RENE MAGRITTE, La Decouverte De Feu, oil on canvas, 1934/5. |
"Barbarie y civilización son dos categorías de origen particular pero cuya aplicación puede ser universal. ... ser civilizado no significa tener estudios superiores, sino que se sabe reconocer la plena humanidad de los otros, aunque sean diferentes. No son bárbaros quienes no tienen buena educación o han leído poco, sino quienes niegan la plena humanidad de los demás."
Tzvetan Todorov, Semiólogo, filósofo e historiador de origen búlgaro y nacionalidad francesa, "¿Qué divide hoy a los bárbaros de los civilizados?, Clarín, Tribuna, Domingo 15 de julio de 2012, Copyright El País, 2012.
Todorov escribe esto como parte de un brillante artículo a propósito de una declaración del ex ministro del Interior francés, quien sentenció: "Para nosotros no todas las civilizaciones son iguales". A mí me deja pensando en días en los que intento hacer mayor silencio y se escucha más fuerte el ruido circundante. Muchas veces me sucede que al intentar estar en silencio encuentro que ese derecho inalienable de toda persona que se considera civilizada se ve privado sin permiso por el ringtone de un celular próximo, por toparse con un un ser alienado que parece que habla solo o se dirige a mi extrañada persona por las calles aunque en verdad está al habla con otro ser remoto en su dispositivo handsfree, por el ruido de una conversación ajena, por la charla interminable e irrelevante que la persona que se sienta cerca mío en un transporte o lugar público mantiene, sin reparar ni respetar mi silenciosa presencia, por la música que dejan hoy muchos jóvenes y no tan jóvenes emitirse por el altavoz de su dispositivo celular móvil, aún rodeados de una manada humana a la que no le queda otro remedio que oírla y soportar la polución sonora, o bien pasar por un bárbaro al requerir: "Por favor, ¿podría usted abstenerse de involucrarme en su privacidad, quiero decir, que tenga usted a bien mantener esta conversación donde no me vea yo forzada a ser partícipe involuntaria de la misma? ¡O bien váyase usted con su música a otra parte!".
Y agarrate Catalina si te animás a pedir algo así en el medio de un colectivo, un tren, un subte o hasta en un bar o restaurante, en medio de alguna clase, la sala de espera de un consultorio médico o en el mismísimo templo lleno, donde hay gente que a pesar de los ruegos que se le hacen de poner su teléfono en modo silencioso, recibe llamados en plena celebración religiosa y no precisamente de parte de Dios, queridos hermanos. No quisiera imaginar cómo podrían llegar a reaccionar estos bárbaros ante tal civilizado pedido para dejar aún más claro que lo son. Ni tampoco cómo lo harían, en respuesta automática de identificación con los pares, el resto de los bárbaros en la manada. Cualquier ser medianamente civilizado lo pensaría dos veces antes de hacer semejante solicitud, precisamente por temor a la reacción aplastante de la barbarie.
Ahora bien, me pregunto como lo hace Todorov si "¿... es que debemos renunciar a todo juicio de valor sobre un hecho cultural con el pretexto de que no es el nuestro?". La pregunta es obviamente retórica. La barbarie reside en la renuncia a mi derecho de exigir que el otro, diferente, armado hasta los dientes con aparatitos parlantes, sonoros y polifónicos, niegue mi humanidad avasallándola, ignorando mi presencia, invadiendo mi espacio de escucha y mi derecho a ser diferente, ni mejor ni peor, simplemente diferente en el reconocimiento de que la humanidad de los demás me está quitando la propia, en tanto impide mi elección del silencio y mi sentido de preservación de la privacidad, al pretender simplemente no entrar en sus asuntos íntimos, al no tener ganas de escuchar el repertorio musical que es de su agrado, al aspirar a que no se niegue ni se desestime mi humanidad silenciosa.
La opción que queda y que algunos que se consideran civilizados propondrían o de hecho han asumido como patrón de comportamiento social normal es sumarse a la barbarie, taparse los oídos con un par de auriculares y subir el volumen del Mp3, 4 o 5, el iPod o el mismo celular para que el ruido propio tape al ajeno en la enajenación, elevar el volumen del altavoz del celular para que mi música suene más fuerte que la del bárbaro más próximo, mi prójimo, y caer así de lleno en la barbarie de la civilización del ruido.
A boca de jarro
Me parece justo en su totalidad su comentario, porque no hay derecho a molestar al vecino, como tampoco hay derecho a que media humanidad ande como sombis, ajenos a todo, mientras se consumen dentro de un telefono.
ResponderBorrarBesos y se feliz!
Gracias, Gilberto. No podríamos estar más de acuerdo, pero me temo que somos minoría quienes pensamos así o callamos por temor a la reacción de las masas.
