May es la forma en que yo escribo y pronuncio el nombre de quien llamamos "la china" en mi barrio. Es una mujer que, junto a su esposo, Jo, y a un primo, de nombre desconocido, ya que sólo habla por gestos y es una especie de cámara de seguridad con patas largas, despacha y cobra en el supermercado al que todos vamos por nuestros víveres a diario. En realidad son coreanos, pero acá a todos los orientales los llamamos "chinos", como le pasaba a mi abuelo, almacenero asturiano, que era para todos "el gallego almacenero", a veces amado y otra veces despreciado por su condición de extranjero. Y hoy a los chinos les sucede más o menos igual, aunque yo los quiero como lo quería a mi abuelo, quien, como ellos, o tal vez con más confort y otra filosofía de vida proveniente de su idiosincrasia española, vivía más dignamente, a pesar de que estos coreanos tienen su dignidad, proveniente de su idiosincrasia coreana y oriental, pero no la comprendemos porque no es la occidental.
Así es como los juzgamos mal tantas veces y nos relacionamos con ellos desde nuestra ignorancia de su identidad, creyendo que por ser occidentales somos diferentes y hasta superiores. La historia que les voy a contar me reveló a mí misma cuánto nos podemos llegar a equivocar los occidentales y cuánto tenemos que aprender a respetar lo diferente en lugar de juzgarlo o intentar cambiarlo.
Resulta que este invierno se presentó crudo en mi ciudad, y yo saqué a relucir un poncho que tengo hace cosa de quince años ya, cuando se compraba lana de primera calidad en la tierra de las ovejas y del campo, y que hoy no se consigue o cuesta un ojo de la cara. Este poncho mío, que me calzo encima de todo para salir por el barrio, llamó la atención de May, que anda enfundada con una camperita color manteca hasta la cintura bajo unas mangas de algodón celestes para no mancharla con la máquina para cortar fiambre a la que le da todo el día, de nueve a nueve. Y ahí se pasa sentada la china todo la jornada de toda la semana, o en la caja, junto a la puerta del súper, con un chiflete que le penetra los huesos hastiados y enfermos y sin siquiera una estufa para amortiguarlo un poco.
May se enfermó este verano y desde entonces anda enferma a cada rato, cubriéndose el cuello con un pañuelo y con los papos inflados. Si me preguntan de qué, no sé. Pero me di cuenta, como ella notó que yo también estaba enferma. Ella se puso unos kilos encima y yo los perdí. A ella le creció el pelo y a mí se me cayó en cantidad. Y fue la única mujer del barrio que lo notó y que me dio el consejo de que comiera un poco más porque estaba chupada, cosa que me comunicó hundiendo sus índices en su cara redonda como la luna que nos cobija y nos conecta en nuestra femineidad universal.
Cuando me aparecí con mi poncho por el súper un día congelante allá por mediados de junio, a May se le pusieron los ojos redondos de admiración. Me preguntó a media lengua qué era eso que llevaba puesto, y yo, que le hablo fuerte como si fuese sorda, le contesté simplemente:
-Es un poncho criollo, May.
Me dijo que le gustaba mucho, y por primera vez me tocó: estiró la mano sobre el mostrador, palpó la lana, deslizó su palma por mi brazo bien abrigado, lo elogió, y me tocó el alma y el corazón.
No tuve mejor idea cuando cobré el aguinaldo que salir de cacería a comprar un poncho para la china. No encontré nada de lana al alcance de mi bolsillo, pero di con un negocio hindú que vendía ponchos de tela polar, muy bonitos y abrigados por un precio adecuado. Y lo compré nomás. Esa misma tarde me puse el poncho y llevé al súper el poncho para la china May. Nunca en la vida me hubiese imaginado una reacción tal ante un simple regalo de poco más de cien mangos. Primero se sonrojó, luego pegó toda la vuelta para salir de atrás del mostrador y se me colgó del hombro en un abrazo en el que lagrimeamos las dos. Cuando recuperamos la compostura occidental y oriental, en esa fusión tan humana que traspasa toda barrera cultural y geográfica, amagó a pagármelo. Yo, con el dedo índice levantado y con todo mi rostro fruncido, mi cuerpo enaltecido y mi voz occidental le dije que ni se le ocurriera, que eso era un regalo y nada más que hablar. Entonces estiró la mano de vuelta, eligió una botella de tinto bueno, manoteó unos alfajores que sabe que son los que le gustan a mis hijos, puso todo en una bolsa y me lo dio. Yo, por no ser descortés, lo acepté, pero le avisé que no me diera nada más gratis, que un regalo es otra cosa, y que si insistía en regalarme mercadería no pintaría más por el súper. Me entendió la china, y se quedó chocha con el poncho en la mano, porque le tuve que explicar hasta cómo ponérselo para que se lo sacara toda avergonzada al minuto y medio.
