miércoles, 7 de marzo de 2012

Repaso escolar



A mis alumnos les lleva meses entender que en inglés no se debe llamar "Miss" a una persona cuyo nombre conocen, en todo caso, podrían llamarme "Miss Paz", lo cual no suena muy sajón, y aún en los países de habla inglesa, a muchos profesores sus alumnos los llaman por su nombre, sin necesidad del "Miss" o "Mister", por lo cual me la paso tratando de animarlos para que me llamen como suelo reconocerme en la vida cotidiana, un "Fer" a secas y ya. Sospecho que a muchos les lleva meses recordar mi nombre, ya que han tenido y tienen una enorme cantidad de profesores distintos. Me toma tanto tiempo instruirlos en esto como en lo más básico del habla inglesa: agregarle un "Please" y un "Thank you" a todo cuanto digan. A mi pregunta de cómo están, deberían contestar "Fine, thank you". Y en verdad deberían devolverme la pregunta como gentileza. A sus pedidos de espera cuando les pregunto si han terminado lo que les he asignado, deberían responder: "Wait, please". Y esto no es solamente porque suena lindo, sino porque es parte del uso comunicativo real de la lengua que están aprendiendo. En un país angloparlante, sonaría mal y poco inglés decir "Wait" a  secas, o no responder al "How are you?" con un "Fine. Thank you. And you?". Un nativo se quedaría con la impresión de que no manejan bien el idioma o de que son redondamente descorteces.

En la sociedad del conocimiento, como la consideran hoy ciertos pedagogos, donde los niños son asumidos por sus padres y maestros como superdotados digitales, autónomos, índigos y cristales, donde los chicos manejan su propia compu, su propio celu, su tablet, su iPad y su MP5 desde tierna edad, hay que intentar barrer con este tipo de desconocimiento de las buenas maneras. Hace un tiempo, no mucho, si no demostrabas respeto e interés por las bondades de las formas en el trato, eras considerado peor que un analfabeto.

Todo esto va de preámbulo para contar que en casa me gusta ser "Má", "Mami", pero cada año que pasa me pesa más tener que ser "la Seño Fer". Y no es que me moleste instruir a mis hijos además de educarlos, prodigarles presencia, atención, afecto y contención emocional, cocinarles y compartir la comida con ellos, comprarles la ropa, plancharla, remendarla, salir en busca de listas interminables de carísimos materiales didácticos que se les solicitan, conseguir turno con el médico para el apto físico escolar, llevarlos al médico, al odontólogo, a inglés, darles el beso de las buenas noches, etc. Lo que me cae mal es el tono con el que se me impone la instrucción desde la carpeta de mi hija que viene de la escuela.

Las maestras parecen no haber aprendido lo que yo tan vehementemente intento enseñar a mis alumnos de inglés: no agregan el "Por favor" al uso del imperativo. Y será que soy quisquillosa, antigua o que hablo inglés, pero me pega mal, para qué mentir. Abrir la carpeta de mi hija para ver qué tiene de tarea, bajo orden de sus maestras de que debe hacerla sola porque ya tiene ocho años y hay que fomentar la autonomía infantil, y encontrarme con el imperativo de "Ejercitar" sin un "Por favor" me pone fula. Sobre todo porque es una contradicción que la misma seño que alienta a los papás a hacer de nuestros hijos seres autónomos, envíe una orden por escrito de "Ejercitar". Y no hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que el mandato es para mí, "la Seño Fer". ¿Quién si no podría ayudar a mi hija a ejercitar temas que se supone deberían ser repasados en la escuela antes de apresurarse a evaluarlos como temas sabidos habiendo pasado escasos días del comienzo del ciclo y luego de un receso de casi tres meses? Convengamos en que mi hija, como sus compañeros de clase, se ha pasado el verano nadando y jugando, y el agua del natatorio y del mar ha oxidado algunos de sus conocimientos, aunque aprobó el nivel anterior con muy buenas calificaciones. El repaso escolar es un deber de la escuela.

