Camellos caminando en el desierto
"Lo que embellece el desierto es que esconde un pozo en alguna parte."
Antoine de Saint Exupéry, El Principito.
"Lo que embellece el desierto es que esconde un pozo en alguna parte."
Antoine de Saint Exupéry, El Principito.
Los desiertos existenciales se transitan en todos los planos: en el afectivo y vincular, en el vocacional y hasta en el de la fe. Sin transitarlos de tanto en tanto no hay crecimiento posible ni madurez. Requieren de una templanza enorme ante la ansiedad que asedia. Son etapas de despojo de viejos roles con los cuales nos sentíamos fuertemente identificados, tiempos en los que se hace necesario discriminar lo esencial de lo superfluo para seguir camino más aligerados. Resulta, además, necesario tener en claro que se trata de un lugar de paso. Aun así, en este estado, se conecta profundamente con nuestra propia fragilidad, transitoriedad y hasta con un sentir de cierta indigencia, que también tiene que ver con lo que se vive en el mundo del afuera, aunque la sensación proviene primordialmente del interior.
En la literatura, abundan las historias que se enmarcan en el contexto del desierto. El ejemplo más relevante lo hallo en El Principito, una obra que erróneamente ha sido catalogada como literatura infantil, y, sin embargo, se puede leer cientos de veces y encontrarle nuevos significados. Es lo que podría considerarse literatura iniciática, ya que en ella el protagonista es introducido en un camino de aprendizaje y maduración arduo donde confluyen tanto la acción como la contemplación. En ese periplo se van descubriendo los anhelos profundos del corazón humano y se llega a resignificar el sentido mismo de la vida, la amistad y el amor.
La Biblia es, sin dudas, el libro donde más abundan historias que se desarrollan en medio del desierto. Los desiertos bíblicos son variados, tanto en cantidad como en simbolismo, de igual modo para los profetas del Antiguo Testamento — quienes lo vincularon con el derrotero del pueblo de Israel —, como para el mismo Jesucristo. En tiempo cuaresmal, los cristianos recordamos los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto ayunando y orando. Aunque mucho más fructífero que la acción en este lugar de retiro del bullicio mundano es la introspección que trae como consecuencia el encuentro con uno mismo. Para cualquier mortal el aislarse para estar a solas con uno mismo puede significar enfrentarse a lo peor del propio corazón, y así, ser capaces de sanarlo.
Hay una figura singular que subyuga como ejemplo del despojo desértico: el místico contemplativo Charles de Foucauld (1858-1916). Habiendo nacido en el seno de la aristocracia, experimentó una fuerte experiencia de conversión que lo llevó a vivir la pobreza radical como ermitaño en pleno corazón del desierto del Sahara. Su misión principal consistió en combatir "la monstruosidad de la esclavitud" en África. Convivió con los bereberes, desarrollando un ministerio nuevo. Su premisa era el ejemplo y no el discurso, por lo cual estudió la cultura de los tuaregs durante más de doce años y tradujo el Evangelio a sus lenguas. Su oración de abandono absoluto a la voluntad de Dios siempre me ha impresionado:
A boca de jarro
En la literatura, abundan las historias que se enmarcan en el contexto del desierto. El ejemplo más relevante lo hallo en El Principito, una obra que erróneamente ha sido catalogada como literatura infantil, y, sin embargo, se puede leer cientos de veces y encontrarle nuevos significados. Es lo que podría considerarse literatura iniciática, ya que en ella el protagonista es introducido en un camino de aprendizaje y maduración arduo donde confluyen tanto la acción como la contemplación. En ese periplo se van descubriendo los anhelos profundos del corazón humano y se llega a resignificar el sentido mismo de la vida, la amistad y el amor.