Pasaron los días, cada vez hizo más frío, iba al súper de mañana, de tardecita y de noche, y el poncho brillaba por su ausencia. Un día la increpé a lo bestia:
- ¿Y el poncho, May? ¿Cuándo te lo vas a poner?
Me clavó una mirada la china que me lo dijo todo, cuando de refilón apuntó sus ojos, que se me hicieron de nuevo redondos, para el lado de Jo, que siempre anda por el fondo, en la parte de carnicería. De golpe lo entendí todo. Esos rumores que se corrían por el barrio de que el chino la tiene de esclava y que le pega alguna que otra paliza en los fondos del negocio, donde vaya a saber cómo duermen, cómo comen, dónde se bañan, ya que no tienen ni una ventana para que les entre el sol, se me vinieron todos a la memoria, y me quise morir. ¡Flor de regalo le hice a la pobre china! Otra que poncho...
Jamás le vi puesto el poncho y probablemente jamás se lo veré, o no sé: el tiempo lo dirá. Ni siquiera se lo veo puesto cuando me la cruzo de vuelta del Barrio Chino, donde va en colectivo por remedios, la pobre china, en vez de ir al hospital del barrio a buscar un médico. Pero aprendí que en esto de las diferencias culturales hay que ser muy cuidadoso y respetuoso, que no se puede ni se debe intentar cambiar al otro, hacerlo de nuestras costumbres, juzgarlo desde las propias: así no va. Sólo me consuela pensar que tal vez el poncho le sirva de frazada para las noches frías mientras yo duermo en mi cama calentita a pasos escasos de la suya, que tal vez ni cama es.
Hay un límite que se debe respetar al intentar hacer el bien, ya que si se sobrepasa, se puede causar un mal mayor. En gran escala, y desde mi ínfimo entendimiento de la cuestión, el poncho para la china es como lo que occidente intenta hacer en el oriente por estos días, ya que no lo tolera por virulento y diferente, y hace un tremendo mal en nombre de un bien mayor.
No le pregunto más a la china por el poncho ni por el pañuelo que sigue tapando su cuello. Le regalo una mirada que sabe y comprende que somos similares más que diferentes, ya que ella carga con su fardo de maltrato oriental y yo, con el occidental. ¿Cuántas mujeres y hombres occidentales somos esclavizados y maltratados también? ¿Quién soy yo, mujer occidental, esclavizada también en muchos aspectos, maltratada de maneras más sutiles y tan alarmantes y dolorosas como una paliza, como trabajadora, como vecina, como ciudadana de mi país y del mundo y hasta como transeúnte por las calles de mi barrio, a fuerza de bocinazos, empujones e insultos varios, o como conductora cuando me atrevo a ir al volante, quién diablos soy yo para juzgar el maltrato que soporta May, porque no le queda otra que aguantarlo igual que a mí, igual que a tantos millones de almas de los dos lados del meridiano? Me quise hacer la salvadora y me salió mal. Cuando nuestra cultura se convierte en verdad absoluta, se transforma en incultura. Sólo con la mirada puedo salvar a May, con una mirada piadosa que se solidarice con su condición y su realidad. Sólo desde ahí puedo intentar cobijar a la china bajo mi poncho criollo: acompañándola silenciosamente y sabiendo que ella también sufre y que no puedo hacer más por ella que decírselo con mis grandes ojos redondos y una sonrisa universal en el rostro.
A boca de jarro
Estoy sensible... ya sé... pero no pude evitar unas lágrimas.
ResponderBorrarY me quedo pensando en la femineidad universal y en esas miradas en las que hablamos sin hablar...
Un abrazo grande!!!!
Sensibles y nocturnas. Recordá que mi mail es una oreja abierta. Fuerza, Moni: te quiero mucho!
BorrarUn abrazo bajo la luna que nos une en esta fría noche femenina bajo una mirada universal!
Besos y gracias!
Fer
buen relato
ResponderBorrarpenoso lo de la chinita
pero es que la cultura oriental es tan distinta a la nuestra...
incluso siendo de cerca se ven diferencias...
saludos!!
