Curling en Sochi |
Una mujer preguntó el valor de un pantalón de gabardina gris para su hijo varón. Cuando la vendedora se lo sopló bajito, la buena señora se llevó las manos a los ojos, se los cubrió, luego los abrió y se encontró con mi mirada, tan desconcertada y resignada como la suya. Estamos gastando más que el doble que hace un año en nada más que la indumentaria que los chicos necesitan para comenzar el año escolar, y ya nos entendemos con apenas una mirada de desolación, aunque todavía no hemos siquiera pasado por las librerías.
Así fueron pasando los días. Volvíamos a casa con hambre y cansados de tanto andar, un poco fastidiados por la humedad y los mosquitos, que no nos dan tregua por estos días. Me ponía a hacer las gratas tareas de la casa y la comida, y caía rendida sobre el sofá ya hacia el fin de la jornada. Encendía el televisor para distraerme un poco de tanta realidad, y me encontraba con las noticias de todos los días, que sin duda no ayudan en lo más mínimo a encontrar eso que andaba buscando desde el principio de la semana.
En los noticieros locales, además de las noticias de rutina y el pronóstico meteorológico, estuvieron pasando un bloque diario de imágenes de los Juegos Olímpicos de Invierno 2014, que se llevan a cabo en la ciudad rusa de Sochi. El favorito localmente parece ser una disciplina a la cual de deporte le veo bastante poco, aunque — según todos los expertos que salen a opinar por televisión —, se trata de una actividad muy arraigada en lugares como Escocia, Canadá y los países nórdicos. Le llaman curling, y consiste en empilcharse de primera para deslizar una especie de pava pesada sobre el hielo, mientras otros dos participantes, que asisten al lanzador, barren la superficie sobre la cual se desliza la bola de veinte kilos para que llegue más lejos que las que arrojan sus competidores. Es como una versión del tejo que los jubilados juegan en las plazas, los clubes y las playas argentinas, siempre que pueden irse de vacaciones, y en musculosa y alpargatas.
Ver este tipo de actividad por televisión me producía un sopor olímpico tal que ya no pude lograr encontrar aquello que había empezado a buscar a principio de la semana. Dicen que el deporte favorito de los argentinos es la queja, y es muy posible que tengan razón, a pesar de que motivos no nos faltan. Finalmente, entendí por qué tantos rusos se han dedicado a visitar mi blog durante esta última semana. El curling debe aburrirlos tanto como le aburre a esta argentina quejosa que no logró encontrar la inspiración que estuvo buscando toda la semana para escribir otra entrada mas que esta. Esperemos que regrese pronto por el bien de todos.
A boca de jarro