Sigo con el tema que abordé antes de celebrar La Amistad, y apelo a la amistad que nos une a través de este espacio en el que intento pensar mi realidad con ustedes, para sobrellevar la coyuntura, porque resulta terapéutico. Sigo lidiando con esta cuestión que no quiero, ni puedo, ni soy yo quien debo "etiquetar" de mi hija menor, que después de un buen comienzo de año escolar con una maestra cariñosa y comprensiva de los tiempos y las potencialidades de cada chico en su aula, y quien se ausentó por problemas de salud (y hacemos votos para que se restablezca en salud y presencia frente al aula por el bien de todos), está ahora con dificultades y temores que se expresan en un síntoma que nos afecta a todos los miembros de su familia: miedo e inseguridad que se despierta al momento de ir a dormir. A pesar de estar de vacaciones de invierno, mi hija, que juega, anda en bici, va a la plaza, a pasear, socializa, ríe, dibuja, crea, canta, baila, habla hasta por los codos con una riqueza lexical sorprendente, lee y disfruta de sus cosas de niña de ocho años durante el día, expresa miedo e inseguridad a la hora de irse a dormir, duerme mal ella y nos hace dormir mal a nosotros, y se despierta como si nada hubiera pasado por la noche. Yo indago, angustiada, y me encuentro con respuestas muy atinadas desde su óptica de niña, con respecto a las cuales, hago lo mejor que puedo: apoyo, empatizo y trato de desdramatizar. Pero entiendo que la escuela, ese mundo al que se enfrenta cada día durante su jornada escolar simple (por elección muy pensada nuestra, y habiendo ya hecho un cambio de otra escuela de jornada completa y una carencia de criterios pedagógicos alarmante), es un mundo en donde no estamos ni estaremos nosotros cuando retome las actividades en una semana, para apoyar, más que desde casa, y en donde se encuentra con adultos que muchas veces no valoran la unicidad, las capacidades múltiples de los escolares, donde pesa más lo escrito que lo verbal, lo racional que lo artístico...
Sir Ken Robinson:"La inteligencia humana es más rica y dinámica de lo que hemos sido inducidos a creer por la educación académica formal". |
La escuela sigue siendo un mundo donde, como escribe Liliana Karina Bitancurt en su artículo en "Actualidad Psicológica" de mayo del 2011, "Dificultades en la escuela", en el artículo cuyo título le da nombre a ese riquísimo ejemplar de la publicación, dice:
"Tradicionalmente, se consideraba que el fracaso escolar era atribuible a factores sociales extraescolares, tales como las clases sociales o las diferencias entre el capital cultural del niño y su entorno familiar y el resto de la sociedad, o bien a factores individuales, propios del educando, tales como su maduración, coeficiente intelectual o trastornos físicos (...)
Desde un principio, el fracaso escolar fue considerado como un déficit personal del sujeto; si el niño no aprendía, era responsabilidad de él (...) la mirada estaba puesta en aquello que el niño no podía, y, por lo tanto, no lograba. (...)
En la actualidad, la mayoría de los especialistas piensa que el eje del problema gira alrededor de la escuela y el miedo sociocultural que lo rodea. (...)
El Pedagogo Víctor García Hoz (1911-1998) decía: "calificar con el mismo nivel a todos los niños es una injusticia. El fracaso escolar nace de convertir los exámenes en sanción social y no en acción pedagógica"."
El Pedagogo Víctor García Hoz (1911-1998) decía: "calificar con el mismo nivel a todos los niños es una injusticia. El fracaso escolar nace de convertir los exámenes en sanción social y no en acción pedagógica"."
Otra vez el lúcido aporte de la psicología especializada en el tema respalda y confirma lo que dice mi sentido común: ¿pero cómo hago yo para que lo entiendan las maestras de mi hija? ¿Qué hago yo para que mi hija, que afortunadamente está lejos de ser un "fracaso escolar", gracias a nuestro apoyo más que a sus experiencias escolares hasta el momento, no se sienta "un fracaso" ante la mirada que siempre ve "lo que falta" y no lo que está, calificando a través de exámenes que generan miedo por su condición de evaluación finalista y no continua, y que se emplean, sin dudas, como sanción y juicio social? ¿Cómo hago?
