sábado, 25 de junio de 2011

De luces y sombras

  
Hay varias vivencias y autores que me han llevado a enfrentarme y a comenzar a comprender el concepto de "la sombra" que desarrolla Carl Gustav Jung [ˈkarl ˈgʊstaf ˈjʊŋ] , a quien todavía no leí. 
La primera experiencia fue el devenir madre y el leer a Laura Gutman, en "La maternidad y el encuentro con la propia sombra". Luego, mi propia "enfermedad", enfermedad del alma con síntomas físicos que me alarmaron. Allí se produjo una profunda conversión en mí, volví a la fuente de mis creencias religiosas, me encontré con La Palabra, y leí a Anselm Grün, quien también desarrolla el concepto Jungiano de la sombra en todo su esplendor y su misericordia Cristiana. Jesús sanaba a los enfermos al traer a la luz las miserias de los enfermos y "pecadores", y la idea de pecado así vista es nada más ni nada menos que estar fuera de foco, descentrado, peleado con ciertos aspectos oscuros que nos habitan y rechazamos, y que, al traerlos a la luz, logramos ACEPTAR, perdonar, y encarnar, pero ya conscientes de que ellos son una parte nuestra que podemos y debemos tomar como parte del TODO. Así entendido, la idea del "Reino de los Cielos", es una idea muy mundana, ya que llegar allí es simplemente pasar de vivir en la polaridad "luz versus sombra" a vivir en la unidad, que es la casa del Padre, o simplemente, El Padre. Bueno, esto parece simple, pero ni sus discípulos, pescadores aldeanos y sencillos hombres de trabajo y llenos de defectos, lograban entenderlo.
  Allí me encontré con los libros de María Guadalupe Buttera y su blog, y seguí ahondando, "despertando y creciendo" en este arduo terreno de ACEPTACIÓN de mis partes oscuras.
  Ahora, es la enfermedad de las figuras paternantes más añosas de mi familia la que una vez más me remite a Jung y a su idea de "la sombra", y el libro que estoy leyendo sobre la enfermedad, "La enfermedad como camino", de Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke. Ellos explican que es la sombra quien nos hace enfermar, en tanto nos hace incompletos. Ella nos "angustia", es decir, "nos angosta", y la plenitud , es decir, la salud, reside en poder tomar conciencia de que somos un todo, una unidad, y en asumir que "todo lo unitario es dual". Pero nos empeñamos en identificarnos con sólo una parte de nosotros mismos, la luminosa, la socialmente aceptable, y en esconder en la sombra todo aquello que no es agradable ni para nosotros ni para los demás acerca de nosotros mismos, y es así como "engordamos" a nuestra sombra, negándola, rechazándola, y diciendo: "No, así no soy yo. Así son los demás." Y leyendo este libro aprendo que:

"... el mundo exterior está formado por los mismos principios arquetípicos que el mundo interior. La ley de la resonancia dice que nosotros sólo podemos conectar con aquello con lo que estamos en resonancia.(...) Nosotros insistimos en nuestro empeño de borrar del mundo los aspectos que valoramos negativamente (...) este intento se convierte en una pugna constante que garantiza que nos ocupemos con especial intensidad de la parte de la realidad que rechazamos.(...) de este modo se acerca el principio rechazado hasta llegar a vivirlo."