BorrarJustamente ayer mi padre me comentaba sobre el número espeluznante de celulares que se calcula hay en funcionamiento en el mundo, pero de comunicación, de real y verdadera comunicación humana, no hay números...
Besos y gracias por el augurio de felicidad que te retribuyo!
Siento haberme perdido tu concierto de abajo y llegar a este ruido infernal que veo te hace como a todos, tanto daño... (por cierto que espero que entre el concierto y el ruido tus problemas digestivos te hayan dado un respiro y te encuentres un poquito mejor FER, ¡¡ojalá sí!!;-)
ResponderBorrarMi sensación FER, es que la gente en general, no sólo no respeta la humanidad exterior de los demás, que por puro civismo, educación y consideración debiera hacer, ni siquiera respeta la interior.
Vivimos en la sociedad del ruido, es algo tan asumido que si no existe nos lo inventamos, a veces creo que para no escucharnos por dentro, ni escuchar a nadie de fuera con atención, sólo de pasada. Todo son gritos, tonos chirriantes, conversaciones retransmitidas a voces, aparateados a todas horas ( fíjate, tengo mi particular cruzada al respecto, me niego a llevar ningún aparato encima salvo urgente necesidad, ni móvil si quiera llevo:-) que además de otras mil dictaduras, sin duda vivimos bajo la de la contaminación acústica que a veces es tan terrible o más, que la medioambiental.
Seguramente porque como te decía, me temo que empezamos por no respetar la humanidad interna de cada persona... creencias, ideas, idiosincrasia, estado anímico... estilo que cada uno lleve impreso dentro, contra el que parece que algunos se pasan la vida luchando por serles imposible de tolerar creyendo el suyo mejor o más adecuado e incluso a veces por pura intolerancia o fanatismo ¡¡ que se yo!! a la humanidad externa le pasamos por encima como apisonadoras directamente. Somos la sociedad tecnológicamente más avanzada y la más incivilizada que ha existido nunca FER.
Ánimo cielo... cuando salgas a la calle imagina que eres Jane, la de Tarzán que se interna en la selva...¡¡sin duda saldrás viva de ella por mucha fiera que te encuentres!!:-)
Cuídate mucho, muuuchos besos y si acaso llévate en el bolso unos tapones, aunque sean de corcho ¿te imaginas la pinta? :-)
Voy sintiéndome mejor, María querida, ¡gracias por tu consideración!
BorrarEs así como con cierta flojera y necesidad de descanso y quietud, y también, como bien dices, necesidad de escucharme a mí misma y lo que el malestar que se va aliviando requiere que escuche atentamente, el frenesí acústico de esta terrible invasión que se sufre en todos lados en las grandes ciudades se hace aún más notorio. Tal vez en el día a día uno se acostumbra y lo toma como una característica más de la vida "normal" en la gran ciudad. Pero basta detenerse a pensar un momento y sientes que has enloquecido, cuando en verdad es el entorno lo que ha enloquecido y resulta enloquecedor.
Absolutamente cierto lo que apuntas: creemos ser la sociedad más avanzada y somos la más incivilizada. Tendríamos que repensar qué entendemos y esperamos por "avance". Si se trata de mayor calidad de vida, hay mucho que ajustar.
Lo de los corchos tal vez imponga tendencia, aunque últimamente no he estado descorchando muchos Malbec para hacerme de un buen par. Por aquí se ven jóvenes con orejas deformadas por sus aretes clavados en la piel, sus piercings de metro y medio y qué se yo cuánta cosa más, otro signo de los tiempos. Podría imponer la moda de los tapones de corcho en las orejas, aunque creo que la mayoría me mirará como bicho raro :)
Gracias por pensar y reír conmigo, María. Te mando un beso grande!!!
Hace dos días no pude dormir porque unos chicos tomaron al asalto la plaza de abajo con motivo de las fiestas del barrio y la dejaron a merced de sus gritos, chistes y cuchufletas hasta más allá de las 6 y pico de madrugada aunque no te lo puedo decir con exactitud porque yo me levanto a esa hora y todavía estaban de feria cuando llegué abajo con destino a un bus que me lleva tras una hora y cuarto a mi lugar de trabajo. Curiosamente tampoco pude dormir en el bus y no por el celular o móvil -como lo llamamamos acá-, lo que suele ocurrir en los viajes de vuelta -de 3 a 4,15 pm- si no porque otros chicos volvían de la farra veraniega e iban en el mismo bus contándose sus apabullantes cuitas de la noche pasada.
ResponderBorrarLos cinco días laborables y las noches de las dos restantes vivo situaciones parecidas, porque además mi calle es un lugar de tapas y buen vino, conversaciones y risas a gritos -también cantan- y al parecer la fiesta siempre prevalece sobre el descanso ajeno.
