"... el inesperado éxito de mis libros proviene, según creo, en última instancia de un vicio personal, a saber: que soy un lector impaciente y de mucho temperamento. Me irrita toda facundia, todo lo difuso y vagamente exaltado, lo ambiguo, lo innecesariamente morboso de una novela, de una biografía, de una exposición intelectual. Sólo un libro que se mantiene siempre, página tras página sobre su nivel y que arrastra al lector hasta la última línea sin dejarle tomar aliento, me proporciona un perfecto deleite. Nueve de cada diez libros que caen en mis manos, los encuentro sobrecargados de descripciones superfluas, diálogos extensos y figuras secundarias inútiles, que les quitan tensión y les restan dinamismo."
Stefan Zweig
Hay pocos libros y películas capaces de transportarnos a un nivel que nos transforma después de haberlos vivenciado. Pocos que después de su lectura o vista hagan que nada sea igual porque nuestro imaginario se impregna de sus creaturas como si hubiésemos tenido un vívido sueño al interactuar con ellos. De esos que nos dejan pinturas mentales de lugares a los cuales nunca hemos ido, que tal vez ni siquiera existen, con sus colores, sus ruidos y olores, o indicios de tiempos en los que jamás vivimos o que jamás fueron. De esos de los que nos convertimos en cómplices de por vida.
Hay pocos personajes que se nos hacen próximos, conocidos, amigos, como si habitaran el mundo real o a veces aún más íntimos que personas de carne y hueso que conocemos y tratamos. Hay pocas emociones con las que empatizamos profundamente, que nos hacen reír a carcajadas, llorar a lágrima viva, resonar en la pena, el miedo, la angustia, colmarnos de un ancho sentido de justicia poética, dicha, plenitud o que simplemente nos dejan pensando y abren las puertas de nuestra imaginación para seguir dibujando posibles finales alternativos, episodios que continúan con una trama resuelta años después.
Nuestra vida y hasta nuestros sueños se enriquecen y se ennoblecen gracias a la calidad de tales obras, ya sea en forma de libro escrito o plasmadas en la pantalla del cine, aunque no nos hacen mejores personas, ni nos dan recetas para vivir mejor. Al contrario, muchas veces nos muestran el camino a la ruina, a la infelicidad absoluta, al abismo más oscuro. Y sin embargo, vibramos colmados de placer estético y en absoluta sintonía con la humanidad de lo que se nos despliega, a punto tal que lamentamos llegar a su fin por el temor a no encontrar ningún otro que nos conquiste y nos absorba con la misma intensidad, como sucede con los abandonos amorosos: tememos ser incapaces de volver a enamorarnos con la misma pasión.
Sucede, igual que con los amores, que la vivencia, el atractivo y la opinión es personal e intransferible. El que ha sido inigualable para uno tal vez sea totalmente prescindible para otro, el que viene con recomendaciones de bueno de alguien quizás resulte insulso y carente de atractivo para uno. Y pasa también que depende del momento de la vida en el que se cruzan en nuestro camino. Su trama debe llegar a la trama narrativa de nuestra propia existencia en el momento en el que mejor encaja, y sólo así se entrelaza con ella.
Hay pocos personajes que se nos hacen próximos, conocidos, amigos, como si habitaran el mundo real o a veces aún más íntimos que personas de carne y hueso que conocemos y tratamos. Hay pocas emociones con las que empatizamos profundamente, que nos hacen reír a carcajadas, llorar a lágrima viva, resonar en la pena, el miedo, la angustia, colmarnos de un ancho sentido de justicia poética, dicha, plenitud o que simplemente nos dejan pensando y abren las puertas de nuestra imaginación para seguir dibujando posibles finales alternativos, episodios que continúan con una trama resuelta años después.
Nuestra vida y hasta nuestros sueños se enriquecen y se ennoblecen gracias a la calidad de tales obras, ya sea en forma de libro escrito o plasmadas en la pantalla del cine, aunque no nos hacen mejores personas, ni nos dan recetas para vivir mejor. Al contrario, muchas veces nos muestran el camino a la ruina, a la infelicidad absoluta, al abismo más oscuro. Y sin embargo, vibramos colmados de placer estético y en absoluta sintonía con la humanidad de lo que se nos despliega, a punto tal que lamentamos llegar a su fin por el temor a no encontrar ningún otro que nos conquiste y nos absorba con la misma intensidad, como sucede con los abandonos amorosos: tememos ser incapaces de volver a enamorarnos con la misma pasión.