  
Y así, enfermamos. Creo que hasta los buenos médicos entienden esto, más allá de todo lo que saben de las funciones y las disfunciones del cuerpo humano y de los vericuetos de la medicina. La enfermedad es siempre una gran maestra, porque es un emergente, un signo claro de que nos estamos negando a salir de la unipolaridad en la que tan cómodamente nos instalamos, y a adquirir la visión del TODO que solamente los sabios e iluminados  pueden llegar a vivenciar en estado de permanencia y adhesión absoluta. Para todos los demás, nosotros, esto es un camino de idas y vueltas, avances y retrocesos, pero creo que lo importante es transitarlo con una mente abierta y un corazón íntegro y honesto, tanto en la luz como en la sombra,"en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad". Es como casarnos con nosotros mismos, como deberíamos casarnos con los demás, ACEPTANDO todo el paquete, no sólo el envoltorio y el moñito de regalo. No digo que sea fácil, de hecho, no es nada fácil: la clave está en intentarlo y procurar avanzar en este sendero hasta el fin de nuestra existencia en este mundo: "hasta que la muerte nos separe". Y entonces brillaremos en absoluta resonancia con el resplandor de LA LUZ DE DIOS
  

Yo creo que el camino es, y disculpen si me repito, pero necesito decírmelo muchas veces:

     De la plenitud perenne del ser a la plenitud perenne del ser



Esto es, nada más y nada menos, que todo el camino...  Pura filosofía de vida.

Y ahora estoy paladeando de a poco este bello libro de Hugh Prather (se pronuncia PRAY-ther, con un sonido no sibilante de “th”) , "Palabras a mí mismo", al cual llegué gracias a la lista de libros que Jorge Bucay recomienda como "los libros que hay que leer" al final de su libro "Cartas para Claudia", y a quien le agradezco profundamente por la recomendación, tanto como por sus libros.
Hugh Prather anoche me dijo:

"Mi potencialidad para el mal 
es igual a la de cualquier hombre.

Si no acepto este hecho, 
esas tendencias podrían gobernarme.

Puedo liberarme de esas fuerzas
si las reconozco cuando se apoderan de mí
y aceptándolas como parte mía
elijo no seguirlas.  
Sólo de ese modo comienzo a incorporar las partes que había rechazado
y a entender qué es lo que hago
cuando critico a mis semejantes."
                                   Página 41

"Rechazar mis sentimientos
es condenarme por tenerlos.
La parte rechazada reacciona
tornándose más fea.

El darme cuenta, lo más profundamente posible,
parece que siempre vuelve
más positivo el flujo de mi energía."
                                     Página 43.

"No hay sentimientos destructivos,
sólo hay actos destructivos.

Mis acciones pueden volverse destructivas
cuando condeno o rechazo mi sentir.
Si no quiero sentir de un cierto modo
ignoro el hecho de que realmente siento así
y que ese sentir es parte de mí.
(...)
Cuando niego un sentimiento,
no lo destruyo, y pierdo mi capacidad
de expresarlo como quiero.

Al condenarlo dejo de considerarlo parte de mí
y entonces parece adquirir vida propia
forzándome a responder a él de un modo rígido;
pero si reconozco que "yo" vivencio el sentimiento
mantengo mi capacidad de actuar
del modo que elijo y no de la manera que temo."
                                                        Página 45.
   
"No soy responsable de mis sentimientos
sino de lo que hago con ellos."
                                  Página 48.

Si esto no es Jungiano, ¿JUNG DÓNDE ESTÁ? Leí en Wikipedia que Hugh Prather se murió el 15 de noviembre del 2010, a los 72 años, tomando un baño caliente en la bañera de su casa de Tucson, Arizona, aparentemente de un ataque cardíaco. Tal vez no es casual que haya muerto de este modo. No es una mala muerte si se puediese elegir cómo morir, ¿verdad?
Y voy a concluir con sus palabras, que en mi humilde entender están mal traducidas en mi versión de su libro en español, y que, supongo, son garantía de una buena vida y también, por qué no, de una buena muerte, siendo que vida y muerte son nada más que las dos caras de la misma moneda:

              "Lamento sentir lo que siento."

  Que en mi edición se traduce así: 

               "Siento lo que siento lo que siento".
                                                         Página 49.  

¡Me encantaría saber cómo lo interpreta Bucay! Y, por supuesto, obedeciéndole a Jorge una vez más, ya le pedí a mi mamá (¿a quién si no?), que para mi cumple me regale algún libro de Carl Gustav Jung.


