jueves, 1 de agosto de 2013

El libro que me da luz


Representación de la parábola del hijo pródigo, Bosch Verloren 



 "Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón." 
Mateo 6, 19-23. 

  Hace meses, días y horas que me la paso pensando en qué hacer con mi vida. He pasado días enteros durmiendo como máximo cinco horas. Me encuentro en una disyuntiva vital y siento que tengo que tomar una decisión urgente, pero me da miedo. Esta encrucijada me pasa, como a tantos, entre el deber y el querer ser, un tema recurrente en este espacio y en la vida de millones de seres sensibles y pensantes de este mundo que nos ha tocado vivir y protagonizar a todos.

  No voy a entrar en detalles porque los detalles no vienen al caso. De hecho, muchos de Ustedes saben ya leerme entre líneas porque me conocen bien, aunque sólo virtualmente. Creo que no es necesario aclarar que el meollo de la cuestión pasa por el hecho de que mi corazón no está donde debe estar, y entonces siento que despilfarro mi tesoro.

  Y como siempre viene a dar luz a mi oscuridad de noches de desvelos, en las que se me hace claro el sentir y el pensar bajo la luna, el libro de la palabra de Jesús. Más allá de la creencia que cada quien tenga sobre su identidad y su significación personal, Jesús es, en mi humilde entender, el pensador más agudo y subversivo de la historia de todos los tiempos: por algo lo crucificaron. Pero más que pensador, Jesús de Nazaret, judío de Galilea, hijo del carpintero José y de María, apenas una joven y pueblerina mujer, demasiado joven tal vez para enfrentar la misión que le fue encomendada, que enfrentó, de todos modos, de manera radical y no sin temor y dudas, Jesucristo, un profeta o el Mesías para muchos, fue un ejemplo de esa palabra  que predicó y practicó a través del ejemplo de una breve pero intensa vida pública. Por ahí pasa la cuestión: por practicar lo que se siente como verdad radical en la vida de todos los días. Cuando no hacemos eso, estamos desconfigurados, como le pasó al jarro, desencajados, fuera de foco y, como decimos los porteños vulgarmente, meamos fuera del tarro, y bien podría cambiarse "tarro" por "jarro", en mi caso por lo menos.

  Por estos días de dudas y necesidad de toma de decisiones, he recurrido mucho a la palabra de Jesús, que me habla con parábolas. Según Wikipedia: "La voz parábola designa una forma literaria que consiste en un relato figurado del cual, por analogía o semejanza, se deriva una enseñanza relativa a un tema que no es el explícito. Es en esencia, un relato simbólico o una comparación basada en una observación verosímil. La parábola tiene un fin didáctico y podemos encontrar un ejemplo de ella en los evangelios cristianos, donde Jesús narra muchas parábolas como enseñanzas al pueblo. (...) Una parábola es una de las formas más simples de la narrativa. Evoca a un ambiente, y describe una acción y sus resultados. A menudo involucra a un personaje que se enfrenta a un dilema moral, o realiza una acción cuestionable, para luego sufrir las consecuencias de esa elección. Muchos folclores pueden ser vistos como parábolas. La parábola prototípica difiere del apólogo, en cuanto es una historia probable y realista -una que tiene lugar en algún ambiente familiar de la vida. Muchos cuentos de hadas pueden ser considerados como parábolas extendidas, excepto por su entorno mágico. Al igual que la fábula, la parábola suele narrar una acción simple, singular y consistente, sin detalles extraños ni circunstancias que conlleven a la distracción. En La República de Platón, las parábolas, como las que aluden a las sombras en la caverna, engloban un argumento abstracto en una narrativa más concreta y fácilmente asequible."

