Muchos piensan que la poesía es cosa inaccesible, para eruditos, iniciados en la Literatura, escrita así con mayúsculas. Sin embargo, a mí últimamente la vida de todos los días me susurra poesía. Me conecté con ese fluir poético que alimentan poetas a quienes sigo con un enorme placer, por puro goce estético. Algunos de ellos merecen estar en los anaqueles de cualquier librería que se precie de tal, donde un libro de María Elena Walsh, que acabo de adquirir para mi hija, quien con sus doce años escribe y lee poesía, porque todos los niños sensibles somos poetas al fin, es una bicoca comparado con uno de Florencia Bonelli o de John Green, y uno de Hermann Hesse, inédito para mí, que acabo de comprar para mí, también lo es comparado con los de aquellos periodistas políticos que no sé bien cómo hacen para escribir ya que no saben ni hablar en su lengua materna... Hermann Karl Hesse, nacido en Alemania, fue un escritor, poeta, novelista, ensayista y pintor alemán que recibió la nacionalidad suiza en mayo de 1924, y que fue además galardonado acertadamente con el Premio Nobel de Literatura en 1946, como reconocimiento a su trayectoria literaria y quien nos legó genialidades que me devoré y adoro, tales como Demian, El lobo estepario y Siddhartha. Éste último ejemplar que compré ayer lo encontré de casualidad, de puro curiosa que soy, porque los libros que están en primer plano en las librerías locales, y que pasan la barrera de los 200 mangos en mi país, son de escritores que poco tienen de Escritores y nada de Literatura. Cosas del mundo de las letras de hoy que superan mi entendimiento y colman mi indignación, que rebalsa.
Mucho de este temor que sentimos al encarar poesía, como sucede con el arte, se lo debemos a aquellos que se autoproclaman "entendidos", "los críticos", varios de ellos estudiosos de los tecnicismos con nombres raros y opacos para el lego, recursos que según ellos, quienes los interpretan por nosotros, y que supuestamente deben estar presentes en una obra para considerarla Arte, se me hacen en general artistas frustrados, salvo algunas excepciones contadas con los dedos de las manos.
Borges es un buen ejemplo de un maravilloso Poeta que resulta inaccesible para muchos buenos lectores. Hay pasajes de algunos de sus poemas que me llegan al alma, ya que puedo conectar con su sentir sin explicación mediante, porque eso es Poesía para mí, puro sentimiento plasmado en palabras bien hilvanadas. Pero sucede que cuando Borges despliega su enorme bagaje cultural, la mayoría de sus lectores, interesados en descubrir su valor literario, nos perdemos, no lo podemos seguir en sus alusiones y sus exquisitas referencias multiculturales, y es entonces cuando cerramos el libro y decimos: "Paso". Es una pena. Y es entonces también cuando se necesitaría la mano de un Maestro que nos haga de guía para esclarecer con nosotros la riqueza del universo borgiano, y aún así, me temo que el goce se perdería por el esfuerzo que implicaría, y la lectura y el sentir se verían reducidos a un trabajo de laboratorio: diseccionar la obra, ponerla bajo el microscopio, hacer referencias cruzadas, investigar otras ramas y terminar yéndonos por las ramas. Desintegramos la obra y nos perdemos su vista completa, y el goce estético que la totalidad en su conjunto habilita generalmente se evapora. A mí me va Borges con esto:
Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.
Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que la esencia
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.
Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que la esencia
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.
Esa es la pura esencia de la Poesía: la rosa. He tenido la fortuna de tener una buena profesora de literatura inglesa contemporánea, una enamorada de James Joyce, tanto que hasta decía que se lo llevaba a la cama. Y sus alumnos le creíamos, porque pocos hombres se habrían animado a acompañar a semejante Maestra allí más que Joyce. De todas formas, a punto de terminar mi profesorado de inglés y habiendo aprobado con altas calificaciones cinco cursos anuales completos de literatura anglosajona, incluyendo una materia cuyo nombre era "Shakespeare", la más temida del profesorado de inglés por entonces, fue ella quien me enseñó realmente a leer y a apreciar la Literatura.
Hacia fines de año sentenció categóricamente una mañana gris que no íbamos a rendir examen final escrito y oral en diciembre, como en todas las demás cursadas, para repetir como loros los apuntes que habíamos tomado de sus clases o todo cuanto habíamos leído de crítica literaria, sino que íbamos a promocionar la materia aquellos alumnos que aprobásemos un Trabajo Práctico que consistiría en escribir un ensayo de alrededor de 5.000 palabras comparando y contrastando dos historias de Dubliners a elección personal, que habíamos leído con ella como facilitadora, además de A Portrait of an Artist as a Young Man, ya que el Ulysses lo había descartado de plano, y nos había animado a leerlo en las vacaciones de verano, una vez terminada nuestra formación como profesores de lengua inglesa, y si nos animábamos.
