jueves, 10 de marzo de 2011

Los hijos...


 ¡Hay tantas cosas que se dicen y se escriben y se han escrito sobre los hijos! Parten de sentimientos viscerales, los más profundos, lo mejor de nosotros. Los hijos nos regalan muchas caricias esenciales para el alma, intangibles, etéreas, invaluables, y también son la causa de nuestros más oscuros temores y nuestros más sufrientes desvelos y zozobras. 

 A veces son las alas que necesitamos para levantar vuelo y darle un real sentido de trascendencia a nuestra efímera existencia. Otras tantas, son como un grillete que nos pesa y que viene a coartar nuestra libertad de movimiento y elección. Son fuente de sentimientos encontrados, luces y sombras que nos habitan y que- humildemente pienso y siento-  es necesario reconocer y decir en voz alta, ya que lo que se dice se asume, se blanquea , se acepta, y solamente así nos hace bien.

 Si intentamos disimular u ocultar y ocultarnos a nosotros mismos los sentimientos negativos que experimentamos siendo padres, nos dañamos y nuestros hijos también resultan dañados, porque ellos perciben todo lo que nosotros intentamos esconder en nuestros silencios, nuestras rabias, nuestro enojo y nuestra impotencia: ellos están llenos de sabiduría, y viven en una frecuencia en la que se captan ondas muy sutiles que sus papás creen poder  disfrazar con los artilugios de la compleja psiquis adulta.

 Los hijos son la materialización del niño interior que llevamos dentro: por eso los sabemos frágiles, vulnerables y a la vez llenos de potencialidades y creatividad. Sospecho que no nos equivocamosY lo más duro es concebirlos libres e independientes de nosotros, capaces de andar por la vida sin que nosotros vengamos dos pasitos más atrás para advertirles los peligros o salvalrlos de caerse y lastimarse. Capaces de pararse sobre nuestros hombros y ver mucho más allá de lo que nuestros ojos pueden alcanzar a divisar. 

 No, no podemos evitar que sufran, parafraseando esa hermosísima canción de Joan Manuel  Serrat, que justamente reúne todas las emociones que los hijos despiertan y las expresa con absoluta sencillez y honestidad. Y aunque duelen más que nuestra propia vida, que gustosos daríamos para salvarlos del peligro y del dolor, han venido al mundo -igual que nosotros- a caerse y a golpearse para convertirse en PERSONAS. Sólo así podrán ellos algún día  hacer  su vida o elegir concebir a sus propios hijos.

  Parimos a nuestros hijos miles de veces, no una sóla, y los parimos con dolor, pero también con amor y regocijo. Nada ni nadie duele más que los hijos. Nada ni nadie más que ellos ocupa un lugar tan enorme en el baúl de nuestros tesoros. Y "allí donde está tu tesoro, está tu corazón."

A boca de jarro

martes, 8 de marzo de 2011

The Beatles forever!

                                    


 Hoy compramos el doble álbum de Los Beatles remasterizados que nos debíamos: ¡qué deleite! Nos dio ganas de tenerlo por el tema que escuchamos en la película que vimos el sábado, "La Cena de los Tontos", ( "Dinner for shmucks", en el original en inglés), con Steve Carell. La película, basada en la pieza teatral homónima y muy bien actuada, por cierto, es interesante y por momentos sumamente divertida. Parte de la premisa que los supuestos "vivos" son en realidad los verdaderos "tontos", y aquellos que consideramos "tontos" ("shumucks", "fools") son sabios y nobles desde su excentricidad y unicidad. El tema que abre la peli es "The Fool on the Hill" de Lennon y McCartney. Y a veces creo que todos podemos sentirnos un poco como este tonto en la colina de la canción... Los Beatles dicen:

 Inglés  y abajo mi versión en español ( a ver si sale...)

Day after day alone on a hill                      
Día tras día solo en la colina
The man with the foolish grin is keeping 

El hombre de la sonrisa tonta se queda 
Perfectly still                                              
Totalmente quieto

But nobody wants to know him     

Pero parece que nadie quiere conocerlo
But the fool on the hill sees the sun going down 
Pero el tonto de la colina ve la puesta de sol                                                       
And nobody seems to like him                
Y parece que el tonto a nadie le cae bien
He never listens to them                                  
Él nunca los escucha
He knows that they're the fool                 
Él sabe que ellos son los tontos                        

 Muchas veces nos sentimos así, como este hombre solo, ignorado, pero que se toma el tiempo para ver caer el sol y sabe que los demás, que ni siquiera tienen interés por conocerlo, son los verdaderos tontos, que lo observan disgustados, pero no se toman el tiempo para disfrutar de las pequeñas grandes cosas de la vida. ¡Cómo me gusta esta canción! ¡Cuánto me gustan Los Beatles!




A boca de jarro

domingo, 6 de marzo de 2011

¿AMINORAR LA MARCHA?
