                                 
Platón según Rafael

 Siento y pienso que en estos tiempos estamos sedientos y hambrientos de literatura simbólica, verosímil, didáctica, simple, singular y consistente, tanto sea como individuos como los pueblos que conformamos. Eso explica en gran parte el fenómeno de ventas de tanto libro de espiritualidad ecléctica que transmite la palabra de pensadores de corrientes tan diversas que confluyen en su esencia, tales como Krishnamurti, Osho, Sri Sri Ravi Shankar y tantos otros, cuyas palabras escritas, publicadas y reeditadas se venden como pan caliente. Pero el pan que me alimenta viene simplemente de los evangelios cristianos, más concretamente del Capítulo 13 del Evangelio de Mateo,  prolijito en el relato, que por esto días me dice cosas como las que les comparto:

"El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse es sus ramas."

"El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedica a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró."

"Todo escriba que se convierte se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo."

  El Reino de los Cielos, según la interpretación judeo-cristiana en la cual fui educada y en la cual creo de alma, comienza aquí, en la tierra.

"El que tenga oídos, que oiga."

 Se intenta oír y se intenta poner en práctica la palabra que tanto cuesta sacar de la boca, aunque sea boca de jarro, pero es menester sacarla, porque si no, me seca o me ahoga.



A boca de jarro

sábado, 27 de julio de 2013

A Francisco: "Se necesitan hombres"


Palabras en español del Papa Francisco a jóvenes argentinos

A Francisco ("Franco sismo")

Se necesitan hombres que se la jueguen
en compromiso con la Verdad,
que anden las calles de pueblos pobres
con zapatos gastados de tanto andar.

Se necesitan hombres que sean grandes
desde la pequeñez del que se hace servidor de los demás,
que escapen todo lo predecible, que rompan normas
y vuelvan locos a los de seguridad.

Se necesitan hombres que hablen simple,
que hagan bromas para tomar en serio la realidad
y que practiquen lo que predican
negando al trono y al oro para optar simplemente por la austeridad.

Se necesitan hombres que nos insten a hacer lío
a salir a la calle a comunicar y a dar,
que desairen las galas a las que los convidan
y que se metan en el la masa oliente de un carnaval tropical.

Se necesitan hombres que nos recuerden
lo que nunca deberíamos olvidar:
que a los ancianos sabios hay que cuidar y escuchar
y que a los jóvenes ya es hora de darles su oportunidad.

Se necesitan hombres que nos arenguen, nos pastoreen,
con mansa ternura y en complicidad,
que nos animen a ser alegres
aún enfrentados a una peliaguda realidad.

Se necesitan hombres que sean Cristos,
sonrisa amplia, serenidad,
mirada ardiente, mano estrechada
siempre abierta y dispuesta a dar.

Se necesitan hombres que sean líderes positivos
que nos eduquen con su ejemplo de humildad y libertad,
de compromiso con la Palabra
y de respeto por la diversidad.


Necesitamos hombres como Francisco
que nos conduzcan al cambio humano que buscamos
generalmente en los lugares equivocados
y que nos marquen el camino hacia el Amor, el gran motor de todo cambio.



A boca de jarro

miércoles, 24 de julio de 2013

Mujeres de treinta siglos y del siglo XXI




 Admiro a Arturo Perez Reverte por ser un gran narrador de historias con color y con sabor, con la tinta teñida de la sangre de Cervantes de la mano de su masculina e hispana pluma como arma fulgurante, con cabeza y corazón. Pero más lo admiro ahora que ha dado en el clavo de mi sentir en la honda reflexión que siento que me regala como escrita para mí en su última entrega a La Nación Revista, desde su habitual y siempre jugosa columna, no en vano titulada "Patente de corso". En esta oportunidad, en "Mujeres de treinta siglos" nos habla por igual a mujeres y hombres del siglo XXI sobre una realidad que me resulta harto familiar. Ha escrito un texto que siento hecho a mi medida, que no se eleva a más de un metro y cincuenta y seis centímetros del piso que transito con paso tambaleante tantas horas de las 24 de mis días de años de 365 días que siempre se me hacen más largos. Soy mujer del siglo XXI, un siglo líquido en palabras del hondo pensador polaco Zygmunt Bauman, sobre quien tanto he escrito. Un siglo en cuyas aguas sentimos que navegamos a la deriva muchos hombres y mujeres sensibles y pensantes en busca de anclajes que se nos hagan sólidos.

