“There is a wisdom of the head, and... there is a wisdom of the heart.”
Charles Dickens, Hard Times.
En uno de sus mundos imaginados fuera del mundo donde le tocó vivir, Dickens creó un personaje tan memorable como objetable y absolutamente creíble. En plena era del Utilitarismo de su Inglaterra victoriana, realizó un retrato extraordinario de los Tiempos Difíciles, los enmarcó entre las chimeneas humeantes de las fábricas industriales de una inexistente y distópica Coketown y les dio forma y color humanos en la figura del Señor Gradgrind, economista, hombre público y educador, fuertemente posicionado a favor de los hechos y en contra de la fantasía:
“Pues bien; lo que yo quiero son realidades. No les enseñen a estos muchachos y muchachas otra cosa que realidades. En la vida sólo son necesarias las realidades. No me planteen otra cosa y arranquen de raíz todo lo demás. Las inteligencias de los animales racionales se moldean únicamente a base de realidades; todo lo que no sea esto, no les servirá jamás de nada. De acuerdo a esta norma educo yo a mis hijos y de acuerdo a esta norma hago yo educar a estos muchachos. ¡Hay que atenerse a las realidades, caballero!”
Yo no sé Ustedes, pero yo sí conocí personas en el mundo fuera de los libros como el Señor Gradgrind, capaces de moler cualquier fantasía ("grind" significa "moler" en inglés, y no creo en la ingenuidad de Dickens a la hora de poner nombre a sus personajes): recuerdo a mi profesora de música del secundario, la vieja Schenone, quien insistía en la solemnidad musical, y que en sus clases nos daba para estudiar y recitar, de memoria y sin risas, la vida de los compositores célebres en lugar de permitirnos entregarnos a la fantasía de la música y del mero hecho de cantar, que, por cierto, hace tan bien como reír y educa casi más que estudiar. También me pasó de tener como compañero circunstancial de viaje a un señor que se negaba a entrar a los museos por considerarlos aburridos y fantasiosos, un tipo que parado frente a una obra de arte que los demás habíamos viajado miles de kilómetros para observar, te decía, encogiéndose de hombros: "¿Y tanto lío por este mamarracho?"
También me ha sucedido conocer gente del otro extremo del espectro de la incredulidad: ya en alguna otra oportunidad he traído a colación a mi tía Juana, una mujer que cuando miraba Titanes en el ring por televisión creía que los tipos se mataban a trompadas. ¡Y cómo lo disfrutaba! Fue un consuelo para mí estudiar, varios años después de la muerte de mi tía, el perfil de la audiencia shakesperiana en tiempos del Bardo, que de entre las columnas del teatro isabelino poco selecto de aquellos tiempos, y a cielo abierto, le avisaban a los gritos pelados al protagonista de una tragedia cuando un villano venía con la daga en la mano a ensartarlo por atrás porque realmente creían en la fantasía en la cual estaban inmersos.
Sucede con la literatura, el teatro, el arte y el entretenimiento en general - y nos sucede a todos, en mayor o menor escala - que nos dejamos embaucar a voluntad por la ficción que nos propone el creador o el artista. No hay escape más placentero, más adulto y más necesario. Samuel Taylor Coleridge le puso un nombre a este fenómeno por el cual nos adentramos en el mundo de ficción que se nos abre al pronunciar la fórmula mágica "Había una vez" sin pedir a gritos la realidad que adoraba el Señor Gradgrind: "suspensión del descreimiento". El autor de fantasías tiene, a priori, un acuerdo tácito con el espectador o el lector, y espera que nuestra fe poética nos permita dejar de lado nuestra sensatez y juicio crítico por el rato que dure la ficción, y así nos traguemos encantados cualquier sapo encantado: que una casa está embrujada, que haya unicornios en el jardín, dragones en los techos y piratas que hacen desaparecer doncellas vírgenes de sus aposentos. Es decir que para disfrutar y dejarse llevar, para reír y llorar, para gozar y penar con un buen libro entre las manos o con el culebrón de las cinco de la tarde es menester suspender nuestro juicio acerca de la inverosimilitud de aquello que se nos plantea fantasiosamente como realidad. En otras palabras, hay que permitirse pecar de ingenuo para disfrutar del arte y la literatura, hay que permitirse aquello que esas personas como el señor Gradgrind, mi profesora de música o el pobre tipo que frente a una obra no ve más que un garabato, no se permiten, tal vez por el miedo adulto que representa la subversión a la que nos invita la fantasía artística: hay que poder y querer hacer a un lado la lógica de la cabeza, de los hechos - como un niño que juega a que es Superman y salta desde el balcón - y apelar a la lógica del corazón.