*(For those who speak English)
Quotes from Hugh Prather's "Notes to Myself":


¶“Another day to listen and love and walk and glory. I am here for another day. I think of those who aren’t.”       

¶“My prayer is: I will be what I will be, I will do what I will do.”

This for you too, dad! 



A boca de jarro

jueves, 23 de junio de 2011

Luz y conciencia

  Hoy en su post mi maestra y amiga del alma, María Guadalupe Buttera, me dice:     


"Aún como humanidad no logramos crear sociedades donde vivan armónicamente la necesidad humana de integración y amor, y la de auto-expresarse y 
auto-centrarse. 
Es un aprendizaje que tenemos pendiente, como humanidad.
Fue nuestra travesía por el desierto. 
Continuemos la búsqueda de la tierra prometida."


"Necesitamos tomar en nuestras manos nuestra propia transformación y evolución, para hacer del mundo un lugar de amor, convivencia, creatividad, realización, donde cada niño que nazca pueda florecer en su máxima expresión."    

                           Mi sobrino Simón de un poco más de un mes

"El alma vibra en una esfera no perceptible a nuestros sentidos físicos.
En el campo de la unidad esencial del cosmos, por tanto sabe que somos seres pulsantes unidos a todo.
La conciencia del alma es inclusiva.
Sabe que más allá de toda diferencia, de nivel, de raza, de carácter, de ideología, somos esencialmente Uno.
Sabiduría y amor son caras de una misma moneda.
Al intuir que somos Uno, Amamos"
                                                    Patricia May
                                  
*Les recomiendo leerlo completo siguiendo este link:  
http://despertarycrecer.blogspot.com/2011/06/la-conciencia-humana.html#links
" Despertar y crecer"http://despertarycrecer.blogspot.com



A boca de jarro

miércoles, 22 de junio de 2011

Sol de invierno

                                                           
  Se vino el invierno, gris y lluvioso en Buenos Aires, como casi siempre. Falta el frío nada más, pero es cuestión de horas. Y estamos todos cansados. Me encuentro en casa, en el transporte público colmado de gente cansada de viajar mal, y en el trabajo, con caras ojerosas, cuerpos contracturados y sensaciones de hastío que comparto con los seres que habitan los mismos espacios donde me muevo yo. Bostezamos todo el día, nos enjugamos las lagañas y nos desperazamos como los gatos para poder seguir arremetiendo contra el reloj, añorando más horas de luz y de sueño, y más tiempo libre. Nos despertamos de noche para ir a la escuela cual si fuésemos a hacernos un análisis de sangre, en ayunas, o casi, y con la primera orina de la mañana, y cuando nos queremos acordar, es de noche otra vez, y no hemos tenido tiempo de hacer nada que no sea "trabajar". Hace poco nos perdimos de disfrutar un eclipse de luna, por las nubes que lo cubrían, y por la hora a la que se lo podría haber disfrutado. Parecemos zombies, que seguimos con la rutina que se nos impone sin conectar con la naturaleza, y desoyendo nuestro propio reloj biológico.

  Insisto: todos los seres con los que interactúo a diario, niños, adolescentes y adultos, en el ámbito en el que me muevo, hogares de adultos con hijos en edad escolar y escuela, muestran los mismos signos del agobio y el abatimiento de ya diecisiete semanas de clases interrumpidas por varios feriados largos mal distribuidos y sin respiro.