Justamente, en una entrada reciente que recibió comentarios variados, reflexionaba sobre el latiguillo de la autonomía infantil como una forma muy posmoderna de deslindarse de las responsabilidades que les competen a los adultos en la educación e instrucción de los chicos. Aquí tenemos un ejemplo clarísimo, porque "Ejercitar", tal como "Repasar", "Revisar", "Reciclar", "Practicar" y "Diagnosticar los saberes como punto de partida para la enseñanza a realizar", es un deber que le compete a la maestra en el aula, y que se me transfiere sin siquiera mediar un "Por favor". La nota dice textualmente:

"En casa ejercitá: dictado de números. Escritura de números en letras. Comparación de números con signos mayor y menor. Anterior y posterior. Pares e impares. Composición y descomposición de números en u., d., c,. u. de mil y d. de mil. Operaciones matemáticas (suma, resta, multiplicación y división). Resolución de situaciones problemáticas sencillas. Para mañana repasar las tablas en forma oral."

Esto de ejercitar en casa de manera autónoma es realmente una situación problemática compleja a resolver... Aquí debe intervenir "la Seño Fer", además de comprar un cuaderno para ejercitar en casa después de terminar la tarea que hasta ahora se ha focalizado en diseñar carátulas decoradas con figuritas recortadas de revistas didácticas que cuestan un perú en donde buscar y recortar paisajes e imágenes de flora y fauna autóctona para ciencias, colocarlas en un folio plástico, poner nombre a cada hoja de cada carpeta, indicar grado, materia y número de página, forrar y etiquetar libros, identificar claramente todo objeto que va y muchas veces no vuelve del colegio porque no se educa a los alumnos en no quedarse con los objetos ajenos, aparte de tener trabajo dentro y fuera de casa y una vida para vivir. Una lista interminable de deberes en los que la "Seño Fer" tiene que tomar parte activa sabiendo que en muchos de estos formalismos no está la verdadera instrucción, que una carpeta florida y decorada no refleja un mayor o mejor aprendizaje. Y, lo más arduo, lograr que mi hija me vea como a una maestra auxiliar cada tarde y se enfrente con el dilema de obedecer lo que se pregona acerca de la autonomía infantil en gestión escolar desde el aula o seguir el dictado de las órdenes del sentido común de "la Seño Fer" de dejarse ayudar e instruir por ella, quien decodifica las notas de las que se notifica a diario.

Hoy llegó con unas  frases muy inspiradoras acerca de sus derechos y deberes. Me quedo pensando en uno de los derechos que se listan:
 
Yo tengo el derecho de
pedir ayuda cuando no entiendo la tarea ."

El tema sigue siendo la contradicción que se genera en la mente infantil entre la supuesta autonomía que se impone como un deber y el derecho a pedir y recibir ayuda. ¿Y a quién pedir ayuda sino a la "seño Fer"? Todo un trabajo de repaso de la escolaridad nuestra de cada día que siempre me hace ir un poco más allá.


A boca de jarro

domingo, 4 de marzo de 2012

Somos libros vivientes

"Eso es lo que nos ofrece la literatura: un idioma suficientemente poderoso para poder contar cómo son las cosas. No es un lugar donde esconderse. Es un lugar donde encontrar."   

JEANETTE WINTERSON


Preparando material de lectura para mis alumnos de inglés avanzados, me encontré con un ensayo de Jeanette Winterson, una escritora nacida en Manchester, Inglaterra, en 1959. En un breve e intenso texto titulado"A Roof of One's Own" ("Un Techo Propio"), reflexiona sobre sus memorias de la infancia para ahondar en su profunda conexión con los libros y su búsqueda identitaria. Y me impresiona encontrarme en su escrito con ideas que me asaltaron al ver este maravilloso cortometraje de animación premiado con el Oscar, The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore, un corto de apenas quince minutos de duración sobre el amor a los libros, creado por William Joyce y Brandon Oldenburg.

La historia arranca con la llegada de un huracán y su protagonista, el tal Mr. Morris Lessmore ("More is less more..."), un escritor y lector apasionado, descubrirá en los libros la mejor forma de salvarse de los vientos que destrozan su pueblo y arrasan hasta con las letras de su propia obra. Como en una mezcla de El mago de Oz, la película Pixar-Disney Up, el cine mudo de Buster Keaton y Harold Lloyd y los desastres del huracán Katrina, la paradójica magia del film mudo y apto para todo público reivindica el poder de la palabra escrita en tiempos en los que los libros como los conocemos parecen estar a punto de convertirse en piezas de museo.



