Lo miro en su blancura amarillenta, febril la mirada, y me parece que tenían que pasar veinte años para descubrir el tango. Canturreo lo que me viene de la letra de "Volver", midiéndome el vestido frente al espejo y comprobando tristemente que veinte años son mucho más que nada, y entonces adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos no marcan mi retorno, mucho menos mi contorno... Pero acá estoy: no necesito volver porque nunca me fui.
"Tuya es mi vida
tuyo es mi querer..."
Se me vienen a la sien, bajo las nieves del tiempo que la platearon, los fuegos de aquellas matronas ardiendo en torno al vestido, mujeres de molde que pegaron puntadas, hicieron algunos cortes de manga, y, con todo, me ayudaron a calzarlo, mujeres iniciadas en el rito nupcial y en los secretos del misterio que promete mantener al amor igual de blanco que el vestido de una novia a través de los años. Mujeres que daban consejos que yo no pedía, y que hoy, veinte años después, celebro no haber observado.
Es curioso como el rito nupcial de una mujer conlleva la vivencia emotiva de la iniciación al matrimonio de todas las demás: se casa una, y es como si todas las que conspiran unidas para que eso suceda, o para impedirlo, reviven su propia historia de bodas. En la historia que se abre al hacerse un vestido de novia confluyen muchas historias de amor y desamor. De aquellas reminiscencias surgieron anécdotas que quedaron prendidas al bies del vestido, y tal vez - hoy se me ocurre - sea por eso que aún lo conservo.
Mujeres con la frente marchita que todavía hoy insisten en que el secreto de la unión duradera entre hombre y mujer reside en mantener su interés, en no dejarse estar. Todavía hoy, veinte años después de la prueba más grande de interés que dimos en la vida, me pregunto si realmente soy yo quien tiene que hacer algo más que ser para que mantengas vivo tu interés por mí. Yo siempre quise creer que estabas conmigo simplemente porque yo te merezco, porque yo soy digna de tu interés. Y es precisamente ese sentido trabajado de mi dignidad el que me anima a que sigamos cumpliendo años de casados, contando también con el tuyo, un sentido de la dignidad que no depende de que hagamos cosas para mantenernos interesados el uno por el otro. Fue siempre mi objetivo y mi secreto a voces que el sentirnos merecedores del amor que nos unió fuese nuestro más potente afrodisíaco, nuestro legítimo recurso, sin otros artilugios de los cuales depender o a los cuales recurrir para amarnos y sentirnos amados.
Esa historia de no dejarse estar me resulta tan burda, y la llevo abrochada a la oreja ya desde el vestido. Hay tanto disfraz, tanta hipocresía y tanto ego vacío que se oculta detrás de la pose del no dejarse estar... Yo te propongo que sigamos apostando a dejarnos ser, que ya es todo un desafío. Hace falta mucha dignidad para dejarnos ser, para seguir estando para nosotros y para el otro haciéndole frente dignamente al paso del tiempo. Para salir airosos de los embates de las tormentas estacionales, como la de este año o como la del día de nuestro casamiento. También de esa tormenta del día de la primavera del 96 fuimos debidamente advertidos, y así y todo, en contra del pronóstico y la voluntad de medio mundo, no desistimos de hacerlo a nuestro modo y a nuestro tiempo.
Hoy te celebro y me celebro: nos celebro. Celebro que durante veinte años lo hayamos logrado sin fórmulas ajenas, sin cocinar nuestro estofado con las recetas de las matronas, sin agregarle adornos prestados a la blancura imperfecta de mi vestido. Celebro nuestro amor de veinte años, errante en las sombras, celebro el hecho cotidiano de que no vivamos nuestro hoy aferrados a un dulce recuerdo, y celebro el haber llegado a descubrir que es un soplo la vida frente a un impiadoso espejo y a mi vestido de novia, aunque veinte años, en verdad, es mucho.
