Desde temprana edad, haciendo cuentas sentada en el pupitre de un colegio de monjas y resolviendo problemas matemáticos como tarea para el hogar por la noche, cuando mi papá, que era el "bueno" para los números en casa, me podía dar una mano después de su larga jornada laboral, me asumí como una negada para la matemática. Me aburría, superaba mi entendimiento, sólo valía dar con el resultado correcto, al cual a menudo no llegaba por algún error procedimental (o quizás mental, a secas...), y todo mi esfuerzo parecía en vano. Así que me di por vencida y me convencí de que lo mío eran las palabras, las lenguas. Creo que el asumir esta teoría de que si somos malos para los números, somos aptos para las lenguas, y viceversa, es cosa bastante frecuente, y además creo que ha habido cierto refuerzo en el discurso adulto en mi paso por la escuela para creerla cierta.
De chica también conocí a Adrián Paenza como periodista deportivo, y aprendí, también junto a mi padre, a entender de fútbol mucho más que de matemáticas. Mi papá solía decir, lleno de admiración, que Paenza era profesor de matemática. Yo asumía que era lógico que se dedicara al fútbol en los medios antes que a enseñar matemática, por unas cuantas razones que ya por entonces se me hacían obvias, incluyendo las cifras que se ganan por una y otra tarea. Hoy, Adrián Paenza, licenciado y doctor en ciencias matemáticas por la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires y periodista deportivo, vive en Estados Unidos y escribe libros de divulgación científica en los que demuestra ser un apasionado por el descubrimiento y los desafíos. En su intento por demostrar que la matemática puede ser sumamente relevante y estimulante si está bien planteada, no deja de admitir algo que aquellos que nos hemos asumido como nulos para ella intuimos:
"... la matemática no puede ser disfrutada por los
alumnos, sencillamente porque quienes la difundimos terminamos dando
respuestas a preguntas que la gente no se hizo. Y eso es,
inexorablemente, muy aburrido. Estar sentado frente a una persona que
responde a lo que yo no me pregunté es, cuanto menos, un sufrimiento. Y
encima, existe el poder que tiene el docente que no le permite al alumno
que se levante y se retire. Por eso creo que deberíamos empezar por
reformular qué queremos enseñar, por qué lo queremos enseñar, qué
problemas intentamos resolver y cuáles son las curiosidades de los
chicos que vamos a ayudar a evacuar. La vida es al revés: uno primero
tiene problemas, luego trata de resolverlos, y finalmente, cuando
advierte que ciertos patrones se repiten, formula una teoría. Si el
proceso frente al estudiante es al revés, o sea, primero le explicamos
la teoría y después le fabricamos artificialmente un problema que él no
tiene, es posible que no le interese. Ahora, el día en que comprendamos
que la verdadera tarea de un docente es generar preguntas y saber
descubrir las curiosidades que tiene un chico, entonces habremos dado un
salto cualitativo muy importante para vencer la barrera docente-alumno
(en matemáticas al menos)."
Ahora se me hace claro el por qué de tanto hastío y frustración. Y lo peor es que, a pesar de que hay gente valiosa como Paenza que dice estas cosas a boca de jarro y encabeza la lista de best sellers locales, las matemáticas siguen siendo igualmente aburridas y poco convocantes para mi hija como lo eran para mí cuando yo iba a la escuela, por la sencilla razón de que se insiste en plantear el aprendizaje "al revés".