Hay muchas capas de significado en este corto abiertas al público adulto. En mi caso, les debo a los libros mucho más que el saber. Les debo también, como lo simboliza Winterson y como lo deja entrever el corto, mi propio techo, la contención frente al desamparo que me brindó el testimonio de otras almas que pasaron por catástrofes en las que todo parecía perdido y, sin embargo, llega por fin un día en el que se es capaz de abrir los ojos y volver a encontrar un lugar en el mundo del color.

Todo ser humano intenta escribir su propia historia, algunos lo hacen de manera literal, como Mr. Morris Lessmore en el corto. Y todo ser humano debe enfrentarse con vientos endemoniadamente huracanados que parecen capaces de borrar todo lo escrito hasta el momento de su llegada y dejarnos sin más ideas, sin letras ni colores para seguir creando la historia de nuestra propia vida, sin techo. Algunos llaman a esos vendavales crisis vitales. Cuando arrasan, dejan al mundo patas para arriba y a los ojos como nublados, viéndolo todo gris.

Es el momento de enfrentar un duelo por lo que se ha ido para nunca más volver, que es la persona que habíamos sido antes del sacudón, ni más ni menos. Se elabora muy lentamente, ya que se detienen los relojes, y parece que ya no hay inspiración ni brújula que nos guíe al sendero que habíamos andado hasta que azotó el temporal. Es posible que haya que comenzar a andar uno nuevo, pero uno queda tan vacío y aturdido que es arduo dar con él.


Es preciso redescubrirnos, recrearnos, reconectar con nuestra esencia, aunque los sentidos han perdido su agudeza hasta para olerla. Y los libros pueden rescatarnos y guiarnos para empezar a trazar algunas posibles coordenadas en un mapa moribundo como un libro deshojado. Es en la historia de otros sobrevivientes que se han enfrentado a la sombra que emerge del vendaval y han tenido el coraje de dar testimonio de su paso por el abismo, en la palabra vivida y viva legada por ellos, que incluso pueden ya haber partido, donde poco a poco se encuentra un refugio, un techo, se descubre que uno no es el único que ha pasado por allí y que otros han logrado emerger. Y un buen día, quizá cuando se comprende que cielo e infierno, luz y oscuridad, son las dos caras de la moneda que llamamos vida, asaltan las ganas de hacer nuevamente. Logramos ponernos en marcha y se vuelve a sentir la necesidad de continuar escribiendo esa autobiografía que parecía haber quedado trunca, seca. Se vuelve a ver el mundo en colores alguna tarde de otoño. El sentimiento de confusión e incertidumbre permanece, pero ya se lo sabe compartido, se lo ha enfrentado y se le conoce el rostro, se lo puede nombrar y poner en letras sobre papel.



El cortometraje es un homenaje a lo que hacen los libros por nosotros, y nosotros por ellos al leerlos. Como dice Jeanette Winterson en su singular ensayo:


"Muchas veces me he refugiado en los libros. No concibo al arte como un consuelo, sino que lo imagino como un techo sobre mi cabeza. (...)
Libros. Libros escritos o por escribirse.  Los de otros y los propios. Los libros son un hogar. No hacen un  hogar, son un hogar. (...)
¿Qué cuentan las historias? Que la vida es un viaje a través de un bosque oscuro. Que el alma está en peligro. Que el deber y la pasión destrozan al corazón. Que la belleza es tan buena razón como cualquier otra. Que el entendimiento es único. Que los milagros suceden. (...) Que siempre hay otra oportunidad. Que el amor existe.
Y estas cosas necesitan ser dichas de todas las diferentes formas posibles, de generación en generación, una y otra vez. La conectividad de nuestra historia y de nuestro ADN. Lo que hacemos y lo que somos, ensamblado en el arte. (...)
Nosotros somos el libro viviente."

¡Que disfruten del  corto!



A boca de jarro

jueves, 1 de marzo de 2012

"You is sweet, you is kind, you is important"

"Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, 
yo aún tengo un sueño."

Martin Luther King. 