Saludos, Carlos! Muchas gracias. Sigo pensando que tenemos más puntos en común que los que notamos cuando miramos de cerca.
BorrarUn abrazo!
Fer
Estimada María Fernanda, muy bonito e interesante tu relato sobre la chinita May. A mí me pareció que en el fondo esta pobre señora oriental le tiene miedo al marido y que él le ha prohibido usar el poncho. No se me ocurre otra cosa. Da la casualidad de que yo también tengo vecinos coreanos, pero estos tienen harto billete y viven al lado mío en una casa bella con piscina. Tienen un negocio y parece que les va muy bien en Lima Perú. Ellos no se meten con nadie, de vez en cuando cruzamos algún saludo con la señora, eso es todo. Te invito a mi blog, recién lo he abierto ayer, así que tengo pocas cosas escritas allí. Se titula: "Mi libertad es Cristo", en realidad se trata de un blog espiritual con poemas inspirados en el Señor y algunos testimonios y vivencias espirituales que Dios me ha dado desde que tuve un encuentro personal con Jesús. Bueno, ha sido un gusto pasar por tus letras. Sabes utilizar muy bien la palabra y te expresas con mucha claridad, resultando tu escrito bastante ameno. Te dejo mi cordial saludo. Ingrid Zetterberg
ResponderBorrarMuchas gracias, Ingrid. A mí también me parece que si May se pone el poncho, Jo la revienta. De cuántos billetes manejan, no te sabría decir: por como viven parece que muchos no son, pero tienen hijos y nietos en Corea a quienes probablemente les envíen gran parte de sus ganancias.
BorrarEncantada me voy a pasar por tu blog mañana. Ahora, a dormir, que entre pitos y flautas se me hicieron las 2 de la mañana.
Un saludo cordial y hasta mañana!
Fer
No estoy en absoluto de acuerdo con tu interpretación de lo sucedido.
ResponderBorrarEn primer lugar, tú le regalaste el poncho como un acto de amistad viendo como a ella le gustaba el que tú llevabas puesto. No le estabas regalando un poncho, estabas regalándole un acto de fraternidad, comunicación y de cariño. Acto conseguido.
Segundo, ella te agradeció el regalo y se sintió muy feliz por lo que hiciste. Le llegaste al corazón. Acto conseguido
Tercero, todo debería acabara aquí. Tú has dado algo y recibiste el agardecimiento que en el fondo esperabas. Pero sientes que has fracasado ya que ella hace un uso imprevisto con tu regalo. ¿Cuando a tus hijos de pueqeños les regalabas un juguete y hacían un uso diferente del mismo te sentías frustrada o te seguías sintiendo feliz por haberte acordado de ellos y haberles hecho un regalo?
Cuarto, ahora vista la actitud de "La China" quieres mantener tus distancias con ella arguyendo diferencias culturales. Habrá diferencias culturales no lo niego pero tú la hiciste feliz con aquel regalo y eso es lo que realmente deberías valorar.
He procurado decirte con toda claridad lo que pienso y deseo que lo comprendas.
Muchos besos
Lo comprendo totalmente y es en parte una gran verdad, amigazo Krapp. Pero vi rastros de la paliza en la cara de la china... Eso no me pasaba con los regalos que les hacía y que les hago a mis hijos y que luego no utilizan.
ResponderBorrarNo me distancio de la china: me acerco sólo con la mirada cómplice pero respetuosa y con la sonrisa, y no le exigo que se ponga el poncho criollo, porque sé que es Jo el que no la deja usarlo. Y a Jo también lo comprendo: tanta paliza recibe de porteños maleducados todos los días, que le profieren insultos varios, como:
-Chino de mierda. Chorro. Sucio... etc.
Hasta ahí llega mi vínculo por respeto a los dos. Igualmente, no me arrepiento porque obré de buena fe.
Muchos besos y gracias mil!!!
Fer
No interpreté bien tu escrito, pensaba que la mirada hacia al fondo era a su recuncho como decimos en gallego, es decir a su rincón, a su trastienda familiar y no directamente a su marido. Mil perdones.
BorrarEn todo caso me quedo con la primera parte de la historia porque estoy seguro que ella a pesar de las consecuencias valorará siempre tu gesto.
Besos otra vez.
Nada que perdonar. Difícil interpretarme cuando escribo enfundada en mi poncho criollo, Krapp. Lo mismo me sucede a mí contigo cuando me comunicas tus valiosos mensajes en gallego. Pero, por fortuna, los dos hablamos un lenguaje universal, y desde ese nos entendemos bien, y en "el bien", todos. Es la mirada hacia el fondo la que nos permite comunicarnos de verdad, así que nos hemos entendido bien todos en definitiva.