Sucede, igual que con los amores, que la vivencia, el atractivo y la opinión es personal e intransferible. El que ha sido inigualable para uno tal vez sea totalmente prescindible para otro, el que viene con recomendaciones de bueno de alguien quizás resulte insulso y carente de atractivo para uno. Y pasa también que depende del momento de la vida en el que se cruzan en nuestro camino. Su trama debe llegar a la trama narrativa de nuestra propia existencia en el momento en el que mejor encaja, y sólo así se entrelaza con ella.
Lo que la obra tiene para contarnos se liga a la masa de nuestra propia identidad y al relato de nuestra biografía. Como con los hechos de nuestra existencia, la memoria de esas obras colabora agigantando los detalles que dejaron las palabras o las imágenes por sobre los hechos que cuentan, y frecuentemente olvidamos giros del argumento en crudo aunque recordamos el eco de la esencia que nos hizo retenerlos. Queda el residuo del fluir discursivo del que somos lectores o espectadores, tal como queda el recuerdo de lo que fuimos protagonistas y que más tarde narramos a quien quiera escucharlo ajustando aquí o allá con la ayuda de la memoria y agregando una pizca de ficción sin ninguna maldad, sólo para hacer la narración más atractiva o digerible.
El mundo seguirá girando igual tras habernos sumergido en una de esas obras que dejan huella, pero sabremos que existen otros mundos paralelos. Nuestra vida seguirá siendo la misma, pero percibiremos otras vidas en nuestro interior sin tener que asumirnos locos, sin tener que abandonar nuestro rincón de lectura favorito o la butaca del cine para ir a parar al sillón de un psicoanalista y confesar que hemos desarrollado algún trastorno mental.
Y me pasa cada vez con más frecuencia que no sé cómo encontrar escapes tan sanos. Será que he perdido el sentido del olfato. Ir en busca de un libro o una película del tipo que surte ese efecto de un antes y un después no me resulta tarea fácil. Me hundo en la desconfianza al entrar de cacería en las boutiques del consumo donde se exhibe en primera plana lo último, lo más vendido, lo snob, lo que se nos vende por bueno.
Estoy con ganas de toparme con un trago largo y fuerte de esos con la certeza de que lo que me depara se apoderará completamente de mí mientras lo ingiera a cambio de mi entrega incondicional al placer y la demanda de la aventura de autoindagación a la que me zambullo. Si saben de algún ejemplar capaz de surtir ese efecto, por favor avisen.
Estoy con ganas de toparme con un trago largo y fuerte de esos con la certeza de que lo que me depara se apoderará completamente de mí mientras lo ingiera a cambio de mi entrega incondicional al placer y la demanda de la aventura de autoindagación a la que me zambullo. Si saben de algún ejemplar capaz de surtir ese efecto, por favor avisen.
A boca de jarro
Sin duda, esos son los libros que hay que leer y de los personajes de los que hay mucho que aprender...toda la razón al decir que de bueno, hay poco...bonita semana, besos gitanos
ResponderBorrarGracias por resonar.
ResponderBorrarUn saludo cordial.
Totalmente de acuerdo con tu entrada (con las sensaciones y con el análisis).
ResponderBorrarYo siempre he pensado, quizá en una idea pelín excesiva en lo que de 'romanticoide' tiene, que son las historias las que nos buscan a nosotros y que cuando intentamos 'forzar la máquina' saliendo en su búsqueda, en demasiadas ocasiones solo obtenemos decepciones y algo de desasosiego.
Estupenda tu reflexión. Es muy posible que no haya que forzarse en la búsqueda sino saber esperar y dejarse sorprender. A veces pasa con las historias que nos despejan de la realidad sucede como con la realidad misma: encuentras la llave para abrir la puerta cuando ya dejas de buscarla.
BorrarTe agradezco el aporte y el seguimiento y te doy una cálida bienvenida.