  Soy una mujer de esas que se asume de treinta siglos aunque con los pies plantados en pleno siglo XXI, alguien que aún busca conjugar armónicamente libertad con responsabilidad, divididas a partes iguales por compromiso con mi verdad y el amor que profeso por mi misma, por los míos y por la humanidad. Una mujer con dones para dar, dentro y fuera de su hogar, difícil empresa de manejar.

  Una mujer que aún sueña con regalar sus dones artísticos al mundo, aunque jamás del todo aprobados por su entorno familiar y negados a sí misma por creerlos secundarios. Esto ha traído graves "daños colaterales", tanto para los míos como para mí, que Perez Reverte destaca en la apertura de su reflexión dominical. Sigo buscando caminos para expresar la más auténtica esencia identitaria de mi SER, que va más allá de mi sexo, mi parentesco, mis roles diversos y mi elección adulta y responsable de ser "nido-útero-corazón".

  Es una batalla ardua, pero se puede y se debe librarla, sin ningún "ismo" más que el realismo por arma en esta Troya, porque, como él mismo apunta, como hombre sensible y pensante, tal como quien me acompaña en mi camino desde hace ya veinte años, mi compañero de vida, que me ha regalado una cómoda e importante silla para que escriba textos como este,  sin que mi espalda se quiebre:

 "...las mujeres son el sujeto más interesante, el que mayores sorpresas aportará a este siglo XXI en el que aún nos encontramos, prácticamente, desayunando."

 Y gracias a las promesas nupciales con las que inicié este viaje frente a un altar ante el cual me arrodillo, ahora más que nunca con genuino orgullo, el viaje más trascendental de mi vida, hoy prometo serme fiel a mí misma también, y he de aportar sorpresas. Prometo dejar fluir mi vocación artística negada y relegada a mi sombra, para mi tristeza y la de quienes me quieren bien, esa que ejerzo con alegría conectada con la luna desde una forzada nocturnidad artística que me permite seguir siendo la mujer que quiero ser en mis diversos, elegidos y asumidos roles diurnos que me colman de alegría también. He de hacer cambios internos y externos, enmendar rumbos, dejar truncos ciertos proyectos en los que llevo embarcada décadas buscando Itaca para embarcarme en nuevas e inciertas travesías. No dejaré de explorar para llegar al sitio y verlo como por vez primera: he de des-cubrirme por fin a mí misma, en mi eje, en mi centro y en mi esencia. 

 Bajo esta nueva luz, sin ningún flash ni retoque, se verán cambios naturalmente también aquí en el jarro. Quien quiera seguirme el rumbo, está invitado, y quien no, que siga de largo: ya no me importa más nada que acatar el grito sagrado que procede de mi "Yo" por fin encontrado, revisitado y aceptado. He de ser esa que siempre he soñado ser, para mí y para el mundo: toda esa conjugada con la madre amorosa y presente, la esposa amante y compañera, el alma de su hogar-nido-vientreabultado-úterocosido-corazón, la hija, hermana, tía, nuera, cuñada, amiga, vecina y ciudadana argentina, presente y atenta, pero ahora desde la luz de su identidad des-cubierta. No sé cómo se logrará sin quebrarse en mil pedazos en el intento, pero lo intentaré: hoy y aquí me lo prometo.

  Y honrada estaría de que sobre mi tumba se escribiese algo bien diferente a lo que, según narra Perez Reverte en su luminosa y triste columna procede de un hallazgo femenino, como no podía ser de otra manera, una columna llena de incólume verdad de-velada que me des-vela en esta helada noche porteña, se encontró en en el epitafio de una mujer romana del siglo II: 

"Nunca pensó en sí misma, nunca se consideró libre". 


¡Gracias Perez Reverte por tan honda y certera reflexión!

¡Y gracias Javier que me la orejeaste para que me la des-cubriera!


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