La Biblia es, sin dudas, el libro donde más abundan historias que se desarrollan en medio del desierto. Los desiertos bíblicos son variados, tanto en cantidad como en simbolismo, de igual modo para los profetas del Antiguo Testamento — quienes lo vincularon con el derrotero del pueblo de Israel —, como para el mismo Jesucristo. En tiempo cuaresmal, los cristianos recordamos los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto ayunando y orando. Aunque mucho más fructífero que la acción en este lugar de retiro del bullicio mundano es la introspección que trae como consecuencia el encuentro con uno mismo. Para cualquier mortal el aislarse para estar a solas con uno mismo puede significar enfrentarse a lo peor del propio corazón, y así, ser capaces de sanarlo.
Hay una figura singular que subyuga como ejemplo del despojo desértico: el místico contemplativo Charles de Foucauld (1858-1916). Habiendo nacido en el seno de la aristocracia, experimentó una fuerte experiencia de conversión que lo llevó a vivir la pobreza radical como ermitaño en pleno corazón del desierto del Sahara. Su misión principal consistió en combatir "la monstruosidad de la esclavitud" en África. Convivió con los bereberes, desarrollando un ministerio nuevo. Su premisa era el ejemplo y no el discurso, por lo cual estudió la cultura de los tuaregs durante más de doce años y tradujo el Evangelio a sus lenguas. Su oración de abandono absoluto a la voluntad de Dios siempre me ha impresionado:
Padre, me pongo en tus manos,
haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal que tu voluntad se cumpla en mí,
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te confío mi alma,
te la doy con todo el amor
de que soy capaz,
porque te amo.
Y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.
Desearía que mi fe fuese tan fuerte como para entregar mi destino en las manos de alguien de ese modo. Lo cierto es que, por estos días, transito en el desierto sin lograr descubrir dónde se esconde ese pozo de agua que lo convierta en un lugar de belleza y pleno de sentido. Seguiremos caminando sin brújula y haciendo introspección, pero con la firme esperanza de emerger de este desierto existencial.
¿Sabes Fer?
ResponderBorrarEs difícil ser, y no me refiero a ser humano sino a sentir esa humanidad en toda su amplitud y sin reservas. Es, aparentemente fácil acomodarse, casi aclimatarse a este desierto en el que todos venimos abocados por el misterio, sin embargo, por momentos, además de ser porque sí dejándonos llevar, nos vemos de repente en la realidad de lo poco que somos ante esta vastedad, en este territorio desértico que es el vivir y o bien nos ponemos como escudo una FE con letras mayúsculas o bien, tras la introspección profunda de la parada, tomamos de nuevo lo acomodaticio de dejar que la arena nos devore lenta pero segura.
A mí también me encantaría tener una fe a prueba de desiertos, pero también es tarea ardua viendo en derredor y en una misma lo cruento del tránsito...
Y todo por, como dijo el Principito:
Es evidentemente que en nuestra tierra, somos demasiado pequeños para deshollinar nuestros volcanes. Por eso nos causan tantos disgustos...
No sé qué más añadir para animarte, si pudiera te construiría un oasis pero ya, aunque estoy segura de que tú lo encontrarás.
Besos muchos.
Son estados del alma, Marinel. No dejo de valorar todo lo bueno que hay en mi vida y dar gracias por ello todos los días. He salido de desiertos mucho más áridos, y seguramente la vida me enfrentará con otros. Escribir sobre lo que se siente es una forma de exteriorizarlo, comprenderlo y superarlo.Te agradezco profundamente tu sensatez de siempre y tu enorme empatía y calidez.
BorrarMuchos besos!
Fer
Todos crecemos !Es ley de vida!, y nos tomamos tan enserio el papel de ser adulto que en ocasiones nos olvidamos que alguna vez fuimos niños, que en algún momento tuvimos esa inocencia como la que se manifiesta en el Principito, nos perdemos en ese desierto....y las cosas se ponen difíciles a veces, muy duras. Tener fé? sí, pero en ti misma. Tú eres la única que puede mover tus montañas, traer agua a tu desierto...
ResponderBorrarUn beso muy grandote
Acertadas palabras. Gracias, Marybel.