Un cordial saludo.
Tú lo has escrito con más bellas palabras: lo que vale para unos no vale para otros. En nosotros mismos las historias crecen o decrecen según los momentos como juguetonas Alicias.
ResponderBorrarHe sido lector casi compulsivo desde niño y me he dado cuenta de que los libros que más nos interesan no son las de mayor calidad según el canon literario al uso. Digamos que es cuestión de enganche más que otra cosa.
De esos ineludibles te podría nombrar el que más he leído y el que más sigo y seguiré leyendo, se trata de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust; pero también tengo un recuerdo imborrable para La Nausea de Sartre, el Principito como no, el todo Borges of course, el Gatopardo, la Odisea y las Mil y Una Noches entre cientos. El libro que me aficionó a la lectura en mi más lejana infancia fue el Robinson Crusoe. En otro plano estoy siguiendo en la actualidad esa saga bien escrita titulada Canción de Hielo y Fuego cuya serie televisiva está arrasando en USA.
Estamos de acuerdo: no se trata de canon literario ni premios Nobel. Me pasa, por ejemplo, con Saramago y García Márquez: no me enganchan.
BorrarMe pasó con la mayoría de las películas nominadas para el Oscar este año: no me colmaron.
Te agradezco todas y cada una de tus recomendaciones, por eso estuve averiguando sobre Zweig, porque fuiste tú quien me llevó a ese nombre. Las tomaré seriamente en cuenta.
Un saludo.
Hola Fer! Como vos decís: la percepción es subjetiva. Lo que para alguien es buenísimo, para otro es una "porquería". A mí siempre se me da por leer algo que tenga que ver conmigo en el momento. Me he obligado a leer historia "porque tenía que saber" qué había acontecido en el mundo o en mi país, y me resultó demasiado tedioso, no leía con placer. Es inevitable para mí irme hacia libros más tirando a la "autoayuda" o al "autoconocimiento". Ahora que empecé con la puericultura y las mujeres, tengo una lista interminable para leer, entre bibliografía obligatoria y optativa o recomendada para nuestro enriquecimiento personal. Y hace un año tengo dos novelas super recomendadas por conocidas que esperan su turno: una es "La sombra del viento" de Carlos Ruiz Zafón y "La elegancia del erizo" de Muriel Barbery. Ambas me las han marcado como muy buenas, pero aún no lo sé. Yo hace meses y meses que leo "Mujeres que corren con los lobos" y "Comer, rezar y amar", ja!
ResponderBorrarQué lindo cuando encontrás ese libro que no podés parar de leer!
Besos!
Gracias, Gi. Sigo anotando. Estoy con "Mujeres que corren...", pero es tan largo, y me lleva tanto a confrontarme conmigo misma. Igualmente es bueno. "Comer, rezar y amar" me gustó también, aunque no me cambió la vida.
BorrarGracias y un beso.
Me pasa lo mismo! Es tan largo, que a veces vuelvo a releer y no lo termino más...:)
BorrarPues no sé si será una epidemia, Fer, pero a mí me pasa un poco lo mismo. Últimamente, libro que leo, libro que queda a medias, igual el problema está en mí, pero si no me engancha me da igual, será que su lectura no me va a aportar nada.
ResponderBorrarLa lectura nos deja entrar en mundos inimaginables, nos da la posibilidad, como observadores, de vivenciar historias y sentirlas junto a los personajes. En mi juventud creo que me sirvieron mucho aunque no fueran lecturas fetén.
Los libros son grandes amigos que nunca te defraudan solo tienes que dar con el adecuado, siempre esperando, siempre abiertos, además huelen fenomenal. Cuando se trata de una historia que me gusta, directamente borro de mi cabeza el final, es como si quisiera dar al libro otra opotunidad de sorprenderme, cuando sea... y de alguno no he leído el final porque no lo he querido saber. ¡Qué curioso!
Un beso.
Me pasó mucho que los dejaba a medias y que tenía en la mesa de luz un salpicón e iba picoteando de uno a otro: soy una lectora algo promiscua.
BorrarSí que es curioso que no te tiente enterarte de cómo termina. Yo conozco más gente que lee el final antes de terminar.
