Deberé acatarlo mansamente:
mi tiempo de creer se ha terminado,
ya se ha ido, con Dios lo han enterrado.
Hoy es noche de brujas y de muertos,
pero es que yo descreo de los vivos,
los que en domingo tocan a mi puerta
vestidos de palabras y vacíos.
Ya no creo en el milagro que prometen
quienes venden ilusiones en frasquito,
quienes, con Dios en el bolsillo, nos ofrecen
las recetas que aseguran que se puede
hacerle frente a las fuerzas del destino,
los que intentan traficar con la esperanza
de que por el mero hecho de soñarlo
la fortaleza que anhelamos se construye,
los que insisten, en modo imperativo,
en que obtengamos la dicha por pedido.
Una legión de descreídos en pena
saldremos a las calles en protesta
alguna noche que otra como esta,
los refugiados huyendo de la tierra
de la mentira de un Dios a domicilio,
de la estafa de decir que con pensarlo
la salud se hace luz en nuestras casas,
el trabajo que buscamos nos encuentra,
el amor que se nos fue se nos regresa
y la vida que soñamos nos recibe.
A boca de jarro