A una niña de nueve años en pleno siglo XXI se le enseñan en clase de matemática los números romanos a través de una tabla de conversión entre los números arábigos y las letras mayúsculas a las que los romanos les asignaron un valor numérico XXVIII siglos atrás... En los sitios de internet que he consultado para asistir a esta niña en sus arduas tareas de pasaje de nuestro sistema de numeración al romano durante las últimas tres semanas, se advierte que este tipo de numeración debe utilizarse lo menos posible, sobre todo por las
dificultades de lectura y escritura que presenta. No obstante, la maestra de matemática arremete ferozmente, proponiendo actividades carentes de utilidad e incluyendo cifras que van mucho más allá de los valores para los que normalmente se emplea esta numeración. Lo que es aún más triste es que jamás les explicó a sus alumnos, nativos digitales, para qué se usan estas complejas entidades en la actualidad. Tal vez si por allí hubiera empezado, todo el esfuerzo que conlleva lidiar con este fardo se habría hecho menos penosamente inútil. Es tal como afirma Paenza: "el día en que comprendamos
que la verdadera tarea de un docente es generar preguntas y saber
descubrir las curiosidades que tiene un chico, entonces habremos dado un
salto cualitativo muy importante...". Mucho me temo que ese día está aún muy lejano.
La numeración romana se emplea hoy en los números de capítulos y tomos de una obra escrita que raramente consultará una niña de nueve años, en los actos y escenas de una obra de teatro que aún no lee, en los nombres de papas, reyes y emperadores que aún no estudia, en la designación de congresos, juegos olímpicos, asambleas y certámenes que le son ajenos, en algunos relojes que ella descarta por complejos y antiguos, prefiriendo los digitales, y en el registro de la fecha de construcción de algún monumento o lugar histórico importante que no puede visitar. Es que cuesta muchos dólares que sus padres no pueden siquiera comprar aunque tuviesen ahorrado el dinero, ya que hay restricciones en los montos de la compra de dólares en nuestro país actualmente. Y hay que ver lo que cuesta hoy lograr reunir esos cuantos miles de pesos y convertirlos a dólares para llevar de paseo a una familia tipo a visitar monumentos con inscripciones en números romanos a la vista.... Para calcular esto mis matemáticas son infalibles.
La numeración romana se emplea hoy en los números de capítulos y tomos de una obra escrita que raramente consultará una niña de nueve años, en los actos y escenas de una obra de teatro que aún no lee, en los nombres de papas, reyes y emperadores que aún no estudia, en la designación de congresos, juegos olímpicos, asambleas y certámenes que le son ajenos, en algunos relojes que ella descarta por complejos y antiguos, prefiriendo los digitales, y en el registro de la fecha de construcción de algún monumento o lugar histórico importante que no puede visitar. Es que cuesta muchos dólares que sus padres no pueden siquiera comprar aunque tuviesen ahorrado el dinero, ya que hay restricciones en los montos de la compra de dólares en nuestro país actualmente. Y hay que ver lo que cuesta hoy lograr reunir esos cuantos miles de pesos y convertirlos a dólares para llevar de paseo a una familia tipo a visitar monumentos con inscripciones en números romanos a la vista.... Para calcular esto mis matemáticas son infalibles.
Matemática... ¿Estás ahí? es el título que Paenza ha utilizado para su colección de libros y así hacernos ver que seguramente los números están ahí, a la vuelta de la esquina, en nuestra vida cotidiana y
esperando que los descubramos, que ya es hora de asomar la cabeza por fuera del purgatorio de la clase de matemática que tantos hemos vivido y aún hoy padecemos para descubrir las maravillas y grandezas de esta ciencia sin dudas apasionante para muchos.
Porque de eso se trata: de darle relevancia y aplicación concreta a un saber que, al ser
encriptado, se vuelve estéril. Mientras tanto sigo trabajando en formas de ayudar a esta niña a aprobar su prueba del viernes de números romanos a base de memorizar tablas complejas, y me sigo agarrando la cabeza porque la matemática... ¡aquí no está!
