No iba a reincidir en el tema, me había comprometido a sumarme al juego de blogs propuesto por Mica, pero la sincronicidad me sorprende, creo que se puede tratar de un signo, y no he recibido muchas señales en mi ruta en los últimos tiempos. Por lo cual, tomo al signo que me profirió Joselu como algo auspicioso desde lo poco supersticioso que hay en mi naturaleza. Honestamente, no tengo muchas ganas de jugar por estos días, y me disculpo por eso con Mica, quien confío sabrá comprender. Arremeto por última vez, al menos por este año, prometo, con el tema del optimismo.
Esta mañana salimos con mi esposo a hacer una caminata para compensar por un fin de semana trabajado y no descansado ni paseado. Pero uno no se queja: agradece el trabajo. Mi esposo normalmente no estaba en casa por las mañanas. Pero, como ya he contado en otras oportunidades, el 29 de diciembre del 2010 fue despedido sin aviso previo por reducción de personal, junto a otros nueve docentes, del colegio donde ejercía como rector hacía apenas dos años y medio. Era una posición que había conseguido a fuerza de muchas búsquedas laborales, con la ilusión de acceder a la posibilidad de dejar de dar innumerables horas de clase en cursos numerosísimos - un promedio de treinta alumnos multiplicados por doce cursos a su cargo-, con toda la corrección y planificación en casa que eso implica a diario. Con esto quiero decir que no es ansia de poder ni deseos de liderazgo y mayor prestigio social lo que impulsan a un padre de familia, que es el principal proveedor de la misma, a dejar un puesto laboral docente un tanto más seguro en el llano, sino el desgaste y la genuina aspiración de acceder a un mejor salario, y ganas de progresar en su carrera y vivir mejor, a pesar de los bemoles de ser directivo docente. Pero no duró. Hubo que asimilar el impacto y seguir adelante con las búsquedas laborales de entrevista en entrevista. El día en que publiqué la entrada sobre el manifiesto del optimismo de Eduard Punset, escribía yo mientras él era entrevistado por tercera vez en el mismo colegio para acceder a un puesto full time. De hecho, estaban aquí todas la velas encendidas a todos los Santos a los que les pido intercedan por nosotros, pero sigue concursando. Necesitaba ese día un buen trago de optimismo, aunque no llevo puestas gafas rosadas.
Por lo tanto, este año al menos ha de seguir este hombre a quien amo fluctuando en la condición de subempleado. Lo bueno de ésto es que se cuenta con tiempo y necesidad de muchas caminatas compartidas, porque, sin ellas, se caminaría por las paredes. Ésta es la situación de mucha gente. Y soy plenamente consciente de que muchísimos están peor: mi esposo al menos encontró un trabajo de medio día que le aseguró continuidad en un puesto jerárquico y una entrada, lo cual no es poco.
Además de hacer ejercicio, empleamos las vueltas a la plaza para charlar, aprovechando que nuestros hijos están en el colegio. Y esta mañana me comentó lo mal que le había caído el comentario superficial de una conductora de un noticiero local uno de estos días, que no tuvo mejor idea que decir en cámara al abrir su programa que uno elegía con qué estado de ánimo encaraba su día, que era todo una cuestión de actitud. Naturalmente, cae gordo un comentario así a quien se le ha hecho arduo encarar sus días sin una buena dosis de incertidumbre, tristeza, desazón y ansiedad: muchas veces, la realidad demuestra que no es uno quien elige lo que le sucede y los estados de ánimo que ésto genera. Pero hay todo un movimiento organizado y orquestado para hacernos sentir culpables por nuestras miserias, forzándonos a negarnos el permiso de sentirnos mal cuando sufrimos por algo malo, incentivándonos a adoptar una postura superficialmente positiva. En verdad, es el afuera el que mayormente determina nuestra circunstancia y nuestro sentir. Sin embargo, sobran los gurúes del pensamiento positivo que aseguran, por ejemplo, que:
Voy a obviar la autoría, ya que es irrelevante: esta línea de pensamiento vende libros como pan caliente y congrega a miles de oyentes a charlas y encuentros que engordan los bolsillos de sus posmodernos autores intelectuales, para quienes es mucho más sencillo entonces decir este tipo de cosas, desde sus hermosas casas hiperequipadas con ostentoso mobiliario y toda la tecnología de punta de la sociedad de consumo a la que combaten en su discurso. Prodigan este tipo de aforismos a personas que atraviesan enfermedades o que han perdido a un ser querido o su trabajo. Digo, ésto de culpabilizarnos por nuestros sufrimientos achacándoselos a nuestra visión derrotista de la realidad, a una falla en nuestro carácter o a nuestra pobre o limitada cosmovisión es otra manera más de hacernos fieles presas descerebradas de un mercado que gana millones lucrando con el sufrimiento. Mi esposo lo sintentiza bastante bien: "Es la dictadura de la culpa la que más vende y más adeptos cosecha." Y debo confesar que más de una vez se ha fastidiado cuando le leo en voz alta de ciertos libros que he adquirido para levantarnos el ánimo...