BorrarSé que May valora mis gestos, tanto como yo valoro los suyos, y valoro también los tuyos, te quedes con la parte que te quedes de lo te doy. Lo que vale siempre es dar. Y tú me das en abundancia, colmando mi medida y rebalsándola de sabiduría y humanidad.
Gracias, Krapp!!!
Fer
Hay una reflexión certera en tu relato, más allá de la película que te podés haber pasado o no con el maltrato que el marido ejerce sobre la mujer. Quizás no es una cuestión de maltrato, sino que tienen un pariente oculto, menor de edad, de esos que llegan cuando consiguen traerlos y se vino con lo que tenía encima del cuero, así que ella le dio el poncho para que no se muera de frío en el depósito del supermercado, que suele ser un galpón acuciado por todas las inclemencias.
ResponderBorrarPero la reflexión, María, la reflexión aquí es muchísimo más grande que la anécdota aunque la anécdota (muy bien relatada) le haya dado pie.
La razón de la xenofobia es la ignorancia y me refiero a xenofobia con aquello de odio a lo diferente, porque en realidad, nadie se pone a plantearse las realidades culturales del otro.
Yo soy judío y no demasiado religioso que se diga y tengo muchísimos amigos árabes y entre ellos muchos amigos palestinos que lo son allá, porque si lo fueran acá sería mucho más fácil, ya que el peso cultural está disminuido porque la relación se desarrolla en un país sin esa clase de paradigmas (o con esa clase de paradigmas también -indios de mierda, negros del orto, bolitas de porquería, paraguayos vagos, chinos mugrientos, turcos tramposos, judíos miserables- pero ocultos en un maquillaje cosmopolita for export).
No se puede imponer una cultura a alguien que tiene otra sin intentar borrarlo del planeta, porque las culturas son las raigambres que te hacen quién sos. Por eso, cuando se cuestiona por ejemplo que la mujer musulmana use velo en todas sus variedades, lo que se está haciendo es cuestionar la elección de un país a su cultura. Antes de cuestionar los aspectos de una cultura, que como todas las culturas tiene tradiciones que pueden resultarle completamente incomprensibles a otras, se debería comenzar por mejorar la que se tiene, creo yo.
Ultimamente leo mucho en internet el enfoque que hacen algunos desde sus sillones y frente a la pantalla de sus monitores, rasgándose las vestiduras porque está de moda la propaganda antimusulmana y se embanderan clamando por las mujeres musulmanas con chador, cuando, esos mismos en sus propias casas no valoran a la mujer que tienen y la cagan literalmente a palos (física y emocionalmente) en esta cultura occidental que no exige que la mujer se ponga velo, pero que le paga menos que al varón en un puesto de igual jerarquía y a igual capacidad ¿o no?
El hecho de lo diferente, de no poder aceptarlo, modificada a lo largo de la historia humana no es otra cosa que un comportamiento tribal, una conducta tribal, hasta en cierto modo atávica, de ver potenciales enemigos a todos los diferentes (desde la visión del cerebro de reptil).
Se da en todas las culturas. No es práctica solamente de la occidental. Hay culturas más serenas para expresar su rechazo a las otras y otras, como la occidental, de una soberbia avasallante para despedazar a todo lo que no se le parece, pero creo yo que eso es una falla en la construcción espiritual de la cultura y es donde falló la occidental: en su propia construcción espiritual y sin ponernos místicos, mucho tuvo que ver la romanización cristiana en el asentamiento de esa metódica de la destrucción del distinto que ahora parecen haber heredado ciertos grupos islamistas que han perdido el rumbo de su propio Corán, como durante siglos se perdió también el rumbo que marcaba El Libro.
Como verás, hay temas que me pueden y podría estar hablando seis horas más sin cansarme, porque después de haber recorrido todo el planeta y llegado a los lugares más insólitos, he aprendido mucho de los hombres y esto lo digo sin dármela de nada, solamente por observar e intentar comprender que las emociones del corazón son iguales a todos los humanos.
Lehitraot
Gracias!!!