A boca de jarro
No soy profesor de matemáticas, de modo que ignoro cuáles son sus métodos actuales, sus conflictos, sus fracasos y sus éxitos... A mí no se me daban nada bien las mates e incluso los profesores que teníamos nos pegaban furiosamente. Uno en especial. No sé qué hubiera sido si en lugar de estos profesores hubiera tenido a alguien como el que tú nos presentas. Creo, no obstante, que no tenía facilidad para ellas, igual que no lo tengo para la música, y a nadie se le puede exigir que tenga oído musical. Si no se tiene, pues no se tiene. Creo que las matemáticas tienen que ver con la música. Algo se puede mejorar pero no sé si tiene demasiada solución la enseñanza de las mismas. Es el mismo conflicto que tienen los profesores de lengua y literatura sobre si enseñar o no sintaxis y morfología así como datos históricos sobre obras y autores. Hay quien piensa que es inútil con argumentos eficaces, y hay quienes piensan que supone una gimnasia lógica y memorística interesante para los alumnos. Con las matemáticas los profesores se dividen entre los que pretenden hacerlas entretenidas y prácticas y los que quieren mantener su rigor y exigencia tradicional.
ResponderBorrarBesos.
Pienso más o menos como tú. Se nace con ciertas disposiciones innatas para ciertas cosas, o no se nace. Y tampoco he tenido la fortuna de dar con profes como Paenza.
ResponderBorrarDe todos modos, enseñes lo que enseñes, me parece que se debería empezar por el principio. Hasta el niño más duro para los números tiene el instinto lógico de preguntar:¿Y ésto para qué sirve? Se puede abordar la enseñanza tradicional o ser un innovador en metodología, pero la relevancia y la aplicación de los contenidos que se enseñan tienen que ser explicitados, creo. Si piensas que aprender los números romanos hasta el millón es útil como ejercicio memorístico o de gimnasia mental, pues deberías presentarlo como eso: un desafío para el cerebro. Pero aquí, nada... Y llevamos tres semanas penando con ellos. En fin, que todo sea por el bien del cerebro de mi hija.
Besos y gracias.
¡Qué maravilla de entrada!. Yo también, como tú, era "negada" para las matemáticas y tenía "facilidad" para las Letras... Pero, como bien dices, podía haber sido muy distinto si estas tareas numéricas se hubieran convertido en un juego, en un reto de investigación.
ResponderBorrarUn beso.
¡Gracias, niña! Por los niños es que pienso sobre estos temas en voz alta, los que fuimos, los que somos y los que son... Todo podría ser distinto si prestáramos más atención a las potencialidades y las inquietudes, las certezas y la lógica de los niños.
BorrarUn beso.
Me encanta la entrada por y sobre todo,porque habla de un tema que me mantuvo inquieta en el colegio desde siempre:
ResponderBorrarLas matemáticas.
Entonces nos hacían teórica y práctica en esta materia y la teoría la sacaba con sobresalientes,pero ¡ay, la práctica!
De seises y, excepcionalmente notables, no pasaba.
Descubrí pronto mi amor por las letras y en ellas me perdía voluntariamente.
En cambio en las mates,me perdía sin querer.
Las encontré siempre aburridísimas,farragosas,endiabladamente difíciles e incomprensibles.
Ahora, tras leer la opinión de este hombre al que desconocía, me doy cuenta de la razón que tiene,de cuánto cambiaría la atracción de los niños hacia esta materia,de darla desde esa perspectiva.
Mi hija de nueve dice que son fáciles,le gustan y aún no entiendo por qué, pero me alegro un mundo por ella y ¡por mí! :)
Besos.
Parece que sigue confirmándose la teoría de la gente dotada para los números versus la gente dotada para las letras...
BorrarEste hombre es puro sentido común y es un deleite verlo por televisión en acción, dando clases a niños y jóvenes con una pasión que realmente resulta contagiosa.
Mi hija tampoco las encuentra difíciles, aunque esto de los números romanos no es sencillo y no sé cuánto hay de matemáticas en descifrarlos, pero hay que ponerles el pecho.
Gracias y un beso, Marinel.
Fer a mi encantaban las matemáticas de pequeña...me gustaba resolver problemas...es verdad que eran ficticios...pero se imponía la lógica...la razón...y me apasionan las letras...lectora empedernida desde chica...
