Después de mil y una noches
de reinventarte en mis sueños
hoy encontré tu recuerdo
perfumado del sabor
de caricias y de besos
en esa cajita vieja
donde yo intento despierta
atesorar los momentos
que arrebolaron mis cielos.
Tu recuerdo estaba envuelto
en la seda de un pañuelo,
y allí se mantiene eterno.
Al abrirlo hoy en mis manos,
vos me extendiste la tuya
como la noche primera
en que tus manos ciñeron
los cuencos de mi cintura
para hacerme sólo tuya.
Manos tersas y perfectas
que estrenaron mi deseo
que estrenaron mi deseo
al entrelazar mis dedos;
sólo tus manos bastaron
para instruir a las mías
en navegar por tus aguas,
manos que anclaron caderas,
manos que anclaron caderas,
desamarraron mis pechos
y así fundaron mi sexo.
Voy a invitar al recuerdo
de tus manos en mi cuerpo
a cenar junto a las mías
en esta noche tan fría.
Vestí tus manos de fiesta,
decile al tiempo que vuelva,
con tus manos no ha podido,
que vivís en mis pupilas
y que esas manos son mías.
Voy a invitar al recuerdo
de tus manos en mi cuerpo
a cenar junto a las mías
en esta noche tan fría.
Vestí tus manos de fiesta,
decile al tiempo que vuelva,
con tus manos no ha podido,
que vivís en mis pupilas
y que esas manos son mías.
A boca de jarro