Puse manos a la obra y empecé, como de costumbre, por ir a la biblioteca gigantesca y perfumada del Joaquín, entonces sin sede propia y cursando en el subsuelo del Colegio Nacional Mariano Moreno, a pedir prestados una decena de libros críticos sobre Dubliners. Me los llevé a casa, comencé el trabajo de hormiga de leer lo que otros opinaban de aquellos cuentos, subrayando y resaltando cada cita de la que me podía valer para mi ensayo, y terminé entregando a tiempo un pastiche literalista de vagas y escasas opiniones personales inferidas de las opiniones canónicas de "los que sabían", con la certeza de que vendría un diez. Mi sorpresa fue inmensa y tiñó mi rostro de rojo cuando, a la clase siguiente, mi profe me lo devolvió con tan sólo una nota sobre la carátula, tipiada en una Olivetti, que escuetamente me bochaba con un rotundo "Off-task". Me acerqué confundida y un tanto avergonzada al final de la clase a hablar con ella, para lo cual tuve que hacer cola, y le pregunté qué significaba eso. Y muy sonriente y tranquila me dijo que no había hecho lo que se me había pedido, sino que lo mío era un precioso "patchwork", comparable al "copy & paste" que hacen hoy muchos de mis alumnos cuando les planteo desafíos mucho más abarcables que Dubliners. Me explicó dulcemente que ella quería que yo diera mi opinión acerca de dos historias que por alguna razón me interesaran, y que debía explicitar en mi tesis el por qué de mi elección. Finalmente, agregó con una amplia sonrisa que no había problema en sustentar mi opinión con alguna cita erudita ocasional, pero al revés, no.
Volví a casa apesadumbrada con un desafío sin precedentes entre manos, justo a pasos de conseguir mi título tan largamente esperado. Le dí vueltas al asunto un par de días y noches, soñé con Dubliners en inglés, como solía sucederme entonces, y una mañana que me tomé la libertad de faltar a mis clases del día, separé todos los libros que había pedido prestados, tomé a Joyce entre mis manos y elegí con libertad y criterio propio por vez primera en mi paso por esa prestigiosa casa de estudios, que tanto me ha dado, una historia de la colección de Joyce que me había fascinado y otra que no me había gustado. Comencé por plantear mis objetivos. Continué por analizar los aspectos relevantes que me habían atraído y repelido, y apoyé algunos de mis argumentos con unas cuantas citas que realmente respaldaran mis propios pareceres como lectora, dando el debido crédito y sin mediar plagio alguno. Me recé todo un rosario un día más tarde, a bordo del colectivo que me llevaba al encuentro de las manos de mi Maestra, que me habían soltado para darme alas propias, y le entregué temblorosa mi nueva versión del T.P., tipiada nuevamente en mi noble Olivetti y revisada una docena de veces para pulir el estilo. A la semana siguiente, tenía la materia aprobada con diez, y una nota dedicada que se perdió junto al T.P. cuando se inundó mi casa el 2 de abril pasado en mi Buenos Aires querido, hecho que lloré amargamente, ya que me sirvió más aquello que se inundó con la tormenta que la medalla de plata al mejor promedio de mi promoción, que me valió mucho menos en la vida que lo que esa nota a puño y letra me enseñó.
A lo que apunto con esta historia de estudiante es que la poesía es aquello que nos llevamos a la cama para hacer el amor. Es aquello que en susurros nos dice algo que da en el clavo de nuestro sentir enclavado en una circunstancia de nuestra línea de tiempo, aquello que nos hace resonar en la empatía y que nos con-mueve, es decir, que se mueve con nuestro movimiento y nos hace mover hacia adelante. De nada sirve estudiar la rima asonante y consonante, la métrica, establecer si se trata de verso libre, soneto, remarcar los recursos estilísticos o develar sus connotaciones y alusiones, si, antes de todo eso, no logramos conectar con el sentir que el poema o la obra de arte hace resonar en nuestro interior. Poesía es conectarse con el niño que, sin la censura de la intelectualización almidonada, le sube o le baja el pulgar a aquello que nos habla directamente al corazón con absoluta libertad de criterio.
Poesía para mí hoy es esta canción, una más, como las que cantamos tantos sin saber que es Poesía, habiendo sido iniciados al Arte o no, y que me canta exactamente lo que siento no ahora, sino desde hace años, pero que se me ha hecho tan claro por estos días como las aguas de este jarro agujereado en imágenes pero intacto en su esencia y en su transparencia desde que arranqué en mi desorientación allá por enero del 2011. Y me animo a desafinar al tranferirla del Portugués do Brasil al castellano que yo hablo, intentando emular la alegría del povo brasileiro que tanto sabe disfrutar da poesía musical, da praia e o mar, das garotas de Ipanema, de os morros, as fabelas, a samba, seu danzar, seu Carnaval, sua camisa amarela, da caipira, que no es otra cosa que la Poesía de la vida.
"Minha Voz, Minha Vida" de Caetano Veloso
Minha voz, minha vida/ Mi voz, mi vida
Meu segredo e minha revelação/ Mi secreto y mi revelación
Minha luz escondida/ Mi luz escondida
Minha bússola e minha desorientação/ Mi brújula y mi desorientación
Se o amor escraviza/ Si el amor esclaviza
Mas é a única libertação/Pero es la única liberación
Minha voz é precisa/ Mi voz es precisa
Vida que não é menos minha/ Vida que no es menos mía
que da canção/ que de la canción
Por ser feliz, por sofrer/ Por ser feliz, por sufrir,
Por esperar, eu canto/ Por esperar, yo canto
Prá ser feliz, prá sofrer/ Para ser feliz, para sufrir
Para esperar eu canto/ Para esperar, yo canto
Meu amor, acredite/ Que mi amor crea
Que se pode crescer assim prá nós/ Que se puede crecer así para los dos
Uma flor sem limite/ Una flor sin límites
É somente por que eu trago/ Sólo porque yo traigo
a vida aqui na voz/ la vida aquí en la voz