"Los médicos y los psicólogos
concuerdan actualmente en que el ritmo constituye un componente esencial del
ser humano. El hombre tiene un ritmo de tiempo interior."
Anselm Grün, El misterio del tiempo, "Tiempo ritmado", Bonum.
Siempre que estoy convaleciente tengo la
necesidad de buscar orientación y apoyo en libros que aparecen en ese preciso
momento en el que más los necesito. Creo que la casualidad es causal: es
simplemente que se agudiza la sensibilidad, que lo que pasaría inadvertido en
momentos de fortaleza y omnipotencia no se escapa en tiempos de mayor
fragilidad. Esto me sucede con los libros de Anselm Grün, monje y sacerdote
benedictino, doctor en Psicilogía, Teología y Ciencias Empresariales, además de consejero espiritual, conferencista y voraz lector, que me ha
llevado a aprender mucho gracias a que alimentado por sus lecturas se ha
convertido en un autor prolífico de quien ya he leído una veintena de libros.
El misterio del tiempo se adentra
en la vivencia moderna del tiempo comparándola con el mito griego de Cronos,
que castró a su padre por envidia de su poder. Así Cronos logró derrocar a su
padre y luego, haciendo caso de un oráculo que le vaticinó que sería destronado
por uno de sus hijos al igual que él había hecho con su progenitor, Urano,
cortándole los genitales, los devoró uno a uno tragándoselos ni bien nacían, de
lo cual sólo se salvó Zeus, quien finalmente cumplió la profecía y derrotó a su
padre.
Es esta la figura mítica o simbólica que ha moldeado
nuestra percepción del tiempo en occidente, y al observarla entendemos por qué
sentimos que el tiempo gobierna todo, que es necesario medirlo, frenarlo,
acelerarlo, prolongarlo, ahorrarlo, gestionarlo, optimizarlo, a veces hasta
matarlo. El tiempo así vivido devora todo lo existente, incluso en el momento
preciso de producirlo. Se trata de un tirano que domina nuestras vidas con su
paso mensurable, secuencial y cuantitativo, y que termina por engullir
nuestros frutos dejándonos llenos de un vacío estéril que sólo genera presión y
angustia.
Pero ya los griegos reconocían otra expresión del
tiempo al que denominaban Kairós, también "Ocassio" para la cultura latina, el tiempo de las cosas, donde se combinan la potencia y la eficacia con la armonía y la mesura. Es también un dios pero el del momento
oportuno y la medida justa. La naturaleza cualitativa de esta forma de
experimentar el instante se asocia con un tiempo interno que tiene que ver con
el fluir de la existencia pura y no se mide con el reloj, porque no transcurre
sino que se plenifica en la vivencia del presente, en el que el pasado y el futuro se funden. Grün aclara que es un tiempo
"agradable", "tiene buena calidad: se caracteriza por la gracia,
el amor, la sanación, a integridad, la plenitud". Es una dimensión
donde Cronos se detiene y hace que el instante trascienda al margen de lo que marca el tiempo externo, el del reloj. Es, en definitiva, un "tiempo
ritmado".
No es difícil entender a Kairós si pensamos en lo
que representaba el tiempo para nosotros en la infancia, cuando pasábamos horas
jugando sin preocuparnos por qué hacer después o cuándo finalizar. Es esa
calidad de temporalidad en la que perdemos la noción de su paso y nos dejamos llevar
por el fluir de la actividad que nos absorbe y nos resulta puro disfrute, como
cuando hacemos algo que nos resulta placentero. Tal vez sea lo que más se
acerque a lo que entendemos por felicidad.
Lo que sí es difícil para la mayoría de los mortales es asociar esta vivencia del tiempo con nuestra rutina, nuestro
trabajo, nuestros quehaceres cotidianos. Kairós es lo que más escasea, lo que
más añoramos, lo que buscamos en nuestros ratos de ocio y muchas veces somos
incapaces de encontrar. Es que, según Grün, hemos perdido el ritmo. Sólo un
ritmo que aligere el tiempo que marca el reloj, y nos
libere de su tiranía mundana y utilitaria como si nos diera alas para conectarnos con el ritmo
interno, el del alma, es el que hace que se evapore el agobio, la tensión y el
estrés, el que nos permite experimentar el momento y sentir que formamos parte
del inagotable fondo de lo Uno.
Cuando el cuerpo a través de ciertos síntomas nos
hace saber que el alma sufre porque no respetamos su ritmo, porque hemos dejado
de vivir de acuerdo a su propia cadencia y lo hemos tomado como lo normal,
porque ya no nos movemos en función de la unidad cuerpo-alma que somos sino que intentamos estructurar
las horas y encorsetarnos en la grilla que con ellas creamos por el hacer permanente
que se impone, porque arremetemos contra el reloj sin encontrar sentido
profundo al desborde y la agitación que sobrevienen, es precisamente cuando
algo sucede que nos fuerza a entrar en la dimensión de Kairós y atisbamos el
misterio del tiempo, que no es otra cosa que el misterio del límite
que nos es dado para vivir en este mundo y dejar nuestra huella. Conectar con
este misterio es "una invitación a la esencialidad y primitivismo, a la
autenticidad de el estar presente".
Veremos si todo lo que ha revelado esta lectura
inspiradora y este proceso de sanación que seguirá su ritmo interno, y no el que los profesionales de la salud que me asisten vaticinan o el que yo misma desearía, se puede
sostener a partir del lunes, cuando se acaba el tiempo del receso invernal y
toda la familia vuelve a enfrascarse en la ineludible dictadura de Cronos, cuyo
acatamiento hace que en ocasiones el alma emita un grito de dolor. Pondré todo de mí para que así sea.
A boca de jarro