Los árboles ejercen sobre mí una fascinación especial. No necesito viajar a ningún lugar boscoso ni lejano para apreciarlos: tengo la suerte de vivir en una ciudad profusa y variadamente arbolada. Tanto, que a menudo resultan problemáticos: de tan altos que los hemos dejado llegar, muchas veces los árboles enferman y caen en los días de tormenta, aplastando autos y causando destrozos, o se enredan sus ramas altísimas con todo el cablerío que desluce y afea nuestra ciudad. No se los poda, pensando que se les hace un daño. Yo no sé mucho de esto de cuidar árboles tan enormes y añejos, pero recuerdo que de pequeña la poda municipal anual era práctica común. Ahora dicen que no les hace bien o que no es necesaria, y no se permite fácilmente remover un árbol aún si se trata de un espécimen que quedó obstaculizando una entrada de auto en una construcción nueva, por ejemplo.
También me ha pasado de vivir mis primeros años de casada en un departamento con un precioso ventanal amparado a la sombra de un plátano: la pelusa del plátano metida en mi garganta en otoño y primavera exacerbó mis alergias, y ni hablar de la cantidad de veces que tapó rejillas y desaguaderos por donde se filtraba al punto de inundación. Cuando me mudé, me fijé muchísimo en qué tipo de árboles tenía plantados en la puerta de casa.
Desde la alegoría del origen de nuestra especie asociada al árbol del bien y el mal del Edén, cuyo fruto prohibido dio Eva de comer a Adán, los árboles han sido tomados como entidades sagradas por diversas religiones, y hoy hay gente que se dedica a abrazar árboles porque dicen que se interconectan los campos energéticos. A mí me gusta observarlos, fotografiarlos y sentarme a su sombra, siempre que se puede, a disfrutar de esa energía y esa sensación de protección y resguardo que entiendo vincula a los árboles con un hondo sentido de ancestralidad y necesidad de arraigo en nosotros.
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Bosque patagónico. |
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Bosque de arrayanes, Bariloche, Argentina. Árboles que abundan en la Patagonia Argentina y son de corteza fría. |
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Magritte. |
Son además un tema recurrente en el arte en general y descollante en la pintura,
cargado de significados simbólicos. Simbolizan muchas cosas: individualidad cuando se trata de árboles fuertes, como el roble, diversidad o uniformidad cuando se los plasma en conjunto, fecundidad cuando están en flor, debilidad cuando se los muestra abatidos por el viento, pelados o quebrados, perseverancia y fortaleza cuando erguidos en medio de condiciones adversas o paisajes desolados, etc. Hay árboles robustos, altos, añejos, jóvenes, solitarios, bellos, escalofriantes. Hay árboles mágicos o con ciertos poderes sobrenaturales o curativos.
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Klimt. |
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Monet. |
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Van Gogh. |
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Van Gogh. |
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Friedrich. |
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Friedrich. |
Lo arbóreo representa también unidad en la diversidad de las partes que hacen al todo del árbol, el enraizamiento, el sentir del terruño, familia en cuanto a lo genealógico, y sobre todo vida. La vida se me hace un árbol en sus ciclos naturales, en su temporalidad, en sus aspectos cambiantes y, sobre todo, en su capacidad de transformarse para seguir generando vida.
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El árbol de la vida, Klimt. |
Plantar un árbol, cuidarlo y verlo crecer, es proyectarse en el tiempo desafiando nuestra transitoriedad, creer que la vida es posible más allá del límite de nuestra existencia, aspirar a alcanzar metas que se nos hacen altas, aceptar el desafío y creer que se puede a pesar de todos los vientos que amenacen con derribar nuestro árbol.
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Árboles de Vladimir Kush.
POEMA DEL ÁRBOL (Fragmento)
Árbol, buen árbol, que tras la borrasca te erguiste en desnudez y desaliento, sobre una gran alfombra de hojarasca que removía indiferente el viento… (...)
Y en esa verde punta que está brotando en ti de no sé dónde, hay algo que en silencio me pregunta o silenciosamente me responde.
(...)
Sí, buen árbol; ya he visto como truecas el fango en flor, y sé lo que me dices; ya sé que con tus propias hojas secas se han nutrido de nuevo tus raíces.
(...)
Y, en cordial semejanza, buen árbol, quizá pronto te recuerde, cuando brote en mi vida una esperanza que se parezca un poco a tu hoja verde…
Antonio Machado
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A boca de jarro
Yo tenia un árbol...plantamos un árbol en el fondo de nuestra anterior casa, en el pedacito de tierra que habia, un fresnito, que crecio lindo. No me lo pude llevar cuando me mudé, no pude llevarlo a otro lado. Espero que los nuevos dueños lo cuiden...me dejarán pasar a ver como está mi árbol?
ResponderBorrarlo más bello está en la naturaleza, pues es eso, natural. Nosotros también somos naturales hasta que salimos del vientre materno y comienzan a añadirnos colorantes y aditivos.
ResponderBorrarhoy las ciudades se proyectan sin apenas árboles, todas de frío y horrible hormigón en pos de la "utilidad", pero es espantoso y, sin embargo, es lo que pide el pueblo. El ilustre pueblo.
