miércoles, 15 de junio de 2011

Las delicias de leer y escribir...

    

    A raíz de lo que fue primero una crítica a un artículo que se publicó en La Nación Revista impresa y digital el domingo 29 de mayo del corriente, que consta de un fragmento del libro de Maritchu Seitún, "Criar hijos confiados, motivados y seguros" de Editorial Grijalbo, y la publicación de mi escueta carta a "Yo Lector" sobre lo que opino de ese fragmento el domingo 12 de junio, pasaron algunas cosas interesantes que deseo compartir aquí, en este espacio de reflexión honesta y en voz alta que me colma de satisfacciones.
   Ante todo, debo decir que celebro la publicación de cada una de las cartas que me tomo el trabajo de escribirle al editor de esta sección de una revista que leo y respeto. Puede parecer banal, pero el hecho de que mi opinión, a veces muy positiva con repecto a lo que ciertos escritos me aportan, como en el caso del artículo de Mori Ponsowy "Chicas Superpoderosas", carta que se publicó el 17 de abril, o la que se publicó el 15 de mayo, que el editor titula "Dos grandes artistas", la cual se refiere a la entrevista que se le hizo al intenso actor británico Clive Owen a punto de estrenar un film sobre un tramo de la vida de mi admirado Ernest Hemingway, entrevista que me interesó mucho leer, hasta cartas que contienen una crítica, una opinión que no comparto, y que estimo tengo el derecho de expresar sin agraviar a nadie, como fue el caso de la carta sobre el artículo de Susi Mauer, "Tiempo no apurado", publicada el 6 de marzo, y esta última carta del domingo12 de junio, "Niños y padres", que critica lo que para mí se presenta como un libro que promete hablar sobre la crianza como una ardua empresa, y falla en darle al blanco, al menos en ese fragmento que yo leo y juzgo, insisto, con toda libertad y respeto, y desde mi humilde y válido parecer.
    Primero, y sin ánimos de presumir, estimo que no es casual que se elijan cuatro cartas mías para ser publicadas en lo que vá de este año, más dos el anterior, o debo concluir que pocos están escribiendo además de mí, cosa que no estimo probable... Segundo, es interesante ver lo que sucede cuando se me publica una breve carta de lectores. Al darse a conocer mi dirección de mail, porque yo así lo elijo, los lectores comienzan a escribirme a mí, siempre para expresar su empatía con lo que yo expreso, y para felicitarme por lo escrito y por la valentía de haberlo hecho. Pero si se trata de críticas, son las mismas autoras quienes se dirigen a mi casilla de correo, aclararándome que lo que se publicó en la revista no refleja fielmente el contenido del libro que se promociona o que sus opiniones son generalizadas. Éste último es el caso de Susi Mauer, quien fue tan noble y nuestro intercambio tan rico, que terminó regalándome un ejemplar de su libro "Desvelos de padres e hijos", cosa que yo jamás imaginaba ni esperaba, y el cual leí con avidez y comenté positívamnete en este blog. Pero con la carta del domingo sucedió algo diferente...
  Recibí  varios mails de mujeres que no conozco, otra vez felicitándome, y, resguardando sus nombres, voy a incluir algunos de sus contenidos a modo de ejemplo:

  "Hola como estas, no nos conocemos  me encanto la nota del domingo en la nacion, estoy totalmente de acuerdo contigo, como estoy pasando con un poco de tristeza un episodio familiar nada grave pero bien tu lo dices, los hijos saben muy bien exigir, leer tu nota me ayudo........no se cual fue la palabra pero gracias ayudo mucho."

   "Hola María Fernanda!!
Te escribo para decirte que coincido plenamente con tu carta, hiciste que me sienta más “normal”. Desde chicas nos criaron idealizando la maternidad…..y cuando en  algún momento me  salen  esas emociones como vos mencionás, me siento un monstruo porque no debería sentirlas……Soy muy independiente y a veces me siento atada por la maternidad….Yo tengo dos hijas y espero educarlas más en la realidad de la vida…..Te mando un beso. Muy valiente tu carta."

