"A la deriva", Cuentos de amor de locura y de muerte, Horacio Quiroga, 1917
"El hombre pisó algo blanduzco, y enseguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yararacusú que arrollada sobre sí misma esperaba otro ataque.
(...)
El hombre estiró lentamente los dedos de la mano.
-Un jueves..
Y cesó de respirar."
Decálogo del perfecto cuentista de Horacio Quiroga (1927)
I. Cree en el maestro – Poe, Maupassant, Kipling, Chejov – como en Dios mismo.
II. Cree que tu arte es una cima inaccesible. No sueñes en dominarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás, sin saberlo tú mismo.
III. Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que cualquier otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia.
IV. Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.
V. No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado las tres primeras líneas tienen casi la misma importancia que las tres últimas.
VI. Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba un viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de las palabras no te preocupes de observar si son consonantes o asonantes.
VII. No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él, solo, tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.
VIII. Toma los personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta aunque no lo sea.
IX. No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue has llegado en arte a la mitad del camino.
X. No pienses en los amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si el relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida en el cuento.
Horacio Quiroga: (Salto, Uruguay, 1878 - Buenos Aires, Argentina, 1937)
Cuentista, dramaturgo y poeta rioplatense, considerado el maestro del cuento latinoamericano, de prosa vívida, naturalista y modernista. Sus extraordinarios relatos retratan la naturaleza bajo temibles rasgos y la presentan como enemiga del hombre, lo cual brinda una hondura épica y hasta trágica inusitada a sus personajes.
Vivió en su país natal hasta la edad de 23 años, momento en el cual, luego de matar accidentalmente a su mejor amigo, decidió emigrar a la Argentina, donde vivió 35 años —hasta su muerte—, y donde se casó dos veces, tuvo sus tres hijos, además de ser el lugar donde desarrolló la mayor parte de su obra. Mostró una eterna pasión por el territorio de Misiones y su selva, adonde se asentó en dos oportunidades y cuyo entorno trasladó a la trama de muchos de sus escritos, principalmente en "Cuentos de la selva".
La vida de Quiroga, marcada por la tragedia, los accidentes y los suicidios, culminó por decisión propia, cuando bebió un vaso de cianuro en el Hospital de Clínicas de la ciudad de Buenos Aires a los 58 años de edad, tras enterarse de que padecía cáncer de próstata.
Obras destacadas:
Diario de viaje a París (Testimonio y observaciones), Montevideo, 1900.
Los arrecifes de coral (Prosa y verso, El Siglo Ilustrado), Montevideo, 1901.
Cuentos de amor de locura y de muerte, Buenos Aires, 1917.
Cuentos de la selva, Buenos Aires, 1918.
Anaconda, Buenos Aires, 1921.
El desierto, Buenos Aires, 1924.
Los desterrados, Buenos Aires, 1926.