domingo, 13 de enero de 2013

De números y esperas



  Esperaba que llegara este tiempo de vacaciones por varias razones. La universal: para descansar. Otra, para controlar ciertas afecciones que fueron apareciendo sobre fin de año. Una mala costumbre de los docentes, y tal vez de otros gremios, es estrenar el año haciendo chequeos de salud que tendemos a postergar por nuestra rutina de trabajo. Y recalco que es una mala costumbre porque nada justifica postergar la salud, mucho menos el trabajo, aunque el sistema no parece entenderlo, y porque así no hay vacaciones.


  El descanso de los primeros días de enero se vio cubierto de polvo y envuelto por un ruido ensordecedor de 8 a 20 horas por más de 7 días por una cuadrilla que repavimentó mi calle, dándole ciertos aires a lo que se ve de Siria por televisión, aunque sin sangre, claro. No habrá sangre, pero no faltarán sudor y lágrimas para deshacernos del polvo que tardará semanas en desaparecer, mientras todos los cimientos temblaron tanto como nuestras cabezas abombadas por el calor y el inhumano nivel de ruido tóxico al que fuimos expuestos. Para colmo, la señora que venía a ayudarme con la limpieza una vez por semana me plantó sin aviso a fin de año alegando que el marido encontró trabajo y decidió quedarse a cuidar de su casa. Por si todo ésto fuese poco, una rama pesada nos dejó una vez más sin internet por 6 días, y nadie podía venir a arreglar el problema con el asfalto a medio terminar. Para rematar, casi interno a mi hijo adolescente debido a la grave crisis de abstinencia sucitada por la falta de señal en casa.

  Me habían enviado un mail que me instigaba a no temerle al 2013 una vez superado el pronóstico fallido del fin de mundo, dado que, según esta fuente, se trata de un número  que en el fondo es "muy majo", aquí diríamos "macanudo", pero es un mail importado. Aseguran que la fobia al 13, denominada Triscaidecafobia, que padecen muchas personas, especialmente los norteamericanos, para quienes no hay piso 13 en los edificios, "no les permite ver que más allá del 12 hay muchísimas cosas interesantes. Sin ir más lejos, nuestro satélite natural, la Luna, realiza 13 órbitas para completar su ciclo anual. Además, 13 semanas es la duración de cada estación, 13 son los ciclos "baktun" de la cuenta larga del gran ciclo maya para quienes era un número sagrado ya que representaba las 13 fases lunares..." ¡Y dale con los mayas este año también!

  Pero eso no es todo, me decía el mail, dirigiéndose a mí por mi nombre: "... los antiguos aseguraban que quien aprende a usar el número 13 recibirá poder y dominio. El 13 porta una advertencia de lo desconocido y lo inesperado. 13 es el número de basílicas originales de la cristiandad. El 13 se asocia con el genio; también con los exploradores, con la ruptura de lo ortodoxo, con los descubrimientos de todo tipo." Será. Yo siempre lo asocié con los 13 comensales de la última cena, incluyendo a quien entrega a Jesús a su muerte en cruz a los 33 años y con los 13 escalones del patíbulo... Aunque nunca fui demasiado adepta al significado de los números  en verdad.


   Entre tanto, mis controles arrojaron datos que no me alegran, aunque parece que de ésta no me muero tampoco. La cosa es que ya la vista venía molestándome con ardor, lagrimeo, ojos rojos y fotofobia (intolerancia a la luz), desde noviembre, cuando hay pilas de exámenes escritos finales para corregir, planillas y boletines para cerrar, y orales para tomar. Había hecho controles por guardia, me habían administrado gotas y ungüentos, pero necesitaba una consulta por consultorio para indagar acerca de las causas de este mal que no cesa. Libre ya de la rutina del trabajo, comencé a buscar un turno oftalmológico por mi sistema de salud prepago. Dado que vivo en la Argentina, no me sorprendió que el turno más próximo disponible fuese en 18 días. Así es que hice como miles de personas que no cuentan con cobertura médica privada hacen a diario: me levanté una mañana gris y plomiza a las 4 y 30 y me fui al centro oftalmológico público más renombrado de la ciudad para estar allí a las 6, hora en que un petizo de chaqueta azul y zapatos de cuero gastado marrones con humos de jefe comienza a repartir los escasos turnos de los afortunados que podrán ser atendidos en el día.