BorrarMe encanta la película que vos te hiciste y me hiciste, la del pariente oculto, la del niño en el galpón acuciado del fondo del supermercado: es el niño interior que May, Jo y su primo silente llevan adentro y que alimentan y abrigan como mejor pueden para que no muera el adulto herido e hiriente que va al frente. Todos tenemos un niño guardado del mundo que no comprende el adulto que enfrenta al mundo, ese niño refugiado en el fondo del corazón, ¿no? Ese sí que necesita un poncho: ¡ya lo creo! Tenés guión para cine arte en esa película, rabí.
Yo humildemente creo que la raíz de la xenofobia, como la del odio mismo, Gabriel, es el miedo: el miedo a lo diferente, a lo que desconocemos, a lo que no comprendemos. Es una emoción muy humana el miedo, pero es menester interpelarlo constantemente e iluminarlo mucho para que, como la sombra, se desvanezca a fuerza de luz. Hace falta ser muy espiritual, no necesariamente muy religioso, pare lograr eso: si entendemos el ser religioso como el cumplir con una serie de mandatos huecos e impuestos que nos lavan la conciencia y nos hacen sentir buenos, estamos al horno, hermano. Ahora, si el ser religioso o espiritual, como más te guste, pasa por la acción en el amor, por el dar sin mirar a quién, el sentir y vivenciar que el otro, sea chino, yanqui, sudaca, gallego, católico, cristiano, judío, musulmán, islamita, protestante, ateo o agnóstico, etc., etc., etc., es un ser humano que necesita amor, mirada, com-pasión (=pasión por y con el otro), comprensión, respeto en su dignidad humana y, sobre todo, inclusión en nuestro corazón y en la sociedad que conformamos todos, entonces estamos hablando de religión bien entendida, la que nos une, no la que marca las diferencias: eso no es religión.
Hay mucho de tribal y del cerebro reptil en nuestra humanidad todavía: se ve en las noticias por estos días, y sólo se evoluciona usando el corazón. Siento pena por esos críticos de sillón, porque no saben lo que significa que alguien a quien juzgás mal te ponga una mano encima, te con-mueva (=se mueva con vos hacia adelante), y te caliente el alma además de darte calor para calentar la suya también. Esa es la base de todo libro sagrado, pero los tenemos arrumbados junto al calefón...
Me encantaría escucharte seis horas seguidas hablándome de estos temas, ángel Gabriel: ¿qué mejor cosa para esta María? Pero tenemos que salir al mundo a dar y darnos. Acá ya colmaste el jarro de agua pura y nutricia para saciar mi sed, y te lo agradezco de alma, rabí.
Lehitraot
PAZ
Tu candidez y la de ella, es : CARIDAD
ResponderBorrar"La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta" (1 Co 13, 4-8). Y termina, "la caridad no dejará de existir".
Y ahora además, nexo de unión del alma, con silencios "impuestos" que utilizais para comunicar con vuestros ojos la comprensión y el entendimiento.
Sois hermanas y mientras sigas visitándola, para su marido seras una clienta y su vanidad no queda herida puesto que no se lo deja poner, pero, para May HERMANA DEL ALMA, que la vió y le prestó atención, igual que su observación de tu empeoramiento. En mi humilde opinión, ahora tú te deberías sentirte muy muy contenta, ella te recordó cuanto posees materialmente, y te sorprendió con una gratitud exagerada que no venía del precio del poncho, claro que no¡¡ TE RINDIO GRATITUD A TI.
Fer, ando cansada, y me costó explicarme, confió que le pongas tú, las ganas de entenderme.
Besos a tu alma y a May y a Jo, y al sin nombre, besos a todos los hermanos del alma¡¡
♥♥♥
¡Bendito sea tu cansancio en este tramo, Tramos! ¡Bendita seas, mujer! Yo la cita de Corintios se la hice leer a mi única hermana en mi boda, hermana menor que yo, pero grande en la caridad y en el amor a los demás. Y en la versión Bíblica que se leyó en mi boda la palabra "CARIDAD" se traduce como "AMOR": es igual.
Borrar"El amor no pasará jamás."
Gracias, HERMANA DEL ALMA, Tramos Romero, bolboreta inquieta y de alma llena de amor para dar: mi alma está con la tuya y vuela con tus alas!!!
T
Todo mi ♥ colmado de gratitud y gratuidad para ti!
Fer
Hermosa historia Fer. Creo que no importa si uno se frustra porque no pudo ayudar al otro, como pensó que podía. Lo importante es el intento, lo importante es el lazo invisible, más allá de las palabras, que creaste con May. Un gesto que ni su marido le dará. Tampoco se puede culpar demasiado a Jo, porque fue criado así, y se parte el lomo todo el día en un lugar y un país que no es el suyo. Vida de inmigrantes, sé de eso.