Para quienes escribimos es todo un desafío el ser creídos y creíbles, y resulta pura aventura el derribar las vallas de la realidad, moldearla a fuerza de golpes del cincel de la fantasía, y ganar la credibilidad y el respeto de quien nos lee. Yo no recuerdo mayor alegría en mis días de letras que la primera vez que me animé a inventar y fui creída, aunque esto no basta para suspender mi propio descreimiento con respecto a quien soy yo. El verdadero escritor es un artista que habilita el salvoconducto a la fantasía sin esfuerzo, un ser capaz de crear sobre la hoja en blanco un mundo donde no hay lugar para el férreo descreimiento, alguien cuyo destino es borrar de un plumazo el miedo a volar de quien aborda el mundo que chorrea de su pluma.
A boca de jarro
A boca de jarro
Muy bueno.
ResponderBorrarMuchas gracias, Mark.
BorrarUn abrazo.
Fer
Mi tía abuela tenía una charla con el joven de deportes a la hora del café con toda la naturalidad del mundo.
ResponderBorrarQué poca cosa seríamos sin imaginación, sin fantasía, sin la capacidad para creernos una historia, que nos cuentan- recuerdo a mi abuela haciéndolo- que vemos, que leemos. Pobres, muy pobres!
Fer no pude ver tu blog en meses porque al abrirlo me salía una publicidad que me impedía leerte. Parece que al actualizar el sistema operativo me libré de ella. Pero aquí estamos!
Besos
Me alegro que estés de vuelta, Josela.
BorrarUn beso y gracias!
Fer
El escritor fantasea, no miente, ficciona, no engaña. Tiene el permiso del lector. Y eso es mucho permiso.
ResponderBorrarPrecioso y maravillosamente bien escrito.
Un beso.
Muchas gracias, Rosa.
BorrarUn beso grande!
Fer
Fer,
ResponderBorrarTotalmente de acuerdo, escribir te permite inventar mundos, crear, mover, alterar, imaginar, soñar...
Para mi esa es la gracia de escribir, cambiar la realidad, esa es la que es y el resto la moldeamos a nuestro gusto, dejando volar la imaginación con ese "Erase una vez", escrito o imaginado que nos da licencia para inventar.
Saludos
Muchas gracias por tu aporte, Conxita.
BorrarSaludos!
Fer
Sublime tu escrito, Fer. Todo es bueno en su justa medida: atenerse a la realidad pero no tener los pies pegados con cemento en el suelo, pero también dejar jugar a la imaginación "suspendiendo nuestro juicio" como bien dices. Es muy cómodo que el escritor o el culebrón nos lleve de la mano por ese mundo de fantasía, pero es más estimulante dejar que sea nuestra propia mente quien nos lleve de paseo por ese mundo.
ResponderBorrarGracias por la reflexión que me llevo al venir a saludarte tras mis vacaciones y a decirte que ya estoy 'operativa' en este mundo bloguero.
¡Un beso!
Una alegría tenerte de vuelta y descansada, Chelo. ¡Mil gracias!
BorrarUn beso.
Fer
Soñar para crear, soñar para disfrutar de la lectura. Muy buen texto, tan importante como el esfuerzo del creador por hacer real al personaje, como la predisposición del espectador lector para adentrarse en otra realidad. Saludos!!!
ResponderBorrarSin el permiso del lector y su complicidad no hacemos nada. Muchas gracias por tu aportación, David.
BorrarUn saludo.
Fer
Dicen, que el poeta o escritor, miente en sus escritos, algunos mentiran, pero creo que no es esa la palabra adecuada, pienso que la imaginación está para algo, que sería del mundo sin ella??, me encanta imaginar lo que deseo y como me gustaria verlo, lo puedo vestir del color y forma que me apetezca en cada momento.Un placer leerte, amiga. Feliz jueves. Abrazo cielo.
ResponderBorrar¡Y hay que ver lo bien que te sale imaginar, querida Carmen! Muchas gracias por pasar y dejar tu huella en mi casa.
BorrarUn abrazo!
Fer
La definición de la realidad supone un problema filosófico. Determinar qué es real y qué no lo es ha sido motivo de análisis y debate durante toda la historia de la humanidad. No se puede decir que la realidad está formada sólo por cosas materiales, ya que las emociones y los sentimientos también son “reales”. Del mismo modo, la fantasía podría considerarse como parte de la realidad en tanto hay personas que la desarrollan.
ResponderBorrarUn abrazo, Fer
Tienes, como siempre, un muy buen punto, mi estimado Luis Antonio. Muchas gracias.
BorrarUn fuerte abrazo.
Fer
¿Será el Grinch ese duende perverso que odia la Navidad una derivación de la propia palabra? Al parecer fue inventado en 1957
ResponderBorrarhttps://es.wikipedia.org/wiki/El_Grinch_(personaje)
Para mí la obra maestra sobre el conflicto entre la realidad y la fantasía es La montaña mágica de Thomas Mann y se encarna en las figuras de Naphta y Settembrini.
