"Cuando estás enfermo llevan
un control de tu vida, un historial médico.
Cuando estás viviendo, deberías
tener otro. Un historial vital."
El mundo amarillo de Albert Espinosa, "Sexto descubrimiento".
El sábado por la noche, primer sábado del receso invernal, aún sintiéndome mal y con una temperatura de apenas cuatro o cinco
grados (lo que al estar algo débil se registraba como mucho frío),
decidí salir con mi familia de todos modos. Eran las fiestas patronales de una
iglesia del barrio que siempre celebra de manera amena, quiero decir, más allá
de la consabida misa. Se trataba de la presentación de un coro que, según el
simpático cura párroco, brindaría un repertorio muy variado con una calidad
vocal e instrumental excelente. Dudé antes de tomar la decisión de ducharme y
vestirme para salir ya de noche en lugar de ponerme el pijama y quedarme en el
calor del hogar mirando alguna serie o película. Pero sentí que valía la pena
tomar fuerzas e ir junto a mi familia a escuchar música en vivo porque
creo fervientemente en que todo aquello que le hace bien al alma ayuda a sanar
cualquier dolencia física.
La presentación se llevó a cabo dentro del precioso templo que estaba
helado. ¡Cuánta más gente acudiría a la iglesia si tan sólo no fuese tan fría y
lúgubre en invierno y tan calurosa y sofocante en verano! ¡Y cuánta más gente
llenaría los templos como este, que estaba repleto una noche gélida de sábado, si allí pudiéramos ir a reír, cantar, bailar y pasarla
bien y no nada más que a cumplir o a llorar! Tal como el cura había profetizado, el coro nos
deleitó y nos hizo entrar en calor con un repertorio delicioso que nos llevó por lo
sacro, la lírica, lo popular y un popurrí sinfónico de Queen y Los Beatles que
no nos esperábamos y salvó la noche para mis dos hijos. Hubo hasta tangos y tuvimos la oportunidad de
silenciar a las privilegiadas voces y convertirnos en protagonistas por un
rato, ya que el director le dio la espalda a su propio elenco y digitó
nuestra entusiasta interpretación de "El día que me
quieras".
De repente, cantando, cosa que adoro hacer, caí
en la cuenta de cuánto tiempo hacía que no cantaba. Cuando era más joven y
había menos al don pirulero a que jugar, solía cantar muy
frecuentemente: tocaba la guitarra para acompañarme, me compré un micrófono que
conectaba a mi equipo de audio en el cuarto de estudios donde pasaba mis horas
y hacía playback a pesar de los vecinos, cantaba bajo la ducha, que
solía ser mucho más que el trámite cotidiano en el que se ha ido convirtiendo
con el paso del tiempo, cantaba...
Por un rato se esfumó de mi cabeza mi historia
clínica y se abrió ante los ojos de mi mente mi historia vital, y
ausculté con total claridad un grave síntoma del mal que me aqueja y cuyo
diagnóstico no termina de cerrar: esa "yo" que ahora se siente
enferma ya no canta como la "yo" que vibraba de salud solía hacerlo.
Y recordé a mi abuela paterna, de quien heredé la veleidad musical, que
cantaba mucho, incluso mientras limpiaba la casa y cocinaba, incluso a pesar de
que la vida le arrebató a su primogénito y a su esposo tempranamente.
Albert Espinosa, un Sobreviviente
de la Enfermedad, ambas con mayúsculas, habita lo que él ha dado en llamar "el mundo
amarillo": " una forma de vivir, de ver la vida, de nutrirse de las
lecciones que se aprenden de los momentos malos y de los buenos.". Y dice
en este capítulo que cito al comienzo:
"Lo bueno de escribir las cosas es que te
das cuenta de que esta vida es cíclica: todo vuelve y vuelve. El problema es que
nuestra memoria es reducida y muy olvidadiza. Realmente te fascinará ver cómo
tus males o tus alegrías vitales se repiten y en tu historial vital encuentras
las soluciones a todo."