 En los países inteligentes, no hay períodos de más de siete u ocho semanas sin un par de semanas intercaladas de vacaciones. Aquí, tenemos veranos eternos y vacaciones de invierno insuficientes, y luego una interminable seguidilla de semanas abarrotadas de quehaceres sin tregua. Trabajamos mucho, aunque tenemos claro que no queremos vivir para trabajar. Hasta los chicos lo saben, y lo manifiestan de diversas maneras cada vez que se acerca la temida hora de hacer la tarea para el hogar. Es el exceso lo que le quita al trabajo y a la tarea el sentido y el disfrute. Y la falta de propósito, el sentido de rotunda futilidad en el caso particular de la tarea. ¿Y por qué el exceso? Por imposición, no por elección, ni siquiera por necesidad: nada lo justifica. No puedo culpar a quienes conozco por ser del mismo palo: los docentes. Nosotros también somos víctimas de las planificaciones que se nos imponen desde arriba. Y hay que acatar. Pero sabemos mejor que quienes las diseñan que seguir los ritmos que se nos imponen y que no respetan los ritmos del aprendizaje de un niño normal no garantiza mejor aprendizaje. En realidad, sabemos, como lo sabe todo el mundo, que, en términos de calidad educativa, nuestro país está lejos de brillar. Brillamos tan poco en esto como el sol de invierno. Y a lo que arrojan los datos estadísticos me remito, aunque estoy muy cansada para incluirlos aquí.


  Hoy es miércoles 22 de junio, son las 4 de la tarde. Mi hija y yo nos levantamos a las 6:30 a.m., y hace una hora que la estoy llamando para hacer la tarea del día. Y no viene. Se dió un baño de inmersión para despabilarse, pero a pesar de haber inundado el baño, sigue dando vueltas, rezongando, lloriqueando y protestando, porque queda hacer la tarea e ir a inglés, y ya casi es de noche en Buenos Aires. Y yo escribo para hacer mi enojo resolutivo en vez de destructivo, aunque no resuelvo nada, (perdón, no debería decir "enojo", debería ser "mi disgusto"¿o también estará mal visto?), con una nena de ocho años que necesita JUGAR, y por no enfrentarme con la pila de tarea de mis alumnos que tengo que corregir para mañana, porque otra vez hay boletines que llenar... Esto también es tarea para el hogar para los docentes. Y en los países inteligentes, a los profesores y maestros se les paga por planificar, corregir y diseñar exámenes en sus lugares de trabajo, con acceso a bibliografía e Internet in situ. Pero aquí se es docente por vocación, por amor al arte...


  El tiempo que insume hacer la tarea no es breve como el sol de invierno, precisamente. A medida que avanza el calendario, las maestras parecen desesperar, y cada vez nos mandan más tareas. La pregunta que más resuena en la puerta del colegio cuando voy cada día a buscar a mi hija es:"¿Cuántas tareas tenés hoy?" El número raramente baja de dos o tres, excluyendo lo no terminado en clase y la tarea de materias "extra", es decir, inglés, catequesis (¡!) y demás yerbas. Y los padres sabemos tan de memoria como aprendimos las tablas de multiplicar que esa tarea es para nosotros. Por ejemplo: 

 Buscar, recortar y pegar seis palabras que contengan hiato y seis que contengan diptongo.
Buscar, recortar y pegar seis oraciones exclamativas y seis interrogativas.
Buscar información sobre animales invertebrados: definición, categorigazación y ejemplos. 
Pegar imágenes ilustrativas.
Traer información sobre Manuel Belgrano.

  Y también sabemos que si no nos ponemos la hora larga que hace falta diariamente para cumplir con esto, son nuestros hijos los que sufren y pagan las consecuencias. Por lo tanto, no sólo criamos y educamos: también instruímos cada día después de la jornada escolar. Y yo instruyo gustosa, es más, siento que es una buena parte de lo que todo buen padre hace, pero no me gusta hacerlo "bajo presión". No obstante, me encuentro con opiniones de profesionales que se dicen expertos en estas cuestiones, y que dan charlas a padres que tal vez necesiten escuchar lo siguiente:

                            QUINCE MINUTOS EXCLUSIVOS PARA LOS HIJOS
  •  "Esta señora es práctica a la hora de dar consejos de crianza. Explica, por ejemplo, que no es necesario estar largos ratos dedicados a los hijos. "Con 15 minutos exclusivos por día y por hijo es suficiente." Eso sí: estando totalmente disponibles para escucharlos y mirarlos. Este tiempo diario es para ella "una vitamina que cura" y que, con los años, produce vínculos cercanos y amorosos en la familia. "Cuando nuestro hijo nota que, cuando estamos dedicados a ellos, aunque suene el teléfono o el celular nosotros no nos levantamos a atenderlo, se siente valioso y muy querido. Eso vale."
            