ResponderBorrarPero a May, seguramente, le entibiaste el alma con tu regalo.
Un abrazo enorme.
Gracias, Mire. La historia tiene la belleza de lo real, de lo cotidiano y la de May,por supuesto, que por cierto es una mujer muy bella, por dentro y por fuera. Lo que decís de Jo es tal cual: ni que lo vieras... A la hora en que me tiro un rato a dormir una necesaria siesta, a menudo lo veo pasar a través de mi ventana con un carro con el que se va hasta el hipermercado más cercano, que está como a quince cuadras, y lo trae todo lleno de mercadería sobre el lomo, haga frío o calor, ya que ni una utilitaria tiene. Así que razones para sentirse apaleado por la realidad que vive no le faltan: no lo puedo juzgar ni culpar. Vaya a saber qué clase de padres tuvo, el pobre tipo.
BorrarHoy justamente entablé charla con un joven policía que custodia la cuadra por las escuelas que tenemos alrededor. Y escuchándolo atentamente me tocó el alma también. Me contaba que su papá le pegaba de chico por cualquier cosa, y que él se hizo policía porque de chico aprendió que no se debe pegarles a los niños, sino sólo hacerlos cumplir con su deber. Me pareció revelador que un policía la tuviera tan clara, ¿no? Uno tiene el preconcepto de que son todos de gatillo fácil, de mano dura y violentos. Y sin embargo este era un tierno que me dijo que casi no veía a sus hijos en todo el día por las horas que se pasa fuera de casa por un magro sueldo, y casi se le escapa un lagrimón. Yo le preparé un cortadito y él me dio una buena lección.
Hay tantas formas, Mire, de tejer lazos invisibles, de regalar lo intangible y de entibiar el alma: vos lo hacés conmigo siempre, y te agradezco profundamente por eso.
Un abrazo y un beso, Mire!
Fer
Fer lo bonito seria que May pudiese abrigarse el cuerpo con tu poncho...pero ya que no puede seguro que si le abrigó el alma y lo guardará en un cajón como un tesoro...y quizá algún día tenga el valor suficiente para imponerse a Jo...
ResponderBorrarQuizá Jo no se lo deje poner por un orgullo mal entendido...porque no vio en ello un regalo si no un símbolo de caridad...y uno puede ser pobre,pero eso cuesta reconocerlo siempre...
en la cultura oriental y en la occidental...
Uno de mis chicos colombianos me dijo una vez..."seño, no se debe contar la plata delante de un pobre"...y lo entendí, vaya si lo entendí...
¿sabes que algunas de mis entradas del blog se han quedado sin fotos?...me ha dado mucha rabia...y me esta tocando rehacerlas poco a poco...ahora entiendo mejor tu frustración...
Un abrazo
Julia querida: ese dicho también lo usamos los argentinos, así que resuena. Es probable que para Jo sea una humillación el hecho de que su mujer vista ropas que le regala una clienta argentina y no la que les provee él: tienes razón. No lo había pensado por ese lado, pero ilumina tu forma de ver las cosas, como siempre, sabia Julia.
Borrar¡Cuánto me apena que te haya pasado algo parecido a lo que me pasó con las imágenes de tantas entradas del jarro que aún están en borrador! Debe ser el tema de Picassa, supongo yo, que se adueña de todas tus fotos y luego, cuando quieres protegerlas para que no vea nadie los álbumes familiares, tocas mal un botón, y: ¡zas! Se van todas de un plumazo. De todas formas tienes el blog tan bonito y remozado que no debes preocuparte demasiado. Las imágenes poco a poco se recuperan, aunque a mí me pasa que como cuelgo tantas, ya no tengo memoria de qué imágenes iban en cada entrada, y a ti, con tantas fotos preciosas y preciadas que publicas, te ha de pasar peor. A propósito, Julia, tengo que ir a visitarte, pero ando a mil con el viaje, ya ni las noches me alcanzan para todo lo que deseo hacer. Pero hoy toca Julia seguro.
Un abrazo y muchas gracias.
Fer
Sea como sea la historia... de tantas formas como miradas, hay algo en lo que todos estamos de acuerdo: la 'porteña' es genial nomás!!
ResponderBorrarUn beso muy grande para ti y otro para May. Uno, que le harás llegar con esos ojos grandes, redondos y llenos de bondad, que tu dios te ha dado.