Nunca tan sentido como en esta epifanía que me
embargó el sábado por la noche y que hizo que me entonara, que redescubriera el poder del canto, una fabulosa
medicina natural que tenía olvidada.
"Por qué cantamos" de Mario Benedetti y Antonio Favero, Fragmento.
"Cantamos porque
llueve sobre el surco
y somos militantes de la Vida
y porque no podemos, ni queremos
dejar que la canción se haga cenizas.
Cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto, ni la bronca.
Cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota.
Cantamos porque el Sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo, en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta..."
y somos militantes de la Vida
y porque no podemos, ni queremos
dejar que la canción se haga cenizas.
Cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto, ni la bronca.
Cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota.
Cantamos porque el Sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo, en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta..."
Creo que salir siempres sienta bien y cantar, aún mejor.
ResponderBorrarEn muchas ocasiones dicen que el cuerpo nos avisa con la enfermedad, nos da un toque de atención porque no le gusta algo de nuestra vida... Nos paramos, nos obliga a detenernos y a pensar... y a cambiar, a corregir,..
Cuídate mucho por dentro y por fuera :)
Te envío toda la energía para que pronto estés en plena forma
Un abrazo
Es muy cierto. Voy a corregir. En eso estoy y reponiéndome.
BorrarGracias, Daltivila, por tanta energía positiva!!!
Un abrazo.
Hola Fer!! Que buena entrada, es muy movilizante y está tan bien explicada y escrita. Te felicito, pero sobre todo porque encontraste en los momentos cotidianos una fuente da salud inagotable.
ResponderBorrarSabés, soy de la rama de la salud, y trabajé en una de esas farmacias donde la gente compra remedios como arroz o polenta. Las personas tienen miles de dolencias, que pueden aparentemente ser calmadas por algún remedio. Pero, como dice Albert hay cosas que se repiten en la vida, y si hay algo que siempre vuelve es la enfermedad si no se cura de verdad.
Hola, Caro y muchas gracias!! Para mí el vivir y darme cuenta de todas estas cosas es también muy movilizante, y me hace bien escribirlo intentando con-mover a otros, es decir, logrando que otros se muevan conmigo. La vida adulta y los problemas que conlleva el intentar ser en este mundo hoy hacen que muchas veces nos olvidemos de lo esencial. Por ahí pasa la sanación, creo, pero no es nada fácil: volvemos una y otra vez a caer en los vericuetos de nuestros propios laberintos.
BorrarUn beso grande, Caro!
Aquí en Galicia, como en toda la zona atlántica, hay una larga tradición de cantar en los bares y tabernas con una taza de vino en la mano. Una larga tradición que se está perdiendo con esos letreros ominosos que empezaron a poner en las últimas décadas "Prohibido cantar". En esos ambientas han nacido canciones eternas que ahora resurgen, quizás de una forma artificial en otros contextos.
ResponderBorrarTe pongo un ejemplo: http://www.youtube.com/watch?v=d2-YnEKW7iw
Tabernas, iglesias, bailes, conciertos, han sufrido la conspiración del silencio de los poderosos. El que canta no se reprime y saca fuera de sí lo que le duele, por lo tanto es peligroso.
Canta, Fer, canta porque quien canta sus males espanta.
Feliz recuperación.
Importada de Galicia viene la sangre que corre por mis venas, querido Krapp, y en esta sociedad donde se han venido a implantar aquellos gallegos que vivían cantando no hay carteles que prohíban cantar, cosa que me parece tristísima, aunque sí tenemos cierta vergüenza de expresarnos a través del canto y la danza a menos que seamos expertos o estemos entrenados para hacerlo en público. Quiero decir que lamentablemente nuestras reuniones y festejos se limitan a comer y a beber, a menudo en exceso, y a poner música a volúmenes ensordecedores que ni siquiera permiten el diálogo, inclusive en bares y en algunos lugares para comer, donde inclusive se ha puesto de moda tener la tele encendida todo el día en el canal de noticias o de "fútbol para todas y todos". Será por eso que tantos le pagan fortunas a un terapeuta por una escasa hora de charla semanal sin distracciones...