Respecto a los acuerdos que exige una historia ficcional yo creo que el formato importa mucho para la credibilidad de los lectores. Un blog no es un libro y en este entorno a veces las confusiones no derivan tanto de la credibilidad como la identificación que hacen los lectores entre lo escrito y quien lo escribe. Mucha gente atribuye lo que dicen o hacen los personajes al propio autor del blog olvidando que se trata de una ficción y por lo tanto no es una autobiografía o una opinión personal.
Besos
La verdad es que "Grinch" no me suena a nada familiar, tan sólo un leve parecido a "grudge", pero no te sabría decir si hay intencionalidad detrás del nombre. Con respecto a lo que apuntas sobre la naturaleza del blog, tienes razón: un blog no es un libro, y la verdad es que yo lo empecé y lo desarrollé como un diario personal en un principio, así es que ahora no me puedo quejar cuando pretendo ficcionar. En algún momento llegué a plantearme la posibilidad de abrir un nuevo blog para hacer algo distinto, pero es que estoy encariñada con mi jarrito y el mucho trabajo que le he metido. Tú me has seguido desde entonces, así es que sí has visto el cambio y lo has aceptado sin patalear, por la cual te estoy agradecida ;)!
BorrarMuchos besos y mil gracias, Krapp.
Fer
¿Qué sería de nosotros si estuviéramos incapacitados para soñar?
ResponderBorrarTriste sería la realidad cotidiana sin un buen libro bien escrito, una adictiva serie bien hilada o una historia brillantemente narrada.
Seríamos seres grisees y anodinos de paso por un mundo desmotivado e insulso.
¡Qué bien lo describes!
Besos compañera.
Muchas gracias, compañero.
BorrarBesos!
Fer
Nunca me había planteado lo de ser creído. De verdad. Ser creíble quizá sí pero... ser creído....
ResponderBorrarBeauséant www.elartistadelalambre.net
Un saludo enletrado.
BorrarFer
Como decía el gran Cortázar: "lo fantástico está imbricado en la propia realidad". Desgraciadamente en occidente adolecemos de una mente disociadora que suele separar y prejuzgar las ideas o conceptos, cosa que en oriente no sucede y les ayuda a entender la vida como un todo, de forma holística, de esta manera llegaríamos a entender que ambas sabidurías: la de la mente o la razón y la emotiva o del corazón, son caras de una misma moneda, pues la una sin la otra no existen, ya que ambas forman parte de nuestra naturaleza humana y de sus actos, como por ejemplo en la escritura o la narrativa.
ResponderBorrarMe ha gustado tu planteamiento de este debate a partir de esa famosa cita de Dickens, con esas preciosas alusiones a sus personajes y su peculiar idiosincrasia acorde con esa época victoriana, además del desarrollo de carácter cultural y didáctico que engloba esta nueva entrada.
Muchos besos amiga Fer.
Es muy cierto: la realidad, por más increíble que resulte, tiene licencia para exagerar y desvariar. Muchas gracias por tu aporte, amiga Estrella.
BorrarMuchos besos!
Fer
Maravilloso escrito Fer, me parece que la realidad y la fantasía escribiendo van de la mano. Que seria de los que escribimos, no podríamos hacerlo sin vivir de realidades y de pensamientos fantásticos. Poco te visito pues estoy como tu amiga Josela y tengo un virus en el servidor de Google que no me deja pinchar en casi nada. Me sale una propaganda directamente. Estoy a ver si mi hijo viene y me echa un cable para poder arreglar este desaguisado. Para acceder a mi blog por Google imposible tengo que utilizar el facebook y desde allí no tengo problemas.Un abrazo
ResponderBorrarMuchas gracias, Mamen!
BorrarUn abrazo.
Fer
Muy bueno Fer! Creo que personas así no saben disfrutar realmente de la vida, sin imaginación y fantasía se pierde una parte importante de lo que puede llegar a ser una persona, Todas las artes, los museos, exposiciones y un largo etcétera enriquen nuestra vida y la hacen mucho más alegre y llevadera.
ResponderBorrarMe gustó muchísimo!!! Un abrazo amiga
Mafar
Muchas gracias, amigaza Mafar.
BorrarUn beso grande!
Fer
Excelente entrada Fer, me ha encantado tu maestría escribiendo este artículo. Comparto los mismos pensamientos, hay que atreverse, volar, sacar palomas de un ladrillo -leí en cierta ocasión. Mi formación fue de dictadura y mantilla , ahora estoy intentando recuperar tantos "años de cordura y formalismos" que me cuesta saltar esas vallas de las que tu hablas, porqué ni me acuerdo -a veces- de que dispongo de un par "de alas" -incluso de más. Un fuerte abrazo Fer
ResponderBorrarMuchas gracias, Elena. Un abrazo!
BorrarFer