   Y también, en este único caso, recibí varios mails de la autora del artículo, que contesté, en los que trataba de persuadirme de darle una chance a la lectura de su libro, y argumentando que era injusta en prejuzgar por lo que la revista eligió como un fragmento para dar mi opinión sobre lo que allí se plasma. Además, anoche, luego de que reeditara esta entrada por pedido de una lectora de mi carta, me encuentro con este comentario anónimo sujeto a moderación en mi escritorio de blogger, que publiqué al pie de la entrada:

   "Anónimo dijo..




Maria Fernanda
Detrás de las lindas imagenes que mostras y de tu descarada auto propaganda, escondes un resentimiento groso.
No creo que de esta manera consigas que te publiquen mas que alguna carta de lectores.
Me juego a que esto no lo dejas aparecer en tu blog, porque solo te gusta criticar a los demas pero no aceptas nada distinto a lo que pensas.
Atte"

14 de junio de 2011 17:50


   Al cual yo contesto, después de un arduo día de trabajo y en la víspera de dos días iguales:

   "Pués te equivocás. Yo acepto las críticas, y no intento convencer a nadie de que tengo razón. Expongo mi parecer con libertad. La que se esconde detrás de un cobarde anonimato sos vos. Los anónimos hablan muy mal de las personas que los escriben. Y hacen daño.
Yo no sé qué conseguiré, porque no busco conseguir más que esto que hago: pensar en voz alta con total honestidad y en absoluta libertad. Si te tomaras el tiempo para leer mis entradas, verías que hablo bien de mucha gente valiosa. Y me parece que sé bien quién sos, y que quien no acepta a nadie que no la halague o piense lo mismo sos vos. Lo de "Atentamente" te lo hubieras ahorrado, porque de atento un anónimo no tiene nada."
14 de junio de 2011 22:11

   Este humilde espacio de reflexión me ha colmado de satisfacciones desde todo punto de vista, me ha hecho muchísimo bien, y según los comentarios que he recibido y el número de seguidores que me acompañan, le hace bien a unos cuantos. No creo que esto constituya "autopropaganda", ni me haga una "descarada", sino una evaluación bastante objetiva aunque personal de lo que aquí sucede. Hasta recibí un comentario en francés de un lector alemán en mi entrada sobre arte reciente, que tuve que traducir para contestarlo con mi pobre francés y la ayuda del traductor de Google. Me ha permitido enlazar con otros valiosos blogs que sigo y comento, enriqueciéndome y sintiéndome menos sola en mi sentir sobre una variedad de cuestiones importantes. Me permite hablar de mi autobiografía con absoluta franqueza, y esto a su vez, me ayuda a procesarla y a asumirla con orgullo: ¿por qué no?

  Aquí se me acusa de "resentida". Y yo, como siempre, voy al diccionario en primer lugar:

    resentido: 1. Debilitado, dolido, molesto; 2. Que muestra o tiene resentimiento hacia alguien; 3. Molesto, ofendido, disgustado, apenado,enojado, rencoroso, amargado.
Antónimo: Agradecido.
         Fuente: " Diccionario Esencial de la Lengua Castellana, Tomo II "Santillana, La Nación.

  Es posible que todos estos sentimientos me habiten:¿a quién no? Pero mucho más habitan a quien hace un comentario anónimo, creo. Eso lastima. Y también me habita el agradecimiento, que es lo opuesto al resentimiento: agradecimiento por esto maravilloso de estar comunicada con gentes diversas en sus grandezas y sus miserias, que todos compartimos.

  El que esté libre de cargo y culpa, que arroje la primera piedra...

  En cuanto a lo que yo busco, anhelo, sueño,o deseo lograr desde este blog, es asunto mío, en tanto no perjudique a nadie, y tengo derecho a tener sueños y a aspirar a llegar a donde quiera y pueda llegar, tanto como la libertad de expresar mi opinión sin agraviar y desde la luz de mi nombre, no desde la cobarde y mezquina sombra del anonimato, en un país en donde se hace y se han hecho muchos esfuerzos por coartar la libertad de expresarnos. Por suerte, La Nación Revista me dá esta posibilidad mucho más seguido de  lo que yo espero.


