"Quiero la cosa, pero no
ser la cosa." Fernando Savater
"Lista de motivos para festejar", "Un regalo para cada uno", "Tiempo de compras", "El
arbolito espera llenarse de regalos", "... un sinfín de opciones para
agasajar a chicos y grandes", "... recetas y otras claves para una
gran Nochebuena"... Así nos venden la Navidad por estos días en esta
tierra.
Más allá de la situación económica en la que cada
uno se encuentre y lo agradable que puede llegar a resultar agasajar y hacer regalos a
quienes amamos, este tiempo de Navidad nada tiene que ver con todo eso. Los
motivos para festejar, o no, tendrá que encontrarlos cada uno. Elegir qué hacer
y cómo pasar este tiempo debería ser una decisión personal, aunque, como
Fernando Savater explica en su ensayo Ética
para Amador, son las circunstancias las que nos fuerzan a elegir y la
decisión que tomamos puede deberse a diversos criterios, generalmente
vinculados con nuestros principios y nuestra cultura. Es necesario ante todo
estar bien con uno mismo para estar bien con los demás y para los
demás, y esto no sucede de acuerdo al calendario.
Me parece sumamente interesante en este
tiempo examinar cuidadosamente qué relación existe entre nosotros mismos y las
cosas, cuando todo lo que se nos ofrece como opción de festejo son justamente
bienes materiales. Al tener cosas, las cosas nos tienen a nosotros, se adueñan
de nuestro ser, nos poseen. Lo acabo de observar en un supermercado abarrotado
al que fui incidentalmente a buscar una cosa que nada tiene que ver con las
compras navideñas, que me resultan una carga. Salta a la vista que somos
poseídos por los objetos que adquirimos o deseamos tener y sin embargo parece
que ni siquiera lo notamos. De lo material sólo puede obtenerse lo material, y
nada está más alejado del verdadero espíritu navideño, absolutamente despojado,
sencillo y pobre materialmente, aunque riquísimo en compromiso con los demás,
presencia y templanza ante las pruebas de nuestra humanidad. Éste es el tiempo en el que más que
nunca en el año se me hace claro y tal vez este año mucho más que otros. Lo
material puede darnos la impresión de tener una buena vida, como solemos decir,
"un buen pasar", pero sin vínculos profundos, sin interactuar con
los demás más allá de la materialidad que también somos, no encontraremos más
que vacío y sinsentido en estas fechas.
Intento transmitirles ésto a mis hijos aunque aún
sean muy inmaduros y por lo tanto vulnerables a las órdenes de los medios
masivos y el enorme poder que ejercen sus mensajes y órdenes sobre ellos.
Además, como explica Savater en su prólogo, no es mi intención proporcionarles
aún "más motivos para el parricidio de los ya usuales en familias bien
avenidas". Quiero darles ese regalo que desean, pero no ser
simplemente la mano que les dio lo que esperaban recibir materialmente en la
vida. Quiero ante todo ser todo ojos para ellos, para que nada de lo que les
suceda me pase inadvertido, una enorme oreja para cuando necesiten escucha, un
buen abrazo que los cobije y los conforte cuando así lo sientan, un corazón que
se alegre y sufra al compás de sus experiencias, una voz que les de ánimos y
confianza cuando deban enfrentarse a sus más horrendas pesadillas, tal como
ilustra Savater. Y lo mismo espero de ellos y de todos mis seres queridos para
conmigo. Tal vez sea demasiado esperar, lo sé. Estamos demasiado "cosificados"
como para ser capaces de dar y recibir tan inmaterialmente a estas alturas,
para sostener este tipo de ética. Pero éste es mi más profundo deseo cada
Navidad, que no es más que un día que se pierde en el correr de los días que le
siguen y la preceden cada año en nuestras breves y cambiantes vidas si no lo aprovechamos
para nacer a una vida donde aprendamos a discernir entre querer la
cosa y ser la cosa.
A boca de jarro