BorrarUn beso muy grandote para ti también.
Fer
Juguemos a la búsqueda del tesoro!!
ResponderBorrarAy Fer, qué coincidencia...?
En algún momento se emerge, estoy segura.
Un beso!
Dale, Dana!! Te lo dije. La tenía escrita y ni siquiera me animaba a publicarla. Pero cuando leí la tuya, me animé. Sí, seguro que en algún momento vamos a emerger.
BorrarUn beso y gracias!
Fer
El desierto es lugar de pocas flores, pero bellísimas! Pasa que a veces, la flor más hermosa del jardín, no sabe que lo es... por ser la única. Lo verás en cualquier momento, no te quepa duda!
ResponderBorrarUn abrazo ASÍ de grande, querida Fer.
Hermosa imagen, querida Cristal. Muchísimas gracias.
BorrarUn abrazo ASÍ de grande para ti también.
Fer
No he leído el Principito, pero si la Biblia, y entiendo la analogía que presentas. Se necesidad soledad para meditar. Cada uno nos enfrentamos a nuestro propio desierto, aunque haya muchos que huyamos de el, hundiéndonos en un espeso bosque de entretenimientos con el afán de no encontrar respuestas profundas. Pero tal vez nunca salimos de ese desierto y lo que vemos en esos bosques tan solo sean espejismos. Me gusta tu reflexión.
ResponderBorrarAbrazos fraternos
A mí me gusta tu reflexión también, Alejandra y entiendo tu propia analogía. Agradezco tus cálidas palabras y cada gesto que tienes a bien dispensarme.
BorrarAbrazos fraternos.
Fer
Tú misma lo indicas, querida Fer, a través de las citas que escoges para esta entrada, sobre todo esa primera de Saint Exupéry que alude a la existencia de un pozo de agua en el desierto. Y es que todo en la vida, hasta los estados más descorazonados y deprimentes, tienen un tesoro oculto, una pepita de oro que quizá no sabemos encontrar en el momento en el que estamos inmersos en ellos, sino después, cuando el tiempo y la experiencia nos dicen lo mucho que aprendimos de las malas etapas, las que nos han hecho crecer, madurar, ser transigentes, personas en suma.
ResponderBorrarEs indiscutible que la fe ayuda en los malos momentos, pero si no se tiene (a mí me pasa) ayuda esa otra fe que casi todo humano posee: la fe en los valores, la esperanza en días mejores, la apuesta por uno mismo, el reto de la existencia.
Eres fuerte e íntegra, así que sé de sobra que emergerás de toda noche oscura que pases.
Mi cariño, mi apoyo y mi admiración por tus letras.
Un besazo.
Muchas gracias, querida Isabel. Se están viviendo tiempos difíciles en mi tierra, donde no se vislumbra claramente un horizonte que nos brinde la esperanza de días mejores. Tal vez eso repercuta en el ánimo mucho más de lo que somos conscientes. De todas formas, sé que la cuestión es cíclica, y que no hay mal que dure cien años... Vaya también mi cariño por ti y mi enorme admiración por tus logros.
BorrarUn besazo.
Fer
Te deseo mucha suerte en tu devenir pero recuerda lo que decía Kavafis, un hombre que vivía muy cerca de los desiertos: lo importante no es el destino, el pozo de agua, si no lo adquirido en el camino.
ResponderBorrarTen siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
A mí también me ha dado lecciones magistrales El Principito y por supuesto La Rosa :)
https://www.youtube.com/watch?v=c_iZRfCEaaQ
Besos
Uno de mis poemas favoritos, amigo Krapp. Me lo obsequiaron cuando me recibí de profesora, en otra vida... Sé que el viaje enriquece. Sólo que a veces parece que nuestros pies se rehúsan a andar. Es una sensación que tiene que ver con tantos cambios vitales que he decidido tomar y con los del entorno. En principio hubo euforia, y ahora he caído en la realidad, y así se siente. Por supuesto está siempre la rosa para enseñar:
Borrar"Amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos. Amar es darte un lugar en mi corazón para que te quedes como padre, madre, hermano, hijo, amigo, y saber que en el tuyo hay un lugar para mí. Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. La manera de devolver tanto amor es abrir el corazón y dejarse amar."