BorrarVoy a ver este video que me dejas de regalo con gusto. Aquí hemos tenido largas épocas de silencio forzado por los dictadores. Ahora me temo que han quedado resabios de aquellos que prohibían en nosotros y no nos percatamos de ello. Debemos uchar contra el enano dictador que vive dentro nuestro. Creemos que fumar un porro nos hará más libres, pero nos da pudor cantar y bailar en una iglesia o en una fiesta. ¡Así de enfermos estamos, Doc!
Gracias por tus consejos y tus buenos deseos: ¡seguiré cantando!
Un beso grande.
Como siempre, al leerte me he sentido allí con todos vosotros disfrutando de esa maravillosa velada. Cantar es algo grandioso, terapéutico, es convertirse una misma en melodía... Espero que vuelvas a hacerlo, de una cantarina a otra cantarina. Un beso enorme.
ResponderBorrar¡Gracias, niña cantarina!
BorrarUn beso enorme y melodioso.
Fer, que bonita historia, por un momento me vi trasladado ahí, sentí el gélido ambiente como se caldeaba con el canto de los presente... un abrazo...
ResponderBorrarGracias, amigo verde. El canto calienta el corazón.
BorrarUn fuerte abrazo.
Fer me alegro que vencieras la pereza y el malestar y salieras a disfrutar con el coro...al parecer te hizo mucho bien...pues te llevo a desear cantar...
ResponderBorrarya sabes "el que canta...su mal espanta"...
bueno lo que si deseo es que te encuentres mejor de tus males fisicos...y que tu alma se ponga a cantar...
me gusta mucho ese poema de Mario...la verdad es que me gustan casi todos sus poemas...
un abrazo
Gracias, querida Julia. Tan perezosa estoy que hace mucho que no visito tu espacio. Lo que incluyo en verdad es un arreglo del poema de Benedetti que hizo Favero y es la versión que aquí han cantado muchas bellas voces y muchos coros. Es una de mis canciones favoritas además de un poema muy bello. Me alegro que te guste.
BorrarTe mando un beso.
Me hubiera gustado asistir al concierto y representación del coro. La iglesia sería muy fría y la temperatura no acompañaba pero seguro que entre todos y con ayuda de la música recobrasteis el calor humano.
ResponderBorrarEn ocasiones hay que salir de nosotros mismos y valorar otras perspectivas, otros aromas, otras melodías.
Si se hace al final uno descubre de forma sorpresiva que se encuentra cantando (en mi caso malamente).
La enfermedad produce efectos diversos. Esun axioma que el alcohólico o el diabético deben ser conscientes de su enfermedad.Pero no siempre es así. En ocasiones vivir y olvidarse de que uno está enfermo es el primer paso.Un fuerte abrazo.
¿Quién nos habrá metido en la cabeza que sólo pueden darse el gusto de cantar quienes lo hacen bien? El canto es como el habla: una necesidad de expresión vital. Todos deberíamos reunirnos a recobrar el calor humano perdido que tú me traes siempre que te comunicas conmigo. Haces que salga de mí misma y valore la perspectiva de sentirme un poco menos sola y aislada en esta gran aldea global, que tiene poco de lo que añoramos de la aldea.
BorrarMe vuelvo a quedar con una frase tuya que podría resumirse como: "...vivir es olvidarse de uno mismo", y te agradezco la huella que dejas cada vez que pasas por aquí, que es un espacio de comunicación que quiero tanto o más que a la canción.
Un fuerte abrazo, amigo Víctor.
Canto fatal, ni pizca de sentido del ritmo, pero me pongo a «berrear» cuando siento que tengo que hacerlo, que me desborda la alegría. Mi perrita Olivia lo sufre.
ResponderBorrarMe siento privilegiada por sentir.
Creo que en general somos muy duros a la hora de juzgarnos en estos talentos que suelen ser innatos, aunque aprender técnicas siempre ayuda. Tendemos a compararnos con los profesionales que escuchamos y en esa comparación salimos perdiendo. Lo importante es dejarse llevar por la música y hacerse una con ella.
BorrarUn beso y gracias, Josela.