miércoles, 22 de junio de 2011

Sol de invierno

                                                           
  Se vino el invierno, gris y lluvioso en Buenos Aires, como casi siempre. Falta el frío nada más, pero es cuestión de horas. Y estamos todos cansados. Me encuentro en casa, en el transporte público colmado de gente cansada de viajar mal, y en el trabajo, con caras ojerosas, cuerpos contracturados y sensaciones de hastío que comparto con los seres que habitan los mismos espacios donde me muevo yo. Bostezamos todo el día, nos enjugamos las lagañas y nos desperazamos como los gatos para poder seguir arremetiendo contra el reloj, añorando más horas de luz y de sueño, y más tiempo libre. Nos despertamos de noche para ir a la escuela cual si fuésemos a hacernos un análisis de sangre, en ayunas, o casi, y con la primera orina de la mañana, y cuando nos queremos acordar, es de noche otra vez, y no hemos tenido tiempo de hacer nada que no sea "trabajar". Hace poco nos perdimos de disfrutar un eclipse de luna, por las nubes que lo cubrían, y por la hora a la que se lo podría haber disfrutado. Parecemos zombies, que seguimos con la rutina que se nos impone sin conectar con la naturaleza, y desoyendo nuestro propio reloj biológico.

  Insisto: todos los seres con los que interactúo a diario, niños, adolescentes y adultos, en el ámbito en el que me muevo, hogares de adultos con hijos en edad escolar y escuela, muestran los mismos signos del agobio y el abatimiento de ya diecisiete semanas de clases interrumpidas por varios feriados largos mal distribuidos y sin respiro.

 En los países inteligentes, no hay períodos de más de siete u ocho semanas sin un par de semanas intercaladas de vacaciones. Aquí, tenemos veranos eternos y vacaciones de invierno insuficientes, y luego una interminable seguidilla de semanas abarrotadas de quehaceres sin tregua. Trabajamos mucho, aunque tenemos claro que no queremos vivir para trabajar. Hasta los chicos lo saben, y lo manifiestan de diversas maneras cada vez que se acerca la temida hora de hacer la tarea para el hogar. Es el exceso lo que le quita al trabajo y a la tarea el sentido y el disfrute. Y la falta de propósito, el sentido de rotunda futilidad en el caso particular de la tarea. ¿Y por qué el exceso? Por imposición, no por elección, ni siquiera por necesidad: nada lo justifica. No puedo culpar a quienes conozco por ser del mismo palo: los docentes. Nosotros también somos víctimas de las planificaciones que se nos imponen desde arriba. Y hay que acatar. Pero sabemos mejor que quienes las diseñan que seguir los ritmos que se nos imponen y que no respetan los ritmos del aprendizaje de un niño normal no garantiza mejor aprendizaje. En realidad, sabemos, como lo sabe todo el mundo, que, en términos de calidad educativa, nuestro país está lejos de brillar. Brillamos tan poco en esto como el sol de invierno. Y a lo que arrojan los datos estadísticos me remito, aunque estoy muy cansada para incluirlos aquí.


  Hoy es miércoles 22 de junio, son las 4 de la tarde. Mi hija y yo nos levantamos a las 6:30 a.m., y hace una hora que la estoy llamando para hacer la tarea del día. Y no viene. Se dió un baño de inmersión para despabilarse, pero a pesar de haber inundado el baño, sigue dando vueltas, rezongando, lloriqueando y protestando, porque queda hacer la tarea e ir a inglés, y ya casi es de noche en Buenos Aires. Y yo escribo para hacer mi enojo resolutivo en vez de destructivo, aunque no resuelvo nada, (perdón, no debería decir "enojo", debería ser "mi disgusto"¿o también estará mal visto?), con una nena de ocho años que necesita JUGAR, y por no enfrentarme con la pila de tarea de mis alumnos que tengo que corregir para mañana, porque otra vez hay boletines que llenar... Esto también es tarea para el hogar para los docentes. Y en los países inteligentes, a los profesores y maestros se les paga por planificar, corregir y diseñar exámenes en sus lugares de trabajo, con acceso a bibliografía e Internet in situ. Pero aquí se es docente por vocación, por amor al arte...