Gracias, Cristal, pero no soy genial, ni deseo hacer ostentación de este gesto. Simplemente lo comparto porque me ha enriquecido, y creo que desde estos gestos compartidos tal vez anime a otros a mirarnos a los ojos, rasgados o redondos, los del amor, los del corazón,que sí creo que son los ojos de Dios. Son, en definitiva, los ojos con los que debo aprender a mirar más a menudo, lo cual resulta un complejo desafío para mí y para todos. No creas que lo logro siempre. Para mis otros ojos,los redondos, los del rostro, me ha hecho falta ajustar el aumento: se nota que al empezar a usar los ojos del alma, los ojos en mi cara han dejado de ver con tanta nitidez: eso es simplemente el fruto de crecer.
ResponderBorrarUn beso grande!
Fer
Caray,Fer...de la misma manera que ha ascendido la ternura y entusiasmos propios de la solidaridad y la ternura,de la misma,digo,me ha subido la indignación hacia el rostro hasta hacerme farfullar mil improperios contra Jo.
ResponderBorrarEste mundo es tan injusto,cruel,desalmado y descorazonador!
Y sí,somos capaces de juzgar a lo pronto sin pensar detenidamente en la persona,que es lo que debería importarnos,no de dónde venga o vaya,sino que está ahí y punto.
Se me ha partido el alma junto a la tuya bajo tu poncho criollo.
Besos miles,hermosa.
Gracias, Marinel: cuando el alma se parte, se com-parte: se le da al otro como pan. Esto me lo ha enseñado María Guadalupe Buttera, autora del blog Despertar y Crecer A mí me pasa que Jo también me parte el alma, porque está extraviado, porque tal vez es hijo de la violencia y necesita conocer el amor para encaminarse y dejar de ejercer la violencia sobre su pobre mujer. Es un círculo vicioso este del maltrato, muy complejo, y hay que andar con pie de plomo. Intentaré entablar desde donde mejor pueda una mirada piadosa y sanadora con Jo, pero no es fácil: el camino lo tienen que encontrar ellos dos. Yo sólo los puedo acompañar desde el respeto y el amor, como te acompaño a vos.
ResponderBorrarBesos mil, mi bella poetisa ;)!
Fer
Quizás el mejor regalo sea tu mirada, esa ventana por la que entre el sol de la amistad y por la que puedan arrojarse al vacío todos los maltratadores orientales y occidentales.
ResponderBorrarHe vuelto...después de un largo periplo por las pasiones ... he vuelto a tus letras y tus relatos bien escritos, como siempre, que a nadie dejan indiferentes.
Un bsazo
Hola, Spa!
ResponderBorrar¡Es una gran alegría tenerte de vuelta con foto y todo acá, que había desaparecido vaya a saber por qué misterio de Don Google o por las patas que he metido! La verdad que te extrañaba, amigo. Y no entendí bien tu último escrito: por eso me abstuve de comentar, amén de algunas otras cuestiones que ya te voy a comentar de alguna manera u otra, ya se verá.
Te agradezco el reencuentro y espero que no te haga mal pasar por acá o que yo pase a tocar simplemente tu alma azul, que respeto y valoro desde mi desconocimiento de su verdadera identidad, y deseo preservar, como a todas las almas, en especial, la propia, Spa.
Bsazo!
Fer
Fer! quise pasar a dejarte un beso, y terminé con lágrimas universales. Tu sensibilidad perfora la de los demás, no se puede pasar nada más a saludar por acá :)
ResponderBorrarAmorosa Eli:¡gracias! Me das una alegría inmensa.
ResponderBorrar¿Vos viste cómo creció esto, Eli? Casi que me supera entre G+ y el mail, que explota a diario, pero estoy feliz con el jarro que rebalsa. Ni yo lo puedo creer: tantos años de trabajo con tan buenos seguidores como vos, Eli, al final van dando más fruto, porque ahora son muchos y son buenos los comentadores, como lo han sido siempre, y eso es lo que más nutre. Todo pasa por este rico intercambio humano que a nadie deja indiferente: a mí sobre todo, Eli.
¿En qué andás vos? Contame, por favor, que te perdí el rastro.
Un beso enorme, Eli: no te pierdas!!!
Fer
No sé que ha pasado, yo te dejé un comentario en esta entrada. Estoy segura de ello. Vine a echar un vistazo por si habias publicado algo nuevo, y me encuentro que mi comentario desapareció.
ResponderBorrarBueno, intentaré repetirlo aunque habrá perdido la espontaneidad de la lectura inicial.