ResponderBorrarno creo que sean excluyentes...se te pueden dar bien las dos cosas...
si que es cierto que la forma de enseñar influye sobre los alumnos y que se pueden hacer las cosas más amenas y fáciles...pero eso es cuestión del profesor en si...
mi asignatura pendiente...los idiomas...algo para lo que tu si estas dotada...
de todos modos intenta que la niña supere la prueba del viernes...y quizá algún día pueda viajar a Roma...la cuna de los números...
Un abrazo
¡Has de ser un caso mixto, un cerebro privilegiado, Julia!
BorrarBromeo, es muy posible que no sean excluyentes y que tenga mucho que ver con la metodología que se aplica para enseñarlas. También creo que pesa el hecho de que te animen y te hagan ver que tú puedes, que tal vez no se te dé tan bien como otras cosas, pero que puedes progresar. Sucede igual con los idiomas, así que ¡anímateles!
La idea sería ir a Roma para encontrarle la mejor aplicación a todo el esfuerzo, claro que sí.
Un abrazo y gracias por tu aporte.
Soy tan negado como tú para las matemáticas. Solo una vez las cosas cambiaron quizás porque tuve un profesor que seguía la metodología de Paenza: primero plantear el problema y luego establecer la teoría. No es tan fácil acercarse al pensamiento abstracto y menos para un chico que no conoce las reglas por las que se rige ese mundo tan alejado de su mundo real. También pasa en la literatura que conste.¿Cómo a un chico que habitualmente no lee se le puede iniciar en la literatura obligándole a tragarse a La Celestina, El Quijote o a Lope de Vega? ¿No sería más lógico empezar por autores actuales adaptados a sus gustos y luego ir hacia atrás con libros más complejos, difíciles y antiguos? Creo que el problema está en que no se sabe lo que realmente se pretende con los programas educativos y no hay interés por romper los viejos dogmas.
ResponderBorrarHay en tu argumento tanto sentido común como el que aplico cuando observo críticamente lo que se les enseña a los niños, sobre todo, en los primeros cinco años del ciclo primario. La aproximación a lo abstracto es muy ardua justamente porque están en plena etapa de pensamiento concreto. Pero nos hemos olvidado de Piaget... Y esto aplica de igual modo a cualquier área que se pretenda hacerles abordar. Imposible que a esta edad puedan lograr apreciar a ciertos autores que requieren de una experiencia previa más afín a sus intereses, a su imaginario, a sus gustos y a sus posibilidades lectoras, o al menos, se ha de procurar buscar adaptaciones y no pretender que comprendan textos al mismo nivel de profundidad y riqueza que un niño de once o doce, o un adolescente. Y estoy absolutamente de acuerdo en que quienes diseñan los programas educativos son quienes más alejados del aula y del niño de hoy están, y así es como andan las cosas en educación.
BorrarMuchas gracias por tu siempre lúcido aporte que es medicina para mi eterna manía cuestionadora.
Un saludo, doc.
Qué cierto eso de pensar que los que son buenos con los números, son malos con las letras y viceversa... Pero parece ser cierto. Yo también padecí las matemáticas. A mi hija mayor, por el contrario, le encantan.
ResponderBorrarLo único que de verdad me gustaba eran los números romanos, pero entre nosotras, tengo que admitirlo... de útiles, poco y nada.
¿Qué se le va a hacer? A seguir estudiando, no queda otra.
Besos.
Vamos siendo mayoría entonces...
BorrarY en un rato me pongo a estudiar romanos, que aunque sean muy elegantes y clásicos, de útiles tienen bastante poco...
Un beso grande y gracias por aportar.
Me ha encantado tu forma de plantear el tema. Te imagino con tu hija y los romanos ahí todos en el lío ese en el que no vais a llegar a ninguna parte. Soy una negada para las matemáticas pero nunca nadie me las explicó bien. Para mí eran un misterio y lo siguen siendo. Sin embargo tuve una profesora muy buena de inglés y era raro el que no se enganchaba.