  El tiempo que insume hacer la tarea no es breve como el sol de invierno, precisamente. A medida que avanza el calendario, las maestras parecen desesperar, y cada vez nos mandan más tareas. La pregunta que más resuena en la puerta del colegio cuando voy cada día a buscar a mi hija es:"¿Cuántas tareas tenés hoy?" El número raramente baja de dos o tres, excluyendo lo no terminado en clase y la tarea de materias "extra", es decir, inglés, catequesis (¡!) y demás yerbas. Y los padres sabemos tan de memoria como aprendimos las tablas de multiplicar que esa tarea es para nosotros. Por ejemplo: 

 Buscar, recortar y pegar seis palabras que contengan hiato y seis que contengan diptongo.
Buscar, recortar y pegar seis oraciones exclamativas y seis interrogativas.
Buscar información sobre animales invertebrados: definición, categorigazación y ejemplos. 
Pegar imágenes ilustrativas.
Traer información sobre Manuel Belgrano.

  Y también sabemos que si no nos ponemos la hora larga que hace falta diariamente para cumplir con esto, son nuestros hijos los que sufren y pagan las consecuencias. Por lo tanto, no sólo criamos y educamos: también instruímos cada día después de la jornada escolar. Y yo instruyo gustosa, es más, siento que es una buena parte de lo que todo buen padre hace, pero no me gusta hacerlo "bajo presión". No obstante, me encuentro con opiniones de profesionales que se dicen expertos en estas cuestiones, y que dan charlas a padres que tal vez necesiten escuchar lo siguiente:

                            QUINCE MINUTOS EXCLUSIVOS PARA LOS HIJOS
  •  "Esta señora es práctica a la hora de dar consejos de crianza. Explica, por ejemplo, que no es necesario estar largos ratos dedicados a los hijos. "Con 15 minutos exclusivos por día y por hijo es suficiente." Eso sí: estando totalmente disponibles para escucharlos y mirarlos. Este tiempo diario es para ella "una vitamina que cura" y que, con los años, produce vínculos cercanos y amorosos en la familia. "Cuando nuestro hijo nota que, cuando estamos dedicados a ellos, aunque suene el teléfono o el celular nosotros no nos levantamos a atenderlo, se siente valioso y muy querido. Eso vale."
            
  En este caso, me voy a reservar el nombre y la fuente de esta opinión, porque la señora se sulfura si expreso mi desacuerdo con ella e insiste en que lea su libro, aunque a ella la publiquen en un diario de circulación nacional y la convoquen a dar charlas para padres que necesitan consejos sobre cómo criar hijos "que brillen". En cambio a mí, cuando digo cosas como esta, se me acusa de "resentida"... No obstante, seguimos acordando en el desacuerdo: quince minutos no bastan ni para hacer la tarea para el hogar, ni para llevar y traer a nuestros hijos del colegio, ni para sentarnos a comer con ellos luego de haberle dedicado un buen rato a comprar y cocinar lo que se va a comer, ni para criar como yo, desde mi humilde lugar de madre presente y comprometida, creo que se debe hacer, ejerciendo la crianza real y aplicada , a menos que no quede otro remedio que salir a trabajar. En ese caso, las mamás estarán seguramente "cambiando el dinero" de sus ingresos para poder solventar los gastos que implica "tercerizar" la crianza en ayuda doméstica, transportes escolares (¡carísimos!), comida comprada, niñeras, maestras de apoyo escolar, etc., a menos que dispongan de una "abuela todo terreno", y tal vez no sintiéndose muy felices sino resignadas al respecto. Me parece que esta señora no escribe para mí, ni para la mayoría silenciosa de madres que nos rompemos el lomo para maternar en calidad y cantidad de tiempo, además de trabajar fuera del hogar y dedicarnos a pensar sensatamente sobre nuestra labor de vez en cuando.

  Pero como yo admito que puedo estar un poco "resentida", es decir, "debilitada, dolida, molesta" y además agotada a esta altura del año, más estar sobrellevando otras cuestiones que trae la vida familiar adulta y que tampoco se deben ni se pueden tercerizar, los dejo en presencia de Suzanne Powell, Psiquiatra Filosófica Especialista en Medicina Ortomolecular e Instructora de cursos ZEN, y espectacular hablante extranjera de español, una verdadera rareza para mí, que me muevo entre ingleses que se niegan a hablar en su pobre español a pesar de que llevan años viviendo aquí y de que tiene hijos argentinos y compran en los mismos negocios que yo en español, creo.