  Ya a las 6 de la mañana de un 3 de enero del 2013 la sala de espera estaba abarrotada de gente. El señor de azul nos hizo hacer fila, como hacemos para todo en esta tierra, y descubrí entonces que se repartían 2 tipos de turnos: los de números negros escritos sobre un cuadrado de cartón hecho a mano y los de números rojos. Los primeros 20 turnos en negro eran para quienes tendríamos la suerte de ser atendidos a partir de las 8. Los otros 20, en rojo, serían recibidos recién a partir de las 12. Sólo los ojos de las  primeras 40 personas que madrugamos como las aves del cielo serían examinados ese 3 del 01 del 13.  A mí me tocó negro el 7, consultorio 7.



   3 horas y 30 minutos de espera sentada sobre un duro tablón de madera entre paredes descascaradas, ventiladores desvencijados que remueven aire caliente y seres de todo tipo, condición y edad, cabeceando, bostezando o con ojos bien despiertos a pesar de sus dolencias, pueden resultar una escuela de vida asombrosa. Ni siquiera saqué los auriculares del celular para enchufarme a la radio porque presentí que no debía enajenarme de esa rica geografía de la cual, según caí en la cuenta, formo parte.



  Sí, son una gran escuela las salas de espera. Sobre todo las de los hospitales públicos donde se espera largo y en seco. Allí desespera quien espera acompañado por la angustia que angosta la garganta tan a sus anchas en su reino, el miedo propio o el del acompañante que acaricia, abraza, sostiene, alimenta, temerosos los dos de perder lo que aman. Allí espera su turno el dolor físico que intentamos transmitirle torpemente en palabras al médico cuando por fin nos interroga pacientemente y el otro, el indecible, el dolor del alma; espera la incertidumbre, la sombra, la certeza de esa mortalidad con olor a acaroína y miseria que siempre me produjo aprehensión y que solemos dejar internada en los hospitales. También se pasea por los pasillos la inconciencia con bastante desparpajo y en números generosos con su gesto de "aquí no pasa nada".



   El paisaje se torna pluriforme, multicolor, hipnótico en su ola de sudor temeroso e inquietante, y los rayos del implacable sol de enero que se cuelan y lastiman a través de un vidrio sucio plasman una radiografía clarísima de la fragilidad del alma humana que se encuentra encarcelada, gimiendo por salir de allí pronto, en cada cuerpo. Me pierdo en esas cavilaciones tan mías: ¿Qué edad tendrá esa mujer a la que le faltan tres dientes? ¿Qué le pasará a esa chiquita que se durmió en el regazo de su mamá de cara triste? ¿Para qué se amontonarán como vacas tras del cerco en la puerta del consultorio 7 si llaman por turno? En eso mis ojos ardientes se posan un rato sobre un pibe de unos 20 años que no logra quedarse quieto. Escucho su conversación por teléfono y descubro que se pierde una changa por $1.500 si no se va antes de las 10. Corta y se da cuenta de que me colgué en su ansiedad para huir de la propia, y mi boca de jarro me puede: 

-No vale la pena que te desesperes así. Tu salud no tiene precio.

 Me quedo con la frase resonando en lo profundo de un cansancio inusitado, casi vital. Mis ojos, diagnosticados 15 minutos más tarde como ojos secos, se inundan de lágrimas. Lástima que uno se venga a dar cuenta de esta verdad de Perogrullo recién cuando se encuentra esperando para que le den tan sólo una pista de por qué se perdió y qué se puede hacer para recobrarla. Para eso no hay número que valga en la ruleta de la vida. 

