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martes, 10 de mayo de 2011

¡Bienvenido al mundo, Simón!

          Me nació un sobrino más: Simón.
Esto va dedicado a sus papis, y también es un recordatorio para toda la familia, que espero tomen con humor esto de una tía ya bien familiarizada con la crianza. Es también mi más sincero deseo que puedan disfrutarlo cuando tengan tiempo de verlo y leerlo tranquilos... dentro de un tiempito... 
Sí, para enero calculo que puede ser...

(¡Sepan disculparlo! Es sólo un niño muy castizo, y llama a las cosas por su nombre...)




                                                        

                                     

Y ellos lo dicen así siempre: ¡a boca de jarro!


   *Acá va otra, porque los nacimientos me inspiran: no digan que no se los avisé, ¿eh?



Criar es... por la tía Fer...



estar presente aún sin estar al lado,
mas es preciso estar;

poner tu propia vida 
entre paréntesis para ser tutor del árbol de la vida de tus hijos 
mientras te necesiten: es decir, por mucho tiempo…

tener tu cabeza y tu corazón velando
por el alma de tus hijos que tienen alas propias,
aunque vos también tenés tus propias alas y querés volar;

desvelarte por el devenir de sus vidas
que fluyen en cambio permanente,
y fluir en sintonía con el cambio;

correrte de tu propio eje
y dejar de ser el centro del universo
para dejar que ellos ocupen ese lugar;

tratar de aprender de los sabios,
aún sabiendo que de esto se aprende a fuerza
de prueba y error, a puro tesón, rabietas y amor;

sacarte el bocado de la boca
para darles a ellos con el gusto,
aunque no sientan hambre;

enseñarles el significado de la palabra “no”,
aunque siempre sea más fácil decir "sí";

conocer más de lo que les gusta a tus hijos
que de lo que te gustaba a vos antes de que los trajeras al mundo;

sufrir más por sus caídas y sus aflicciones
que si te cayeras vos mil y más veces;

desear enfermarte vos en lugar de ellos
cuando ves que ellos enferman;

sentir que darías la vida por ellos
una y mil veces si pudieras
para que la muerte no se los lleve;

llorar ante la infinita magnitud del amor y el gozo
que sentís por ellos,
aunque no entiendan la razón de tus lágrimas;

saber que aunque digamos “adiós”,
siempre será un “hasta luego”,
ya que al final nos fusionaremos
y seremos nuevamente uno
en la Bondad Infinita del Buen Dios
que nos regaló el precioso don de la Vida.
                                                                                            

  ¡Los quiero mucho, familia!                                  

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