   Esto es parte de una charla titulada "Los niños y el reset", con la que acuerdo ciento por ciento, dada en un auditorio en Barcelona (donde de esto saben mucho) a alumnos y padres, con su propia hija allí presente, a quien en un momento interpela en público sobre una anécdota privada: ¡maravilloso! No hay mejor ejemplo de lo que es en verdad una madre presente. ¿Y qué dice Suzanne? Dice lo mismo que yo en la cocina de mi casa cuando abro la mochila y veo la lista de tarea para el hogar: "¡Aflojemos!" Pero si lo dice Suzanne Powell, no es resentimiento, ¿no? Y algunos pensarán de dónde saco el tiempo y las fuerzas para escribir todo esto que pienso. Y les digo que si no me hago el tiempo para hacerlo, como no tengo psicólogo, ni soy un "monje Zen", EXPLOTO. Esto es catarsis terapéutica gratuita: sepan comprender y perdonar. Y se termina a las 22:42 horas de un largo día de invierno sin sol.
  Como alguien dijo una vez, "Hay que pasar el invierno"...



                                         Los niños y el reset, Suzanne Powell


                     
A boca de jarro

martes, 21 de junio de 2011

Un rato de felicidad

Gal, "la voz" ...
                                                                 
  Siempre me gustó la música brasileña y su gente. Los que saben dicen que Gal Costa es "la voz" de Brasil. Para mí, es una bellísima voz, mi favorita, y me gusta verla en el escenario aún hoy, ya madura y conservando todo el esplendor de su cadencia única y su potencia tan hondamente brasileña.
  Ésta canción en particular, que cantamos con mi hija menor a menudo, "A Felicidade", de  Vinicius de Moraes con música de Tom Jobim, es un poema, y un canto a la realidad de la vida que parece no hacer caso de esa idea preconcebida que algunos tienen de que el brasileño es pura juerga, samba, caipira, playa y carnaval... Es un pueblo alegre, de eso puedo dar fe por las muchas veces en que visité distintos lugares de Brasil, y me encontré con gente sonriente, amable, cálida como el clima, festiva, y siempre, siempre, con música de fondo y un perfume en el aire que en esencia huele a naturaleza pura, y exuda alegría y exuberancia, que se potencia con las vistas y los sabores. Me encanta Brasil, me gusta su gente, amé platónicamente a sus "garotos" de Ipanema y de todas las playas ... y no me refiero precisamnete a los bombones; a sus "praias", a su falta de prejuicios con los ridículos estereotipos físicos que harían que en cualquier playa argentina una chica que se considera "gordiña", (como "eu", como yo lo hacía y hago aún de adulta), y como ellos tan dulcemente lo pronuncian y lo desestiman, no se permita la libertad de ponerse una bikini y gozar de su cuerpo y de la playa y el mar sin vergüenza propia ante la mirada de los demás ... sobre todo la mirada anoréxica de la belleza de las demás mujeres argentinas, porque los hombres refinados en Brasil saben mirar a la mujer y saben hacerla sentir como la "Garota de Ipanema" que adoró también platónicamente, parece, o no, desconozco los detalles, Vinicius y que todas desearíamos ser...
  Me encanta Brasil, su lengua: pura dulzura, melosa cadencia, un esfuerzo por la interacción desde lo fonológico hasta lo gestual que me cautiva, una cuenta pendiente la de seguir aprendiéndola a pesar de su complejo sistema verbal.
   Me encanta Brasil, su música: una alegría sustentada en la sabiduría del pobre que se sabe pobre pero rico en su capacidad de disfrutar de lo que la naturaleza le regala prolíficamente en su tierra, y de las pequeñas grandes cosas de la vida.

  Para todos los que como yo gusten de ésto, en el día en el en que comienza nuestro invierno, les regalo un poco del brillo y el calor del sol del Brasil en la voz de Gal Costa y la poesía de Vinicius, a quien mi humilde traducción no le hace honor. Poetas hablantes de portugués: sus correcciones son bienvenidas.

"A Felicidade" interpretada por Gal Costa
Letra de Vinicius de Moraes -

Tristeza não tem fim
Felicidade sim...

A felicidade é como a pluma
Que o vento vai levando pelo ar
Voa tão leve
Mas tem a vida breve
Precisa que haja vento sem parar.

A felicidade do pobre parece
A grande ilusão do carnaval
A gente trabalha o ano inteiro
Por um momento de sonho
Pra fazer a fantasia
De rei, ou de pirata, ou jardineira
E tudo se acabar na quarta-feira.

Tristeza não tem fim
Felicidade sim...

A felicidade é como a gota
De orvalho numa pétala de flor
Brilha tranquila
Depois de leve oscila
E cai como uma lágrima de amor.

