente que son rescatados, sino que lo primero que hacen
sus ejecutivos, además de cobrar los bonus y los premios, es echar a los
que menos ganan. Las cifras cantan desproporciones indignantes: en la mayoría
de las empresas entre el número uno de la compañía y el que menos gana es mil
veces a uno, tres mil pesos sobre tres millones. Son expulsados los más
débiles.
Qué parecida a la escena bíblica de Jesús de Nazareth donde las
sociedades abandonan lo sagrado, la ley, la verdad y el valor cívico por el
dios supremo de la transacción.
A cualquier precio: hay que tener mucho, pronto, rápido cueste
lo que cueste.
"El dios dinero es hoy el único dios
absoluto"
Esto enseñan en los principales pizarrones y reproducen en las
magistrales clases de las más prestigiosas facultades de las capitales.
Días pasados escuché de un politólogo una conversación que se le
atribuye a Lula con el presidente Obama y un grupo de colaboradores en la que
el brasilero dijo respecto de la crisis de fines de 2008: "Esto lo armaron
rubios de ojos celestes". Se refería con su marcada ironía a que los más
capacitados salidos de las mejores universidades del mundo articularon esta
catástrofe.
Hablan de crisis pero a mí me gusta hablar de asesinato
económico. Dictadores africanos y latinoamericanos, líderes crueles serbios,
malvados de calañas varias están convocados a los tribunales de La Haya, pero los asesinos
económicos no están en el banquillo, esos señores elegantes y cultos, autores
de esta masacre, no son condenados. Y nuestros jóvenes los sufren con
indignidad.
¿Dónde está el dinero? El dios dinero es hoy el único dios
absoluto.
¿Por qué tanta indignidad? ¿Por qué permitir el secuestro de las
ilusiones, la tortura de la esperanza, la desaparición de los sueños?
No más profanación. Es hora de devolvernos la libertad de
sabernos gobernados por humanos, no solo por mercaderes siglo XXI.
El planeta, los jóvenes, la naturaleza, claman con dolores de
parto una nueva redención al decir de San Pablo.
Indignados, incomprendidos, expulsados, agraviados, como Jesús
de Nazareth, llevan su cruz en esta sociedad ciega al futuro.
Tal vez estemos a tiempo de apartar la mala hierba y dejar que
el trigo de la buena semilla germine. Que un mundo de valores se imponga a uno
de precios..
Maravilloso artículo de opinión, que no se puede comentar online por la veda política hasta dentro de unos días. Maravilloso sentir que mi sentir sea compartido por el sentir de gente que sabe, que estudia el panorama internacional, que aprendió a pensar, que publica en un diario de tirada nacional.
Mi abuelo asturiano, con su escasa escolraización y enorme sentido común, leía el diario todos los días, y pensaba en voz alta con nosotros en la mesa familiar, sin lograr entender las contradicciones que le tocaron atravesar en su circunstancia. Hoy me siento más que nunca la digna nieta de mi abuelo inmigrante español, laburador, honrado y digno. Me siento una Mafalda indignada y desconcertada, mirando al mundo y tratando de comprender la desafinada melodía de lo que siempre escuché nombrar como "el concierto de las naciones"...(¿?)
Más allá de nuestras creencias religiosas, Jesús es un personaje histórico que dio un valiosísimo ejemplo de vida. Igual que Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, Mandela, Gandhi y Lennon. El autor suma a San Pablo, otro que se las traía, y que a pesar de su humana debilidad en momentos difíciles, se la jugó entera después hasta dar la vida por lo que creía era la verdad.
Se me vienen también de la literatura que he leído autores geniales con sus críticas sociales, como George Orwell, Aldous Huxley, Ray Bradbury, Karel Čapek, autor de "La guerra de las salamandras", autores de distopías que presagiaron los abusos de los poderosos y la inequidad y falta de condiciones dignas de la vida de los gobernados.
Gente de paz, que "protestaba indignada", sin violencia, aunque con vehemencia, con la palabra, con la pluma, con la guitarra, con la acción y con el testimonio de sus vidas. Carlos Abad habla de valores a los que adhiero "a bocajarro", y que subrayo en sus palabras:
"... las sociedades abandonan lo sagrado, la ley, la verdad y el valor cívico por el dios supremo de la transacción.
A cualquier precio: hay que tener mucho, pronto, rápido cueste lo que cueste.
"El dios dinero es hoy el único dios absoluto" (...)
¿Por qué tanta indignidad? ¿Por qué permitir el secuestro de las ilusiones, la tortura de la esperanza, la desaparición de los sueños?
No más profanación. Es hora de devolvernos la libertad de sabernos gobernados por humanos, no solo por mercaderes siglo XXI.
Estos, así subrayados, como les enseño a hacer con los buenos textos a mis alumnos, los jóvenes que según el autor ya no encuentran en su juventud un "divino tesoro", y que lamentablemente forman parte del enorme grupo de "los desilusionados del mundo", son los principios y valores que según todos los Libros Sagrados de todos los credos nos hermanan en nuestra humanidad, y que nos brindan la dignidad perdida por la que se está protestando de diversas maneras en diferentes partes del mundo. Y esto nos incumbe a todos.
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Mi homenaje y mi admiración por este gran talentoso protestón. |
A boca de jarro