René Magritte, La traición de las imágenes (Esto no es una pipa)
1928/29. Los Angeles, County Museum.
Según Sergio Sinay, la felicidad... "sólo puede vislumbrarse luego de algunas travesías existenciales que no se transitan sobre un lecho de rosas." Sinay se nutre de los aportes para él fundamentales de pensadores como Victor Frankl, en primer lugar, como él mismo señala, Carl Jung, Erich Fromm, Martín Buber, los pensadores exitencialistas Emmanuel Kant, Sam Keen, Norberto Levy y lo que cosechó por su paso por la Gestalt de AGBA (Asociación Gestálticade Buenos Aires); además de otros aportes de sus compañeros de ruta a quienes nombra en su libro o elige dar por sentados. Iluminado en su lúcida reflexión acerca de la perenne búsqueda de este estado de gracia que tanto nos es esquivo a tantos, posiblemente por las fantasías que tenemos con respecto a lo que en realidad es, no titubea en denunciar la conspiración de la que somos víctimas en contra de la felicidad misma.
El libro, titulado "La felicidad como elección", La dicha posible más allá de las falsas ilusiones, Editorial Paidós, 2011, abre así:
"Hay una conspiración contra la felicidad y en este libro me propongo denunciarla. Es una maquinanción peligrosa, porque usa el nombre de la felicidad para vaciarla y desvirtuarla y lo hace con fines de lucro, de poder y de manipulación de conciencias. Las siguientes páginas nacen de la indignación que, en lo personal, me provoca esta perversa conjura. Una indignación que surge de advertir cómo los conspiradores ganan terreno y cómo, mientras lo hacen, crean condiciones para la verdadera infelicidad, la de una vida sin sentido. Esta conspiración no es inocente, y por eso ponerla en evidencia resulta, para mí, una cuestión de principios."
(...)
"El problema con estas lucrativas estafas es que no sólo afectan a los estafados. Vivimos en el mundo, somos parte de un todo y no tenemos razón de ser fuera de esa totalidad. Cuando es afectada, nos afecta. El pez que nada en aguas contaminadas no puede beberlas, no respirar su oxígeno, no enfermar y, acaso, no morir. De nada sirve proponerse ser feliz en un mundo en el que la felicidad es deshonrada cada día. Es inútil aislarse a recitar mantras, irse a meditar a la punta de una montaña, pretender que el humor de los otros no nos afecte o ser inmunes a la infelicidad reinante. Todo es energía, y las vibraciones de la desdicha nos llegan sí o sí. Con los estafadores de la felicidad tengo una cuestión personal, porque no sólo engañan a quienes pescan. Hacen que el mundo sea peor todos los días."
Aquí muchos lectores podrían dejar de leer un libro que resulta hiperrealista, pero en la línea siguiente aclara, aunque no engaña, afortunadamente:
"A pesar de ellos, la felicidad es posible, su registro es una experiencia humana suprema y trascendente, y ella es una realidad en la vida de muchas personas."
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René Magritte, La condición humana. |
Existe, según Sinay, "un dogma de la felicidad", una idea autoritaria por la cuál deberíamos pensar que fallamos nosotros si no logramos dar con ella una mañana de un día cualquiera, luego de haber "comprado" el método más indoloro y rápido para encontrarla. Pero en verdad, ser feliz es un trabajo que requiere confrontarse con el sentido de nuestra existencia y hacernos preguntas de difícil respuesta.
"La gente feliz aprecia lo que tiene, honra lo que logra por mérito propio, vive en estado de conciencia, explora respuestas a la pregunta por el sentido de su vida y se hace cargo de las consecuencias de cada respuesta, no evita los dolores que son parte del camino, convierte los tropiezos en lecciones, crea vínculos sólidos y los sostiene en la honestidad y el compromiso emocional, no busca culpables para sus decepciones o imposibilidades, invierte tiempo, atención y afecto en el otro, prioriza lo que es por sobre lo que hace o lo que tiene, comprende a través de la experiencia que como es adentro es afuera y no al revés."
No hay fórmulas mágicas: seguir haciéndose preguntas de difícil respuesta es la brújula que orienta las travesías existenciales con rumbo a la felicidad...
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René Magritte, Los campos. |
A boca de jarro.