Me ha enseñado que es mucho más adulto y saludable asumir los golpes que toda vida bien vivida trae consigo, transitar los duelos y las tristezas que se imponen y que es deseable y esperable que transitemos como mejor se pueda, es decir, sin hundirnos en la deseperación, pero con realismo. Aceptar que la otra cara de la salud es la enfermedad, que también nos ha tocado como familia este año, y que la enfermedad es una realidad y un misterio de la vida que nos toca a todos alguna vez, una maestra que nos fortalece espiritualmente, pero que no es cierto que nos pesque porque hemos hecho mal los deberes en todos los casos.
Mi esposo me ha dado grandes lecciones, no de optimismo ni de pensamiento positivo, sino de resiliencia y fortaleza ante la adversidad que le ha tocado inmerecidamente en el curso de estos meses eternos. Él es la prueba viviente más próxima que tengo de que no es verdad que "cada uno es responsable de lo que le sucede y tiene el poder de decidir lo que quiere ser." Se es lo mejor que se puede con lo que se nos permite ser, en todo caso. Lo que sí se puede, y creo que se debe eligir, es no claudicar en la realización del ser a pesar de todo, en todos los ámbitos de la vida, y no dejar de valorar todo lo valioso que uno es, tiene y tuvo, aunque lo haya perdido, agradeciendo por eso.
Y a la vuelta de nuestra caminata matutina conversada, abro como todos los días el blog, y me encuentro con un comentario de Joselu que me ofrece un maravilloso link al periódico El País de hoy, que resuena con la charla terapéutica que tuvimos con mi esposo subempleado: un jugosísimo reportaje a la ensayista norteamericana Barbara Ehrenreich, bióloga egresada de la Universidad Rockefeller de Nueva York. Tras su doctorado, decidió no convertirse en investigadora científica para involucrarse en la política, haciéndose activista por el cambio social. Pertenece a la cúpula del Partido Socialdemócrata. Hoy, ataca lo que denomina "la trampa del pensamiento positivo" en una exposición brillante en la que vierte ideas que se hacen eco de mis charlas con mi esposo. Es simplemente maravilloso descubrir que hay gente que es capaz de escribir libros sobre lo que uno nota y comenta a diario sobre la realidad. Se siente uno tanto menos desquiciado y desorientado, menos solo en su sentir, al escuchar estas voces.
El reportaje se titula:
El reportaje se titula:
La ensayista y activista social Barbara Ehrenreich, en Barcelona.- TEJEDERAS Foto tomada del reportaje del periódico El País. |
"Si tienes cáncer y no te curas es porque no tienes una actitud positiva; si te despiden de tu trabajo y no encuentras otro es por la misma razón; si eres pobre es tu culpa, porque odias la riqueza".
Según se informa, esta mujer es autora de más de una veintena de libros, y acaba de publicar Sonríe o muere, La trampa del pensamiento positivo (Turner). Insiste en que no es cierto que el vaso siempre esté medio lleno,
nunca medio vacío. Y tiene pruebas para afirmarlo, ya que padeció de cáncer de mama y se sintió
profundamente molesta por lo que ella considera con razón "el activismo positivo del que se vio rodeada
durante su enfermedad", descubriendo que se trataba de un auténtico
movimiento social, no solo relacionado con el cáncer. Su teoría es que
"no es más que una treta para justificar las desigualdades." Y estamos de acuerdo con esta señora.
"Es cruel decir a un enfermo o a quien pierde su empleo: 'trabaja tu actitud'."