  Hoy, 13 del 01 del 2013, mi mamá cumple 76 años, entonces le pongo todas las fichas al 13.
  

A boca de jarro

26 comentarios:

  1. Lo primero ddesearle un feliz cumpleaños a tu madre.

    ¡Ah los números! Pienso que tan sólo son una herramienta de cálculo; y es el cálculo, no los números, lo que adquiere cierto valor. A mí esto del cálculo nunca se me dio bien. Un maestro de matemáticas de los que tuve me dijo un día: Tiene usted una habilidad innata para el cálculo. Es capaz de realizar el mismo cálculo diez veces, sacar diez resultados diferentes, y lo que es más difícil ¡que ninguno sea el correcto!

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    1. Muchísimas gracias. Y con respecto a los números y cálculos, siempre me sucedió lo mismo que a tí y por eso me destaqué en matemáticas en mi paso por la escuela: tenía una profesora que describía mis calificaciones como una "escalera", ascendente y descendente, según la urgencia del momento. Así que estamos parejos en las estadísticas numéricas. Será por eso que no quiero saber nada de ellos y arremeto con la vida venga el número que venga, aunque debo admitir que, como todos, siento miedo ante ciertas encrucijadas, claro, y desearía creer ingenuamente en la magia de la numerología. Pero heredé de mi madre que nació un día 13 para fortuna de varios un enorme caudal de sentido común y nada de superstición.

      Un abrazo, amigo.

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  2. Feliz cumple para tu mamá. Yo cumplí ayer, por lo que deduzco que tu progenitora debe ser una persona excepcional. En realidad ya lo sabía, por la hija, digo.

    Me estoy dando cuenta que escribís muy bien. Hasta ahora no me había detenido en eso tan obvio. Será porque me había atrapado la temática y la vehemencia de la valiente mujer.

    ES notable la conciencia de la propia fragilidad que se toma en los hospitales y clínicas, incluso en las lujosas. El dolor y la muerte nos igualan. La pobreza puede diferenciarnos y duele ver algunas cosas.

    Respecto a tus ojos secos, recuerdo algo que le habían dicho a mi suegro cuando le detectaron psoriasis " no te vas a morir de eso, pero te vas a morir con esto " . Yo digo que todo lo que pueda tratarse / operarse y que no sea excesivamente inhabilitante o molesto, se debería aceptar sin más.

    No viene al caso, pero un amigo mío, cirujano él, dice "hay dos tipos de enfermedades, las que se curan solas, que son las que curan los clínicos y las que se operan " .

    Yo tampoco soy supersticioso, pero hoy le juego al 13.

    Un beso grande

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    1. Gracias, querido James. Y feliz cumple para vos también entonces. No me caben dudas de que sos una persona excepcional como lo es mi mamá.

      Escribí lo que vivencié, James. La vida a veces nos conmueve de tal manera que hace que el relato de la vivencia sea conmovedor. Fue muy simple y hasta necesario poner en palabras eso que mis ojos secos y mis sentidos agudizados percibieron sin más adorno.

      Gracias por todo lo que me alentás con respecto a esta condición por la que me están estudiando. Ya me adelantaron que no me muero de ésto pero me muero con ésto y lo estoy digiriendo porque la verdad es que ninguna enfermedad ni condición incurable resulta agradable. Nos dicen que hay cosas peores, pero nada es peor que lo que nos sucede a nosotros, viste. Sobre todo porque se combina con otras cositas de las que ya te hablé que tampoco son letales, pero que afectan mi calidad de vida y mi imagen y me bajonearon, para qué negarlo.