  ¡Hoy, domingo, otra alegría: publicaron una carta en "Yo Lector" en La Nación Revista (pág. 4) en la que insisto (porque soy insistente, aviso, aunque no creo que vaya a lograr ver en mi vida algún cambio del sistema educativo ni de las políticas sociales), sobre la mala diagramación del calendario escolar y los problemas que genera, a educandos, educadores y padres, aunque este esquema beneficia a la industria del ocio y del consumo. La autora , Susi Mauer, psiquiatra y autora de libros, critica la vorágine de la vida de los niños modernos: escuela de jornada completa , actividades extra que "exige el mercado" hoy en día, y la consecuente ausencia de "tiempo no apurado" , "tiempo de jugar", "suelto y no enjaulado" como decía la genial María Elena Walsh, a quien ella merecidamente homenajea en su posdata, amén del caos que genera un ritmo de vida tan vertiginoso y vacío de contacto real fundamentalmente entre padres e hijos.


 En esto estamos de acuerdo: pero realmente no todos elegimos vivir apurados. Hay todo un movimiento gestándose y desarrollándose en otras latitudes que ensalza y promueve lo "slow" como lo opuesto al "fast" ( es decir, lo lento y no lo rápido) : "slow food", "slow living", etc. Mi cuestionamiento parte de qué ofrece el afuera para no tener que caer en la trampa de la vorágine ni del consumo para llenar tanto tiempo de ocio concentrado (vacaciones larguísimas, sin actividades de recreación sanas y gratuitas). Hay que pagar para entretener a nuestros hijos y llenar sus veranos, o entregarlos a las manos de la tecnología de la que desconfiamos, o apelar a nuestra creatividad en medio de nuestros quehaceres cotidianos, lo cual no es nada fácil...



 Y luego se larga la carrera del año lectivo, sin pausas, aunque este año empezó con dos feriados interminablemente largos, mal programados a principios de ciclo, cuando todos estamos descansados y con el bolsillo flaco a causa de las vacaciones y los primeros gastos escolares, que no son poca cosa. Por supuesto que todos no incluye a aquellos que siempre pueden viajar, que llenan las agendas de sus hijos y las propias por esnobismo, o por no asumir la responsabilidad de paternar en calidad y cantidad de tiempo, o tal vez por la necesidad de dinero, o quizás por vivir para llenar los agujeros que se forman por no "invertir" en los verdaderos vínculos y el buen vivir, ese que se mide con el alma, tan olvidada y pasada de moda, con la vara del amor y la felicidad, y no con el bolsillo. No todos elegimos vivir para trabajar o para tener más. Muchos trabajamos para vivir y para tener lo que nos hace falta. A toda esa gente, creo que la gran mayoría, este estado de cosas, este calendario escolar, esta falta de planeamiento social y recreativo para nuestros chicos y para nosotros adultos, estas políticas laborales, no nos ayudan en lo más mínimo. Y no elegimos la vorágine del año escolar: somos sus víctimas y la padecemos.




 A modo de ejemplo, en mi barrio hay un parque polideportivo municipal gratuito. Yo tengo el privilegio de tomar clases de gimnasia al aire libre todas las mañanas de 9 a 10 en forma libre y gratuita,con el requisito de presentar un apto físico una vez por año, y bajo la supervisión de una excelente docente de educación física que trabaja allí hace cosa de 20 años. Asistimos más mujeres que hombres, por el horario, claro está, en cantidad. Y cada mañana de verano en la que concurro, veo con tristeza el vacío de las instalaciones del parque a excepción de la cancha de volley que nosotros ocupamos. Y no puedo evitar preguntarme por qué no hay más docentes especializados trabajando para, por ejemplo, los chicos, organizando clases de basket, futbol, o patín, ya que hay canchas y espacio para eso. ¡¿Por qué?!


 Si mis hijos vienen conmigo, no tienen nada ni nadie con quien estar, y nada organizado que hacer: ¡¿por qué?!


 Si los profesores necesitan trabajar, y los chicos necesitan hacer deportes al aire libre supervisados por adultos idóneos, y los adultos padres necesitamos que alguien entretenga a nuestros hijos en tiempos en los que no podemos dejarlos salir a jugar a la calle o ir a las plazas solos.




 Después nos quejamos de que se quedan hasta tarde mirando T.V. o jugando con la playstation, o chateando y demás yerbas en internet. Y otra vez me pregunto: ¿qué les ofrecemos nosotros, los adultos responsables, como opción? ¿Colonias dónde parecen fideos en la sopa de una pileta repleta, con un clima que no siempre favorece ese tipo de recreación, expuestos a las otitis, los hongos, la insolación y los resfríos? Y otra vez una vorágine de horarios y rutinas como durante el año...¿Por qué no ofrecer un par de horas de deportes que les permita interactuar con chicos de sus edad a una hora razonable, como es la mañana, y cerca de casa, mientras mamá también puede hacer ejercicio, porque lo necesita igual que ellos?



 Creo tener un par de respuestas a estas preguntas retóricas, pero prefiero no explayarme demasiado... Ya avisé que no soy optimista con respecto a un cambio de paradigma en lo inmediato.


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