ResponderBorrarEntiendo que el tema de los romanos con la niña de nueve años se haga cuesta arriba. Yo tuve la suerte de que el hijo salió bueno para las mates, vago, eso sí, y estudiando siempre lo justo y al límite, o sea cuando ya era más mayor con crisis familiares cada dos por tres. Me quedé con ganas de decirte el otro día en la otra entrada, que yo tuve una experiencia parecida a la tuya. Cuando empezó en primaria, después de haber estado trabajando por rincones temáticos y no saber lo que era estar sentado en una silla, su profesora me llamó un día para decirme lo siguiente: este niño o cambia mucho o no llegará a nada. Son esas cosas que te dejan plof y que te hacen dudar. Pero ahí está en la universidad y haciendo lo que le gusta. Feliz de haber ido aprobando con cincos y haber vivido la vida al mismo tiempo.
¡Lo que nos queda por aprender a los profesores! Cada alumno es un mundo y hay alumnos brillantes en todo, hay otros que destacan en alguna materia, otros que destacan en cosas que no tienen nada que ver con el currículo escolar. Se aprende fundamentalmente lo que nos resulta útil en la vida y la mayor parte del aprendizaje se desarrolla fuera de contexto, dentro de un marco teórico totalmente artificial.
Muchos besos, Fer. Y a ver esa niña: que se haga con los romanos ¡ya!
Gracias, Angie, una vez más, por empatizar y compartir tus vivencias desde tu doble rol de madre y profe. Como padres que ejercen ese doble rol, podemos llegar a ser muy críticos de cómo se hacen las cosas en la escuela, pero la crítica siempre apunta a construir, a lograr que el aprendizaje prenda y resulte útil y fructífero, y que nuestros hijos no se pierdan de vivir sus años de infancia como niños a la vez que van haciendo su entrada al mundo del aprendizaje formal, de la mano de profesores idóneos y sensatos. No creo que sea mucho pedir, aunque en la práctica es bien difícil de encontrar.
BorrarEsos pronósticos tan infundados que a veces hacen los maestros, creyendo que hacen un bien, pueden resultar temibles, justamente porque atentan contra lo primordial en el vínculo que debe establecerse para que el aprendizaje se produzca: la confianza en que aprender es posible.
Muchos besos y buen fin de semana.
Hola Fer, creo que si te toca un buen profesor en Matemáticas, puede resultar interesante, pero bueh...los números romanos no son el caso, je! Aparte su utilidad la desconozco! Pobre tu hija! Suerte en la prueba!
ResponderBorrarA mí me gustaban los números, no sé si más que las letras, y creo que tenía la misma facilidad para ambas cosas. Las Matemáticas y materias similares me hacían utilizar una parte del cerebro que otras materias no. Es una de las cosas que me llevó a elegir mi carrera, jugar con los números me daba "placer", pero bueno, no quiero irme por las ramas con mi conflicto vocacional ;)
Besos!
Las matemáticas bien enseñadas, como las lenguas y como cualquier otra materia, deben ser un placer, un mundo de hallazgos y descubrimientos, un desafío para el cerebro, y todo bien orquestado haría que nuestros hemisferios trabajaran en armonía... Pero ya ves lo que dice Adrián Paenza de lo que suele suceder en la enseñanza de las matemáticas. Por algo sus libros han resultado ser tan exitosos. Y sin embargo, se insiste en enseñarlas mal.
BorrarYo también considero que los números romanos tienen poco que ver con lo que fomentan las matemáticas, pero a alguien se le habrá ocurrido ponerlos en el programa de cuarto grado del primario en la Argentina. También creo que está el criterio del maestro en decidir cómo, cuándo, cuánto y para qué...
Cuando nosotras fuimos a la escuela, la elección al llegar al secundario era bachiller o comercial, es decir, o te inclinabas desde un principio por una fuerte tendencia a las letras y lo humanístico o a los números. De ahí que tantos anulamos una u otra opción y no avanzamos. Pero no creo que deban ser excluyentes. Habría que replantearse tantas cosas a nivel educativo que no sabríamos por dónde empezar.
