¡Hoy, domingo, otra alegría: publicaron una carta en "Yo Lector" en La Nación Revista (pág. 4) en la que insisto (porque soy insistente, aviso, aunque no creo que vaya a lograr ver en mi vida algún cambio del sistema educativo ni de las políticas sociales), sobre la mala diagramación del calendario escolar y los problemas que genera, a educandos, educadores y padres, aunque este esquema beneficia a la industria del ocio y del consumo. La autora , Susi Mauer, psiquiatra y autora de libros, critica la vorágine de la vida de los niños modernos: escuela de jornada completa , actividades extra que "exige el mercado" hoy en día, y la consecuente ausencia de "tiempo no apurado" , "tiempo de jugar", "suelto y no enjaulado" como decía la genial María Elena Walsh, a quien ella merecidamente homenajea en su posdata, amén del caos que genera un ritmo de vida tan vertiginoso y vacío de contacto real fundamentalmente entre padres e hijos.
En esto estamos de acuerdo: pero realmente no todos elegimos vivir apurados. Hay todo un movimiento gestándose y desarrollándose en otras latitudes que ensalza y promueve lo "slow" como lo opuesto al "fast" ( es decir, lo lento y no lo rápido) : "slow food", "slow living", etc. Mi cuestionamiento parte de qué ofrece el afuera para no tener que caer en la trampa de la vorágine ni del consumo para llenar tanto tiempo de ocio concentrado (vacaciones larguísimas, sin actividades de recreación sanas y gratuitas). Hay que pagar para entretener a nuestros hijos y llenar sus veranos, o entregarlos a las manos de la tecnología de la que desconfiamos, o apelar a nuestra creatividad en medio de nuestros quehaceres cotidianos, lo cual no es nada fácil...
Y luego se larga la carrera del año lectivo, sin pausas, aunque este año empezó con dos feriados interminablemente largos, mal programados a principios de ciclo, cuando todos estamos descansados y con el bolsillo flaco a causa de las vacaciones y los primeros gastos escolares, que no son poca cosa. Por supuesto que todos no incluye a aquellos que siempre pueden viajar, que llenan las agendas de sus hijos y las propias por esnobismo, o por no asumir la responsabilidad de paternar en calidad y cantidad de tiempo, o tal vez por la necesidad de dinero, o quizás por vivir para llenar los agujeros que se forman por no "invertir" en los verdaderos vínculos y el buen vivir, ese que se mide con el alma, tan olvidada y pasada de moda, con la vara del amor y la felicidad, y no con el bolsillo. No todos elegimos vivir para trabajar o para tener más. Muchos trabajamos para vivir y para tener lo que nos hace falta. A toda esa gente, creo que la gran mayoría, este estado de cosas, este calendario escolar, esta falta de planeamiento social y recreativo para nuestros chicos y para nosotros adultos, estas políticas laborales, no nos ayudan en lo más mínimo. Y no elegimos la vorágine del año escolar: somos sus víctimas y la padecemos.
A modo de ejemplo, en mi barrio hay un parque polideportivo municipal gratuito. Yo tengo el privilegio de tomar clases de gimnasia al aire libre todas las mañanas de 9 a 10 en forma libre y gratuita,con el requisito de presentar un apto físico una vez por año, y bajo la supervisión de una excelente docente de educación física que trabaja allí hace cosa de 20 años. Asistimos más mujeres que hombres, por el horario, claro está, en cantidad. Y cada mañana de verano en la que concurro, veo con tristeza el vacío de las instalaciones del parque a excepción de la cancha de volley que nosotros ocupamos. Y no puedo evitar preguntarme por qué no hay más docentes especializados trabajando para, por ejemplo, los chicos, organizando clases de basket, futbol, o patín, ya que hay canchas y espacio para eso. ¡¿Por qué?!
Si mis hijos vienen conmigo, no tienen nada ni nadie con quien estar, y nada organizado que hacer: ¡¿por qué?!
Si los profesores necesitan trabajar, y los chicos necesitan hacer deportes al aire libre supervisados por adultos idóneos, y los adultos padres necesitamos que alguien entretenga a nuestros hijos en tiempos en los que no podemos dejarlos salir a jugar a la calle o ir a las plazas solos.
Después nos quejamos de que se quedan hasta tarde mirando T.V. o jugando con la playstation, o chateando y demás yerbas en internet. Y otra vez me pregunto: ¿qué les ofrecemos nosotros, los adultos responsables, como opción? ¿Colonias dónde parecen fideos en la sopa de una pileta repleta, con un clima que no siempre favorece ese tipo de recreación, expuestos a las otitis, los hongos, la insolación y los resfríos? Y otra vez una vorágine de horarios y rutinas como durante el año...¿Por qué no ofrecer un par de horas de deportes que les permita interactuar con chicos de sus edad a una hora razonable, como es la mañana, y cerca de casa, mientras mamá también puede hacer ejercicio, porque lo necesita igual que ellos?
Creo tener un par de respuestas a estas preguntas retóricas, pero prefiero no explayarme demasiado... Ya avisé que no soy optimista con respecto a un cambio de paradigma en lo inmediato.
A boca de jarro