Ya lo entendí, ahora tengo que vivirlo, como le contestó El Principito.
Besos y gracias por las buenas lecciones y la paciencia de siempre.
Fer
En una ocasión escuché decir a alguien que "Dios creó el desierto para que el hombre pudiera sonreír al ver las palmeras"
ResponderBorrarSiempre lo he pensado y me reafirmo en ello: los desiertos más penosos no son los de arena sino los del corazón....Hoy añadiría algo más: cuando el futuro se vislumbra en forma de desierto y las palmeras brillan por su ausencia, la desesperanza nos embarga y entristece
Interesante metáfora la del desierto...
Besos, Fer
Tiene mucho que ver con la desesperanza generalizada, me temo. Muchas gracias por tu aporte.
BorrarBesos.
Fer
Ciertamente no se que decir. Desearte lo mejor suena hasta frase fácil y hecha, prefabricada. Y aun así lo hago. Lo de entregarse y ponerse en manos de voluntad ajena aunque sea divina....es una opción. Respetable, desde luego. Yo prefiero que la ayuda me pille construyendo, cavando para encontrar el oasis.
ResponderBorrarHay un exilio interior, un desierto interior, del que solo nosotros podemos salir, rompiendo las cadenas y saliendo de la caverna.
Y luego hay condicionantes externos ante los que nuestras voluntad y toda ayuda es poca.
Todo suma Fer. Y en ocasiones se obra el milagro.
Tampoco se si este comentario te llegará. Son ya tantos los que se han ido al limbo. Aun así de vez en cuando te sigo dejando algo. Si este tampoco llega,no pasa nada. En ocasiones es suficiente aliento la propia lectura, aunque no se deje huella. Algo así sucede ne el desierto, que el viento borra con facilidad toda huella. Animo Fer, estación claridad, vamos llegando. Un abrazo
Te agradezco mucho la visita y el apoyo de siempre, Victor. Tus huellas no se borran con facilidad, te lo aseguro. Claridad, mucha paciencia, tiempo de espera y construcción son sin dudas los ingredientes que estoy amasando para que se produzca ese milagro que se positivamente que me sacará de las arenas.
ResponderBorrarUn abrazo.
Fer
Fer como tu bien dices es necesario transitar esos inhóspitos caminos, para mirar hacia adentro, para encontrar un nuevo sentido a las cosas...y estoy segura que de este periplo saldrás renovada, con mas fuerzas y con una fe mas firme ...
ResponderBorrarmientras te dejo un abrazo...
Muchas gracias por tus cálidas palabras de ánimo, querida Julia.
BorrarUn fuerte abrazo.
Fer
No sé si es lo más aconsejable en el desierto el buscar agua; son tan ínfimas las posibilidades de éxito que, si se pone demasiado empeño, el suceso más posible: el fracaso, puede traer consecuencias trágicas.
BorrarDicho lo anterior siempre he creído que el sentido de carencia que se le da a la palabra es erroneo. El desierto es algo inmenso y maravilloso que encierra una compleja y brillante armonía. Los oasis son como pequeñas imperfecciones dentro de esa armonía, aceptadas con el mayor de los respetos.
Un abrazo.
No sé realmente qué es lo más aconsejable en momentos como este, mi estimado Manuel. De lo que sí estoy segura es de que el sentido de carencia en medio de estos momentos que se nos hacen desiertos es totalmente erróneo. Hay mucha riqueza aun en en medio del desierto, eso sí es verdad. Es tan sólo cuestión de aprender a mirar y ver.
BorrarMuchas gracias por tu visita y tu comentario.
Un fuerte abrazo.
Fer