Tu conflicto vocacional es compartido por muchos, y hoy por hoy se especula con que en el futuro la gente no se dedicará a una sóla cosa en su vida, estudiará varias carreras más cortas y terndrá más de una ocupación a lo largo de su vida, que probablemente será más larga también. En fin, no quiero yo tampoco irme por las nubes...
Besos y buen finde laaargo!
Un capo Paenza! Hace un tiempo tenía un programa en la tele que era super ameno, lo recordás? era un placer! Y cuánta razón tiene: nos enseñan la materia de la manera más rígida y aburrida!
ResponderBorrarYo no tuve mayores problemas con los numeritos en la escuela, se me daban naturalmente, y también las letras, las dos cosas me encantaban!
Mucha suerte a tu niña con los romanos, y buen finde :)
La verdad que sí: Paenza es un capo. Y el programa lo veía y a él le entiendo TODO!!!
BorrarMuchas gracias, Eli: de todos modos, si a mi nena no le va tan bien con los romanos, no creo que por eso se quede fuera del mundo de las matemáticas...
Un beso grande y buen finde largo para vos también!
¡Ven a mi ver la última entrada de mi blog, Fer!. ¡Has sido premiada!
ResponderBorrarMil gracias, niña!!! Un honor.
BorrarBesos.
Vengo a comentar, para que no parezca que no aceptas entre tus lectores a la gente que no sufrió con el aprendizaje de matemática.
ResponderBorrarSupongo que la parte matemática de los números romanos, viene por el lado de tener que descomponer al número y sumar o restar de acuerdo a la posición de la letra y su valor. Poder ver la estructura que tiene.
No sé, la matemática es muy linda, pero los números romanos, hoy no los recuerdo más que hasta el 99 (creo) y es cierto que se usan poco y nada. Tal vez sea más interesante estudiarlos como parte de la historia.
Beso y buen finde!
Querida Dani: acepto a TODOS los que vienen a comentar y VOS sos más que BIENVENDA SIEMPRE. Y viniendo una opinión así de vos, que naciste con el don para los números y la complejidades de esta ciencia que me supera absolutamente, no hago más que ver con aún mayor claridad la inutilidad de lo que están tratando de que aprenda mi hija. Pero no me queda otra que ayudarla, por que hay que pasar la escuela...
BorrarUn beso grande y buen finde para vos también!!!
Hola Fer:
ResponderBorrarMuchas gracias por pasar por nuestro rincón y dejar tu comentario.
Respecto a la prueba de tu hija del viernes, intuyo que saldrá bien ;-)
Creo que los profes (cualquiera sea la materia que desarrollemos) debemos ser verdaderos animadores para poder entusiasmar a los alumnos.
Saludos.
Antón.
Gracias, Antón. También intuyo que en la prueba a la niña le irá bien, el tema es si verdaderamente aprenderá este conocimiento, y si verdaderamente vale la pena aprenderlo de manera memorística y mecánica, sin saber bien qué hacer con el conocimiento adquirido...
BorrarEstoy absolutamente de acuerdo contigo en que el rol fundamental del educador es animar, entusiasmar, mostrar que es posible aprender y demostrar lo útil que resulta. Para eso deberíamos también contar con buenos criterios de selección de contenidos que se adecuen a la edad y las posibilidades de los educandos.
Un saludo corial.
Adrián Paenza tiene razón: personalmente casi nunca he tenido que hacer uso de los conocimientos matemáticos más complejos para resolver los problemas que me ha venido planteando la vida cotidiana. Fuera de la cuatro operaciones más elementales. Mi profesión tampoco me ha exigido mucho a tal respecto, claro... Sin embargo recuerdo lo placentero que resultaba resolver problemas de cierta entidad...