      Estoy en el proceso de diagnóstico y a la espera. Después se verá que se puede hacer y por último llegará la aceptación si la enfermedad es, como siempre creí, un camino de crecimiento ya que está en nosotros y surge invariablemente en algún momento para enseñarnos algo. Por el momento hay enojo, hay tristeza y hay una mezcla de sentimientos encontrados que intento manejar como mejor puedo.

      Jugale al 13 y que sea con suerte, James!

      Un beso enorme y gracias mil por tu empatía y tu apoyo de siempre!!!

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  3. Qué genial tu relato, Fer, me imaginé cada una de las cosas que contás y
    era como que estaba con vos en la sala de espera!

    Feliz año a pesar de todo y todo el optimismo para el 2013!

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    1. Muchas gracias, Alicia. Todos estamos de un modo u otro en la sala de espera y no nos damos cuenta hasta que nos sentamos allí y abrimos los ojos para verlo con claridad, aunque sea a causa de un problema en la vista, o quizás, precisamente por eso. Y realmente el poder ver a tu alrededor hace que no te sientas sola en esa espera.

      Gracias por tus buenos deseos: te los retribuyo, Alicia!

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  4. Me has recordado que yo llevo tiempo sin hacer ese chequeo de salud imprescindible cada año, pero ciertamente no tenemos vacaciones en el hemisferio norte. Los consultorios de la sanidad pública tienen mucho en común los de Argentina y los de España, especialmente ahora con los recortes que están llevando a que el sistema público de salud se esté resquebrajando y siendo privatizado por parte de la derecha gobernante.

    Disfruta de estas vacaciones que envidio, no sabes cómo.

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    1. Es interesante: mi esposo hace lo mismo, lo posterga. Pero tiene un motivo: dice que cuando vas al médico, siempre te encontrará algo que tal vez no te mate pero que te preocupe. Así que es mejor esperar hasta que te sientas realmente mal para ir al médico. Lo cierto es que lo mío no podía esperar. Aunque es verdad que la preocupación ante las posibles causas del mal es peor que las molestias que me genera.

      Éstas no son vacaciones, Joselu, de médico en médico tratando de descifrar por qué demonios sucede lo que me sucede. Entre el calor, el ruido y el polvo de mi calle y la peregrinación sanitaria preferiría estar abocada a mis clases y sacar la cabeza de mi sintomatología peculiar. Pero es para que todos en casa podamos volver tranquilos al aula en marzo que estoy haciendo ésto ahora. No se me están haciendo disfrutables estas vacaciones, querido amigo, pero es el número que me toca jugar.

      Un beso y gracias.

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  5. Felicidades a tu madre por cumplir años en un día con un número tan bonito como el 13. A mi siempre se me han dado mal los números, o no me los enseñaron bien así me clasificaron en letras y así me reconozco, por eso mientras no les dé por demonizar alguna letra no tengo de qué preocuparme.

    Las salas de espera, sean de lo que sean, son un buen campo para la observación y es curioso cómo esa observación se convierte sin darnos cuenta en algo inteligible que interpretamos a nuestra propia manera. Yo frecuentemente, tal y como tú dices, me llevo algo para hacer y curiosamente nunca lo utilizo, mi atención está más que centrada en lo que ven mis ojos.

    Yo también debería haber ido al médico pero lo voy aplazando. Hace poco me he hecho con unas gafitas para ver de cerca, eso sí, el marco es muy mono, ya que me estoy quedando cegata por lo menos que lo vea bonito. ¡Ay mis gafitas de colorines, de viejecita!... je, je.

    Cuídate mucho, y felicidades a tu madre, quédate con eso, que es lo valioso.

    Besos y felices vacaciones de aquí en adelante.

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    1. Gracias, Angie. Recién vuelvo del festejo y la hemos pasado muy bien. Creo que mi mente se tomará vacaciones recién cuando cuente con algunas certezas. Por ahora seguiré esperando sin desesperar. Esta condición es genética, Angie, quiero decir, ambas: el ojo seco y la ansiedad ante la incertidumbre de qué lo produce. Pero te aseguro que se intenta afrontarlo con la mejor actitud y valorando los tesoros en mi vida en los que me apoyo y por los que estoy profundamente agradecida.