A minha felicidade está sonhando
Nos olhos de minha namorada
É como esta noite
Passando, passando
Em busca da madrugada
Falem baixo por favor...
Pra que ela acorde alegre como o dia
Oferecendo beijos de amor.

Tristeza não tem fim
Felicidade sim..


Mi versión mejorable en español

La tristeza no tiene fin
La felicidad sí
La felicidad es como una pluma
Que el viento va elevando por el aire
Vuela tan leve
Pero su vida es breve
Precisa tener viento sin cesar

La felicidad del pobre parece
La gran ilusión del carnaval
La gente trabaja ( Editado: "NOSOTROS TRABAJAMOS") el año entero
Por un momento de ensueño, para  hacerse su disfraz
De rey o de pirata o jardinera (?)
Para que todo se termine el miércoles (de Ceniza, cuando finaliza el carnaval)

La tristeza no tiene fin
La felicidad sí

La felicidad es como una gota de rocío
Pendiendo del pétalo de una flor
Brilla tranquila
Después de la luz oscila (?)
Y cae como una lágrima de amor
Mi felicidad está soñando
Con los ojos de mi amada
Es como esta noche
Que pasa y  pasa
En busca de la madrugada
Hablen bajo, por favor ...
Así despierta alegre como el día
Ofreciendo besos de amor.

 La tristeza no tiene fin
 La felicidad sí


P.D. "Tatuajem": te doy la bienvenida , y te propongo que revises mi intento de traducción y me aportes alguna corrección.

¡Benvinda! 
 A boca de jarro

lunes, 20 de junio de 2011

El saludo de un lector querido también papá



  Una vez más tuve la alegría de recibir mails con buenas noticias y cariños para el alma del señor Xavier Busto, quien entabló una amistad "epistolar" vía e-mail  conmigo a través de una de las cartas que envié a LNR. Quisiera compartirla aquí, por lo que Xavier dice acerca de lo que sintió él al leer mi más reciente carta de lectores como padre, y que me hizo llegar en distintos momentos del Día del Padre:

Mensaje 1.                           
En principio, la felicito. Recién hoy, hace sólo minutos, llegó a mis manos un ejemplar de la revista de La Nación del día 12-6, que me permitió solazarme con otra de sus cartas. Admiro su poder de síntesis, algo que reconozco siempre me costó lograr en mi redacción, y además su capacidad para lograr,  a través de una carta, el amplio sentido de familia que existe en su persona y la importancia que le otorga a la educación como condición sine quanon para el desarrollo humano. Y no pude menos que sentirme identificado con la frase final  que ..."no esperemos la perfección en nuestros hijos, pero se nos la exige como padres".
La comparto totalmente, porque más de una vez la he padecido y hasta llegué a sentirme culpable en lo relativo a los "límites" (!!!),  por lo que le agradezco esta tardía pero necesaria reinvindicación que sentí gracias a su nota. Y aprovecho esta circunstancia para felicitarlo a su marido por la familia que han formado, por el día del padre y por la persona que eligió para compartir la vida.                                  


Mensaje 2.
María Fernanda, regocijante encontrar su mensaje, se lo agradezco sinceramente. Desde ya le aclaro que no tiene que solicitarme permiso para publicar lo que desee de aquello que le he escrito, me siento homenajeado por la actitud de compartir en su página los comentarios que le hice sobre la carta que escribiera. Ojalá que mis palabras hayan servido en parte para aplacar ese comentario anónimo que la hizo sentir mal y quiero aclararle que Ud. también es una de las personas que me acompañan diariamente, más allá de estar comunicados o no, espero al respecto que nunca se llegue a sentir sola en lo ateniente a ideas en lo ateniente a educación de los hijos o a los valores y límites a inculcar. Lamentablemente, cuando se llega a rozar la ofensa o la descalificación -cuando la calificaran de "resentida", por ejemplo- uno llega a estar al borde de bajar los brazos, tal vez porque curiosamente son ESAS personas las que se ven desfavorecidas por un proceder incorrecto en lo educativo...y no se dan cuenta. Pero a mi me interesa que Ud. siga adelante con su página, que la considero un placer para los sentidos. Lamento los problemas de salud dentro de su familia, porque se cuanto valora la misma.  Espero que esta dura realidad sea muy pronto sólo un mal recuerdo. Le envío un abrazo. Cariños a su gente y feliz finde largo.

Xavier.

¡Gracias, amoroso señor Xavier Busto!  
Y seguiremos adelante y en buena compañía!      

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