Además, y muy a mi pesar, o no tanto, está, de acuerdo a esta especialista, "la madre", y de acuerdo a otros, "el fantasma de la madre" (que no se a ciencia cierta qué denota en la jerga psicoanalítica, pero no parece connotar nada positivo); soy una madre que para suerte y desgracia de sus hijos, es profesora, sabe de técnicas y dinámicas efectivas en el aula por estudio y por experiencia, y es inevitablemente crítica frente a lo que se hace en la escuela de sus hijos.
Cuando mi hija viene alicaída porque le dieron una evaluación de lecto-comprensión que consta de un texto relativamente largo y sin ilustraciones, seguido de diez preguntas de comprensión a responder por escrito, en forma de oraciones "completas", según insisten las maestras, en lo que es una hora de clase, es decir 40 minutos, a mí se me ponen todos los pelos de punta... ¿No se han aggiornado en esto tampoco? Comprender un texto va mucho más allá de contestar diez preguntas que cansan la mano y aburren, por lo obvias... Hay técnicas mucho más puntuales y dinámicas, y hasta diría intelectualmente desafiantes, como el "multiple choice", el "matching" (unir partes de una premisa, por ejemplo), y no estoy diciendo nada revolucionario... Simplemente una rica discusión oral en clase de lo que el texto nos dice, nos transmite y nos puede aportar; ni hablar de una dramatización, un "roleplay" que implicaría reescribirlo para luego actuarlo en forma de guión. Pero parece que se le teme a "la clase ruidosa", aunque una clase así, en tercer grado, sería un éxito rotundo: imaginen el entusiasmo de enseñarles a estos chicos a exponer sus ideas en público en forma oral, a debatir civilizadamente, cosa difícil con los ejemplos adultos televisivos y radiales que tenemos en este país. Creo que causaría una gran conmoción, una gran placer al aprender, enseñar y hasta evaluar así, y que generaría ese "sano y productivo ruido de aula trabajando" al que los maestros parecen tenerle miedo. Entonces se elige lo malo conocido:
Además, y muy a mi pesar, o no tanto, está, de acuerdo a esta especialista, "la madre", y de acuerdo a otros, "el fantasma de la madre" (que no se a ciencia cierta qué denota en la jerga psicoanalítica, pero no parece connotar nada positivo); soy una madre que para suerte y desgracia de sus hijos, es profesora, sabe de técnicas y dinámicas efectivas en el aula por estudio y por experiencia, y es inevitablemente crítica frente a lo que se hace en la escuela de sus hijos.
Cuando mi hija viene alicaída porque le dieron una evaluación de lecto-comprensión que consta de un texto relativamente largo y sin ilustraciones, seguido de diez preguntas de comprensión a responder por escrito, en forma de oraciones "completas", según insisten las maestras, en lo que es una hora de clase, es decir 40 minutos, a mí se me ponen todos los pelos de punta... ¿No se han aggiornado en esto tampoco? Comprender un texto va mucho más allá de contestar diez preguntas que cansan la mano y aburren, por lo obvias... Hay técnicas mucho más puntuales y dinámicas, y hasta diría intelectualmente desafiantes, como el "multiple choice", el "matching" (unir partes de una premisa, por ejemplo), y no estoy diciendo nada revolucionario... Simplemente una rica discusión oral en clase de lo que el texto nos dice, nos transmite y nos puede aportar; ni hablar de una dramatización, un "roleplay" que implicaría reescribirlo para luego actuarlo en forma de guión. Pero parece que se le teme a "la clase ruidosa", aunque una clase así, en tercer grado, sería un éxito rotundo: imaginen el entusiasmo de enseñarles a estos chicos a exponer sus ideas en público en forma oral, a debatir civilizadamente, cosa difícil con los ejemplos adultos televisivos y radiales que tenemos en este país. Creo que causaría una gran conmoción, una gran placer al aprender, enseñar y hasta evaluar así, y que generaría ese "sano y productivo ruido de aula trabajando" al que los maestros parecen tenerle miedo. Entonces se elige lo malo conocido:
"Saquen una hoja, calladitos, a escribir, a entregar rapidito, y calladitos mientras yo corrijo en el aula, porque si no pongo cruces en el pizarrón, y por cada cruz se llevan una tarea..." (Dicho y hecho por su maestro suplente...)
