Debe ser que, por defecto, yo no nací con el gen de la territorialidad que hace tan fuerte el ser porteño para, pongamosle, un tachero porteño, porque acá en Rosario me siento tan en casa como allá. Rosario se me hace igualita a Buenos Aires en los detalles que gratis se me abren en esta noche fría de invierno: en el viejo con su bastón, enojado con la vida por tener que apoyarse en el bastón, que va abriéndose camino por la vereda sucia pegándole bastonazos a las botellas vacías de Coca Cola sembradas a su paso por la barra de pibes de la esquina, que fuman porro y usan gorrita; en el señor a quien pasea su perro - porque es el perro quien pasea a su amo en este caso - que lo hace mear a medio metro de donde estoy sentada lo más tranquila, como delimitando territorio, y si no te gusta el perro, agua y ajo, porque en la urbe ante todo están los perros, y su mierda es el patrón de la vereda; y en las palomas, dueñas de los techos, y a estas alturas también de las veredas.
A mí se me hace que Rosario y Buenos Aires empatan en la ausencia de Dios, en el cielo y más allá de las palomas, y en su carestía crónica de policías. Es posible que Dios se haya cansado de que acá no se le diera pelota, y entonces rajó para otros puertos a patear penales, como Messi.
A mí se me hace que Rosario y Buenos Aires empatan en la ausencia de Dios, en el cielo y más allá de las palomas, y en su carestía crónica de policías. Es posible que Dios se haya cansado de que acá no se le diera pelota, y entonces rajó para otros puertos a patear penales, como Messi.
Rosario se me hace igualita a Buenos Aires también en la hijoputez de sus colectiveros: pasa uno a toda máquina por calle Sarmiento y levanta una nube blanca y tóxica que saca a la vereda a los curiosos, como si una niebla londinense hubiese decidido cruzar el océano y cubrir la calle. Sale el metre del Savoy, se encoge de hombros, se rasca la cabeza de pocos pelos y me pregunta extrañado por la niebla. Ni bien le explico que fue un colectivero, se sonríe de costado, y entonces todo queda más que claro.
Despacito me voy en pos de un sueño, un sueño chiquitito y sencillito, como todo sueño de café. Suena el carillón del Palacio Fuentes, y siento que ya es hora de cumplirlo. Camino hasta Santa Fé y Sarmiento y, allí, lo veo, el mítico portón que da entrada valerosa al punto de reunión de intelectuales, locos, cuerdos, filósofos, políticos, quinieleros y estudiantes trasnochados de psicología. El Bar El Cairo. Tengo una cita a las ocho con el Negro, y me siento en su mesa de galanes a esperarlo. Ordeno mi cortado en jarrito, y el Negro me saluda tras el vidrio. Temblor de piernas, taquicardia y cholulismo... ¿Ahora qué hago, qué le digo, después de tanto tiempo soñando este momento...? Lo miro fijo, lo encaro y le largo : "Me cagué de risa con tus cuentos." Y Fontanarrosa, como es más un buen tipo que otra cosa, se da por bien pagado.
Un poco de historia....
Bar El Cairo
"Inaugurado en 1943 en la planta baja de una casona, famoso por sus reuniones de artistas e intelectuales locales, nacionales e internacionales. Inmortalizado por el escritor rosarino Roberto Fontanarrosa en su libro "La mesa de los galanes" abrió su esquina en Sarmiento y Santa Fe, luego de que un voraz incendio hiciera peligrar el proyecto de reconstrucción allá por Mayo del 2004. Leyenda urbana por donde se lo mire, comenzó como un típico café, con mesas de billar, donde los hombres de la ciudad se juntaban para hablar de fútbol, política y mujeres. En la década del 70, tras ser remodelado, se convierte en un lugar donde un público de jóvenes intelectuales hacían del bar un punto de encuentro fundamental.
Fontanarrosa lo recordaba como "...un club, donde uno iba encontrarse con gente amiga. Muchos de los motivos de mis cuentos y muchos de los personajes ficticios que aparecen en mis libros están inspirados en las charlas que se daban con los muchachos en la mesa del bar". Una de las visitas más recordadas del lugar fue la de Joan Manuel Serrat, quien fuera acompañado una tarde por el negro Fontanarrosa."
El Negro Fontanarrosa
"De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: «Me cagué de risa con tu libro»"
Roberto Fontanarrosa
Me ha encantado tu... escrito. Porque no sé cómo calificarlo. Pensé cuando empecé que era una pura y maravillosa reflexión sobre la ciudad de Rosario y su semejanza con Buenos Aires. Pero al avanzar, me empezó a parecer un relato y no sé si es real que te encontraste en El Cairo con Fontanarrosa, aunque sospecho que no. Bueno, da lo mismo porque me ha parecido precioso y con ese lenguaje porteño con el que habéis hecho música del castellano.
ResponderBorrarAquí, en pleno verano, unos calores tremendos. Este verano volverá a batir records de temperatura.
Un beso.
Es un texto que combina todo eso que tú apuntas, creo. Sobre todo, la idea era rendirle un homenaje a este escritor y mejor tipo que fue y aún es Fontanarrosa. Te mando un poco de fresquito desde acá, Rosa, y te agradezco enormemente la visita.
BorrarUn beso.
Fer
Realmente bueno...
ResponderBorrarSaludos
Muchísimas gracias, Mark.
BorrarUn abrazo.
Fer
Que bonito escrito sobre un lugar mítico. Acá en Madrid tenemos el café Gijón famoso por lo mismo: las reuniones de la intelectualidad española.
ResponderBorrarQue lindas expresiones que utilizas, son los genes culturales de la lengua hablada en Buenos Aires
Besos amiga Fer.
En las guías turísticas que leí antes de visitar Rosario sólo por ir a El Cairo a comprar algunos libros, se jactan los rosarinos de que este bar ha logrado alcanzar la estatura de mito tal como el Café Gijón de Madrid y el Tortoni en Buenos Aires, pero en muchos menos años. Yo creo que mucho de ello se lo debe a la enorme figura de Fontanarrosa, a quien admiro profundamente. Muchas gracias, mi querido amigo ;)!
BorrarUn beso grande.
Fer
Una milonguita de fondo le vendría bien a este bello texto donde recreas un personaje fallecido pero al que sigues considerando con tu estima, lo opuesto de lo que me ocurre con el último personaje que he "resucitado" en mi blog.
ResponderBorrarTengo curiosidad por Fontanarrosa, un escritor del que he oído hablar a muchos argentinos pero del que apenas se nada aparte de que tenía mucho humor y era muy futbolero. No sé si es que era muy localista pero me apetecería que me recomendaras un libro de él que se pudiera encontrar por acá.
Muchos besos, Fer.
Yo no sé si los podrás encontrar allá, cualquier cosa, tú me dices, y te los puedo hacer llegar. Te recomendaría "Best Seller" y "El área 18", publicada en el 82. Los dos son futboleros y muy divertidos.
BorrarUn beso grande, Krapp.
Fer