Me fijé en Madrid en un parque que hanlevantado nuevo (muy bonito y poco práctco) que han puesto (lo odio, pero abunda) arbolitos encerrados en un metro cuadrado asfixiados por el cemento, un foco de luz en cada árbol. Habrá una hilera de 50 árboles, con su foco correspondiente que lo ilumina de abajo a arriba (contaminación lumínica) con la intención, supongo, de realzar la figura del jovenzuelo árbol). Pienso que ahora plantar un árbol en la ciudad se ha convertido en algo extraordinario, y de ahí la importancia de dar publicidad a cada uno...
los urbanitas, cada día menos, saben lo que es la naturaleza.
qué horror.
Mica: es increíble como uno deja de sentir que una casa es suya y no el árbol, la vida, que plantó y creció en ella... Tal vez sí te dejen verlo, yo lo haría, te dejaría verlo. Pero esa vida siguió su curso en otras manos. No sé si te dejará contenta volver.
ResponderBorrarDiego: hay contaminación de todo tipo, también lumínica, es verdad. Esto de los cables que yo comento al pasar en esta reflexión es todo un tema que carece absolutamente de planeamiento urbano, y se convierte en un problema. Urbanismo y naturaleza parecen no ir de la mano por más que incluyamos espacios verdes... una pena.
Gracias a los dos por comentar esta entrada en la que me fui por las ramas :)
Un beso!
Mi calle no tiene árboles, forma parte de un área industrial en que predominan los talleres y las industrias. Solo en mi terraza he podido plantar un limonero que da vida a aquel espacio. Nos da limones y acompaña con su vista y frondosidad. Los árboles son esas criaturas silenciosas llenas de energía que se tienden a pasar por alto como algo demasiado conocido. Tú has reflexionado sobre ello con acierto y nos has acercado la realidad arbórea .Una vez viví en el campo y allí tenía muy cerca bosques, pero mi visión de ciudad me llevaba a no verlos en exceso. Alguna vez me fui para sollozar sin que nadie me viera. Es curioso que escogiera a los árboles como personajes cercanos de mi dolor de aquel tiempo. Tengo que preguntarme acerca de ello. Un abrazo.
ResponderBorrar¡Gracias, Joselu!
ResponderBorrarUn abrazo.
Soy muy afortunada de tener arboles en mi parcela, la mayoría son frutales (naranjos, limoneros, nísperos) y alguno ornamental en el jardín.
ResponderBorrarMi árbol preferido es el Algarrobo.
Besos.
¡Y eres tan fuerte como tu árbol favorito, no lo dudo!
ResponderBorrarEn mi casa paterna había un níspero, un ciruelo y un manzano. Es una bendición tener espacio donde tener y disfrutar de árboles propios.
Gracias y un beso.
Cuánto simbolismo cargan todos estos arboles! sin duda un tema pictórico que viene de toda la historia del arte, que han desarrollado artistas de todos los tiempos. Los arboles son vida, abrigo, naturaleza, han sido y son parte del ser de los humanos.
ResponderBorrarBeso!
Gracias, Maru! Es cierto: un motivo pictórico muy fuerte, muy sugestivo y bello.
ResponderBorrarBeso!
Me encantan los árboles! Mi departamento no tiene tierra para árbol propio, pero tengo en el balcón un jacarandá en maceta de los varios que hice germinar. En maceta no es lo mismo, ya sé... pero igual el arbolito me alegra con sus florcitas lilas cada primavera!! Este año extrañamente tuvo una segunda floración en enero. :D He plantado varios de diferentes especies que soberviven en maceta (todos los hice desde semilla) pero en tierra-tierra hasta ahora sólo uno en Neuquén que ya han eliminado de raíz. Si tuviera casa con jardín, sería una selva.
ResponderBorrarYo también tengo algunos en macetas: ¿qué se la va a hacer? Tenemos jardines urbanos. La cosa es darse el gusto, y un jacarandá: ¡qué belleza! Y te regaló una segunda floración: you've got green fingers, babe!
ResponderBorrarUn beso y gracias por tus aportes sin procrastinación :)!!!
Sabes mi comentario anterior era mucho más extenso pero se cayo internet y parece que solo publico una parte.
ResponderBorrarMe encantan los arboles, abrazarme a sus troncos y empaparme de su energía vital. Caminar descalza sobre la arena de la playa al atardecer o sobre el cesped del jardín, incluso cuando estoy sentada leyendo me descalzo y apoyo firmemente la planta descalza sobre el suelo cálido por el sol. Una delicia de artículo arboreo.
Me alegro de que te haya gustado tanto como me gustan tus inspirados insights a mí. El de la nube se lo regalé a Mica, que se ha apuntado de seguidora tuya de tanto bien que le ha hecho.
ResponderBorrar¡Un beso y gracias por volver!
Precioso!!!
ResponderBorrarGracias, Jesús! Mis fotos no tienen punto a comparación con las tuyas, pero me gusta la fotografía y el arte, sobre todo cuando captan la naturaleza y a nosotros en contacto con ella.
BorrarUn abrazo!
Fer
Saludos, excelente artículo sobre los árboles, hermosos los versos de Machado. Éxitos y bendiciones Fernanda.
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