          Y te lo digo así, como siempre, a boca de jarro.    

Seguro te interesará leer el artículo y mi crítica completa al mismo publicada en este blog:
"La crianza, esa ardua tarea": Reflexión sobre el fragmento del libro de Maritchu Seitún publicado en LNR.
http://fernanda-abocadejarro.blogspot.com/2011/06/la-crianza-esa-ardua-tarea-reflexion.html#links

lunes, 13 de junio de 2011

Tironeados...

                                                    
  Hoy es el día del escritor. Y ayer un escritor al que sigo y admiro logró conmoverme desde la misma revista donde salió publicada mi carta a "Yo Lector", lo cual para mí es tan importante como publicar un libro, y en la que soy totalmente honesta con respecto a lo ardua que me ha resultado la crianza de mis hijos como para que vengan con una lista de "TENÉS QUE..." más larga que la propia... Varias mujeres me felicitaron por mi "valentía" por mail: ¿se es valiente por decir la verdad?
  Sergio Sinay describe esto que le pasó cuando fue padre por primera vez , y resuena en mis oídos la similitud con mi propia experiencia, y en todo caso, con lo que algunos consideran "valentía":

"Lo cierto es que en nuestra imaginación, en nuestros sueños y ensueños (incluso en nuestras pesadillas) veíamos a un hijo. Y ahora, frente a nuestros ojos, entre nuestros brazos, percibimos al hijo real. Digámoslo otra vez: un desconocido. ¿Por qué no habría de serlo? ¿No lo somos acaso para él? En ambos casos ésta es una verdad a medias. El es en varios aspectos distinto de cómo lo soñamos, pero es lo que soñamos: nuestro hijo. El no nos conoce pero nació de nosotros, es carne de nuestra carne, sangre de nuestra sangre.
¿Qué hacemos con nuestro hijo? En primer lugar, y de la mejor manera posible, no huirle, quedarnos a su lado con nuestras seguridades e inseguridades, con nuestras certezas y nuestros temores, con nuestras dudas y afirmaciones, con nuestras ganas y con nuestro pavor. Será el único camino para conocerlo y para que nos conozca. El único camino por el cual un padre real se encuentra con un hijo real.
Mi hijo Iván nació un día miércoles 1º de diciembre a las 16.40. En esa época yo trabajaba como redactor de una revista durante las tardes y en un diario durante las mañanas. El jueves, naturalmente, no trabajé porque me fue concedida licencia. Esta se extendió al viernes. El lunes en la mañana debía regresar a la Redacción; por una parte deseaba hacerlo (en primer lugar para hablar de mi hijo y exhibir mi luminosa y vibrante paternidad); por otro lado, con gusto me hubiera quedado en casa disfrutando y descubriendo a esa personita que estrenaba un cuarto en las puertas de cuyos placares yo había dibujado osos, monos, patos y ratones para que lo saludaran. Fui al diario, se me hizo cuesta arriba conectarme con los textos que debía escribir y, a medida que transcurría la mañana, lo que restaba del día empezaba a transformarse en un desierto interminable. Cuando llegó el mediodía, decidí que no iba a estar toda la jornada alejado de mi hijo recién nacido ni de mi hogar en plena transformación. Mientras yo trabajaba, amigos y familiares desfilaban por mi casa para conocer al recién llegado y felicitar a la mamá. De modo difuso empecé a percibir una sensación de injusticia. ¿Por qué yo, el padre, debía estar tan lejos? Al llegar la hora de viajar de la redacción del diario a la sede de la revista, una decisión se había afirmado en mí: no iría a mi trabajo de la tarde, sino a mi casa. Quería estar con mi bebé.
El martes hice lo mismo, sólo que ahora ya no tenía ni broncas ni dudas ni culpas. Lo sentía como un derecho. Cuando los directivos de la revista llamaron para averiguar qué pasaba conmigo, sentí que invadían un recinto sagrado. Luego de mi excusa -que hoy no recuerdo cuál fue- me exigieron que fuera a trabajar al día siguiente. Entonces sentí que eran desalmados, insensibles, indiferentes al milagro de la vida, etc., etc. El miércoles no fui a trabajar y el jueves me despidieron."