A boca de jarro
Es curioso como el rito nupcial de una mujer conlleva la vivencia emotiva de la iniciación al matrimonio de todas las demás: se casa una, y es como si todas las que conspiran unidas para que eso suceda, o para impedirlo, reviven su propia historia de bodas. En la historia que se abre al hacerse un vestido de novia confluyen muchas historias de amor y desamor. De aquellas reminiscencias surgieron anécdotas que quedaron prendidas al bies del vestido, y tal vez - hoy se me ocurre - sea por eso que aún lo conservo.
Mujeres con la frente marchita que todavía hoy insisten en que el secreto de la unión duradera entre hombre y mujer reside en mantener su interés, en no dejarse estar. Todavía hoy, veinte años después de la prueba más grande de interés que dimos en la vida, me pregunto si realmente soy yo quien tiene que hacer algo más que ser para que mantengas vivo tu interés por mí. Yo siempre quise creer que estabas conmigo simplemente porque yo te merezco, porque yo soy digna de tu interés. Y es precisamente ese sentido trabajado de mi dignidad el que me anima a que sigamos cumpliendo años de casados, contando también con el tuyo, un sentido de la dignidad que no depende de que hagamos cosas para mantenernos interesados el uno por el otro. Fue siempre mi objetivo y mi secreto a voces que el sentirnos merecedores del amor que nos unió fuese nuestro más potente afrodisíaco, nuestro legítimo recurso, sin otros artilugios de los cuales depender o a los cuales recurrir para amarnos y sentirnos amados.
Esa historia de no dejarse estar me resulta tan burda, y la llevo abrochada a la oreja ya desde el vestido. Hay tanto disfraz, tanta hipocresía y tanto ego vacío que se oculta detrás de la pose del no dejarse estar... Yo te propongo que sigamos apostando a dejarnos ser, que ya es todo un desafío. Hace falta mucha dignidad para dejarnos ser, para seguir estando para nosotros y para el otro haciéndole frente dignamente al paso del tiempo. Para salir airosos de los embates de las tormentas estacionales, como la de este año o como la del día de nuestro casamiento. También de esa tormenta del día de la primavera del 96 fuimos debidamente advertidos, y así y todo, en contra del pronóstico y la voluntad de medio mundo, no desistimos de hacerlo a nuestro modo y a nuestro tiempo.
Hoy te celebro y me celebro: nos celebro. Celebro que durante veinte años lo hayamos logrado sin fórmulas ajenas, sin cocinar nuestro estofado con las recetas de las matronas, sin agregarle adornos prestados a la blancura imperfecta de mi vestido. Celebro nuestro amor de veinte años, errante en las sombras, celebro el hecho cotidiano de que no vivamos nuestro hoy aferrados a un dulce recuerdo, y celebro el haber llegado a descubrir que es un soplo la vida frente a un impiadoso espejo y a mi vestido de novia, aunque veinte años, en verdad, es mucho.
A boca de jarro
Una maravilla de texto, o carta. Aparte de lo bien escrito que está, plagado de imágenes maravillosas, me ha encantado el cómo hila el aniversario con el tango de Gardel (ay, ese tango que yo amo).
ResponderBorrarEnhorabuena por el texto y por los veinte años.
Un grandísimo abrazo.
Un tangazo!!! Muchas gracias, Isabel, por tu apoyo a mi trabajo: tu valoración positiva siempre significa mucho para mí.
BorrarUn beso grande y mi eterna admiración.
Fer
Sublime este acompasado relato, medido para ser sentido y habado. Un beso Fer
ResponderBorrarTe agradezco ese adjetivo, Eme!!!
BorrarUn beso grande.
Fer
Si el relato describe tu realidad, la celebro contigo, con vosotros. Veinte años no son nada o lo son todo o mucho ¡Pero marcan! para bien o para mal, espero que en tu caso para bien.
ResponderBorrarCelebro tus veinte años de matrimonio, de compañerismo, de ilusión. Los consejos son importantes para los novatos que se inician, pero después cada uno marca su camino con la experiencia adquirida a los largo de los años que suman hasta que restan.