Gracias por tu aporte, Angie, y un beso.
precisamente por eso hay que conservar lo bueno como si fuera un tesoro...
ResponderBorrarAbsolutamente de acuerdo. Incluso me gustaría tener un profesor como tú que me guiara en mi elección y en mi valoración de lo que leo. Pero estás tan lejos, Pedro.
BorrarGracias y un saludo.
Como el Dr. Krapp, he sido un lector compulsivo desde mi niñez. Ahora leo menos liiteratura. El mundo digital me ha alejado de los textos literarios. Me cuesta sumergirme en una ficción. Es como si requiriera de estímulos más inmediatos. Tengo en mi historia libros míticos, muchos, recuerdo su primera lectura inaugural con una emoción que guardo en mi memoria aunque ahora su lectura no provoque en mí la misma conmoción. Leí cinco o seis veces maravillado Rayuela de tu compatriota Cortázar. Durante un tiempo me creí un personaje de Rayuela e imitaba su estilo torpemente. Volví a ella años después y no pude con ella. Es como si Cortázar y su mundo hubiera envejecido irremediablemente, y me di cuenta de que yo también lo había hecho. Los buenos libros están vivos, responden a un tiempo que es el que les da sentido, pero siguen respondiendo a interrogantes a hombres de otros tiempos. Cuando leí La montaña mágica ya era bien adulto. Recuerdo la fascinación que me produjo su lectura a pesar de que respondiera a la cosmovisión de un autor de 1922. Sentía cada palabra como si me estuviera dedicada a mí. Sentí un placer inenarrable y lamenté que la novela concluyera. La tengo toda anotada. Se pasó más de veinte años en mi biblioteca esperando que yo la escogiera. Luego he intentado volver a ella y la novela se me ha cerrado. No puedo sentir aquello que me hizo vibrar durante mi primer tratamiento antidepresivo. Hay tantos libros... A veces temo que la literatura sea para mí una cosa del pasado. Mi mente ha mutado, como la de todos. La exposición a la tecnología ha modificado nuestra percepción y nuestro sentido del tiempo y la capacdiad de atención. Recuerdo veranos infinitos leyendo Moby Dick y aún recuerdo el sentimiento de refugio que sentía en el episodio del esperma de ballena. No sé si moriré sin leer por tercera vez Moby Dick o Los hermanos Karamazov. No sé. Creo que he sido muy feliz desde la infancia leyendo, y lo sigo siendo. Si yo perdiera la posibilidad de leer, creo que me extraviaría definitivamente en los torbellinos más desoladores. Stefan Sweig tiene un libro que he leído varias veces. Se titula El mundo de ayer. Te lo recomiendo. Es una crónica de los primeros años del siglo XX europeo hasta los prolegómenos de la segunda guerra mundial. Poco después se suiciidaba, no sé si en Argentina.
ResponderBorrarMI vida sin la literatura sería algo extraño, para mí incomprensible.
Besos
Sigo tomando nota. La verdad es que compartir este sentir es enriquecedor, porque es claro por tu testimonio que refleja un crecimiento, un hacerse grande y perder un poco la capacidad de sorprenderse. Y también es cierto que la tecnología y la inmediatez nos ha hecho lectores menos fieles, tal vez más haraganes. Pero tampoco concibo mi vida sin lectura.
BorrarGracias por las recomendaciones y un beso, Joselu.
Hola, amiga!
ResponderBorrarLa Gloria de milagro de nuestro Dios fortalece nuestra Fe e renueva nuestra esperanza.
Feliz Pascua!
Un abrazo!
¡Feliz Pascua! Ojalá así sea.
BorrarUn saludo.
HOLA QUERIDA AMIGA
ResponderBorrarA MI TAMBIÉN ME GUSTAN LOS LIBROS QUE ME MANTIENEN CON EXPECTATIVA HASTA EL FINAL, SUELO LEERLOS RÁPIDO POR EL PLACER MISMO DE DESCUBRIR SUS ENIGMAS.
EXCELENTE ENTRADA, TE FELICITO. ERES MUY CULTA.
UN BESO ENORME
FELICES PASCUAS!!!
Gracias, Luján.
Borrar¡Felices Pascuas!