  El capítulo de este nuevo trabajo de Sinay, titulado "Hombres en la dulce espera" es imperdible. Yo ayer escribí que por estos días, padre y madre se me hacen lo mismo, aunque sé que hay diferencias que nos complementan más que distanciarnos. Y admito que con la enfermedad de las figuras paternantes más añosas en la familia, la crianza se hace aún más ardua que de costumbre. Pero el conocimiento profundo de lo que le sucede a una mujer cuando nace un hijo que Sinay describe me conmueve, especialmente porque viene de un hombre:


"Sabemos que la mamá pasará por un período de tristeza, extrañará su panza (era parte de su cuerpo, después de todo). Se sentirá abrumada por las demandas del bebé, no podrá recomponer fácilmente su propia imagen, sentirá por momentos deseos de ser ella una nena.
Sabemos (¿de veras lo sabemos?) que, en la medida en que se vaya habituando al bebé, ella se sentirá a veces extraña respecto de nosotros, o nos sentirá extraños respecto de ella. Necesitamos que alguien nos explique esto: no ha dejado de querernos ni el vínculo se ha deteriorado; es probable que ahora la relación sea más madura, pero desde aquí en más será diferente y pasará por una inevitable transición. También es necesario que nos preguntemos cómo andamos por casa, qué nos pasa a nosotros en el campo del afecto. No para juzgarnos y preocuparnos; sí para saber, para darnos cuenta."

  Cuando nació mi primer hijo, gocé de una larga licencia por maternidad, debido a, y  "gracias a", debería decir, complicaciones en la cicatrización de la herida de la cesárea, que se infectó. Gocé de una licencia por excedencia, y fue un gran privilegio, porque no quería volver a trabajar. Mi trabajo ahora estaba allí, en el nido. El mundo de afuera, con todo su brillo y su promesa de una carrera en pleno desarrollo parecía nada comparado con este "paquetito de carne", como Sinay lo llama, que berreaba, mamaba, dormía y hacía muy seguido otras cuantas cosas más olorosas. Cambiar pañales era para mí mucho más complejo que preparar una clase de Literatura Inglesa sobre James Joyce... Nadie me había preparado para "esto". Y así y todo, NO ME QUERÍA IR. 
  Pasaron los meses, y volví a trabajar con el corazón partido, pero con la tranquilidad de dejar a mi bebé en las mejores manos: las de mi mamá. De todas formas, a medida que fue pasando el tiempo, y mi hijo iba logrando alcanzar los hitos del desarrollo que los padres también aprendemos a esperar por la lectura de  libros de puericultura,  yo sentía que cada tarde que me pasaba "encerrada" en un aula de un colegio bilingüe donde a la gran mayoría de mis alumnos les importaba un bledo lo que tenía para enseñarles, me estaba perdiendo de ver a mi hijo dar sus primeros pasos, intentar en vano salvarlo de sus primeros chichones, darle el mordillo helado para calmar sus dolores de dentición, verlo jugar, dormir una buena siesta con él a mi lado... un sin fín de cosas que no tienen precio. Y es así como se produjo el primer gran quiebre en mi vida, del que recién ahora estoy emergiendo. Se abrió un largo paréntesis. Yo, como Sinay, pude darme el lujo de renunciar, aunque empezamos a vivir con menos holgura, y tomar un trabajo en otra franja horaria en la que me sentía más cómoda por ya haber pasado todo el día con mi hijo.
  Por supuesto que hubo idas y venidas mentales desde entonces y hasta hoy muchas veces. Nadie puede dejar de preguntarse: "¿Qué hubiese sido de mí si...?" Pero no me arrepiento de lo que elegí, y sigo eligiendo como prioridad, aunque a veces me enoje, me saquen de quicio, sienta que la vida pasa por otro lado, que me perdí el tren del éxito profesional, en fin: todo eso que también está. Pero no, no me escapé. Dubitativa, a veces confundida y perdida, a veces entristecida, para qué negarlo, ESTUVE. Y estoy.