      Besos.

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  6. ¡Excelentemente escrito! Las descripciones de esta realidad argentina me pegaron, porque también las padezco. Y eso de ir al médico me enferma más que me cura; en las antesalas de algunos profesionales de mi prepaga, también tuve que esperar tres largas horas, absorbiendo la angustia, el miedo ajenos (además del propio), disfrazados de indiferencia, tapados con lecturas, bostezos o un compulsivo tecleo de mensajitos.
    Yo también tengo la sintomatologóa del ojo seco, las gotas alivian. La sequedad de la espera, no.
    Un fuerte abrazo Fer.

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    1. Gracias, Mirella. Son muy pocos los argentinos que resuelven sus cuestiones de salud sin demoras ni esperas. Los vemos por la tele, ¿no? Igual se enferman y se angustian como todos los demás.

      Las gotas me están haciendo bien, cierto, ahora me derivaron a un reumatólogo para estudiarme, porque se combina con otras cositas que hay que observar. Veremos... Es increíble cómo brota en el discurso el tema que se quiere superar... ¡"Veremos" y estamos hablando de ojos!

      La sequedad de la espera era un buen título para la entrada.

      Cuando quieras abrimos juntas un blog de autoayuda para personas con esta condición :)!

      Un abrazo y gracias, Mirella.

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  7. Un placer verdadero leerte Fer!!

    Te dejo 13 besos y se feliz!

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    1. Gracias, Gilberto. Trece besos y trece deseos de felicidad para vos también, que invariablemente me la deseás cada vez que me hacés el honor de visitarme.

      Mil gracias!

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  8. Una entrada bellamente escrita aunque nazca de cierta desosiego o quizás incluso de cierta desolación interior. No sé que música te gusta, pero a lo mejor encuentras algo terapéutico en mi última entrada de Sinfonía Azul que tiene mucho que ver con lo que has empezado escribiendo en ésta tuya:
    http://sinfoniazul.blogspot.com.es/2013/01/exorcismos-musicales-frente-al-2013.html
    Besos

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    1. Gracias, Doc. Había pensado en un exorcismo, en que algún trabajo de magia negra había caído sobre mí y necesitaba limpieza, aunque, insisto, soy muy escéptica con respecto a esos poderes ocultos en los que tantos otros creen. De todos modos, si de música se trata, allí voy, a tu Sinfonía Azul: sí creo en el poder terapéutico de la música y el arte en general sobre las enfermedades del alma, que son todas en buena medida, como bien notas en mi escrito.

      Un beso y muchas gracias por la medicación que siempre me prescribes.

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  9. El trece es mi favorito. No creo en la mala suerte, creo que uno crea su suerte.
    Los chequeos no son lo que más me gusta pero me los hago. Aunque últimamente estoy con mucha fiaca y los voy postergando, paso por la obra social y los autorizo para más adelante, estiro estiro hasta que no da para más.

    Un beso!

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    1. Trece up entonces! ¿Cómo no te va a dar a fiaca hacer contoles si hay que darle tantas vueltas al asunto? Igual se te ve joven y sana. La garantía se vence más adelante, Dana. No te quiero deprimir, pero suele suceder...

      Besos y gracias!

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  10. ¿ Sabes Fer? para mi el numero 13 es un numero de suerte, mi hija nació un martes 13, si hubiera sido gringa me hubiera muerto de la angustia, me encanta ese numero y todo lo bueno que espero traiga este año, !!ahh¡¡¡ y felicidades también para tu mamá..
    Besos

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    1. ¡Mi madfre también nació un martes 13! La mala suerte fue para mi abuela porque fue el 13 de enero: mucho calor para parir en casa sin aire acondicionado entonces...

      Un beso y gracias, María!