Cuídate mucho.
En otros tiempos, si sucedía esto que cuentas y que también sucede en mi ciudad y en mi propia calle algunas noches (están a punto de abrir una parrilla pizzería justo en frente de casa, así que imagínate la que se me viene con el ruido de las motos del delivery y los comensales nocturnos que comienzan a cenar a la hora que nos vamos a dormir en casa, ya que, como tú, nos levantamos 6 y media de la madrugada), podías llamar a la policía para que interviniera, ya que al menos aquí existen ordenanzas que prohíben hacer ruido o poner música a todo volumen después de determinada hora de la noche de acuerdo al día. Hoy por hoy, la policía se te ríe en el tubo del teléfono si la llamas por una cuestión así.
BorrarPor eso distingo entre civilización y barbarie. Sería mucho más fácil cagarse en la civilidad y en la civilización y pasársela de parranda todas la noches. Pero los ciudadanos civilizados tenemos un empleo con horarios estrictos y vidas pautadas por horarios. Y necesitamos dormir para ganarnos el pan. Pero como con lo del móvil, no te atrevas a pedirles a los fiesteros que dejen ya de molestar porque la represalia te podría quitar el sueño por más tiempo aún.
Gracias por tu aporte y tu consejo, que sigo al pie de la letra, Doc.
Un beso.
Unos jóvenes, con botellones a doquier, se instalaron en la entrada del Parking de mi casa hablando a gritos. Eras las 2 h, de la madrugada. Me asomé por la ventana y les insté a que hablaran en voz baja o a que se fueran a otro sitio. Hicieron caso omiso. Estuve tentando de arrojarles un cubo de agua, pero opté por llamar a la Guardia Urbana y en cinco minutos hicieron acto de presencia y desalojaron la calle...
ResponderBorrarCreo que tenemos todo el derecho a exigir civismo y no hay que desistir de ejercerlo.
Espero que estés más aliviada de tus dolencias, Fer.
Un abrazo
Te entiendo en las ganas de arrojarles un cubo de agua, pero todo parece haber sido muy civilizado, tanto tu petición como la respuesta de los jóvenes y la intervención de la Guardia Urbana, que para esas cosas está.
BorrarOjalá en mi ciudad todo pasara del mismo modo, pero me temo quecomo sociedad nos hemos ido a un extremo en el que hemos confundido autoridad y límites con autoritarismo, libertad con atropello y arrogancia. Y suele ser difícil equilibrar estos desmanes, sobre todo en la mente de la gente.
Te agradezco muchísimo el interés por mi salud, Luis Antonio: voy recuprerándome de a poco y tomando fuerzas para arrancar el próximo lunes luego de este receso invernal de dos semanas que me ha sentado muy bien.
Un beso y un abrazo.
Yo tengo unos vecinos que no te imaginas el ruido que hacen, incluso ponen la música muy alta a las dos o tres de la madrugada, no se dan cuenta que vivimos en comunidad y que puede molestar a los demás.
ResponderBorrarTe echo de menos por mi blog.
Un beso.
Lamento lo de tus vecinos ruidosos, molestos e irrespetuosos, María.
BorrarTe agradezco la visita y te cuento que últimamente una gastritis me ha tenido a mal traer, pero me voy a dar una vuelta por tu espacio con todo gusto.
Un beso grande.
Pude entrar al fin, sin virus que me amenace :)
ResponderBorrarEso que expresás en tu entrada, ese ruido sin fin en el que está sumergida la gran mayoría de las personas, no es ni más ni menos que pretender no encontrarse con uno mismo -algo que se logra sólo manteniéndose en silencio-.
El estar ocupados de manera casi permanente con conversaciones que carecen de sentido o escuchando música a todo volumen, los distrae y eso hace que no se pregunten o cuestionen a si mismos nada que los lleve a incomodarlos. Y así se les pasa la vida, pretendiendo estar en varios lugares al mismo tiempo, haciéndose los distraídos y dejando pasar lo verdaderamente importante.
Que te mejores de tu afección, saludo.
¡Qué alegría que hayas venido!
BorrarEs muy cierto lo que decís: hacer ruido para no escucharse a uno mismo, ¿no? En el silencio resuenan las voces internas que nos cantan verdades a veces dolorosas, desagradables y duras de aceptar sobre nosotos mismos. En ese silencio estoy y me resulta sanador. Creo que las afecciones hacen que tengamos que deternos, hacer silencio y escuchar de una buena vez lo que nos negamos a escuchar en el ruido y la agitación cotidiana.
¡Gracias por tus buenos deseos!
Un beso.