  ¡Gracias Sergio Sinay por tu honestidad "a boca de jarro", y  feliz día a todos los escritores!


      LA MAMÁ MÁS MALA DEL MUNDO.
                                               http://youtu.be/KQXI9F8nJ6g  

domingo, 12 de junio de 2011

Ser madre, y cuarta carta a "Yo Lector" publicada en el año en LNR



Gustav Klimt: "Las tres edades de la mujer" ("Three ages of woman")
   

    "No hay nada que sobrepase a la madre.

    La conexión con ella es la base de todo éxito en la vida"

Bert Hellinger

  Para Hellinger, pensador que introdujo el concepto de "constelaciones familiares", y sobre el cual hoy muchos terapeutas trabajan, el tratamiento psicoterapéutico de un miembro de eso que el considera una "constelación", se aborda como un emergente, como un síntoma o señal de algo que no está funcionando bien (o, como se dice en la jerga "Psi", "dis-funcionando"), en todo el engranaje familiar. Para este filósofo, la conexión con la madre es esencial, en tanto es la clave de todos los vínculos que entablamos en la vida, y sobre todo, el vínculo que logramos establecer con nosotros mismos . Y, por consiguiente, la clave de nuestra propia felicidad. Hellinger también se ocupa de la figura paterna, pero hoy quisiera acotar mi reflexión a LA MADRE, aunque "padre y madre" por estos días se me hacen lo mismo, y encuentro muchas similitudes en las diferencias.
 Yo por estos días estoy "maternando" profusamente, como, creo, todas las mujeres hacemos, con o sin conocimiento de causa, y con o sin hijos. Y ésto me hace "des-cubrir", es decir, "sacar a la luz", el hallazgo de que,  hoy por hoy,  me estoy encontrando fundamentalmente y cara a cara, con LA MADRE QUE HABITA DENTRO MÍO Y ME MATERNA A MÍ; y que es, nada más ni nada menos, que la encarnación y re-creación de todas y cada una de las figuras maternas que pasan y han pasado por mi vida.

"Yo misma, madre de mi propio ser gracias a todas las madres encarnadas con las que  conecto, conecté y re-conecté, y gracias a la madre que soy y que materna y me materna desde la luz."

