"Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la estupidez; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la Luz y de las Tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Teníamos todo por delante, pero no teníamos nada; caminábamos directo al cielo y nos íbamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto para bien como para mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo.”
Charles Dickens, Historia de dos ciudades.
No puedo evitar recordar este aniversario
cada año porque marcó un antes y un después en nuestras vidas como ningún otro
acontecimiento desagradable antes y hasta ahora (toco madera). Hoy hace
exactamente dos años que lo despidieron a mi esposo en lo que suele denominase
como un despido masivo por reducción de personal muy característico en
esta época del año. Con él se fueron otros ocho y algunos de ellos jamás
lograron reponerse ni reinsertarse en el mundo del trabajo, con el costo
vital, vincular y emocional que eso implica.
Es una crueldad que sucede muy a menudo
para esta fecha. Primero se festeja la Navidad en la empresa, se hacen brindis entre jefes y empleados, obsequios y
votos para el año que está por comenzar, y luego te dan la noticia o te llega el
telegrama a los pocos días. La primera reacción es el absoluto descreimiento:
uno inocentemente siente que se ha cometido algún error que se podrá subsanar.
Después se siente como un baldazo de agua helada en el pecho, la desesperación y la angustia de lo que se presenta como un
volver a empezar sin saber cómo ni por dónde, con una sensación espantosa de minusvalía difícil de remontar.
Para nosotros han sido tiempos difíciles y
creo que todavía no hemos dejado el hecho atrás, aunque sí logramos encaminar
nuestra vida laboral con mucho esfuerzo sin sentirnos nunca más plenamente satisfechos con ella después de aquel golpe. Lo que queda es el temor de que vuelva
a suceder y una extraña sensación de precariedad y fragilidad, como flotar con la corriente. Se pierde la confianza en el sistema ya que es uno quien no se permite volver a
confiar en nada ni en nadie en cuestiones laborales y aprende que la única
camiseta que hay que llevar puesta es la propia, aunque esté algo percudida.
A pesar del trauma, rescato la enorme
lección que nos dio a todos quienes lo conocemos y lo queremos bien mi
compañero de ruta en este tiempo, no sin altibajos, claro, pero siempre
luchando, siempre levantándose a enfrentar el día. Él nos enseñó a través del
ejemplo el significado de la palabra resiliencia.
Los 29 de cada mes es costumbre para los
argentinos de las clases trabajadoras que la reman en nuestro país comer
ñoquis, porque las pastas resultan un menú económico para los
bolsillos enflaquecidos a fin de mes. Y es también tradición poner debajo del
plato ya servido un billete, como deseo de que entre prontamente dinero al
hogar. Nosotros no observamos la tradición de los ñoquis del 29, pero
aprendimos su significado y este día, el 29 de diciembre, es un día marcado a
fuego en nuestra memoria. Hoy brindamos por haberlo dejado atrás, por
habernos puesto de pie y haber seguido andando, aunque aprendimos que no hay garantías de ningún tipo, y nos hermanamos con todos los
que estén pasando por alguna situación semejante en esta fecha tan especial.
"...
precariedad, inestabilidad, vulnerabilidad son las características más
extendidas (y más dolorosas) de las condiciones de vida contemporáneas. (...) La
precariedad es el signo de la condición que precede a todo lo demás: los medios
de subsistencia (...) o sea, los que dependen del trabajo y del empleo (...) se
han vuelto extremadamente frágiles, pero continúan haciéndose más quebradizos y
menos confiables año tras año. El progreso tecnológico augura aún menos
empleos, y no más. No existen tampoco habilidades ni experiencias que, una vez
adquiridas, garanticen la obtención de un empleo, y en el caso de obtenerlo,
éste no resulta duradero. Nadie puede presumir de tener una garantía razonable
contra el próximo "achicamiento", "racionalización" o
"reestructuración"... La "flexibilidad" es el slogan del
momento."
Zygmunt Bauman, Modernidad Líquida
A boca de jarro