Mis besos para ti, hoy.
El relato es autobiográfico y habla sobre mis bodas de porcelana, sí señor. Muchas gracias, compañero.
BorrarUn beso grande!
Fer
¡Fan-tás-ti-co, Fer! Me has recordado que tengo una carta escrita por ahí en la que hacía un mix pero con frases de diversas de canciones, igual algún día la publico...
ResponderBorrarTe felicito por el post y por esos 20 años de casada, y también por estas palabras: "el sentirnos merecedores del amor que nos unió fue nuestro más potente afrodisíaco".
Aunque lo diga Gardel, no se puede vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo al que llorar otra vez.
¡Un beso enorme!
Te agradezco mucho, Chelo.
BorrarUn beso!
Fer
¡Enhorabuena, mi linda amiga Fer, por esos veinte años que si son mucho! Por veinte primaveras tejidas en silencio y a media luz los dos.
ResponderBorrarMe encanta también como has jugado con la letra de fondo de ese famoso tango que resulta demasiado convencional para tu historia, o mejor dicho la historia de un completo desafío a la razón, siempre con el corazón en vilo y los sueños cumplidos.
Y que sigan sumando otros veinte más sin dejarse estar...
Un abrazo enorme.
Un completo desafío a la razón!!! Muchas gracias, mi querida amiga en letras!
BorrarUn abrazote!
Fer
Como dice Estrella que la suma no cese de contar.Mi felicitación por este gran relativo.
ResponderBorrarFeliz día Fer.
Muchísimas gracias, Carmen.
BorrarUn beso!
Fer
Muy bonito, me ha gustado ese "dejarnos ser" que es la manera de poder ser un nosotros.
ResponderBorrarFelicidades
Mil gracias, Conxita.
BorrarUn beso!
Fer
Veinte años no es nada porque aún quedan muchos años más para contar. Espero que la protagonista de tu relato cuente años y los cuente y los celebre con ese compañero a su lado, viviendo cada día nuevo como un día singular.
ResponderBorrarBesos.
Que así sea, Kirke. Te agradezco de corazón.
BorrarBesos!
Fer
Qué bien has hilvanado las frases del tango a las de tu (?) realidad; qué bien has unido la confección del vestido con las consejas de viejas (que decía mi bisabuela). Me encanta lo que dices porque eso de que la unión a través de los años se consigue manteniendo el interés día a día "no dejándose estar" siempre me ha parecido un trabajo ímprobo del que me sentía incapaz (y que ni siquiera sé si merecería la pena, ja, ja). Por eso me ha gustado mucho lo de "dejarse ser" y yo añadiría "tenerse" porque solo si te tienes te puedes dar y puedes compartir.
ResponderBorrarUn enorme beso, Fer.
Esta vez sí se trata de mi historia, Rosa. Te agradezco mucho!
BorrarUn beso grande!
Fer
Una maravilla!!! Realmente veinte años de ese amor es mucho y realmente es para celebrarlo, no todo el mundo lo consigue. Os felicito a los dos!!!
ResponderBorrarMe ha encantado la mezcla con la letra del tango de Volver (uno de mis favoritos). Eres una fantástica escritora, me encantaría poder ver un libro tuyo en todas las librerías!!
Una beso enorme Fer!!!
Mafar
Agradezco tus buenos augurios, mi querida amiga Mafar.(A mí también me encantaría...!!!)
BorrarUn beso enorme para ti también ;)!
Fer
Veinte años no son nada cuando llevas ya cuarenta, pero como pasa la vida sin enterarnos. Veinte años vividos junto al hombre que te ama. Veinte años espero que vividos de felicidad es lo que te deseo para otros veinte. Un abrazo
ResponderBorrarOjalá así sea, Mamen. Muchas gracias por tus buenos deseos.
BorrarUn beso grande!
Fer
Muchas gracias, Mark.
ResponderBorrarUn abrazo.
Fer