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  11. Fer espero que tus ojos secos tengan remedio...porque despues de la odisea que supone conseguir una consulta, al menos que te den una solución...
    Llevo años haciendo colas en las salas de espera de los hospitales...y comparto contigo esas sensaciones de desasosiego que te producen...y eso que hasta el momento no he tenido que afrontar ningún diagnostico fatal de ninguno de los míos..."toco madera"...aunque no soy nada supersticiosa...y el tema del trece no me preocupa, mas que el 12...espero que por acá empezamos a remontar esta dichosa crisis que amenaza con quedarse de forma permanente...
    Restablecido el suministro de internet tu hijo estará más tranquilo...y en cuanto al polvo...tomátelo con calma...y no te eches a llorar...que ya sabes que no puedes...que tienes lo ojos secos...jejeje...
    un abrazo y disfruta en lo que puedas de tus vacaciones...

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    1. ¿No es irónico que le diagnostiquen ojos secos a una llorona de primera calidad? Ay, Julia, estos días estoy entre llorar de pena y llorar de risa, y así se van llevando las lágrimas la angustia, el miedo y hasta el polvo.

      La crisis, mi querida amiga, es en efecto permanente, allí, aquí y en nosotros: crisis es cambio, y el cambio no es más que la ley de la vida. Pero entiendo a lo que te refieres porque aquí estamos sumidos en algo similar.

      Yo te mando un beso grande y te agradezco por tu apoyo de siempre!

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  12. Bueno,querida amiga,yo no soy de numerología ni nada de eso que podría considerarse supersticiones,¿para qué?

    Doy por sentado que lo que haya de pasar,pasará por mucho que me empecine en lo contrario,aunque sí creo que hay cosas que puedo al menos intentar cambiar y aunque así lo hago-intentarlo digo-no siempre lo consigo,pero me queda la satisfacción de haber hecho el esfuerzo por mucho que los números o cualquier otro misterio diga lo contrario.

    Contrariada sí que me quedo de verdad viendo la semejanza de la sanidad en tu país como en el mío donde las esperas pueden ser largas,tediosas hasta el infinito y el resultado tan desalentador que más valdría no hacerlas.
    Claro está que no habiendo otra...hay que hacerlas,pues con la salud no se juega y de todos es sabido,que a la postre,nos hemos de rascar los bolsillos precisamente para tenerla y no jueguen con ella quienes tienen un seguro a todo tren sin importarles la vida o muerte del populacho.

    En fin...
    El trece me parece tan buen número como otro cualquiera.
    Cuídate esos ojos secos y no dejes que te atormente mucho la sequedad que te pueda producir la rutina tan odiosa en tantas ocasiones.
    Besos.

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    1. Estoy bebiendo mucha agua, mi querida Marinel, para refrescarme, hidratarme y purificarme. Porque además de ojos secos padezco de boca seca. El agua en cantidad limpia el cuerpo y la rutina. Por alguna razón se me va haciendo claro como el agua el nombre de este blog. Y por alguna razón nos enfermemamos: creo que la enfermedad siempre trae bajo el brazo una lección que necesitamos aprender.

      Un beso grande y muchísimas gracias!

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  13. No pude pasar antes. El panorama que describes es demasiado humano. Y ciertamente algunos pasajes, como en la vida, duelen. Tu sinceridad, tu forma de compartir esos malos tragos producto de no se sabe cuantos desafueros, te convierten en una valiente de primera.
    Es imosible no reconocerse en esas salas de espera repletas de gente. Todos lo hemos vivido y realmente no sé que lección extraer. Paciencia,desde luego. Un placer leerte y compartir tus textos. Aver que tal nos va con el 13. Fuerte abrazo.

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    1. Es curioso que suene valiente cuando me siento tan acobardada ante la enfermedad, mi querido amigo.

      A ver que tal nos va... de ver claro se trata.

      Un abrazo grande y muchas gracias, Víctor.

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