¿Dónde está?
¿Dónde lo hemos perdido?
¿Cuándo fue la última vez que verdaderamente lo escuchamos, le prestamos algo de atención, le hicimos caso, nos reímos con él, nos metimos en la trama de sus sueños?
Dice Anselm Grün en "Mi pequeño libro de Navidad", en el capítulo que lleva por nombre el título de esta entrada:
"La psicología habla hoy del niño interno que todos llevamos dentro de sí; todos fuimos lastimados de niños o sufrimos decepciones, por las expectativas que teníamos de recibir un amor incondicional. Como adultos, tenemos que entrar en contacto con el niño lastimado y asumir la responsabilidad por él, cuidándolo y vendando sus heridas. Pero no podemos detenernos en el niño lastimado, sino que debemos dejarnos guiar por él hacia el divino niño que también está dentro de cada uno de nosotros. El divino niño es una imagen que representa el verdadero yo, y que sabe exactamente lo que es correcto para nosotros, pues ya en la niñez nos mostró caminos y nos hizo encontrar un lugar seguro, en medio de lo desconocido, del desamor y de la incomprensión. La navidad nos hace recordar al divino niño que hay en nosotros, quien se aferra, en medio de la frialdad y la soledad, a mi singularidad y confía en que hay algo divino que sólo podrá ser expresado por mí. Éste es el mensaje de navidad: en el fondo de tu corazón llevas un divino niño, y cuando escuchas tu corazón, percibes con exactitud qué es bueno para ti y qué cosas cargas solamente porque otros te las han dicho. Únicamente cuando entres en contacto con el divino niño que hay en ti, tu vida se tornará auténtica y recibirá algo de la liviandad que caracteriza a los niños."
A boca de jarro
Escribí sobre la infancia hace un tiempo. Te dejo el enlace LA INFANCIA COMO PARAÍSO. En este post reflexionaba sobre la visión "primitiva" con que contemplamos las cosas en la infancia. Para mí es una época totalmente filosófica, en que reflexionamos profundamente sobre la vída y la muerte, con una pureza y una dimensión con que no volvemos a hacerlo en nuestra vida adulta. El niño que fui -no sé si divino o no- se alejó de mí el día en que mi madre murió. Nuestra relación no fue fácil, más bien fue siniestra. Pero para mi sorpresa, tras su muerte, me he sentido reconciliado con el niño que fui pero me he sentido con la necesidad de olvidarlo. Me duele porque antes necesitaba volver a él.
ResponderBorrarEl mito de la infancia, el mito del niño Jesús, no lo contemplamos del mismo modo. No soy creyente aunque fui formado por esos mitos que me parecen bellos. Aun vamos en Navidad a alguna representación sobre el Nacimiento en Belén. Aquí en Cataluña se les llama Pastorets.
No sé si hay un niño divino dentro de nosotros. Me suena algo raro. Puede ser pero ¿por qué llamarlo con un nombre tan ampuloso? Yo prefiero considerarlo un niño filosófico. Pero no sé.
En mi post del otro día intentaba (ya sé que no me sale) unas dosis de humor. Aquello de comparar la pérdida d una pierna con la del sentido del humor, no deja de ser algo estrambótic. Pero no es lo mí.
Besos.
Querido Joselu: Voy a leer ese post. También leí tu reflexión sobre la vista "El árbol de la vida", y todos los comentarios al pie, porque justo ví la película este fin de semana recién, y me conmovió tanto como me perturbó.
ResponderBorrarLa infancia es un tiempo de gran vulnerabilidad, de vivencias plenas, que dejan huella y moldean indefectiblemente al adulto que somos. Pero creo como dice Anselm Grün (a quien seguramente no leerás porque es un monje y sacerdote benedictino alemán y Jungiano, todo muy cristiano...) que ser adultos implica responder por aquel niño que fuimos, que entiendo "divino" en tanto lleva la chispa del potencial de la creación, la divinidad entendida como una expresión de la perfección de la creación: tal vez sea una noción romántica o, si prefieres, metafísica. En mi caso es mística, Joselu, porque yo soy creyente, y me vá en estas fechas.
"Responder" o "hacerse responsable" es dejar de culpar las falencias de nuestros vínculos primarios y hacernos cargo de la vida que nos ha sido dada, con sus luces y sombras. Te lo digo a ti, y en este tiempo en el que me acerco a esos vínculos que distan bastante de ser ideales y a veces hasta hieren, necesito yo misma hacerlo carne, pero no es nada fácil para nadie. Aunque veo claramente que está ahí la clave del devenir adulto.
¡Menos mal que no hablabas en serio sobre tu pierna! ¡Por un momento creí haber metido la pata :)!
Un beso, Joselu, y gracias por tu aportación.
Todos llevamos ese niño interno dentro, bonita entrada,
ResponderBorrarestos días entrañables en los que compartimos alegrías con los familiares y amigos, deseo pases unas felices fiestas.
un abrazo.
Igualmente para ti, Ricardo, y gracias por comentar.
ResponderBorrar¡Felicidades!