Por si ésto fuera poco, asegura que esta forma de pensar es responsable por el origen de la crisis económica:
"A principios de la década de 1980 hubo un cambio profundo en la cultura de las grandes empresas norteamericanas, consistente en abandonar la racionalidad de manera plenamente consciente. 'No queremos pensar demasiado. Un auténtico líder no tiene que pensar demasiado porque es alguien genial que debe seguir su inspiración', decían. Todo lo que hasta entonces se había hecho: analizar los riesgos y estudiar las distintas opciones ya no servía, la palabra clave era carisma: las cualidades carismáticas del líder. Sobre este principio se creó una cultura del negocio que lleva a los empleados a retiros sobre el espiritualismo de los nativos americanos...".
"Para Ehrenreich, los líderes empresariales y financieros que nos han llevado a esta situación son gente que vive en otro mundo. "Cuando vales cientos de millones de dólares no ocupas el mismo mundo que la gente corriente; no vas en vuelos comerciales, usas el helicóptero en la ciudad, te alojas solo en hoteles de cinco estrellas, vives en una burbuja en la que todo lo que deseas se hace realidad. Si estás en tu casa de Palm Beach y piensas que no tienes un buen borgoña para ofrecer a tus invitados, mandas a un empleado en tu avión privado a tu casa en la Costa Este para que traiga unas cuantas cajas a tiempo para la cena. Es mágico. Porque además esta gente es más rica que nunca y tiene auténticos poderes mágicos comparados con nosotros".
Pues ésto es precisamente lo que siempre comentamos cada vez que escuchamos al gurú zen multimillonario de turno, que viaja en primera clase rodeado de sus guardaespaldas, darnos consejos sobre cómo llegar a alcanzar nuestros sueños, que por cierto, ni siquiera llegan a rozar el obseno grosor de sus riquezas materiales, aunque, según ellos, son sus tesoros espirituales los que las generan, y por ende, se las merecen. Ya escribí sobre esta idea en "Nada personal".
Finalmente, unas palabras sobre el culpable de mi reincidencia en el tema, quien me dirigió hoy a este riquísimo aporte y quien siempre me enriquece desde que lo conozco, Joselu.
Más allá de Prather, que sigue gustándome, les recomiendo la lectura del blog de Joselu, un blog que educa digno de un Profesor:
Joselu es profesor de secundaria en Barcelona, y llegué a su impecable blog a través de la recomendación del blog Educar y Crecer http://blog-educarycrecer.blogspot.com/2011/10/diario-de-un-profesor-de-la-secundaria.html, que comentó una de sus magistrales entradas. Joselu desafía e invita a la reflexión con sus argumentaciones hiperrealistas del contexto educativo en el que le ha tocado vivir y ejercer nuestra noble y digna profesión, e intento encontrar en él los puntos de contacto entre su circunstancia y la nuestra como profesores. Escribe maravillosamente, haciendo de la lengua española un deleite en cada entrega, siempre informa y expone clara, honesta y cabalmene su punto de vista, desde su experiencia como profesor de secundaria y desde su extenso saber, y es además un autor de blog admirable en su enorme capacidad interactiva: recibe toneladas de comentarios y se ocupa de contestarlos siempre y de direccionar a sus comentadores activos y altamente participativos a links que siempre enseñan algo relevante. La primera vez que comentó aquí en mi jarro, me sacudió con un soberano reto por haber escrito una entrada alabando al libro que terminaba por fin de leer de Hugh Prather, quien para él es un exponente de este tipo de literatura que hace las veces del soma que consumen los personajes de la novela de Aldous Huxley, "Un mundo feliz", y que se vende en las góndolas de supermercados. Yo acepté el reto de contestar a la altura de su comentario presentándole una defensa del libro "Palabras a mí mismo", y creo haber comprendido, luego de haber leído varios libros de autoayuda, que aunque no todo en ellos es valioso, recurrimos a ellos en momentos de vulnerabilidad como el que estamos atravesando nosotros, y que no todos los autores considerados "de autoayuda" pueden ser etiquetados de igual manera.
Más allá de Prather, que sigue gustándome, les recomiendo la lectura del blog de Joselu, un blog que educa digno de un Profesor:
Profesor en la secundaria
¡Gracias, querido y admirado profesor de secundaria!