Me gustó mucho la historia que nos cuenta "Criadas y señoras" ("The help"), basada en el bestseller de Kathryn Stockett (2009), ya que no sólo podría ocurrir en una pequeña ciudad del sur de los Estados Unidos en los años 60 (Jackson, Mississippi). Su universalidad en cuanto a ciertas verdades sobre la vida de las mujeres de distintas condiciones sociales la hace trasladable a muchos lugares del mundo de hoy, especialmente a aquellos en los que hay grandes distancias entre una clase pudiente y una clase baja trabajadora. A pesar de esta virtud del libro, muchos han odiado la película por su melodrama y otros la han utilizado para generar controversia racial una vez más, ya que consideran que se trata de un cuento más en el que los personajes negros son "salvados" por los blancos o que son empleados como vehículos para alcanzar una vida mejor.


En el contexto que delinea la ficción, las mujeres de clase alta se hacen madres para cumplir con lo que se espera de ellas socialmente por sus propias madres, esposos y círculo social, tercerizan las tareas domésticas al punto de ni siquiera levantarse de una silla para abrir la puerta si alguien llama o preparar algo de comer para el esposo que llega de trabajar. Tienen hijos, pero no ejercen como verdaderas madres. Lo declara vehementemente a su criada negra una niña rubia (y gordita, como recalca su madre) a la que cuida Aibileen Clark, entrañable personaje encarnado por Viola Davis: "Tu eres mi verdadera mamá".



¿Quién es mamá? Mamá es la persona que te conoce, que te registra, que te alimenta, te viste, te peina, te lleva a dormir y vela por vos cuando enfermás, que te hace sentir protegida y, sobre todo, quien te hace saber que "Sos dulce, sos especial, sos importante", aunque lo diga mal, aunque tenga escasa escolarización y aunque tenga la piel de otro color. Estas criadas negras ejercen el rol de madres de las hijas de sus señoras, quienes de muchas formas, son dueñas de sus vidas aunque no de sus destinos, haciéndolas trabajar seis de los siete días de la semana, usar sus propias dependencias sanitarias y dejar a sus propios hijos al cuidado de otras mujeres que toman la posta porque no queda otro remedio. Aunque ya no se las llame criadas y no sean todas negras, la vida de las empleadas domésticas muchas veces se parece bastante a lo que se muestra en esta historia, y se sienten una "posesión". Se impone el eufemismo de "The help" ("Ayuda doméstica"), que da nombre al libro y que se utiliza hasta a nuestros días, cuando en verdad son ellas el pilar y el alma del hogar. Sabemos que donde hay necesidad de apelar a eufemismos es donde se intenta confrontar con alguna verdad a la que no nos gusta mirar. Estas mujeres son las verdaderas amas de esas casas en las que las señoras siguen siendo niñas llenas de pretensiones que no terminan nunca de asumir sus roles adultos y sus vínculos en profundidad, y así transcurren sus días intentando llenar el vacío existencial de sus vidas.

Paralelamente a esta realidad, existe una hermandad de mujeres blancas y negras que no conforman la norma aunque deban pagar el precio con exclusión, violencia y desprecio. Son mujeres que se juegan por la autenticidad y la lealtad y que encuentran un sentido profundo a sus vidas, que trascienden a través de lo que legan por necesidad vital y por amor a sí mismas y a los demás. Ellas son, en definitiva, quienes abren las ventanas al pequeño gran cambio posible, de profundas reverberancias sobre sus propias vidas. Se hermanan más allá de su color o clase social, en su condición de mujeres, con todas las delicias y las amarguras que esta conlleva. Y finalmente, alguna de las que no se animó a enfrentarse con lo que se esperaba socialmente de ella admite: "El coraje a veces se salta una generación..."


En palabras de Victor Frankl "La sociedad de la opulencia sólo satisface necesidades, pero no la voluntad de sentido." El ser humano, en su condición de varón o mujer, "... es capaz de transformar en servicio cualquier situación que, humanamente considerada, no tiene ninguna salida. De ahí que en el sufrimiento se dé una posibilidad de sentido. (...) Al cumplir un sentido, el hombre se realiza a sí mismo." Y también la mujer, para quien el tironeo que conlleva la vocación de realización personal en el mundo del trabajo con el deseo de encarnar el alma de su hogar y su maternidad genera una buena dosis de frustración y dolor aún en pleno siglo XXI. Todo destino se manifiesta y cobra profundo sentido cuando se es capaz de descubrir la voluntad para escribir el libro de nuestra propia historia, que es alimentada por esas amorosas palabras que prodiga una mujer-madre:

"You is sweet, you is kind, you is important."

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