La tarea es también una sanción disciplinaria injusta ante la imperante y desafortunada ausencia de herramientas para poner límites adecuados y necesarios, y en este caso puntual, por mala-praxis docente: ¡no se corrige en clase, "maestro"! Y así, todos perdemos... Sentido común, ¿verdad? ¿Cómo hago?
La madre profesora experimentada tiene que morderse la lengua para no decirle a una nena inteligente lo que piensa de esa prueba, y darle ánimos de que tal vez otro día le den tiempo de terminarla... para que no sienta que fracasó.
La madre profesora experimentada tiene que morderse la lengua para no decirle a una nena inteligente lo que piensa de esa prueba, y darle ánimos de que tal vez otro día le den tiempo de terminarla... para que no sienta que fracasó.
Ahora en vacaciones, me siento o me acuesto a la noche a leer con ella, porque a esa edad a los chicos, que siguen siendo chicos a pesar de que los adultos de hoy quieren apurar el crecimiento y les quieren hacer creer que deben ser grandes y autónomos, a los niños de verdad todavía les gusta que los adultos les leamos, y le hago preguntas, o simplemente comenta, y me deja boquiabierta. Y yo trabajo con alumnos secundarios y universitarios que a veces tienen dificultades para entender no solamente el texto con el que se los confronta, sino simplemente para interpretar la consigna de lo que se debe hacer con él...
Es una nena que ayer estaba calculando en el aire lo que les costaría a ella y a su prima comprarse entre las dos unas muñecas de las que andan prendadas con sus ahorros del dinero que juntan de los dientes caídos, e hizo las cuentas en el aire Y BIEN. No puedo evitar pensar que si "las situaciones problemáticas" (ya el nombre espanta a cualquiera...), es decir las operaciones matemáticas que hay que realizar para encontrar la respuesta a una pregunta dada, tuvieran más que ver con sus intereses (comprar juguetes con sus ahorritos) en lugar de cuántos huevos entran en cada canasta, que es problema para el huevero, no para ella, que de huevos le ... importa un bledo, tal vez las resolvería más contenta, le encontraría sentido y aplicación práctica; y si encima, en lugar de darle cinco, se le acotaran a tres, o se incluyera cantidad, pero se le dieran opciones múltiples como respuesta, seguramente no cometería tantos errores. Parece que diseñaran evaluaciones para hacer fallar al alumno, en lugar de evaluaciones que muestren lo que es capaz de hacer, y con esa misma saña se las corrige. Una pena: ¿cómo hago? ¿Cómo hacemos, porque su papá también está preocupado?
Cambiarla otra vez de escuela no es la solución: es la escuela la que debe cambiar. Es más, le haríamos un daño aún mayor. Por ahora seguir informándonos, seguir leyendo, seguir buscando apoyo para nosotros como padres y para mi hija, a pesar de que ya cuatro profesionales calificadas nos han dicho que no hay nada "anormal" en ella desde que comenzaron a "etiquetarla" de "lenta", "insegura" y "demasiado reflexiva" en los colegios, lo cual no creo que tenga nada de malo: ¿por qué hay que ser "rápido", "seguro" o "poco reflexivo" para que te apruebe tu maestra?; seguir lidiando con "el fantasma mateno" que lucho por doblegar, aunque no creo ser una madre fantasmagórica, sino cariñosa, alentadora y presente; y seguir mordiéndonos la lengua, yo profesora, mi esposo profesor y directivo docente, para no descalificar lo que sucede en el colegio, tratando de que me hija no dependa de la valoración de su docente de turno para construir su autoestima, sobre la cual se basa no sólo su éxito escolar, sino su éxito existencial, su felicidad, que es lo que realmente me desvela a mí y a su papá también.
Y escribo en verde, porque a pesar y más allá de todo, tengo esperanzas de que esto algún día cambie por el bien de todos.
Y escribo en verde, porque a pesar y más allá de todo, tengo esperanzas de que esto algún día cambie por el bien de todos.
Y para finalizar, comparto este video que me pasó una bloggera psicóloga, seguidora fiel y amiga, Lorena, que me puso la piel de gallina por las resonancias que tiene sobre mi alma, y que me siento obligada moralmente a difundir por el bien de mis hijos, de mis alumnos y de toda una generación que depende de nuestra mirada y nuestra acción positiva para alcanzar el verdadero éxito de vivir en libertad, respeto por sus potencialidades y talentos, y plenitud.
A boca de jarro