  En este caso, me voy a reservar el nombre y la fuente de esta opinión, porque la señora se sulfura si expreso mi desacuerdo con ella e insiste en que lea su libro, aunque a ella la publiquen en un diario de circulación nacional y la convoquen a dar charlas para padres que necesitan consejos sobre cómo criar hijos "que brillen". En cambio a mí, cuando digo cosas como esta, se me acusa de "resentida"... No obstante, seguimos acordando en el desacuerdo: quince minutos no bastan ni para hacer la tarea para el hogar, ni para llevar y traer a nuestros hijos del colegio, ni para sentarnos a comer con ellos luego de haberle dedicado un buen rato a comprar y cocinar lo que se va a comer, ni para criar como yo, desde mi humilde lugar de madre presente y comprometida, creo que se debe hacer, ejerciendo la crianza real y aplicada , a menos que no quede otro remedio que salir a trabajar. En ese caso, las mamás estarán seguramente "cambiando el dinero" de sus ingresos para poder solventar los gastos que implica "tercerizar" la crianza en ayuda doméstica, transportes escolares (¡carísimos!), comida comprada, niñeras, maestras de apoyo escolar, etc., a menos que dispongan de una "abuela todo terreno", y tal vez no sintiéndose muy felices sino resignadas al respecto. Me parece que esta señora no escribe para mí, ni para la mayoría silenciosa de madres que nos rompemos el lomo para maternar en calidad y cantidad de tiempo, además de trabajar fuera del hogar y dedicarnos a pensar sensatamente sobre nuestra labor de vez en cuando.

  Pero como yo admito que puedo estar un poco "resentida", es decir, "debilitada, dolida, molesta" y además agotada a esta altura del año, más estar sobrellevando otras cuestiones que trae la vida familiar adulta y que tampoco se deben ni se pueden tercerizar, los dejo en presencia de Suzanne Powell, Psiquiatra Filosófica Especialista en Medicina Ortomolecular e Instructora de cursos ZEN, y espectacular hablante extranjera de español, una verdadera rareza para mí, que me muevo entre ingleses que se niegan a hablar en su pobre español a pesar de que llevan años viviendo aquí y de que tiene hijos argentinos y compran en los mismos negocios que yo en español, creo.

   Esto es parte de una charla titulada "Los niños y el reset", con la que acuerdo ciento por ciento, dada en un auditorio en Barcelona (donde de esto saben mucho) a alumnos y padres, con su propia hija allí presente, a quien en un momento interpela en público sobre una anécdota privada: ¡maravilloso! No hay mejor ejemplo de lo que es en verdad una madre presente. ¿Y qué dice Suzanne? Dice lo mismo que yo en la cocina de mi casa cuando abro la mochila y veo la lista de tarea para el hogar: "¡Aflojemos!" Pero si lo dice Suzanne Powell, no es resentimiento, ¿no? Y algunos pensarán de dónde saco el tiempo y las fuerzas para escribir todo esto que pienso. Y les digo que si no me hago el tiempo para hacerlo, como no tengo psicólogo, ni soy un "monje Zen", EXPLOTO. Esto es catarsis terapéutica gratuita: sepan comprender y perdonar. Y se termina a las 22:42 horas de un largo día de invierno sin sol.
  Como alguien dijo una vez, "Hay que pasar el invierno"...



                                         Los niños y el reset, Suzanne Powell


                     
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