No lo recuerdo con exactitud pero si decía algo de tu generosidad, y de las diferentes culturas con las que compartimos la vida.
A veces aun con toda la voluntad, alejados totalmente de prejuicios no somos nosotros los que creamos esa intolerancia, ese digamoslo así racismo entre comillas, ese apartar de nuestra vida diaria quien tiene otras culturas u otra forma de actuar, a veces los principios sociales en algunas personas están demasiado arraigados, y ellos mismos, como en el caso de tu escrito, son los que generan esos prejuicios, de ellos entre ellos, justo como el poncho para May, quien encantada lo recibe y sin embargo no puede ponerse.
La vida está llena de prejuicios, de intolerancia, pero afortunadamente cada dia menos personas abogan por esta realidad.
No importa que las culturas o las tradiciones sean distintas, todos convivimos en un mismo espacio, lástima que algunas mentes, les cueste tanto de abrirse y comprender.
Tu gesto te hace noble.
Besitos mediterráneos.
Gracias, Gala: disculpas. Pasan cosas raras en este blog hace tiempo, y me superan a veces, ya que lo mío es simplemente escribir. De todos modos, el mensaje cala hondo. Te saludo luego de tanto tiempo y te agradezco la visita y el aporte, que suma: eso es lo que vale, Gala, sumar y nunca restar ;)!
BorrarUn beso porteño con poncho criollo al hombro!
Fer
hols!!! No puedo agregar mucho a tu entrada, solo que es en verdad genial, espectacular. Es dificil a veces tener un gesto, tratar de incluircuando es claro que por alguna razón muchos orientales no quieren saber nada con nuestra cultura. Quiza manteniendose juntos y orientales es como extranan menos su casa, como pueden seguir siendo chinos o coreanos o japoneses. Hace poco lei etemblores y estupores y por lo que entendi no está bien visto que un occidental vaya a japon a tratar de hacerse el japones. Simplemente no les cae bien. Quiza por lo mismo ellos no tratar de incluirse en nuestra cultura. Son las minorias mayoritarias, las que a su vez sufren mas discriminacion y prejuicios.
ResponderBorrarSaludos
Gracias, Caro, por tan cálidas palabras. Justamente hoy se recuerda en el mundo a Teresa de Calcuta. Ella una vez dijo:
Borrar"Sonríase unos a otros. Tengo la sensación de que vamos todos tan apresurados que ni siquiera tenemos tiempo para sonreírnos mutuamente."
Sobre ella, el presidente de la República de la India sentenció en 1972:
"La Madre Teresa es una de esas almas libres que han salvado todas las bareras como la raza, la religión, la nacionalidad."
Yo estoy muy lejos de ser Teresa de Calcuta, pero es un ejemplo a tomar en cuenta en la cotidianeidad urbana. Tenés razón cuando decís que los orientales hoy en nuestra ciudad son las minorías mayoritarias, de ahí el deber de integrarlos al menos desde el simple gesto de una sonrisa y sin juzgarlos.
Te mando un beso grande!
Fer
Caro: sólo aclararte que es mañana el día en que se recuerda a Teresa en el calendario Católico. Pero podemos empezar hoy y todos los días a nutrirnos de su palabra en acción ;)!
ResponderBorrarOtro beso!
El maltrato, Fer, no entiende de culturas y sí de inculturas y barbarie. En la cultura May no entra el maltrato; Entra el agradecimiento: No se entiende en su cultura que después de recibir un regalo, o mejor dicho un gesto de amistad, éste no sea correspondido con un gesto de gratitud. El bruto de la trastienda, que estoy seguro le arrebató el poncho a May dejando la paliza como pago, no soporto el gesto de aprecio, tolerancia y gratitud entre dos culturas: el gesto de humanidad al fin y al cabo, tal vez porque él está totalmente carente de tal virtud y eso, no tiene nada que ver con la diversidad cultural.
ResponderBorrarUn abrazo.
Gracias, Manuel.
BorrarUn fuerte abrazo!
Fer
No creo que la diferencia cultural esté reñida con el respeto. Nadie debe esclavizar a nadie, sea dela cultura que sea. Otra cosa es lo que podemos hacer para evitarlo, que es más bien poco.
ResponderBorrar(me perdí un rato...y tienes otro premio esperándote en mi blog)
Gracias, Alson. Ya he visto el premio y te lo agradezco. Me estoy reconectando de a poco luego del periplo. Más tarde te visito.
BorrarUn abrazo y gracias por tu opinión!
Fer