ResponderBorrarUn abrazo, Fer
Pues yo también me he arreglado bastante bien en la vida aún asumiéndome como una negada para los números. Hay muchísima gente, incluso gente que necesita dominar las cuatro operaciones elementales, que no lo encuentra fácil. ¡Pero existen las calculadoras! Es por lo tanto muy posible que Adrián Paenza tenga razón: les han planteado las cosas al revés.
BorrarUn abrazo y gracias por tu aporte, Luis Antonio.
Tengo un hijo físico que desde que nació ha tenido el don de entender las matemáticas y por ente es un apasionado de ellas. Lo envidio porque para mí siempre han sido una pared en la que me he dado cabezazos. Mis otros hijos ya no son así. Yo soy de la opinión de que esto proviene de los hemisferios cerebrales, que a cada uno se le desarrollan partes diferentes.
ResponderBorrarMe ha gustado que abordaras este tema. Un beso Lola
Es posible que tengas razón, que sea una cuestión de qué hemisferio predomina o desarrollamos más... Lo que aún no sé es dónde ubico a los números romanos, ¡Lola!
BorrarGracias y un beso grande.
Con las matemáticas me pasó un caso curioso. Creo que para huir de ellas me fuí por la rama de letras y humanidades en el instituto. Sin embargo descubrí algo que hoy en día me produce una sonrisa. Las humanidades no dejan de provocar que surjan más y máspreguntas,más y más ecuaciones que no siempre tienen respuesta. Eso no sucedía con las matemáticas donde si resolvíasla ecuación el problema estaba resuelto.
ResponderBorrarMe parece muy ñucido y hermoso tu texto, que combinado con el de Faenza, termine mucho mejor que antes de empezar. Es curioso como te planteas estas cuestiones educativas.Con gran reflexión y análisis. Favor que nos haces a todos.Un abrazo.
Tienes mucha razón en lo que planteas acerca de las humanidades y los enigmas que plantean.
BorrarMi inquietud por las cuestiones educativas viene a cuento de que además de ser madre de hijos en plena edad escolar soy profesora. Eso puede llegar a ser un cocktail explosivo a la hora de pensar en cómo y para qué aprenden mis hijos todos los saberes en los que me veo forzada a invertir horas para asistirlos en sus tareas escolares y en tanta evaluación que les dan. Me sorprende el hecho de que tanta gente tome con tanta naturalidad que se pretenda que los niños en los primeros años del primario actúen como adultos pequeños, estudien y aprendan conceptos tan abstractos cuando se encuentran en plena etapa de pensamiento concreto, conceptos tan alejados de su realidad de niños y, a veces, como en el caso puntual de los números romanos, de tan poca aplicación práctica. Esto para mí es un desahogo ante la impotencia que siento cuando razono todo esto en la cocina de casa o en la puerta del cole con algunas mamás que lo padecen conmigo. Es en realidad un favor que me hago a mí misma: ventilar todo esto que pienso y siento y no puedo modificar. Si en eso le hago un favor a alguien más, pues muchísimo mejor.
Gracias, Víctor: te mando un abrazo.
Yo comencé a entenderlas cuando tuve que enseñarlas a mis retoños que ahora ya me darían clase a mi, y tengo que decir que fue en ese momento cuando añore no haberlas comprendido antes, quizás los métodos o los medios no fueron en su día los mas propicios, pero fue lo que me toco vivir, y lo que si digo es que si volviera a pasar por esa época, mi actuaciones seria otra, pues tiene el encanto y el embrujo que puede tener hacer poesía o escribir un libro,…
ResponderBorrarFer.. un abrazo.
Es muy cierto esto de que aprendemos gracias a tener que enseñarles a nuestros hijos, quienes finalmente terminan sabiendo más que nosotros. En lo personal, encontraría más fácil escribir un libro que resolver ecuaciones, y la poesía me supera tanto como las matemáticas en términos de creación, aunque no en términos de disfrute.
BorrarGracias por tu aportación y un abrazo, amigo verde.