 Está, en  principio, y eternamente omnipresente MI MAMÁ. Una Mamá con quien la conexión ha sido siempre profunda, fluida, y nutricia. MI MAMÁ, quien hasta hoy funciona como MI MAMÁ, a quien necesito como la niña que fui y que vive en mí, necesitando de su mirada, su palabra, su escucha y su presencia, y que ahora también veo desde otro lugar más maduro y equilibrado, en todo su esplendor y humanidad de FIGURA MATERNANTE  para mí, para mi papá, para sus padres y suegros, cuando les llegó el turno de ser maternados amorosa y lealmente hasta el fin por ella, para su tía, a quien cuidó en su enfermedad siendo ella muy joven, para mi hermana, niña de ayer y mujer-niña hoy,  para sus yernos, que se nutren de sus ricas comidas y detalles maternos, para mis hijos, para mis sobrinos, y para ella misma, ahora con un nido que es "tomado por asalto" por todos sus "hijos" varias veces por semana, porque sigue funcionando como nido no vacío.
 Están mis abuelas, madres de mis padres, con quienes debí "re-conectar", y lo hice, de hecho, como su presencia en fotos y referencias se refleja en este blog.  Abuelas que maternaron a sus hermanos al quedar huérfanas, a sus propios padres, a sus hijos, a sus esposos, a sus nietos, y a sí mismas, en los mares del destierro, la inmigración, la soledad de la maternidad por aquellos días, la pérdida de seres queridos, la enfermedad, la escasez, la viudez...
 Está mi suegra, madre de mi esposo y figura maternante de su esposo ahora enfermo, de todos y cada uno de sus hijos aquí o más allá, de su hermano y su familia, de su madre y su suegra ya idas, a quienes también debió maternar hasta el final, y ahora figura maternante de sus nietos, mía, y de sí misma, tratando de darse lo que necesita para maternar a su esposo en el camino de la enfermedad hacia la salud.
 Está mi hermana, madre de sus hijos, figura maternante para su esposo, para nuestros padres, para sus sobrinos, para su hermana mayor, para sus amigas, para sus suegros y sus cuñados, para sus pacientes, y para ella misma.
  Están estas amigas que una va encontrando en el camino, madres que aparecen y elegimos para que nos "maternen" con su sabiduría y experiencia de vida distinta a la propia, con los detalles autobiográficos íntimos de sus historias de maternaje que comparten con nosotras y que nos hacen más y mejores madres en el compartir, en el enlazar, y que funcionan como puente para ese encuentro tan necesario y conmovedor con la madre que encarnamos cada una de nosotras para tantos seres.
 Amigas como Ale, una amiga que eligió no tener hijos, como ya dije, pero que materna a su esposo, a su propia madre, ahora ya mayor, a su hermana, a sus mascotas, a su amiga Fer, aunque no se dé cuenta, y a ella misma.
 Mujeres que una no conoce personalmente, pero que ha leído o escuchado, y desde allí me maternan de diversas maneras. Los ejemplos abundan, y si mencionara algunos, sería injusta con los que omito mencionar. Laura Gutman sería el mejor ejemplo.
 Maternar es una rueda alimenticia de exquisito perfume, suave textura, agudo olfato, reconfortante tacto, oído afinado, y resonancias místicas. Todo esto me recuerda a esa preciosa novela que ya alguna vez cité, How to make an American Quilt, de Whitney Otto, adaptada al cine como "Donde reside el amor", y que tendría que releer y volver a ver, porque me habita.
 El maternar se convierte en una empática y fabulosamente nutritiva "cadena de favores". Es esa red de mujeres en la que las mujeres nos dejamos caer para rebotar y volver a lograr hacer pie para así enfrentarnos con los vaivenes que conlleva toda vida. Y lo más maravilloso del fenómeno es que el varón es también parte de él, y que también es capaz de maternar, o paternar, que en esencia son la misma cosa, con distinto envase, aroma y espectro.
 Mi compañera Graciela me manda un video de su nieto recién nacido León, y veo a dos ex-alumnas a quienes "materné" mientras guíe su aprendizaje y quién sabe hasta dónde y cuándo, porque ser educador es ser en un hacer maternante en esencia. Y allí las veo devenidas madres, tía, y abuela. 
 MUJERES: ¡QUÉ MARAVILLA!
                                    
 Cada vez que me enfrento con una escena de la vida cotidiana en la que se manifiesta esta simbiótica fusión bien lograda aunque siempre imperfecta, no puedo dejar de conmoverme y sonreír desde la complicidad y el saber de lo que allí está sucediendo.
 Hoy doy gracias a todas y cada una de mis madres, y gracias a la vida y a la Fuente de Vida, Madre Primordial y Primera, es decir, DIOS, que ha generado el encuentro conmigo misma como mi propia madre en la LUZ.


 Casual, o causalmente, ya que cada vez creo menos en las coincidencias, hoy me publican una cuarta carta a "Yo Lector" en La Nación Revista que el editor correctamente plasma así:




  Tal vez te interese leer mi entrada del miércoles 1° de junio, en donde me explayo sobre este tema e incluyo el artículo al cuál mi carta de hoy responde, titulada :


Reflexión sobre el fragmento del libro de Maritchu Seitún publicado en LNR.



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